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Haakon_XIII

Lord of Empires
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Nov 16, 2009
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Sundas, 17 de Última semilla, 201 de la 4 Edad; puesto Avanzado de los Penitus Oculatos en Puente Dragón.
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La mañana era fría y lúgubre, como todas las de aquel pueblo. Desde que Ulfric se rebeló contra el Emperador Tito Mede II los Penitus Oculatos, los guardianes del Emperador, fuimos mandados a Puente del Dragon, un pequeño pueblo cuya importancia radica en poseer el único puente que cruza el río Karth, conectando así Soledad con el resto de Skyrim.

Los días eran anodinos. Nunca pasaba nada, salvo las discusiones constantes de Horgeir, el dueño del aserradero, con su mujer, Olda. Olda era una mujer con carácter, no se callaba a la hora de mostrar su disconformidad con nuestra presencia en su pueblo. Su humor era irónico y su carácter irascible. Solíamos esquivarla, aunque era inevitable que nos asaltase en la posada con sus quejas y reproches.

Puente del Dragón era un pueblo pequeño. En mi estancia hice amistad con Azzada Lylvieve, un huérfano granjero. Era un guardia rojo que había crecido en Markarth, lejos de su tierra natal. Era un hombre formidable, su vida no había sido fácil, pero consiguió encontrar la paz, casarse y establecerse en el pueblo, donde tuvo su descendencia. Por desgracia antes de nuestra llegada unos Capas de la Tormenta, rufianes de Ulfric el Usurpador, pasaron por el pueblo, donde no contentos con tomar aquello que quisieron intentaron violar a su preciosa hija, Julienne. Por suerte la fuerza y terquedad de Azzada lo impidió. Encontrando descanso y estabilidad bajo nuestra protección, y en especial bajo la mía.


Aquella mañana de Sundas hubiera sido una más de no ser por un terrible grito que desgarró las nubes. Todos los guardias nos pusimos en alerta. Me dirigí rauda al origen de los gritos sobre el puente, pero ya era tarde. Lo único que nos encontramos fue lo que parecía ser un bandido en el suelo, inerte.

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Rápidamente mis compañeros cruzaron el puente y se pusieron rumbo al camino, intentando averiguar quién había cometido el crimen. Llegaron hasta una carreta que había sido asaltada, dejando como víctimas a un nórdico y una guardia roja. No parecía haber nadie cerca, no sabíamos qué podía haber ocurrido. Un silencioso asalto en el camino cercano a nuestra guarnición y un asesinato sin verdugo en el mismísimo puente; sentimos que habíamos incumplido doblemente con nuestro deber. Sentí cierto abatimiento, como algunos de mis compañeros. La cara de mi comandante mostraba decepción y desconcierto. Miré al carro, todo parecía estar en orden, quien hubiera hecho aquello no se llevó ni las telas ni otros objetos de valor que encontré una vez lo registré.

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El comandante me ordenó también mirar los cadáveres. Tras un examen visual me dispuse a registrar los cuerpos. Parecía que tampoco les faltaba nada, incluso tenían algunas monedas encima. La mujer, además, llevaba un diario. Me dispuse a leerlo.

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Se aceptan y agradecen sugerencias, guías para dummies sobre escalar las imágenes y críticas. Esto ha sido un aperitivo, un prólogo, a ver si os gusta la propuesta. Los próximos capítulos serán más extensos y, esperemos, con imágenes más pequeñas.

Juego con todos los DLC y los siguientes mods:
SkyUI
Campfire, para hacer acampadas.
Wet and Cold, para mojarme y secarme.
Realistic Needs and Diseases, para tener que comer, beber y dormir cada X tiempo; además de poder ponerme enfermo por comida en mal estado, partirme un hueso, etc.
Convenient Horses, para que los caballos tengan más sentido y realismo.
Adventurers and Travelers, para darle vidilla a los caminos de Skyrim.
Climates of Tamriel, para darle más veracidad y variedad a los climas.
Realistic Lighting Overhaul, para que no parezca verano sin nubes en las cuevas y necesite sí o sí antorcha para ver medio metro más allá.
A Matter of Time, que me dice el día, el mes, el año, la era y la hora que es.
Alternate Start, Live Another Life; para empezar como guardia del Emperador en el puesto avanzado.
Frostfall, para poder morirme de hipotermia según vaya perdiendo calor, tener frío si estoy mojado y que el equipamiento tenga atributos de calidez y cobertura, además de contar con un nuevo árbol de habilidades.


Y no, no juego con la Legendary Edition porque en este monitor no se me muestra bien.
 
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Tras esto el diario parecía estar en blanco, salvo por una página al final:

»No puedo dormir. No paro de pensar en los rumores. Hace poco que hemos abandonado la comarca de Soledad y ya siento cómo mi miedo se acrecienta. A pesar de todo estoy más decidida que nunca a acompañar a mi marido, a compartir el mismo destino. Tras esta entrega me ha prometido que no habrá más en una temporada, que compraremos la mansión Espira orgullosa. Dice que transportamos algo más que telas y que la legión nos pagará bien, pero no me ha querido decir qué es.

No había nada más escrito. Volví a registrar el carro y los cuerpos, incluso los alrededores, pero tras una tarde de registro no encontré nada extraordinario que pudiera ser lo que el diario nombraba. Parecía que se lo habían llevado, fuese lo que fuese. Di inmediatamente parte a mi comandante sobre el asunto, pero se limitó a asentir con la cabeza y desaparecer durante toda la tarde.


Aquella noche libré. Frente a mí se hallaban dos buenos trozos de carne asada y sin embargo no tenía hambre. Pensaba en cómo esa mujer había seguido a su marido a lo que ella misma sabía que podía ser una muerte segura. Intentaba imaginarme cómo sería amar así, que te amasen así, pero era incapaz. Los años me habían anestesiado de cualquiera emoción romántica. Era la única mujer de los Penitus Oculatus destinada en Puente del Dragón, y notaba día a día cómo mis compañeros me miraban y deseaban. Por suerte nuestro trabajo prohibía explícitamente las relaciones entre compañeros de armas.

No dejaba de darle vueltas cuando mi comandante entró en el puesto. Su abrigo conservaba algo de blanco sobre sus hombros, era nieve sin duda, nieve que parecía se la había intentado quitar antes de entrar, aunque sin mucho éxito.
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Nada más verme se acercó a mí, y viendo que no comía me apartó para sentarse él mismo en delante del plato que no tocaba.

—¿Cómo es que no tienes hambre Zoe? —dijo mientras devoraba la carne.

—Estaba pensando en la carreta.

Aquella afirmación hizo que su gesto se torciera y me mirase de refilón.

—Y, ¿qué piensas? —me preguntó suspicaz.

—Está claro que habría que dar a la legión el mensaje de que…

—No te preocupes. Ya me he encargado yo -me interrumpió con autoridad.

—¿Sabe qué era?

—No —me contestó secamente.

—Habría que dar justicia a esos comerciantes -insistí segura de que algo me ocultaba.

—No haremos nada, es un tema que concierne sólo a la legión.

—¿Y el muerto del puente? ¿Está relacionado con el asalto?

El comandante dio un golpe en la mesa, furibundo. Me miró y con su voz más autoritaria me dijo:

—Zoe, olvida el tema, es una orden, no quiero que hagas más preguntas ni trates el tema con nadie. ¿Entendido?
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Contesté afirmativamente, me levanté de la mesa y me dirigí a la posada, a beber algo de aguamiel, con la esperanza de olvidarme del asunto.



Faida, la posadera, era una mujer que parecía saber todo. Su oficio le otorgaba la confianza de los viajeros y los contactos de las autoridades. Se dice que era una prima lejana de Elisif, jarl de Soledad y Reina de Skyrim. Su aguamiel distaba mucho de ser el mejor de Skyrim, pero era efectivo en su labor de calentar y emborrachar. Aquella noche no podía dejar de recordar a mi antiguo novio de Cyrodiil. Cuanto más me acordaba de él más bebía y cuanto más bebía más me acordaba de él. Cuando mi borrachera era bastante notable senté inopinadamente de un tirón a mi lado a Faida, que pasaba por allí.

—¿Sabes? Han matado a una pareja de comerciantes en el camino. Una pena. Ni siquiera les han robado, salvo por una cosa que ni sé qué es… y ¿sabes? Tampoco quiero saberlo. El comandante se ha molestado conmigo, quiere que pase del tema, que él ha avisado a la legión, pero ha venido de la montaña, no ha podido avisar a Tulio.

Faida sabía escuchar, lo que era una gran cualidad en aquellas tierras. En aquel momento no me di cuenta, pero cuando me iba me metió una nota en el cinturón. No fue hasta la mañana siguiente, al vestirme, que la encontré. Decía así:

«Haafingar, Gruta del Remo Roto. Bandidos.»

Parecían claras las indicaciones. Me decidí a visitar la cueva e inspeccionarla, quizá ellos fueron los que había asaltado el carruaje. Ese día me ofrecí voluntaria para llevar el correo a Soledad y traer provisiones, así aprovecharía el viaje para investigar la cueva. Al salir vi a Faida limpiando la puerta de la posada, me dirigí a ella, pero me lanzó una mirada y, negando con la cabeza, me hizo pararme. Estaba claro que no quería que me acercara.
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Me dirigí a Soledad, donde compré unas pocas provisiones y otros materiales que necesitaba para mi singular misión; con la convicción de que tras visitar a los bandidos volvería a por las provisiones para el puesto avanzado. Para mi sorpresa la gruta se hallaba al norte de Soledad.
Bandidos en plena comarca de Soledad, viviendo sin que la legión hiciera nada, era algo muy raro, aunque hubiera guerra el general Tulio no era de los que dejaban enemigos en la retaguardia, además estábamos nosotros, ociosos la mayor parte del tiempo, vigilando unas piedras.
Tras consultar los mapas calculé que tardaría más de medio día en llegar. Según me dijeron en las tiendas la nieve era alta y las ventiscas comunes en esas montañas. Por desgracia no encontré ninguna capa en la tienda de vestiduras de la ciudad, al parecer la legión había adquirido poco antes todas las existencias. Las luchas cerca de Hibernalia estaban diezmando a las tropas, poco acostumbradas a esos fríos climas. Si bien el clima de Puente del Dragón era frío para los estándares de nosotros los imperiales, uno se acostumbraba rápido.
Tuve que conformarme con lo que llevaba puesto, haría paradas periódicas para calentarme con hogueras improvisadas.
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Parecía haber llegado la noche en plena mañana. No era ni mediodía cuando el frío me obligó a hacer la primera hoguera. En apenas unas horas el ambiente había pasado de húmedo a nevado, convirtiendo todo color en un radiante blanco que, reflejando la poca luz que el cielo brindaba, parecía que era esta la que daba claridad a la montaña. Me sentía desnuda ante el frío, solamente podía correr y escalar, esforzar mi cuerpo al máximo para sentir algo de calor.

Mi entrenamiento de legionaria incluía supervivencia básica, por lo que no me costó encender la hoguera, sin embargo, tuve problemas para encontrar yesca y ramas secas. Me llevó dos horas aquella parada, más de lo que había previsto. Aproveché para comer un poco de pan y queso y beber agua de la cantimplora que llevaba. Pensaba en mi comandante, en el brusco cambio que tuvo conmigo la noche anterior por aquellos asesinatos. Él siempre había sido afable conmigo, me había protegido de mis compañeros masculinos manteniéndoles a raya y siempre había demostrado confianza en mí y en mis capacidades; pero ahí estaba yo, en medio de la montaña al norte de Soledad, buscando una guarida por una vaga pista de la posadera del pueblo. Me planteaba si estaba haciendo bien, si merecía la pena desobedecer órdenes e ir por mi cuenta por unos muertos desconocidos.

«¿Por qué me importa tanto esto?», me preguntaba a mí misma entre bocado y bocado. No encontraba respuesta, ni siquiera comprendía por qué arriesgaba todo por ello. Era como si la lógica no pesase nada en mis decisiones, como si mis pasos fuesen guiados por algo que no sabía explicar. Dejé de preguntarme y me dispuse a continuar mi viaje. Dudar ahora no me ayudaría, pues ya había hecho medio camino.
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Era de noche cuando encontré lo que parecía la zona de desembarco de los bandidos, si eran piratas no podían haber matado ellos a la pareja de comerciantes, estaban muy lejos de la costa. Una hoguera y varios toneles daban la bienvenida. Me sorprendió no encontrar ningún guardia. Miré a la luna, estaba brillante. Llegar me había llevado más del medio día que había calculado. El comandante y mis compañeros estarían preocupados, quizá pensando en que había desertado. Podía volver, dejar mi misión a medias y las consecuencias no hubieran sido menos leves que si la llevaba a cabo. Me decidí a entrar con cuidado.
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Una espesa neblina verdosa flotaba por la cueva. Era húmeda y sin embargo no hacía frío. La luz parecía entrar desde una lejana apertura en el techo de la cueva, pero era lo bastante tenue para poderme ocultar. Al entrar escuché la conversación entre dos de esos bandidos:

—Haafingar está muy raro.

—¿Raro? Lo que está es avaricioso.

—Pues no pienso hacer más guardias ahí fuera si no tengo mi parte ya.

—Y, ¿qué harás? ¿Irás a exigirle ahora tu parte?

—Vayamos ambos. Vayamos todos, tú también. No podrá negarse, ni ir contra todos.

—No seas absurdo, y vuelve a tu puesto ahí fuera. Como se entere de que te has ausentado.


¿Haafingar? Ese era el nombre de la nota. Los dos hombres parecieron despedirse, dirigiéndose uno de ellos hacia mí. Agarré fuerte el escudo y desenvainé la espada con cuidado de no hacer demasiado ruido. Lamenté no tener un arco en ese momento. Me lancé a la carga cuando el otro estuvo suficientemente cerca. No le di tiempo a reaccionar, apenas puso la mano en su hacha ya le había atravesado, cayendo al suelo a la entrada de la cueva. Aquello llamó la atención de su amigo, que encontró la muerte entre las sombras como su compañero la había encontrado.
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Registré la entrada, parecía que no había nadie más cerca. Cogí una antorcha que colgaba de la pared y me dispuse a explorar la cueva. Un gran lago, con algunos barcos y botes, organizaba la cueva. Al parecer los bandidos habían creado una buena red de pasarelas y escaleras. Entré por el primer pasillo que vi, intentando evitar la costa del lago, donde estaría al descubierto. Un error, eso fue lo primero que pensé cuando me encontré de repente en los dormitorios de la cueva, donde otros dos grandes hombres se encontraban en sus camas. En cuanto doblé la esquina me vieron, tardando poco en coger sus respectivas armas.
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El más grande, un titán a mi lado, empuñaba un pesado martillo.

—Vamos, Gendry, esta es nuestra, intenta no matarla. Me gusta que se muevan —dijo con lascivia el del escudo y la espada.

Toda la fuerza bruta que el tal Gendry y su martillo tenían se traducía en lentitud, lo que me permitió hacer unas fintas que me permitieron esquivar sus ataques. Me alejé de él, volvió a lanzarse con furia contra mí, agarré bien mi espada, esquivé su lento golpe y di una patada a su estómago, lo que le hizo doblarse lo justo para que yo pudiera descargar sobre su omóplato un potente ataque que lo fulminó al instante.
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Su compañero se mostró bastante consternado por la rapidez que había acabado con mi oponente. Con rabia se lanzó contra mí, pudiendo esquivar a duras penas sus primeros golpes. Sus ojos brillaban, reflejando en ellos mi antorcha, como ardientes perlas. Me lanzó dos ataques más que pude parar con mi espada. Quise darle con la antorcha, pero hábilmente me paró con su escudo, empujándome y haciendo que perdiese el equilibrio. Caí de bruces, tropezada con una raíz. Vi en su rostro la satisfacción del ganador. Alzó su hacha y antes de que pudiera descargar el golpe rodé a un lado levantándome con rapidez mientras él se erguía tras el fallido golpe contra el suelo. Di una patada a su mano, haciendo que el hacha se le escapase y, cogiéndole del hombro, le encaré para clavarle la espada debajo de su boca, atravesando su cabeza.
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Registré la sala, volvería a por provisiones para llevar al puesto avanzado, evitándome así tener que volver a Soledad. Lo hice sin ninguna esperanza de que fuera a servir de algo tras haber desaparecido, pero no podía dejar de pensar en la guarnición, en mi puesto, en mi comandante y mi deber. Continué por los pasillos. Habían montado un completo poblado totalmente funcional. Tenían una calurosa fragua que notabas antes de siquiera verla.
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Continué mi búsqueda y fui a dar con la entrada de donde Haafingar, mi objetivo, estaba. Miré bien las posibles entradas, y las posibles salidas. No era una persona muy nadadora, pero decidí que si las cosas se ponían complicadas todo lo que podía hacer era tirarme al agua e intentar huir.

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Subí un camino que me llevó a encontrarme con un arquero que, por suerte, no se había percatado de mi presencia. Tiré la antorcha y acercándome con cuidado pasé mi cuchillo por su garganta. El pobre ni se enteró. A su lado había un carcaj con flechas y un pequeño arco. Lo cogí. Me fue muy útil para matar a dos bandidos más sin que percibieran mi presencia ni dieran la voz de alarma.​
Me iba dirigiendo a mi objetivo, lenta pero segura. Allí estaba, en la cama, leyendo un libro sentado. Me oculté en las sombras, tras una pared, sería rápida y fulminante. Tensé el arco, apunté y un fuerte sonido se escuchó desde mi posición. Una de mis anteriores víctimas no había muerto e intentaba avisar a su líder con golpes. Surtió efecto, Haafingar me vio, esquivando por poco mi flecha. Me levanté y me dispuse a luchar con mi espada. Él cogió su gran hacha. Al contrario que el otro bandido los movimientos de este eran rápidos y más precisos. Me obligó a irme retirando, bajando hasta el embarcadero en mi desesperación por evitar sus letales golpes.​

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Se le veía cansado, vi mi oportunidad; lancé yo mis ataques, intentando darle, pero o me esquivaba o me paraba con el mango de su gran hacha a dos manos. Observé que en todos mis ataques dejaba al descubierto sus piernas, por lo que fingiendo huir rodé a su lado hiriéndole las piernas. No había tenido suficiente fuerza para cortar la pierna, pero las heridas le hicieron que le costase mantenerse de pie. Le lancé algunos golpes, pidió clemencia. No se la di. Seguí con las patadas y los golpes. Intentó huir hacia el bote y cuando yo misma me encontraba agotada de golpearle decidí darle muerte.
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Registré la habitación del ya derrotado capitán Haafingar, cogí todo aquello que me pudiera servir a mí o a la guarnición de Puente del Dragón. Lo que más me llamó la atención fue un diario que decía así:

«Ese ingenuo se piensa que compartiré mi botín con él. ¡Já! Es mío, el tesoro es mío. Sé que la tripulación lo quiere, pero no se lo daré. No lo voy a compartir con nadie. Tengo que vigilar a la tripulación, si alguno está mojado sabré que ha estado en el agua, en el barco, con MI tesoro. No, no se lo permitiré. Es mío, lo he conseguido yo»

Había un tesoro en esas aguas. Salí de aquella mal llamada habitación y ahí estaba, un barco hundido. Sin duda ahí estaría el tesoro.
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Bajé al embarcadero y registré el cuerpo del capitán, el cual llevaba una llave que supuse sería del cofre. Acerté.

Nadé hasta el cofre y, cuando lo abrí, descubrí que no había apenas nada. Unas monedas, algunas ganzúas, un libro completamente empapado y medio roto y una gema común, sin mucho valor. ¿Era este el tesoro que no quería compartir? ¿Qué otros querían? No encajaba. Además, no había descubierto nada en la habitación del capitán que me indicase algo sobre el asesinado del puente o sobre la pareja de comerciantes. Estos eran piratas, cada vez tenía menos dudas de que no tenían nada que ver con mi principal preocupación. Terminé de buscar pistas y recoger víveres en la cueva. Me llevó una larga hora y cuando salí ya había amanecido. El nuevo día me ofreció una belleza esperanzadora.

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Last edited:
Estoooo... debería ir al OT? Que a mí me da igual, pero me suena que los AARs en este subforo deberían ser de los juegos de Paradox :D A no ser que sea una intro a un mod de Skyrim del CK2 o así :D
 
Tranquilo, no ha parecido tener mucho éxito, así que no creo que lo continúe; de todos modos no es el único AAR no de Paradox que hay.
 
Sí, la verdad es que las AAR no son lo que eran... un poco también la pescadilla que se muerde la cola. Pero precisamente de hecho yo creo que más gente se daría cuenta si estuviera en el OT.