Saliéndome un poco del relato, me gustaría comentar un aspecto, que es el de la crueldad de los misioneros con los indios. Es un tema que aparece recurrentemente en el análisis de algunas de las rebeliones indias como uno de los factores desencadenantes. Muchas fuentes norteamericanas llevadas de un simplísmo tendencioso se limitan a decir que los misioneros eran crueles con los indios, como si el leit motiv de personas que dedicaban su vida a convertir y civilizar a los indios, por lo que pagaban un alto precio, fuera abusar de sus inocentes parroquianos.
Eso obviamente no se sostiene, por lo que hay que buscarle otra explicación. Una forma de zanjar el asunto es decir que personas crueles las hay en todas partes, y que en el contexto de la época, los castigos físicos no eran ninguna novedad. Recordemos que en España ha habido castigos físicos a discrección del profesor hasta los años ochenta del pasado siglo. Esta explicación es obviamente cierta pero podemos profundizar aún más.
Las memorias de trabajo del misionero jesuita Joseph Neumann nos dan la clave. Neumann había nacido en Bruselas de padres alemanes, y sirvió como misionero entre los tarahumaras de Sonora entre 1681 y 1732. Dentro de la Orden fue conocido como un misionero valiente, capaz y con un alto sentido de responsabilidad y talento como administrador.
Toda su vida insistió en la amabilidad al tratar con los indígenas y enfatizó la necesidad de ejercer una profunda humildad cristiana en todos los contactos. Durante sus primeros años escribió que los tarahumaras eran "sencillos y toscos por naturaleza" y "amantes de la paz, sin disputas entre ellos" pero "indispuestos para el trabajo".
Era extremadamente intrépido y no dudó en enfrentarse a las ceremonias paganas de los indios a pesar de las amenazas de muerte. Durante su trabajo sobrevivió a dos rebeliones y se convenció de la necesidad del uso de la fuerza, aprobando la ejecución de cabecillas rebeldes y el estacionamiento de soldados.
Tras trabajar 50 años entre los indios, sus memorias reflejan su frustración y su sentido de fracaso:
Estos indígenas son astutos y mañosos por naturaleza, de quienes no se puede esperar sinceridad. Son hipócritas consumados y como regla los que parecen ser los más virtuosos deberían ser considerados como los más perversos. Dicen una cosa a su gente en la presencia de los misioneros y después secretamente dicen lo contrario... Los misioneros fueron decepcionados por estos hombres (los gobernadores indígenas) también porque ellos son adictos a los mismos vicios... Superficialmente los gobernadores estaban conformes con los deseos de los Padres y sus vidas tenían la apariencia de probarlo pero siempre estaban buscando secretamente el favor de su gente al tolerar y encubrir sus ofensas... En realidad no puedo negar que con esta gente de corazón de roca la cosecha no pagó el duro trabajo de la valiosa semilla. La semilla del evangelio no brota o si brota es arruinada por la espina del deseo carnal... Por esta razón encontramos poca disponibilidad entre nuestros los conversos que se preparan para el bautismo. Algunos solo pretenden creer sin mostrar inclinación alguna por las cosas espirituales como rezar, servicios divinos y doctrina cristiana. No muestran aversión al pecado, ni ansiedad acerca de su felicidad eterna, ni disponibilidad para convencer a sus parientes al bautismo. En su lugar muestran una indiferencia holgazana hacia todo lo bueno, deseo sensual limitado, un hábito irresistible a embriagarse y un silencio tenaz con relación a su escondido paganismo y por ello no podemos encontrarlos y traerlos al doblegamiento de Cristo.
Otro jesuita de ascendencia alemana, Adam Gilg, que trabajó en la misión de Nuestra Señora del Pópulo entre los seris desde 1688, escribía en 1692:
Ahora, justamente como mis seris... por un lado no son serios y no tienen diligencia o estabilidad, ni músculos ni capacidad para comprender los misterios cristianos pero por otro lado no tienen ninguno de los vicios vulgares que tienen predilección entre casi todos los paganos y que pueden desviarlos del cristianismo
Gilg destaca que los indios, debido a su estupidez, no comprenden los misterios sagrados, y que los niños al crecer se vuelven flojos y mentirosos.
Los misioneros jesuitas son unas de las víctimas del choque cultural entre europeos y nativos, y muestran tan poca comprensión del proceso que están sufriendo como las otras víctimas, los indios.
Los indios pertenecen a una cultura de cazadores-recolectores o de agricultores de subsistencia, donde no se concede ningún valor ni al trabajo, ni a la inversión de futuro, y muy poco a la sinceridad frente al mantenimiento de la armonía en sus extensos grupos familiares.
A ello puedo añadir las experiencias personales de una tía mía, misionera durante dos décadas en Perú en los años 70-80, que cuenta que dichos valores culturales continúan en gran medida entre las comunidades nativas, aunque obviamente ella lo ve con una mentalidad moderna y comprensiva, y hace mucha gracia oir sus explicaciones sobre la diferencia de lo que puede uno esperar cuando un nativo le dice que va a hacer algo ahorita, ahoritita o ahorititita.
Dicho choque cultural había de ser por fuerza mayor entre los misioneros centroeuropeos que entre los españoles, dado que su cultura es más dada al trabajo y la seriedad que la nuestra. Quizá ello explique que a pesar de que los misioneros centroeuropeos eran minoritarios con respecto a los españoles, de los tres misioneros citados como los más culpables de abusos que contribuyeron a la rebelión de los pimas altos en 1751 todos sean alemanes, Tomás Tello, Henry Ruhen y sobre todo Ygnacio Xavier Keller.
Por parte de los indios, el trabajo era una imposición que llebavan mal, a pesar de sus evidentes beneficios. No le concedian gran importancia a la religión, como no se la habían concedido a la suya propia, y no tenían ningún problema en decir lo que sentían que su interlocutor quería oir, aunque fuera lo contrario de lo que pensaban, para evitar el conflicto. Sufrían su decadencia cultural y demográfica y sentían claramente la pérdida de control sobre sus propias vidas. Eran tambien orgullosos, especialmente sus clases nobles, y llevaban muy mal los castigos físicos porque les colocaban al nivel más bajo de la sociedad, junto a sirvientes y esclavos. Y una vez que obtaban por la violencia, su crueldad no conocía limites, asesinando incluso a los bebés a golpes de macana. Por el contrario la cultura española impedía matar a las mujeres que no hubieran tomado las armas, y mucho menos a los niños, que siempre se hacían prisioneros y se repartían por las misiones.
Lamentablemente las culturas indias de Norteamérica han mostrado una notoria falta de adaptabilidad a las culturas occidentales que continúa aún hoy en día. Mientras culturas como la China, Hindú o Japonesa han sido capaces de tomar lo que han querido de sus contactos con las culturas occidentales, las culturas indias que sobreviven en reservas desde Canadá hasta Chile han sido incapaces de encontrar un lugar y recuperar la vitalidad, con lo que su extinción continúa imparable.