Saludos a todos y a todas los que me leais y los que no. Durante este verano, me he dedicado mucho a jugar al maravilloso Crusader Kings II, e inspirado sobremanera tras ver "El león en invierno", empecé una partida con la casa de Normandía para intentar lograr algo similar a los Plantagenets descendientes de Geoffroy I de Anjou. El resultado es este humilde relato que os presento ahora a modo de crónica, que por ahora, consta de tres reyes, William I el Conquistador, Richard I el León y Edward I el Sabio. Sus nombres son los de mis tres reyes favoritos de la época medieval inglesa, Guillermo, Ricardo el Crusader King y Corazón de León y Eduardo I, conquistador de Gales y Escocia. He tratado de mantener los nombles ingleses, tal y como nos lo ofrece Paradox en el juego. Y aquí os lo dejo, pues, para que lo juzguéis como os antoje. Alea jacta est.
El blasón de la ilustrísima casa de Normandía muestra dos leones rampantes de oro sobre un campo de gules. Descendientes de sanguinarios vikingos, empezando por Hrolf I de Normandía, la casa se precipita a una guerra para reinar sobre Inglaterra en el año 1066 de Nuestro Señor.
Robert el Magnífico, el duque de Normandía, tuvo dos hijos: un niño y una niña. El niño, William, nació el quince de enero de 1027. Sin embargo era un bastardo. Sin haber tenido otro hijo con su esposa legítima, al final de su vida el duque Robert decidió legitimar al joven William. Tras la muerte del duque Robert, William fue investido como Duque de Normandía, conde de Ruán, barón de Beaumont y barón de Argentan. Una vez el duque hubo consolidado su poder, y habiendo colocado en vereda a sus vasallos rebeldes, decidió ayudar a su primo Eadward el Confesor con una rebelión en su país, Inglaterra. Eadward, elegido por el witangamot rey de los anglosajones, era un rey casto y pío, justo al contrario que William, que mostraba un cinismo bien patente en su personalidad. En la guerra, los caballeros normandos, con las levas anglosajones, aplastaron a los rebeldes, y Eadward le prometió a su primo el reino de Inglaterra cuándo éste muriera, en vez de nombrar heredero a Eadgar de Wessex, el nieto de su hermano Eadmund el Intrépido. Tras unos años de paz, Eadward murió, feliz, tras haber construido la famosa abadía de Westminster, donde serían coronados todos los reyes de Inglaterra, y consolidado su reino como una potencia en Europa. Sin embargo a la muerte de Eadward, el astuto Godwine, conde de Essex, convenció al witangamot para que su hijo Harold fuera el rey, pues durante el reinado del Confesor, había fortalecido a su familia y hecho muchas alianzas con otros nobles. Así pues, el uno de abril del año 1065, Harold Godwin fue coronado como rey de los anglos y de los sajones en Westminster. Enfurecido por semejante afrenta, William pidió al papa Alexander II el permiso para invadir Inglaterra y hacerla suya, conforme a los designios de Eadward el Confesor y el adalid de la cristiandad aceptó. Aún así, al norte de Europa, el antiguo guardia varego y ahora rey de Noruega, Harald "Haardrade" decidió que sería él el que conquistaría Inglaterra y terminar con el trabajo de los daneses que la habían ocupado hacía tiempo.
Y el quince de septiembre del año 1066 de Nuestro Señor, estalló la guerra. Harald, Harold y William. ¿Quién reinaría en Albión?
Sin embargo, William no partió inmediatamente a las Islas, si no que se quedó en Ruán, entrenando a su ejército. Ordenó a su servil mayordomo y senescal que reforzara las defensas de sus feudos, y llamó a todo campesino, artesano y siervo capaz de blandir un arma a Ruán, donde se agolpaban las tropas normandas, ansiosas por desembarcar en las tierras de los anglosajones. Tras unos días de espera, los espías que había mandado a York le escribieron cartas diciendo que una gran hueste de fieros escandinavos había desembarcado en la ciudad del norte, y que un ejército anglosajón capitaneado por los Godwin estaba cerca de ellos, en Lincoln. Ambos rondaban ejércitos los treinta mil hombres, mientras William solo disponía de quince mil. Su única esperanza era esperar a que ambos reyes lucharan encarnizadamente y perdieran la mayor parte de sus tropas en la batalla. Según los espías, William estaba de suerte, pues los ejércitos de ambos reyes estaban enfermos de consunción y hambrientos, habiendo saqueado tanto la campiña aliada como la enemiga. Además, le comunicaron que el hermano de Harold, Tostig, seducido por la promesa de entronizarlo en Londres, se había aliado con Harald el Tirano, traicionando a su hermano.
Al ver infranqueables los firmes muros de York, los escandinavos marcharon hacia Derby, mientras Harold mandaba una marcha lenta hacia la misma ciudad para interceptarlos. Sin embargo, los nórdicos llegaron antes a Derby y saquearon la ciudad, que era más débil que York. El poderoso duque Eadwin de Lancaster no pudo hacer nada salvo observar la devastación noruega, encerrado en su castillo. El seis de noviembre de 1066, los noruegos estaban desperdigados por la campiña, destruyendo y saqueando. A Harald le llegó la noticia de que el rey anglosajón marchaba hacia Derby, y en vez de escapar, ordenó formar al ejército y decidió tratar de resistir hasta que llegaran unos fantásticos refuerzos frescos recién llegados de la helada Noruega. Los refuerzos, en vez de socorrer a su rey, se quedaron saqueando la cercana Chester, y las tropas de Harold aplastaron a Harald, que finalmente escapó con solo ocho mil hombres heridos y hambrientos. Harold dijo entonces, prepotentemente, que solo le quedaba un adversario.
La batalla de Derby
Mientras preparaba a sus tropas, William recibió la visita de su esposa enana y de sus tres hijos, Robert, Richard y William. El mayor, que era conde de Maine, era un perezoso ceceante, y Richard era un cobarde, pero su tercer hijo y tocayo, según su maestro de espías, padecía la enfermedad de la homosexualidad. Asqueado por semejantes hijos, tomó como escuderos a Robert y Richard para encauzarlos, y a William simplemente lo mandó con su madre, esperando que entrara en vereda.
Mientras tanto, en Albión, Harold aplastó a Haardrade en Derby, y dividió a sus tropas para atrapar a los noruegos que huían, destrozados definitivamente. Victorioso fue su plan, y quedó con veinticuatro mil hombres, nueve mil más que William, que ya preparaba sus cien naves para la travesía por el paso de Calais. Desembarcó en Canterbury, donde se reunió con el arzobispo, llamado Stigand, anglosajón y le dijo: "Preparad mi coronación, anciano. En poco tiempo, yo seré rey de esta tierra". El arzobispo asintió, sin más, y Canterbury no se saqueó ni tocó por los normandos, respetando el suelo sagrado. Harold, enfurecido por el desembarco de Kent, llegó al condado donde trató de negociar un pacto con William, mas fue imposible. La batalla estalló en una llanura de Kent, con inferioridad númerica por parte del duque pero superioridad en el terreno. William decidió resistir, hasta la llegada de los refuerzos que navegaban por Calais, que eran nueve mil hombres ofrecidos por el rey Philippe Capet, el rey de Francia y su señor. El rey Harold, se retiró en mitad de la batalla, temeroso, escondiéndose en Londres. Había designado a sus tres principales duques como los comandantes del ejército de Inglaterra, pero eran incompetentes y la moral de las tropas estaban por los suelos. Dos de los tres duques murieron en la batalla y uno fue capturado, con la esperanza de que se pagara un rescate. Sonriendo, William gritó a los soldados anglosajones que huían: "¡El abolengo no hace al guerrero!". Tras vencer en Hastings contra las desmoralizadas tropas que escapaban, pasó por Surrey, y marchó hacia Londres, donde los últimos vestigios de los Godwin apuntalaban la ciudad y reunían una fuerza para defenderse de William. Harold, al ver que no lo podía vencer mediante las armas, contrató a unos asesinos para que envenenaran la comida del duque normando. Sin embargo, William fue avisado por uno de sus consejeros, el mariscal Osbern, y sirvió la comida al noble que había atrapado, el duque de Norfolk, que murió entre terribles sufrimientos y agonías.
Pese a las aplastantes derrotas de Derby y Chester, Harald Haardrade no había sido derrotado. Él había servido a los emperadores del imperio romano; era un nórdico verdadero y no podía ser derrotado. Merced de unos provechosos matrimonios con las bastardas del anciano rey Svend Estrid de Dinamarca y con la ayuda del rey Malcolm Dunkeld de Escocia, reunió una nueva hueste y asedió Londres. William, que iba hacia Winchester, dio media vuelta y ordenó ir a Londres para liberar al pueblo de los nórdicos. Tras una larga batalla a las puertas de la ciudad, derrotó a los invasores daneses y escoces, deteniendo el asedio. Se dice que San Jorge apareció en mitad de la batalla, esgrimiendo una lanza, y que ayudó a William a matar al mismo rey Harald Haardrade, por lo que fue confirmado como santo patrón de Inglaterra y las Islas Británicas. Al morir el rey noruego, su hijo Olav III fue coronado como rey y reanudó la guerra contra William, desembarcando en Essex. Sin embargo, sus ejército de daneses y escoceses fueron aplastados por las tropas normandas del duque en Essex y ya sin esperanza de vencer, firmó la tregua de Essex con William, reconociéndolo como rey de Inglaterra, mientras el rey Harold se escondía en Londres, temeroso tras sus puertas firmemente apuntaladas. Según sus mayordomos, podrían resistir un mes entero al asedio normando, y propagar enfermedades en su campamento. Talaron todos los árboles a muchos kilómetros a la redonda y envenenaron muchos pozos. Harold sonrió, seguro, y afirmó que llegarían refuerzos en una semana.
Londres no cayó. Los ciudadanos abrieron las puertas de la ciudad al día siguiente, y William entró vestido de armiño y oro, con dos rugientes leones bordados en su capa. El rey Harold, fue tomado prisionero mientras huía por unos túneles, y fue despojado de los honores reales. El quince de febrero del año 1067 de Nuestro Señor, el duque William de Normandía, el Conquistador, fue nombrado rey de los anglos, de los sajones, de los bretones y de los normandos, por la gracia de Dios y del Espíritu Santo, en Westminster, por el arzobispo Stigand, que ciñó en su cabeza la antigua corona que habían portado los ilustrísimos reyes de la Casa de Wessex desde el glorioso Alfred el Grande. Tras ser nombrado rey, William decretó que Harold fuera despedazado en cuatro trozos, que sus intestinos fueran sacados mientras viviera, castigo que se daba a los que cometían alta traición, y que los cuatros trozos de su macilento cuerpo, irían a cada punta del país: su cabeza, estuvo colocada en la recién construida y famosa Torre de Londres, donde encerró a los hermanos de Harold. Sus manos, se colocaron a las puertas de York. Su torso, en Tintagel, en Cornualles, y sus piernas, en Oxford, dónde William mandó construir una famosa universidad.
Una vez ya se hubo aposentado en Londres, disolvió el witangemot y desterró de por vida a los sabios y ancianos que lo componían, marchándose estos a Gales, Irlanda o Escocia, acogidos por el rey Caradog Aberffraw de Gales o Malcolm Dunkeld de Gowrie. William también mandó muchas cartas con órdenes de revocación a todos los duques por alta traición al no haberse alzado en armas con el contra el usurpador Harold. Una vez hubo revocado los grandes ducados, destruyó gran parte de los antiguos títulos ducales, y los restantes, los repartió a manos llenas entre sus parientes y fieles condes normandos. A su mariscal, Osbern de Montenay, un genio de bajo abolengo, lo nombró duque de Northumberland y marqués de la Marca Escocesa. El rey Malcolm, temeroso de la ira del normando, cedió Cumberland a Inglaterra para siempre. Asentado ya en el trono de Eadward el Confesor, William I de Normandie, el Conquistador, subyugó a la nobleza a sus deseos, comprándolos con regalos y títulos honoríficos que se iba inventando. Estableció la ley de la primogenitura y abolió la bárbara prima nocte de la que aún disponían muchos nobles. Aumentó, al ver el contento general, los impuestos sobre el dominio de la Corona, que eran los ducados de Normandía y Essex. Una vez llenó sus arcas de reluciente oro, miró hacia otros objetivos: la conquista total de las Islas Británicas bajo su mando, como ya quisiera hacer el legendario rey Arthur Pendragón, del cuál se consideraba un digno sucesor.
El reino del conquistador
Sin embargo, mientras supervisaba las construcciones de nuevos castillos y villas en Lancaster, recibió una petición de reunirse con el rey de los francos, Philippe Capet en Paris. William se rodeó de su guardia y marchó a la capital de Francia, donde el rey le exigió vasallaje perpetuo debido a que había sido su vasallo antes de ser rey. Sin embargo, William se negó de pleno y le dijo que si quería recuperar Normandía, debería hacerlo a un alto precio en sangre. El rey, enfadado, lo echó de Melun y se preparó para la guerra. Pero el primer golpe lo dio William: reclamó el Vexin de facto, debido a que en el pasado había sido patrimonio normando. Tras una corta guerra contra Francia, William derrotó a los diez mil soldados franceses que Philippe I había logrado llamar, en Chartres. Tras estar unos días destruyendo los restos de la leva, partió hacia París, para saquearla, como ya hiciera su antepasado el vikingo Hrolf. Tras el saqueo de París, al ver la debilidad de Philippe I, Bodeujwin de Flandes, cuñado del conquistador, se rebeló contra el rey franco. William obtuvo el Vexin, que concedió a un sobrino suyo, y procedió a ayudar al duque flamenco a obtener su ansiada independencia, y de paso, minar el poder francés. Además, prometió a su hijo Richard con la duquesa de Aquitania, por lo que algún día, una simiente de la noble casa de Normandía nacería en Francia. Tras una corta campaña, William logró liberar a la antigua Frisia del yugo de su rival Philippe, habiéndole ganado dos guerras el mismo año y con las mismas tropas, que se mantenían tan fuertes y sanas como el primer día.
Sin embargo, no todo fue bien. Durante la Navidad de ese mismo año, el cadáver del díscolo conde de Maine, su hijo Robert, apareció muerto en mitad de la calle, acuchillado. Lograron atrapar al asesino, que aparentemente, confesó que había sido el rey de Francia el que lo había contratado y castigaron al asesino con la muerte más dolorosa: la misma que la de Harold. Sin embargo, historiadores recientes especulan que pudo ser el mismo William el que librara a su hijo de la vida, pues este era un inútil y mal gobernante. Eso agravó más la situación de Inglaterra y Francia, pero a decir verdad, Robert no hubiera sido un buen heredero; incluso había contravenido las órdenes de su padre y se había casado con la hija del traidor Harold Godwin. William la casó con el porquerizo del castillo, enviudada.
Tras celebrar un grandísimo torneo en pos de la paz, William apareció muerto en su cama, sin signos de violencia o envenenamiento en su cuerpo. De muerte natural, dijeron los médicos reales.

WILLIAM DE NORMANDÍA
"El Bastardo"
"El Conquistador"
"Rey de Inglaterra"
(1027 D.C – 1071 D.C)
William al principio de su reinado.
"El Bastardo"
"El Conquistador"
"Rey de Inglaterra"
(1027 D.C – 1071 D.C)

William al principio de su reinado.
Robert el Magnífico, el duque de Normandía, tuvo dos hijos: un niño y una niña. El niño, William, nació el quince de enero de 1027. Sin embargo era un bastardo. Sin haber tenido otro hijo con su esposa legítima, al final de su vida el duque Robert decidió legitimar al joven William. Tras la muerte del duque Robert, William fue investido como Duque de Normandía, conde de Ruán, barón de Beaumont y barón de Argentan. Una vez el duque hubo consolidado su poder, y habiendo colocado en vereda a sus vasallos rebeldes, decidió ayudar a su primo Eadward el Confesor con una rebelión en su país, Inglaterra. Eadward, elegido por el witangamot rey de los anglosajones, era un rey casto y pío, justo al contrario que William, que mostraba un cinismo bien patente en su personalidad. En la guerra, los caballeros normandos, con las levas anglosajones, aplastaron a los rebeldes, y Eadward le prometió a su primo el reino de Inglaterra cuándo éste muriera, en vez de nombrar heredero a Eadgar de Wessex, el nieto de su hermano Eadmund el Intrépido. Tras unos años de paz, Eadward murió, feliz, tras haber construido la famosa abadía de Westminster, donde serían coronados todos los reyes de Inglaterra, y consolidado su reino como una potencia en Europa. Sin embargo a la muerte de Eadward, el astuto Godwine, conde de Essex, convenció al witangamot para que su hijo Harold fuera el rey, pues durante el reinado del Confesor, había fortalecido a su familia y hecho muchas alianzas con otros nobles. Así pues, el uno de abril del año 1065, Harold Godwin fue coronado como rey de los anglos y de los sajones en Westminster. Enfurecido por semejante afrenta, William pidió al papa Alexander II el permiso para invadir Inglaterra y hacerla suya, conforme a los designios de Eadward el Confesor y el adalid de la cristiandad aceptó. Aún así, al norte de Europa, el antiguo guardia varego y ahora rey de Noruega, Harald "Haardrade" decidió que sería él el que conquistaría Inglaterra y terminar con el trabajo de los daneses que la habían ocupado hacía tiempo.
Y el quince de septiembre del año 1066 de Nuestro Señor, estalló la guerra. Harald, Harold y William. ¿Quién reinaría en Albión?
Sin embargo, William no partió inmediatamente a las Islas, si no que se quedó en Ruán, entrenando a su ejército. Ordenó a su servil mayordomo y senescal que reforzara las defensas de sus feudos, y llamó a todo campesino, artesano y siervo capaz de blandir un arma a Ruán, donde se agolpaban las tropas normandas, ansiosas por desembarcar en las tierras de los anglosajones. Tras unos días de espera, los espías que había mandado a York le escribieron cartas diciendo que una gran hueste de fieros escandinavos había desembarcado en la ciudad del norte, y que un ejército anglosajón capitaneado por los Godwin estaba cerca de ellos, en Lincoln. Ambos rondaban ejércitos los treinta mil hombres, mientras William solo disponía de quince mil. Su única esperanza era esperar a que ambos reyes lucharan encarnizadamente y perdieran la mayor parte de sus tropas en la batalla. Según los espías, William estaba de suerte, pues los ejércitos de ambos reyes estaban enfermos de consunción y hambrientos, habiendo saqueado tanto la campiña aliada como la enemiga. Además, le comunicaron que el hermano de Harold, Tostig, seducido por la promesa de entronizarlo en Londres, se había aliado con Harald el Tirano, traicionando a su hermano.
Al ver infranqueables los firmes muros de York, los escandinavos marcharon hacia Derby, mientras Harold mandaba una marcha lenta hacia la misma ciudad para interceptarlos. Sin embargo, los nórdicos llegaron antes a Derby y saquearon la ciudad, que era más débil que York. El poderoso duque Eadwin de Lancaster no pudo hacer nada salvo observar la devastación noruega, encerrado en su castillo. El seis de noviembre de 1066, los noruegos estaban desperdigados por la campiña, destruyendo y saqueando. A Harald le llegó la noticia de que el rey anglosajón marchaba hacia Derby, y en vez de escapar, ordenó formar al ejército y decidió tratar de resistir hasta que llegaran unos fantásticos refuerzos frescos recién llegados de la helada Noruega. Los refuerzos, en vez de socorrer a su rey, se quedaron saqueando la cercana Chester, y las tropas de Harold aplastaron a Harald, que finalmente escapó con solo ocho mil hombres heridos y hambrientos. Harold dijo entonces, prepotentemente, que solo le quedaba un adversario.

La batalla de Derby
Mientras tanto, en Albión, Harold aplastó a Haardrade en Derby, y dividió a sus tropas para atrapar a los noruegos que huían, destrozados definitivamente. Victorioso fue su plan, y quedó con veinticuatro mil hombres, nueve mil más que William, que ya preparaba sus cien naves para la travesía por el paso de Calais. Desembarcó en Canterbury, donde se reunió con el arzobispo, llamado Stigand, anglosajón y le dijo: "Preparad mi coronación, anciano. En poco tiempo, yo seré rey de esta tierra". El arzobispo asintió, sin más, y Canterbury no se saqueó ni tocó por los normandos, respetando el suelo sagrado. Harold, enfurecido por el desembarco de Kent, llegó al condado donde trató de negociar un pacto con William, mas fue imposible. La batalla estalló en una llanura de Kent, con inferioridad númerica por parte del duque pero superioridad en el terreno. William decidió resistir, hasta la llegada de los refuerzos que navegaban por Calais, que eran nueve mil hombres ofrecidos por el rey Philippe Capet, el rey de Francia y su señor. El rey Harold, se retiró en mitad de la batalla, temeroso, escondiéndose en Londres. Había designado a sus tres principales duques como los comandantes del ejército de Inglaterra, pero eran incompetentes y la moral de las tropas estaban por los suelos. Dos de los tres duques murieron en la batalla y uno fue capturado, con la esperanza de que se pagara un rescate. Sonriendo, William gritó a los soldados anglosajones que huían: "¡El abolengo no hace al guerrero!". Tras vencer en Hastings contra las desmoralizadas tropas que escapaban, pasó por Surrey, y marchó hacia Londres, donde los últimos vestigios de los Godwin apuntalaban la ciudad y reunían una fuerza para defenderse de William. Harold, al ver que no lo podía vencer mediante las armas, contrató a unos asesinos para que envenenaran la comida del duque normando. Sin embargo, William fue avisado por uno de sus consejeros, el mariscal Osbern, y sirvió la comida al noble que había atrapado, el duque de Norfolk, que murió entre terribles sufrimientos y agonías.
Pese a las aplastantes derrotas de Derby y Chester, Harald Haardrade no había sido derrotado. Él había servido a los emperadores del imperio romano; era un nórdico verdadero y no podía ser derrotado. Merced de unos provechosos matrimonios con las bastardas del anciano rey Svend Estrid de Dinamarca y con la ayuda del rey Malcolm Dunkeld de Escocia, reunió una nueva hueste y asedió Londres. William, que iba hacia Winchester, dio media vuelta y ordenó ir a Londres para liberar al pueblo de los nórdicos. Tras una larga batalla a las puertas de la ciudad, derrotó a los invasores daneses y escoces, deteniendo el asedio. Se dice que San Jorge apareció en mitad de la batalla, esgrimiendo una lanza, y que ayudó a William a matar al mismo rey Harald Haardrade, por lo que fue confirmado como santo patrón de Inglaterra y las Islas Británicas. Al morir el rey noruego, su hijo Olav III fue coronado como rey y reanudó la guerra contra William, desembarcando en Essex. Sin embargo, sus ejército de daneses y escoceses fueron aplastados por las tropas normandas del duque en Essex y ya sin esperanza de vencer, firmó la tregua de Essex con William, reconociéndolo como rey de Inglaterra, mientras el rey Harold se escondía en Londres, temeroso tras sus puertas firmemente apuntaladas. Según sus mayordomos, podrían resistir un mes entero al asedio normando, y propagar enfermedades en su campamento. Talaron todos los árboles a muchos kilómetros a la redonda y envenenaron muchos pozos. Harold sonrió, seguro, y afirmó que llegarían refuerzos en una semana.
Londres no cayó. Los ciudadanos abrieron las puertas de la ciudad al día siguiente, y William entró vestido de armiño y oro, con dos rugientes leones bordados en su capa. El rey Harold, fue tomado prisionero mientras huía por unos túneles, y fue despojado de los honores reales. El quince de febrero del año 1067 de Nuestro Señor, el duque William de Normandía, el Conquistador, fue nombrado rey de los anglos, de los sajones, de los bretones y de los normandos, por la gracia de Dios y del Espíritu Santo, en Westminster, por el arzobispo Stigand, que ciñó en su cabeza la antigua corona que habían portado los ilustrísimos reyes de la Casa de Wessex desde el glorioso Alfred el Grande. Tras ser nombrado rey, William decretó que Harold fuera despedazado en cuatro trozos, que sus intestinos fueran sacados mientras viviera, castigo que se daba a los que cometían alta traición, y que los cuatros trozos de su macilento cuerpo, irían a cada punta del país: su cabeza, estuvo colocada en la recién construida y famosa Torre de Londres, donde encerró a los hermanos de Harold. Sus manos, se colocaron a las puertas de York. Su torso, en Tintagel, en Cornualles, y sus piernas, en Oxford, dónde William mandó construir una famosa universidad.
Una vez ya se hubo aposentado en Londres, disolvió el witangemot y desterró de por vida a los sabios y ancianos que lo componían, marchándose estos a Gales, Irlanda o Escocia, acogidos por el rey Caradog Aberffraw de Gales o Malcolm Dunkeld de Gowrie. William también mandó muchas cartas con órdenes de revocación a todos los duques por alta traición al no haberse alzado en armas con el contra el usurpador Harold. Una vez hubo revocado los grandes ducados, destruyó gran parte de los antiguos títulos ducales, y los restantes, los repartió a manos llenas entre sus parientes y fieles condes normandos. A su mariscal, Osbern de Montenay, un genio de bajo abolengo, lo nombró duque de Northumberland y marqués de la Marca Escocesa. El rey Malcolm, temeroso de la ira del normando, cedió Cumberland a Inglaterra para siempre. Asentado ya en el trono de Eadward el Confesor, William I de Normandie, el Conquistador, subyugó a la nobleza a sus deseos, comprándolos con regalos y títulos honoríficos que se iba inventando. Estableció la ley de la primogenitura y abolió la bárbara prima nocte de la que aún disponían muchos nobles. Aumentó, al ver el contento general, los impuestos sobre el dominio de la Corona, que eran los ducados de Normandía y Essex. Una vez llenó sus arcas de reluciente oro, miró hacia otros objetivos: la conquista total de las Islas Británicas bajo su mando, como ya quisiera hacer el legendario rey Arthur Pendragón, del cuál se consideraba un digno sucesor.

El reino del conquistador
Sin embargo, no todo fue bien. Durante la Navidad de ese mismo año, el cadáver del díscolo conde de Maine, su hijo Robert, apareció muerto en mitad de la calle, acuchillado. Lograron atrapar al asesino, que aparentemente, confesó que había sido el rey de Francia el que lo había contratado y castigaron al asesino con la muerte más dolorosa: la misma que la de Harold. Sin embargo, historiadores recientes especulan que pudo ser el mismo William el que librara a su hijo de la vida, pues este era un inútil y mal gobernante. Eso agravó más la situación de Inglaterra y Francia, pero a decir verdad, Robert no hubiera sido un buen heredero; incluso había contravenido las órdenes de su padre y se había casado con la hija del traidor Harold Godwin. William la casó con el porquerizo del castillo, enviudada.
Tras celebrar un grandísimo torneo en pos de la paz, William apareció muerto en su cama, sin signos de violencia o envenenamiento en su cuerpo. De muerte natural, dijeron los médicos reales.
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