Los reinos cristianos en la Hispania del 1175:
Reinos de León y de Castilla:
De todos los reinos peninsulares eran los que compartían más lazos socioeconómicos y familiares, hecho que no había evitado que entre ellos hubiese una rivalidad fratricida. Reunidos y separados en diversas ocasiones a lo largo de los dos últimos siglos, la última separación sucedió a la muerte del rey leonés Alfonso VII (1126 – 1157), el autoproclamado
Imperator totius Hispaniae, que lo dividió entre sus dos hijos mayores. Mientras el mayor, Sancho III (1157 – 1158), recibió Castilla, el segundogénito, Fernando II (1157 – ?), heredó León.
Óbolo de Alfonso VII, con la leyenda "Imperator Leoni"
La muerte súbita de Sancho III, que reino menos de un año, hizo que la corona cayera a manos de su hijo de tres años, Alfonso. Debido a esta minoría de edad se produjo una larga regencia, durante la cual Castilla fue devastada tanto por los enfrentamientos cainitas de su nobleza como por la agresividad de sus vecinos, sobre todo de los reinos de León y de Navarra. La situación se pudo controlar a partir de 1170, cuando fue proclamado rey de Castilla en las cortes convocadas en Burgos. Poco después se concertó su matrimonio con Leonor de Plantagenet, hija del rey Henry II de Inglaterra (1154 - ?) y de la duquesa Leonor de Aquitania (1137 - ?), que se celebró en la ciudad aragonesa de Tarazona.
Si un adjetivo se le puede adjudicar al gobierno de Fernando II de León, es el de belicoso. Pues a lo largo de su reinado ha tenido enfrentamientos con todos sus vecinos; pues si, por un lado, atacó a Castilla durante la minoría de edad de su sobrino, controlando Toledo entre 1162 y 1166, por el otro derrotó a la hueste real portuguesa que en 1169 intentaba capturar la musulmana
Batawlis (Badajoz), que según el Tratado de Shagún (1158) cuando fuera reconquistada pertenecería al reino de León.
Pendón primitivo de la Orden de Santiago (1170 – 1175)
Más allá del ámbito militar cabe destacar su apoyo a la catedral de Santiago de Compostela, concediendo una pensión vitalicia al escultor y arquitecto Maestro Mateo, la fundación de la Orden de Santiago, para proteger a los pelegrinos que hacían la ruta compostelana, y la concesión de cartas forales a muchas ciudades y villas, para fomentar la economía.
Un último punto a destacar es que en 1174 el rey Alfons de Aragón se casó con su hermanastra Sancha de Castilla, hija de Alfonso VII y de su segunda esposa, Riquilda de Polonia.
Reino de Navarra:
A pesar de que durante el reinado de Sancho III el Mayor (1004 – 1035) se convirtió en el reino cristiano peninsular más poderoso, a lo largo del último siglo y medio su estrella había decaído. En 1076 fue anexionado por el reino de Aragón, aprovechando el asesinado del rey navarro Sancho IV
el de Peñalen (1054 – 1076), durando su dominio hasta 1134, cuando fue coronado García Ramírez
el Restaurador (1134 – 1150).
Veinticinco años después, el reino de Navarra, regido por Sancho VI
el Sabio (1162 - ?) aun lucha para conservar su independencia. Porque ahora está rodeada por todos lados por avariciosos vecinos, como el reino de Castilla y la Corona de Aragón, que ansían someterlo de nuevo. Además, ahora ya no puede enriquecerse conquistando el rico Al-Andalus, como hacían los soberanos de antaño, porque ya no tiene frontera con los territorios musulmanes
Palacio de los Reyes de Navarra, en Estella, construido durante la segunda mitad del s. XII
Por eso, cuando en 1167
el Rey Lobo, el indomable Muhammad ibn Mardanis, cedió la fortificada Albarracín a Pedro Ruiz de Azagra, señor de Estella y vasallo de Sancho VI, los navarros por fin vieron la oportunidad de conquistar de nuevo territorios andalusíes. Una posibilidad que la casa de Aragón no toleraría bajo ningún concepto.
Reino de Portugal:
Su historia empieza en 1095, cuando el rey Alfonso VI otorgó el condado de Portucale al noble francés Henrique de Borgoña (1095 – 1112). A pesar de los fuertes lazos de sangre que lo unían a la familia real leonesa, debido a su matrimonio con la hija pequeña de Alfonso VI, aprovechó el inestable reinado de la reina Urraca de León (1109 – 1126) para proclamar su independencia.
A su muerte, su heredero, Afonso Henriquez (1139 – ?), tenía solo tres años, motivo por el cual su madre, la condesa Teresa, mantuvo la regencia hasta la batalla de São Mamede, en 1128, cuando Afonso derrotó a las tropas de los aliados de su madre. En las décadas siguientes consiguió convertir el condado en un reino, porque si en 1139 obtuvo la corona, gracias a su triunfo en la batalla de Ourique sobre un nutrido contingente almorávide, en 1147 consiguió su capital, cuando conquistó la ciudad de
al-Lixbûnâ (Lisboa).
Castillo de Guimarães, cerca del cual se libró la batalla de São Mamede
A pesar de la humillación que sufrió en 1169 ante los muros de Batawlis, donde cayó prisionero de su enemigo leonés, el viejo monarca continua indomable, preparando nuevas campañas para asegurar el futuro de su joven reino.