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Oct 29, 2016
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  • Hearts of Iron IV: Cadet
LOS HIJOS DE LA ESTEPA

Saludos para todos aquellos que lean este post! Ante la falta de AARs en este foro, me he decidido a iniciarme en mi primera experiencia de este tipo. Son pocas las buenas creaciones de este tipo en lengua española, motivo que me lleva a empezar por aquí esta saga para potencialmente llevarla, en su momento, al más populoso ámbito anglosajón.

Mi objetivo es ofrecer una narración basada en los juegos de Paradox Interactive (empezamos con CK2, con visos a potencialmente llegar a convertir la partida y seguir avanzando en el tiempo nuestro relato) y en toda una serie de conocimientos históricos que he ido reuniendo a lo largo de los últimos años con respecto a los temas que pienso tratar. Se trata de saberes escuetos y más que limitados, que sin embargo creo que contribuirán a dinamizar la narración de la partida. Mi objetivo es desarrollar un relato basándome en lo que suceda dentro del juego y no a la inversa, aunque estoy más que seguro de que las eventualidades de la partida contribuirán a mejorar la calidad del propia relato más o menos preconcebido.

Me dispongo a revisar rápidamente mi documentación, para pasar cuanto antes a iniciar la partida y ya entonces comenzar mi historia. En cuanto al sujeto de la misma, y sin desvelar nada de cara al futuro de la saga, nuestro relato comienza en las estepas euroasiáticas, entre las tribus túrquicas. Sin embargo, lo que resulta verdaderamente interesante no es el incio de esta historia, sino hasta dónde nos puede llevar: la construcción de todo un nuevo mundo.
 
LOS HIJOS DE LA ESTEPA Parte I


“Cuando el cielo azul fue en las alturas creado y la

tierra negra por debajo de él, en medio el hombre fue conducido a la vida,

y mis ancestros Bmin y Istemi Khans gobernaron sobre los hijos del hombre”


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Son tiempos de cambios en la Transoxiana. Durante los últimos siglos una región olvidada por su tutor político y espiritual, el gran Califato islámico, ahora se ve obligada a valérselas por sí misma, ante la ruina de los abbasíes. Varias dinastías de raíces persas han asumido recientemente la tarea de guardianar la última frontera del islam en el Oriente, zona de comercio y de guerra, de grandes conquistas y conquistadores, de pingues fortunas para los avezados y de mezcla de gentes y creencias. Allí donde no llegó a penetrar la civilización irania tampoco lo logró el islam; el mundo al otro lado del Pamir sigue siendo un territorio hostil a las dinastías del sur y a su vida urbana.


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Son los turcos, con su estilo de vida nómada y pastoril, los señores de estos desolados parajes, tierra seca y ruda, en la que la vida humana vale casi tan poco o menos que la del codiciado ganado, fuente de eternas disputas y motivo de los frecuentes desplazamientos de estas comunidades. A pesar de su rudimentaria existencia, los pueblos túrquicos no son ajenos al esplendor de sus vecinos, las milenarias civilizaciones de Persia y China, con las que mantienen fecundos contactos a través de las arenas del desierto de Karakum y del fértil valle de Fergana.


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A mediados del siglo IX de la era cristiana, estas gentes se encuentran en la más absoluta división y desunión política. Pero las tornas están cambiando a su alrededor: nuevos pueblos, los cumanos, presionan desde el norte y se desplazan en grandes bandadas en busca de pastos más meridionales, al tiempo que tentadoras ventanas se abren en el sur con la caída del viejo orden abbasí.


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La confederación de clanes túrquicos Oghuz recoge la herencia del ya casi legendario Khanato Göktürk, todo un imperio de la estepa que logró controlar entre los siglos VI y VIII un vasto territorio, desde la Manchuria Occidental hasta las costas del mar Caspio. El sueño de un gobierno unitario de este a oeste en el corazón de Eurasia aún no ha sido abandonado por las élites de los Oghuz, aunque las nuevas generaciones ven mayores posibilidades en las agitadas tierras del sur. Tampoco faltan las voces que llaman a saltar sobre los pastos de los antes vasallos kazajos, buscando restaurar la hegemonía turca en el Occidente. Solo el tiempo aclarará el destino final de este belicoso pueblo.


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El tiempo parece el óptimo para que los hijos del valle Ergenekon reclamen, una vez más, su lugar señalado entre las más grandes gentes de la tierra.