Bak Sun caminaba sobre una tela color violeta en los bosques de las afueras de Pionyang. Era un día soleado y los cerezos estaban en su apogeo primaveral. A lo lejos vio dos siluetas. Eran el general Hwan Gwon, jefe de las fuerzas armadas, e Ing-young Seok, un joven líder de los hombres industriales que dominaban el país. El joven apuesto se acercó a Sun y extendió su brazo hasta acercar su mano a la del dirigente comunista.
-La paz sea con vos, señor Sun-dijo el hombre de negocios.
-No es tiempo de paz. La gente pasa hambre y el país va hacia el desastre -respondió Sun.
Gwon toco el hombro de Seok y este miro hacia él. Los tres se dirigieron más adentro del bosque mientras sus gorilas vigilaban el perimetro. Sun buscó con la mirada un lugar en el que sentarse y vio el sitio ideal la mesa en la que antes de la crisis los coreanos de a pie iban a pasar su día de descanso comiendo algo durante la festividad del cerezo. Aquello hacia dos o tres años que no ocurriría. El mundo había entrado en guerra y no existían suministros que la industria pudiera aprovechar.
-Aquí estaremos bien -dijo Sun mientras apoyaba su parte posterior en la mesa -. Bien, os he llamado porque el pueblo no puede más. Los obreros de las fábricas están parados, no llegan ni a la segunda semana del mes y los monjes que nos gobiernan solo saben rezar y recortar derechos.
-¿Qué propones, Sun? -preguntó el general.
--Propongo sacarlos del gobierno.
-Un momento -interrumpió Seok-, las elecciones están a la vuelta de la esquina. Esperemos e impondremos nuestros programas.
-Seok, tu sabes que eres el más votado. Aún así nadie quiere elegirte como ministro principal.
-El ejército está a las órdenes del rey Gong Yi -dijo el general.
-El ejército no tiene que comer, sus armas están anticuadas. Ellos se unirán a la revolución.
-Y después, ¿qué? -expuso Seok mientras miraba al cielo preocupado.
-La industria no funciona. Si no se le subvenciona, mucha gente irá al paro y el gobierno quiere anular las pocas ayudas que hay -dijo Sun.
-Pero así, seguiremos teniendo un gran problema -dijo el general-. Las subvenciones, ¿quién las dará?
-Desde el grupo que representamos apoyamos las ayudas a las capas más afectadas por la crisis -dijo Seok -. Si no el consumo caerá y sólo habrá más pobres.
-Eso es falso. Dios sabe que la única solución es quitar las ayudas. Con un poco de suerte bajarán la deuda del país -dijo Gwon.
--La única forma de relanzar la economía es deshacernos en los intereses de la deuda!!! --exclamó Seok.
-Pero eso es una locura. Eso supone no poder pagar lo prestado, seremos unos parias entre los de nuestro entorno -dijo Gwon.
-Pues eso es mejor que dejar sin comer a generaciones de coreanos -espuso Sun -. Apoye la idea.
-Os digo desde ahora que el ejército no aceptará tales políticas. Nuestro prestigio se irá por la alcantarilla.
-Gwon, sabes que no hay otra salida -dijo Seok.
Gwon se dio la vuelta y les amenazó: eso nunca pasará.
Familia de último emperador coreano
Un mes después estalló la revolución. Era abril de 1931. El ejército se dividió. El sur y el este de Corea fue leal a los rebeldes. La parte restante era progubernamental. Gwon llevo a sus tropas hacia la victoria. Fue elegido Presidente Provisional en mayo, y en las elecciones constituyentes el voto se dividió en un tercio para los comunistas y el resto para los hombres de negocios del partido ultraliberal. Se inició un programa de reformas fiscales pero la deuda siguió subiendo. Al final, se optó por anular todas las subvenciones salariales pero aquello inició una guerra civil. Sun tenía razón. Lo único posible era el default, si es que no se quería iniciar un conflicto interno. Pero esta es otra historia.
-La paz sea con vos, señor Sun-dijo el hombre de negocios.
-No es tiempo de paz. La gente pasa hambre y el país va hacia el desastre -respondió Sun.
Gwon toco el hombro de Seok y este miro hacia él. Los tres se dirigieron más adentro del bosque mientras sus gorilas vigilaban el perimetro. Sun buscó con la mirada un lugar en el que sentarse y vio el sitio ideal la mesa en la que antes de la crisis los coreanos de a pie iban a pasar su día de descanso comiendo algo durante la festividad del cerezo. Aquello hacia dos o tres años que no ocurriría. El mundo había entrado en guerra y no existían suministros que la industria pudiera aprovechar.
-Aquí estaremos bien -dijo Sun mientras apoyaba su parte posterior en la mesa -. Bien, os he llamado porque el pueblo no puede más. Los obreros de las fábricas están parados, no llegan ni a la segunda semana del mes y los monjes que nos gobiernan solo saben rezar y recortar derechos.
-¿Qué propones, Sun? -preguntó el general.
--Propongo sacarlos del gobierno.
-Un momento -interrumpió Seok-, las elecciones están a la vuelta de la esquina. Esperemos e impondremos nuestros programas.
-Seok, tu sabes que eres el más votado. Aún así nadie quiere elegirte como ministro principal.
-El ejército está a las órdenes del rey Gong Yi -dijo el general.
-El ejército no tiene que comer, sus armas están anticuadas. Ellos se unirán a la revolución.
-Y después, ¿qué? -expuso Seok mientras miraba al cielo preocupado.
-La industria no funciona. Si no se le subvenciona, mucha gente irá al paro y el gobierno quiere anular las pocas ayudas que hay -dijo Sun.
-Pero así, seguiremos teniendo un gran problema -dijo el general-. Las subvenciones, ¿quién las dará?
-Desde el grupo que representamos apoyamos las ayudas a las capas más afectadas por la crisis -dijo Seok -. Si no el consumo caerá y sólo habrá más pobres.
-Eso es falso. Dios sabe que la única solución es quitar las ayudas. Con un poco de suerte bajarán la deuda del país -dijo Gwon.
--La única forma de relanzar la economía es deshacernos en los intereses de la deuda!!! --exclamó Seok.
-Pero eso es una locura. Eso supone no poder pagar lo prestado, seremos unos parias entre los de nuestro entorno -dijo Gwon.
-Pues eso es mejor que dejar sin comer a generaciones de coreanos -espuso Sun -. Apoye la idea.
-Os digo desde ahora que el ejército no aceptará tales políticas. Nuestro prestigio se irá por la alcantarilla.
-Gwon, sabes que no hay otra salida -dijo Seok.
Gwon se dio la vuelta y les amenazó: eso nunca pasará.
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Un mes después estalló la revolución. Era abril de 1931. El ejército se dividió. El sur y el este de Corea fue leal a los rebeldes. La parte restante era progubernamental. Gwon llevo a sus tropas hacia la victoria. Fue elegido Presidente Provisional en mayo, y en las elecciones constituyentes el voto se dividió en un tercio para los comunistas y el resto para los hombres de negocios del partido ultraliberal. Se inició un programa de reformas fiscales pero la deuda siguió subiendo. Al final, se optó por anular todas las subvenciones salariales pero aquello inició una guerra civil. Sun tenía razón. Lo único posible era el default, si es que no se quería iniciar un conflicto interno. Pero esta es otra historia.
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