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Animado se mantenía Yves un año después de la cruzada, había comprobado que nadie podía rechistar ante su poder y eso incrementó un ego desmedido en un hombre que estaba ganando todo sin moverse mucho de su corte en Burdeos, de hecho habrá tierras de su Imperio que jamás llegará a visitar.
En abril de 1018 en una maniobra sorprendente las tropas imperiales desembarcaron en Wessex donde conminaron al Duque para que formase parte de los vasallos del Imperio alegando que ya pertenecieron a los vasallos de Francia. La respuesta fue la negativa esperada y comenzaron los ataques contra el ducado ante la atónita mirada de los vecinos de Arnold de Wessex, sin embargo nadie intervino en favor del duque inglés dejándolo solo ante los envites de “el Borracho”.
Sabiendo de la superioridad de sus tropas y de la segura victoria Yves dejó de preocuparse por los informes de la guerra, permitiendo que la corrupción y el pillaje de sus soldados retrasasen dos años una sencilla victoria. Mientras el desarrollo de la guerra continuaba el emperador creó otro virreinato, en este caso sería el de Bretaña para premiar al duque de dicha tierra, por sus servicios en la inteligencia del territorio, avisando y sofocando cualquier conato revuelta.
La ceremonia de creación fue similar a las que ya se habían realizado, un gran banquete en Burdeos precedía a la reunión del emperador con su consejo donde sellaba y firmaba la creación del título y su posterior entrega. A la vez en la tierra del beneficiario una corona virreinal era paseada por las calles de la capital hasta que era situada frente al que debía ser su trono durante su vida.
En el año 1020 la corte pide al emperador que revise la situación de la guerra con Wessex, cosa que hace por no tener otro motivo en el que centrarse, se percata de lo sucedido y a través de legados obliga a sus comandantes a terminar el conflicto. Esto sucede de inmediato y se firma una paz en nombre del Sacro Imperio, donde Wessex pasa a ser en sus dos tercias partes vasalla del Imperio y el título pasa a ser para Yves, mientras que el antiguo duque conservará condados y se mantendría independiente del Imperio.
La paz se erigió tras las recientes conquistas y nada parecía alterarla, el SIRA como indiscutible poder europeo no tenía necesidad de guerrear para imponerse contra cualquier enemigo, la diplomacia y el miedo que inspiraban sus ejércitos era suficiente para obtener ventaja en todos sus deseos. Esta situación durará 13 años, que la riqueza inundó las tierras imperiales, se favoreció el comercio en el báltico y el mediterráneo y se reforzaron las fortalezas.
Es en 1033, cuando un poder receloso del SIRA alza su voz, el Imperio Bizantino se decide a declarar la guerra a los aquitanos reclamando una tierra que por herencia había salido de su control para ir a manos del virrey de Italia. El enfrentamiento pilló por sorpresa al Sacro Emperador que aunque intentó gestionar rápidamente una respuesta militar al ataque, pero no será suficiente, la autonomía de sus vasallos y la sorpresa que causó el ataque, no le permitieron reclutar suficientes tropas que acabaron por chocar contra las bizantinas que triplicaban en número en la batalla de Apulia.
En pocos meses el SIRA había perdido la guerra y tuvo que renunciar al territorio que reclamaba su homónimo oriental, el poder del emperador aquitano quedaba en entredicho por culpa de quien históricamente había sido emperador y heredero de Roma.
Yves morirá un año más tarde, en enero de 1034, en un viaje a Navarra causa de una extraña gripe, tomando el trono su hijo Étienne en Burdeos.