
Capítulo 3: La deuda francesa
Jean Jaques Dessalines declaró formalmente la independencia de Haití el 1 de enero de 1804. La Francia napoleónica, que poco antes había vendido sus posesiones en Louisiana a los Estados Unidos para concentrar sus esfuerzos en Europa, tampoco estaba demasiado interesada en sus dominios en La Española… por el momento. Pero lo cierto es que a la antigua metrópoli la traición haitiana no le hizo ni pizca de gracia. A pesar de que buena parte de su población vivía en la miseria, la colonia era una próspera fuente de materias primas de gran importancia como el tabaco y el algodón.
Las duras represalias que Dessalines tomó contra la minoría blanca (más de 3.000 franceses fueron ajusticiados en los primeros días de la independencia por orden del nuevo Emperador de los haitianos), tampoco ayudaron. Y como consecuencia Francia no sólo no reconoció el nuevo estado, sino que intentó en repetidas ocasiones la invasión de la isla para reintegrarla a su imperio colonial.

Jean Jaques Dessalines, primer Emperador de Haití , que proclamó la independencia del país en 1804.
Y no sólo eso. Haití fue el segundo país americano en declarar su independencia y, como tal, cabía esperar que el primero, los Estados Unidos, lo reconocieran y apoyara. Pero eso nunca ocurrió. Francia y España, aliados de los estadounidenses en su propia guerra de independencia, presionaron al presidente Thomas Jefferson para evitarlo[1]. Además, las tres potencias impusieron un severo bloqueo comercial, al que se unió el Reino Unido, que ahogó la frágil economía de la antigua colonia.
En 1825 la situación empeoró notablemente: esta vez sí, Francia parecía dispuesta a enviar los efectivos suficientes para retomar Haití y a Jean Pierre Boyer, en la cumbre de su poder, sólo le quedó una salida: comprar la independencia. Con nueve barcos de guerra franceses en la bahía de Puerto Príncipe, Boyer firmó con la antigua metrópoli un acuerdo por el que Haití se comprometía a pagar 150 millones de francos (una cifra fabulosa para la época, y en realidad inasumible para la economía haitiana) en cinco años en concepto de indemnización a la antigua metrópoli.

Otra imagen de Jean Pierre Boyer, el primero de la larga serie de nefastos gobernantes haitianos. Acabó exiliado primero en Jamaica y, finalmente, en París, donde murió en 1850.
No había forma de reunir ese dinero, por supuesto. Y los intentos de Boyer por reformar la agricultura del país chocaron de lleno con la voluntad de la mayoría de sus habitantes: Boyer planteaba una vuelta a un sistema semifeudal, que probablemente habría resultado más efectivo económicamente. Pero sólo 20 años antes los haitianos se habían levantado contra los franceses y el esclavismo, y ahora no estaban dispuestos a renunciar a su libertad. Boyer no tuvo más remedio que acudir a los bancos franceses y británicos, a los que pidió prestado el dinero. Y esos bancos, sabedores de la situación desesperada de Boyer, impusieron unos intereses desmesurados, abusivos. Una nueva losa para el crecimiento económico haitiano.
En 1838, Francia aceptó una sustanciosa rebaja de la cifra: hasta 90 millones de francos. Pero ni siquiera así Haití pudo resarcir su deuda. Los intereses de los préstamos siguieron creciendo vertiginosamente, espoleados por la incapacidad haitiana para cumplir con los plazos. [2]
Soulouque y el faustinismo también heredaron este problema. Y desde el primer minuto los nuevos dirigentes tuvieron claro que, si no se liquidaba la deuda lo más rápido posible, su futuro era el mismo que el de todos sus predecesores: inestabilidad interior y exilio, cuando no una invasión fulgurante desde Francia, algo que el menguado y vetusto ejército haitiano no estaba en condiciones de resistir.
No había otro camino, pues, que sacar dinero de todas partes. Se vendieron las propiedades de la Iglesia, ahora que se había expulsado a los clérigos [3], y se confiscaron los bienes de los aristócratas partidarios del régimen anterior que habían huido al exilio [4]. Con eso no se pagaba toda la deuda, pero al menos sí una parte. Se elevaron los impuestos [5], se vendieron todo tipo de bienes en manos del estado [6], se licenció al ejército y se vendió su armamento [7] y se enviaron profesores haitianos a las universidades de otros países americanos a cambio de dinero fresco [8].
Finalmente, poco después del día de Navidad de 1852, el Tesoro de Haití terminó de reunir el dinero necesario [9].

Haití se había librado de la deuda y, de paso, de la amenaza francesa. Ahora sí, su futuro le pertenecía.
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[1] De hecho, los Estados Unidos no reconocieron a Haití hasta 1862, y más en clave interna que externa: Haití había sido el primer estado americano en liberar a sus esclavos, y el reconocimiento por parte de Estados Unidos se produjo tras la secesión de los estados esclavistas del sur.
[2] Hasta aquí la parte históricamente verídica del capítulo. Para que os hagáis una idea del peso de la indemnización pactada por Boyer sobre la economía haitiana, el país no terminó de pagar su independencia, por así decirlo, hasta 1947.
[3] Como recordaréis, destruí los POPs de clérigos para evitar su voto conservador.
[4] Por culpa de los impuestos al 100% en la partida, justificado aquí como exilio ante el nuevo régimen político.
[5] En realidad no, porque con un partido liberal el límite está en el 50%, pero en ese tope se han quedado desde el principio.
[6] Todo tipo de bienes que tenía en reserva, desde ropa de lujo hasta latas de comida, todo, al mercado mundial.
[7] Que sí, que lo he hecho.
[8] Venta de tecnología, obviamente, a México y Costa Rica.
[9] Obviamente, la deuda que pago no es ninguna deuda con Francia, sino la que contraje al convertir el POP de granjeros en oficinistas primero y en capitalistas después. Tenía los recursos necesarios, pero no el dinero. Podía haber esperado a tener el dinero y el resultado habría sido casi el mismo… pero así tenía una buena excusa para incluir la histórica “deuda francesa” en el AAR.