El retorno del Basileus
Un AAR bizantino
con el Ars Bellica.
Capítulo tercero
Georgios Kyriayiotou se apoyó en la puerta y contempló a su ocupada esposa, que no estaba quieta en la cocina. Estaba preparando la comida favorita de su marido, pues era su cumpleaños. Él, mirando las curvas de su esposa, se preguntó que había hecho para tener tanta suerte cuando un sonoro golpe en la puerta llamó su atención. Al abrila se encontró con la figura uniformada de uno de los hombres de la Guardia Pretoriana del Basileus.
Tras suspirar con evidente desagrado, exclamó: "Largo de aquí. No queremos saber nada de la gentuza de tu clase".
El guardia pretoriano ladeó la cabeza y replicó: "¿Ni siquiera a uno que trae una botella del mejor vino para su hermano favorito?".
Riendo, Georgios abrazó a su hermano pequeño, y le palmoteó alegremente la espalda. Después se giró hacia la cocina y gritó "Cariño, prepara otro plato, que por fin mi hermano Konstantínos se ha dignado a hacernos una visita. Quítale el plato al perro, que mi hermano tiene que comer en algún sítio"
La sonrisa de Konstantínos desapareció en esos momentos, y susurró a su hermano: "Tengo que contarte algo, y prefiero hacerlo en privado".
Georgios le miró con preocupación. "Que lo del perro era de broma...". Una vez en el balcón, con sendos vasos de vino en la mano, Konstatino le preguntó: "¿Estás al corriente del incidente con Bulgaria?" Georgios reflexió por un momento y al final replicó: "Por lo visto han ofendido a nuestro Basileus con una respuesta llena de desdén, así que lo más probable es que esto se resuelva a la manera antigua".
Konstantínos asintió con gravedad. "Cierto. Se sospecha que les están influyendo los nazis alemanes, llenando sus cabezas huecas de aires de grandeza. Tendremos que darles un escarmiento, y de paso enseñar a los alemanes a no meterse en nuestros antiguos domínios. El Basileus no lo va a permitir. Te puedo adelantar que mañana le declararemos la guerra a los búlgaros, y que él lo anunciará en un discurso a la nación. Poco después el ejército cruzará la frontera".
"Dios bendito", susurró Georgios. "A Alemania no le gustará eso. Ni a la URSS, por no decir nada de ingleses y franceses".
"Tonterías, no pueden hacer nada. Los soviéticos están demasiado ocupados con las paranoias de su líder, y Alemania está demasiado lejos. Los otros...", el gesto de desprecio con el que Konstantínos acompañó a sus palabras dejó claro que no esperaba gran cosa de los aliados.
Georgios suspiró: "Eres demasiado optimista. La guerra no es un asunto sencillo, y muchos hombres moriran antes de que acabe. Será un feo asunto."
Konstantínos se puso a reir y le dijo "Te preocupas demasiado, hermanito. Les aplastaremos, ya verás... Escu... "
La voz de Irene anunciado que la comida estaba lista le interrumpió. Pasando un brazo por el hombre de su hermano, le dijo "Te cuento esto porque mi unidad ha sido movilizada, y marcharemos pronto hacia la frontera. De aquí a unos ideas estaré tomando un café en Sofia, ya verás. Feliz cumpleaños, por cierto".
A las 09:00 del 26 de enero de 1936, 60.000 soldados bizantinos se lanzaron del los ejércitos de Salonia y Edessa atacaron la provincia de Gorma Dzhurmaia apenas cinco horas después de la declaración oficial de guerra. La guerra romano-búlgara había comenzado.