Legalmente los dominios castellanos en América no eran colonias, desde que Carlos I les dió el status de
Reino de Indias, dando un mensaje subliminal pero muy claro a las demás potencias europeas que miraban con codicia a esa parte del Mundo:
"Como metáis vuestras pezuñas en MIS reinos, hijos de puta, mis tercios os van a dejar vuestros majestuosos culos como un alfiletero". 

Y, viendo como las gastaba su Católica Majestad que pese a ser "Muy Católico" no tenía el menor embage en declararle la guerra al mismo Papa, saquear Roma y pasar a degüello a toda la Guardia Suiza mientras Su santidad corría a refugiarse en el castillo de Sant'Angelo cogiéndose la sotana con los dientes, ingleses, franceses, portugueses y holandeses prefirieron buscar fortuna en otras latitudes y no tocarle sus quisquillosos cojones al Habsburgo... al menos por unas cuantas décadas.
El Reino de Indias tenía su propia legislación y formas y órganos de gobierno, que en algún caso se parecían a los de la Península; pero en otros no, atendiendo a la lejanía geográfica con respecto al gobierno central y las circunstancias económicas y políticas que se iban dando a medida que se incorporaban, habitaban y explotaban nuevos territorios.
El advenimiento de los Borbones al trono de España en el s. XVIII no cambió esencialmente el status jurídico de las Indias en cuanto reino distinto de los otros pertenecientes a la Corona. Pero empezaron a cambiar las formas y de hecho las Indias y sus habitantes no peninsulares (incluidos los criollos) comenzaron a ser tratados como una colonia.
Entre discriminaciones en el acceso a los cargos públicos, limitaciones estrictas en lo que respecta a lo que se podía manufacturar en las "colonias" para no desfavorecer a la industria peninsular y un férreo monopolio comercial que solo era vulnerado vía contrabando, la cosa tarde o temprano tenía que explotar.
Si bien hubo rebeliones puntuales a todo lo largo del reinado de los Austrias, durante la era borbónica se extendió el espíritu rebelde a las clases intelectuales americanas, inspiradas por las ideas de Russeau y por la Revolución Francesa.
El cambio de enfoque se hizo patente con la invasión napoleónica a España y la deposición de Carlos IV y su reemplazo por José I, junto con la creación de la Junta de Cádiz que no reconocía al rey impuesto por Bonaparte y su decisión de gobernar a la España "rebelde" en nombre del rey legítimo.
En diferentes partes de América las clases intelectuales propusieron crear juntas de gobierno similares y con el mismo rango que la de Cádiz en cada virreinato, toda vez que como Reino de Indias debían obediencia al Rey y a nadie más. Pero la Junta de Cádiz persistió en exigir sumisión y acatamiento a los virreyes quienes a su vez reconocían y acataban a tal Junta.
Rsultado: conatos de golpes de estado en los virreinatos, que en algunos casos no prosperaron pero en otros sí; expulsión del virrey Cisneros en el Río de la Plata, creación de una Junta de Gobierno autónoma y resistencia armada contra las tropas que envió el virrey del Perú para reprimir a los rebeldes.
Con el advenimiento de Fernando VII al trono y su torpe política absolutista, el asunto se radicalizó y se extendió hasta acabar en una guerra y la independencia de toda la América del Sur.
La idea que quedó en América acerca de esa cuestión, en la percepción de las generaciones futuras a partir de esas fechas, inducidas por planes educativos simplistas, fue la de que América era una colonia y España un país colonialista, y que América se había sacudido de encima un yugo opresor.
Es decir: en América prevalece la idea acerca de Indias que introdujeron los Borbones, y de ahí se asume que desde Carlos IV hacia atrás hasta remontarnos a Colón, siempre fue una colonia de España desconociéndose el status jurídico de Reino... aún cuando ese fuera el motivo jurídico y político que sirvió como argumento para instaurar los primeros gobiernos autónomos en la América hispana.