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A. Blackthorn

Plantagenet enjoyer
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Jul 15, 2013
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Hola a todos. Vale, sí, muchos estaréis diciendo: "¡¿Otro AAR de la Casa de Barcelona?!". Éste lo he escrito para conmemorar el aniversario de la Batalla de Muret. Pero, en este caso, intentaré cumplir los sueños de Pere II. La verdad es que no sé cómo calificar este AAR realmente, si de AAR en sí, puesto que este va a ser un relato que narre, más o menos, la vida de un personaje: Jaume I. Me he decidido a escribir ésto, ya que desde la infancia, aquí en Valencia, nos enseñan que fue uno de los mejores reyes que hemos tenido. ¿Y por qué no recrear la vida de Jaume I, éste mes de septiembre? Para los que no lo sepáis, el doce de septiembre es el día en el que acaeció la batalla de Muret, que puso fin a las pretensiones de Aragón en la Tolosa y la Septimania. He intentado que este AAR sea lo más fidedigno posible a la página de la Wikipedia en catalán, de modo que intentaré hacer lo mismo.

Objetivos:
- Lograr todo lo que logró el Rey Jaume I en vida. (Conquistar los Ducados de Valencia y de Mallorca)
- Hacer realidad las ambiciones del rey Pere II. (Conquistar la Tolosa)
- Apoderarse del Reino de la Trinacría. (Conquistar Sicilia)
- Participar en las Cruzadas en caso de activarse.

Imposiciones:
- En caso de contratar mercenarios, solo a los Almogàvers, la Banda Catalana, y quizás la Compañía de San Jorge, por el patronazgo.

Jaume I, El Conquistador
(1208 D. C. - 1276 D. C.)
por la gratia de Dius Rey d'Aragon et de Maillorgas et de Valencia, conte de Barçalona et de Urgel et seynor de Montpesler - Los Fueros de Aragón.

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CAPÍTULO I: El rey ha muerto, larga vida al nuevo rey.
"E aquí mori nostre pare car axi ho ha fat me linatge totstemps que en les batalles que ells han fetes, he nos farem, deuem vencre o morir."
Y aquí murió nuestro padre, porque así ha acostumbrado a hacerlo siempre nuestro linaje, en las batallas que ellos han hecho o haremos nosotros, vencer o morir.​

- ¡El rey ha muerto, el rey ha muerto! - esa era la frase más en boga aquellos nefastos días. El rey Pere II el Católico, un verdadero paladín de la Cristiandad, acababa de fenecer en el fango de la Occitania. La desastrosa batalla de Muret, que él mismo había capitaneado, había sido una vergüenza total, pues las tropas del rey Felipe Augusto aplastaron a las huestes aragonesas, ayudados por los pérfidos cruzados francos, mentirosos asesinos de creyentes. Los traidores señores de la Tolosa, que se habían aliado con Pere para liberarse del yugo de Felipe Augusto, habían sido encarcelados por el rey franco, que pese a todo, les trató con caballerosidad. Para colmo, el caos rugía en el reino de Aragón, ya que el nuevo rey de los catalanes y los aragoneses, era apenas un niño de cinco años, de nombre Jaume, y estaba prisionero en manos del ambicioso y cruel Simon de Monfort. El niño estuvo un tiempo en los dominios del conde francés, mas, el Papa Inocencio, conmovido por la situación del joven rey, ordenó, so pena de excomunión, que liberaran al niño. Simon de Monfort prefirió no ariesgarse a incurrir en la ira papal, y entregó al inexperto Jaume a manos aragonesas, de nuevo. Éste joven niño, descendía por línea materna de los emperadores del Imperio de Oriente, y por paterna, del ya legendario Wifredo el Velloso y los reyes Jimenas, por lo que no había duda acerca de su abolengo y linaje.

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El reino de Aragón a la muerte de Pere II.​

Sin más dilación, el trece de septiembre, Jaume fue jurado como rey de los aragoneses y de los catalanes, por derecho divino. Fue jurado en la villa de Huesca, antigua capital de Aragón, y en la de Barcelona, la sede catalana por excelencia. Las celebraciones y jaranas no fueron tan animadas cómo las de la coronación de su padre Pere, si no que estuvieron cargadas de tristeza y desdicha. El joven rey no parecía tan triste (o alegre) cómo algunos de sus vasallos, si no que se mostraba impasible, sentado en su trono rojo y dorado. A su vera, se sentaba el regente del reino, el alcalde Guifré, que servía también al joven rey en otros asuntos más turbios, de espionaje.

Tras las celebraciones y fiestas, el inexperto rey fue mandado al condado de Alto Aragón, dónde los Caballeros de la Orden del Temple poseían una gran fortaleza, llamada Monzón, que según se decía, era parte de la desafortunada herencia del rey Alfonso el Batallador. Así pues, Jaume fue instruido por los caballeros de Cristo, junto con su joven primo, el joven Raimond-Berenguié de Provenza, con el cuál trabó una gran amistad. Mientras tanto, el reino estaba gobernado en manos del ambicioso plebeyo Guifré, que pese a su abolengo, cumplió las órdenes del rey Pere II y reforzó sobremanera las marcas del Rosellón y del Gévaudan. También ordenó que la capital fuera trasladada definitivamente a Barcelona, dónde se podría tener un dominio mayor del Mediterráneo, en vez de Huesca, en los dominios aragoneses. Para asegurarse la supremacía del joven rey Jaume, se aseguró de prometerlo con la hija del rey de Castilla, once años mayor que él. Así, si los franceses atacaban, reclamando la Marca Hispánica, contarían con la ayuda de los reinos de León y Castilla, una fuerza nada desdeñable en aquella época, puesto que tenían un gran comercio sobre la lana y unas tropas cristianas y curtidas en batalla.

Al poco tiempo de gobierno del rey Jaume, se declaró una gran cruzada para conquistar la zona que se conocía como Andalucía. A los aragoneses les extrañó sobremanera, puesto que en Tierra Santa, el reino de Jerusalén agonizaba, gobernado por niños. Desde la victoria de los árabes sobre Jerusalén, la ciudad santa se había tomado, y las posesiones del reino se limitaban a un par de territorios en la costa jerosomolitana. Además, combatían entre ellos, puesto que la desafortunada herencia del rey Amaury II había dividido en dos sus dominios: los costeros, a Jerusalén, y la isla de Chipre, a su hijo. Aún así, para ayudar al Papa en su cruzada, el rey Jaume ordenó, con tan solo seis años, que todo aquél que pudiera blandir una espada, se uniera al ejército cristiano de Aragón para luchar en Andalucía.

Dios lo disponía.
 
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El regente Guifré, pese a que sabía que Jaume era un niño dirigido por los Templarios, decidió obedecer al niño autoritario al que había jurado lealtad. Las tropas aragonesas y catalanas marcharon hacia el sur del reino, a las plazas de Balansiyya. Primero, seis mil peones y mil caballeros aragoneses asediaron Castellón, construyendo máquinas de guerra para destruir las puertas del lugar. Al poco tiempo, las tropas almohades desembarcaron al sur, capitaneadas por el Miramamolín Al-Nasir, que aplastó con veinte mil poderosos guerreros a las huestes papales, que fueron derrotadas prontamente por la Media Luna árabe. Al poco tiempo, llegaron más guerreros esclavos a la Península Ibérica, desembarcando en Dènia, muy cerca de Valencia. El regente del reino ordenó que se retiraran a Castellón, dónde las huestes aragonesas dispondrían de más ventaja en el terreno, puesto que era escarpado y montañoso. Cómo ya hicieran los orgullosos astures en el pasado, lucharon por cada rincón de las sierras y montañas castellonesas, pero fue en vano, pues al final, las mesnadas moras alcalzaron a Guifré, que calculando que los árabes serían unos ocho mil, decidió mantenerse en una llanura de Castellón, preparándose para la ofensiva infiel. Las tropas musilmanas, compuestas por esclavos negros del sur, aplastaron al ejército del alcalde Guifré. Tras horas de sangrienta batalla, el ejército aragonés huyó, dejando atrás los estandartes y los cuerpos caídos de sus compatriotas, que ardieron por orden del Miramamolín.

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En el norte, el conde de Rosellón, de la familia de Jaume, al ver la patente debilidad de los ejércitos reales, decidió que era su momento y conjuró contra el joven rey. Éste conde, era un tío abuelo del rey Pere, hijo del Conde de la Marca y la Reina de Aragón, y consideró que su derecho era más firme que el del niño rey, de modo que le declaró la guerra, reclamando como suyos los dominios del joven Jaume. El regente Guifré, malherido y humillado, decidió que, al menos, acabaría con el señor rebelde, al cuál se le había unido el bastardo señor de Gévaudan, el hermanastro de Jaume. Aragón apenas disponía de tres mil hombres malheridos y de baja moral, para esperpento del rey Jaume, que estaba siempre informado por los templarios, los cuáles le propiciaban una buena educación devota y cristiana. El conde de Urgel también se rebeló contra el joven rey, uniéndose al pérfido conde de Rosellón, y reuniéndose sus tropas en Urgell. Las huestes de los señores rebeldes, que ya alcanzaban los dos mil hombres, marcharon al Pirineo Central, con el objetivo de cercar el castillo en el que el rey Jaume se hallaba. El regente Guifré, desesperado, decidió que era hora de usar la herencia del rey Pere II y contrató a la compañía de los Almogàvars para que marcharan a Monzón, a socorrer al rey Jaume. El condotiero de la compañía, Ramón-Galcerà ordenó marcha forzada, y a los pocos días, cargaron contra los nobles rebeldes, con el terreno desfavorable.

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Al grito de Desperta Ferro! los almogàvars vencieron a los rebeldes. Los estandartes de los cuatro palos de gules se irguieron orgullosos en el campo de batalla.
 
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Muchas gracias, Baal. Veamos cómo sigue la partida.

Los nobles aragoneses y catalanes, al ser derrotados a las puertas de la fortaleza de los Templarios, decidieron capitular y entregar sus armas al rey Jaume, que complacido, decidió no ejecutarlos y los encerró en las mazmorras de la Ciudadela de Barcelona. Sin embargo, a su veleidoso pariente, el conde de Rosellón, le revocó sus títulos condales, con una reclamación que había basado en el pasado, que apenas se sustentaba. Pero era el joven Jaume aquél que poseía un ejército curtido en batalla, y la amistad de los Almogàvers, a los cuáles había concedido una villa cercana a la vieja capital romana de Ampurias. Las tropas aragonesas y catalanas, enaltecidas, marcharon por orden del regente a Valencia, para asediar la ciudad. El rey de Navarra mandó a algunos de sus hombres, sumando más de cinco mil almas cristianas frente a la ciudad, en la que los musulmanes estaban firmemente pertrechados, pues las murallas de la capital eran fuertes. El regente ordenó que obtuvieran planos de las ciudades que asediaran, y los mandó al mariscal, para que los estudiara. Sin embargo, al poco tiempo del asedio, una hueste almohade llegó a Valencia, y se sostuvo una gran batalla. Los musulmanes aplastaron de nuevo a las fuerzas cristianas, que se retiraron por los campos del Túria, espantados. Más tarde, el regente Guifré se enteraría de que el Santo Padre disponía de ocho mil hombres, y que con su mediación, se hubiera podido ganar la batalla. Diezmadas, y con baja moral, las tropas de Aragón llegaron a Catalayud, lugar dónde fueron licenciadas por órdenes del regente, que había recibido, a su vez, órdenes del rey de la retirada total catalana de la Cruzada por Andalucía, la cual parecía decantarse a favor del Miramamolín almohade.

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Solo seiscientos hombres sobrevivieron a la masacre.

Tras la retirada cataloaragonesa de la Cruzada, ésta empezó a ir en picado, hasta el punto de degenerar en una serie de aplastantes derrotas por toda la Hispania. Los estandartes de los orgullosos cruzados yacían en el fango de los campos de batalla, mientras la ofensiva de la media luna iba venciendo. El rey Jaume, con tan solo nueve años, ya empezaba a entender cómo funcionaba la guerra. Un ejército compacto y unido, tal cómo era el de los musulmanes, era el mejor. Los mezquinos reyes cristianos miraban cada uno por su lado, con la visión de la gloria eterna y el pillaje malhadado de las provincias enemigas. Al poco tiempo de la retirada del reino, el regente Guifré, humillado por sus derrotas, dimitió de la regencia, volviendo a su villa, con la cabeza gacha. Un nuevo regente, llamado también Guifré, tomó las riendas del desvencijado reino, pero, a diferencia del anterior, un conspirador fortuito, éste era un sabio y excepcional obispo, ordenado por el mismo Papa Inocente. El nuevo regente no dudó en emplear nuevas tácticas: al poco tiempo de su mandato, reclamó con varias reclamaciones, los condados de Siracusa y Agrigento, en Sicilia. Aquellos territorios pertenecían al Sacro Imperio de Occidente, pero en las tierras germánicas había estallado una guerra civil, entre varios pretendientes al trono imperial. Uno de los desafortunados rebeldes fue el conde de Siracusa, que, mientras asediaba la plaza fuerte de Palermo, fue sorprendido por una gran hueste aragonesa de más de ocho mil hombres, que aplastó a sus tropas italianas. Tras una guerra relámpago, el conde italiano fue obligado a abdicar a favor de Jaume, que cambió los motivos teutónicos y helenísticos de los blasones de Siracusa y Agrigento por otros de índole más catalana y aragonesa: los cuatro palos rojos y el campo azur formaron parte de las nuevas familias nobles catalanas que fueron mandadas a Siracusa. Por fin empezaba a alzarse un nuevo sol en Aragón, tras la desastroza cruzada, aún sin finalizar. La última batalla de ésta campaña se celebró en Qurtubah, dónde, los últimos cruzados ingleses fueron brutalmente aplastados por las tropas de los almohades. Mientras tanto, el rey Jaume gastaba su dinero para reforzar y mejorar las condiciones de las fortalezas, villas y pueblos de las marcas que tanto deseaba ampliar. El diecisiete de enero del año mil doscientos once anno domini, el Papa Inocente capituló y pagó una gran suma de oro al Miramamolín almohade, que se alzó con la supremacía musulmana en Occidente.

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Las derrotas acaecidas en Balansiyya y Castellón fueron muestra del poco "seny" del regente Guifré.

Lo único bueno que se obtuvo de aquella cruzada fueron las almohadas, que se pusieron muy en boga aquellos tiempos en las cortes cristianas.
 
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Lastima lo del fracas de la campaña. Para tener éxito contra los almohades lo que puedes hacer són dos cosas:

1 - Conseguir un gran número de aliados que te ayuden en la contienda. Por esto espera hasta que se haya celebrado las bodas de Jaume con la castellana, así tendrás el apoyo de Castilla y León. Y si puedes casa también a los hermanos bastardos de Jaume, así conseguirás el apoyo de potencias ultrapirenaicas como Inglaterra, Francia o Alemania.

2 - Mediante el asesinato de sus lideres hacer que estalle una guerra civil dentro el imperio almohade. Sobretodo intenta que como líder suba algun niño, hay más possibilidades de que alguien se rebele.

Y respecto Sicilia mucha suerte con la expansión mediterranea.
 
El regente se merece ir al WC y que allí lo asaeeten brutalmente en el escroto.
 
Lastima lo del fracas de la campaña. Para tener éxito contra los almohades lo que puedes hacer són dos cosas:

1 - Conseguir un gran número de aliados que te ayuden en la contienda. Por esto espera hasta que se haya celebrado las bodas de Jaume con la castellana, así tendrás el apoyo de Castilla y León. Y si puedes casa también a los hermanos bastardos de Jaume, así conseguirás el apoyo de potencias ultrapirenaicas como Inglaterra, Francia o Alemania.

2 - Mediante el asesinato de sus lideres hacer que estalle una guerra civil dentro el imperio almohade. Sobretodo intenta que como líder suba algun niño, hay más possibilidades de que alguien se rebele.

Y respecto Sicilia mucha suerte con la expansión mediterranea.

Sí, de hecho, la muchacha castellana ya tiene sus diecinueve, y creo que si me cargo a un par de infantas castellanas, el reino cae a mis pies en la próxima generación. Y sí, intentaré matar al Miramamolín, a ver si estalla una guerra civil y puedo conquistar Mallorca.

El regente se merece ir al WC y que allí lo asaeeten brutalmente en el escroto.

Sí, por el enano de la corte. Lo peor de todo es que el nuevo regente, el obispo de la hostia, ha sido sustituido por un complotador amateur y he tenido que repartir los condados sicilianos ._.

Sigo.

Tras la cruzada fallida, la corte del rey Jaume no parecía muy animada. Más bien pocos eran los que celebraban nada, y las calles parecían estar enlutadas de tristeza. Además, para colmo de la situación, el primo de Jaume, Raimond-Bereguié IV de Provenza, con el que había sido instruido en el Monzón templario, había sido asesinado mientras viajaba a ver a su primo. Tras comprobar su herencia, en la que se legaba todo el rico feudo de la Provenza a Jaume, éste fue nombrado Duque de la Provenza, saliendo así del territorio del Sacro Imperio otro feudo, que caía bajo manos aragonesas. Además, el rey Jaume estaba protegido por la alianza que tenía con el emperador Hohenstaufen, puesto que éste se había desposada con una hermanastra catalana de Jaume, hija del rey Pere II.

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Según se decía, el ingreso de la zona de la Provenza era muy alto, pues en la herencia de Raimond-Berenguié venían muchos relucientes ducados que pasaron a engrosar el tesoro de la Corona de Aragón. El obispo regente, hizo construir nuevas fortificaciones en las marcas del Rosellón y el Pirineo, siguiendo las órdenes del rey Jaume, que con solo doce años, ya empezaba a arañar las fronteras de la política, de modo que concedió al alcalde de Marsella permisos para comerciar en el Mediterráneo, para oponerse a las demás repúblicas, siendo fundada la República de Provenza, que reportaría muchos beneficios monetarios a la Corona de Aragón en el futuro.

Un brote de fiebre lenta apareció aquél año en Aragón, que se llevó la vida de varios importantes señores del reino, entre ellos el Mariscal de Aragón y al regente del reino, Guifré, un gran cerebro teológico que había servido bien al reino. Se nombró a un nuevo regente, llamado Sunifred, pero sus funciones ya empezaban a disminuir, ya que el rey Jaume empezaba a tomar cada vez más poder en el reino, puesto que ya tenía sus quince años, a punto de cumplir los dieciséis el uno de febrero. Empezó a estudiar estrategia con los templarios, y en su mente perfiló la conquista de Balansiyya, un gran enclave mediterráneo el cuál los catalanes conocían bien. Para forjarse más alianzas en la Península, el rey Jaume casó a su hermanastra con el rey de Portugal, lo cuál traería algunos problemas en la corte lusitana, ya que ésta era un tanto extravagante y en la corte se contaban cosas demoníacas que hacía con sus doncellas.

Y el uno de febrero, con tan solo dieciséis años, aprovechando el caos de los Almohades al morir su Miramamolín en misteriosas circunstancias, marchó a la cabeza de veintiun mil hombres a la conquista de Valencia.
 
A quién se ha cargado?
Al primo o al moromielda?
 
¿Lo de misteriosas circunstancias quiere decir que te lo has cargado? :laugh:

¿Que aliados tienes ahora?

Tengo, en teoría, al rey de Castilla y al de Noruega. No tengo ni idea de cómo rayos se ha casado la hermanastra de Jaume con el pariente de Harald Haardrade, pero espero que me ayude con sus drakkars o algo. También creo que puedo llamar al SIR, puesto que el emperador está casado con la tía de Jaume. Y sí, las misteriosas circunstancias es que el joven y maquiavélico Jaume se lo ha cargado.
A quién se ha cargado?
Al primo o al moromielda?

El primo, se vé que estaba aterrorizando a unos caballeros mientras dibujaba a un monstruo en una cueva, y de pronto le dio un ataque de combustión espontánea, y zas, toda la Provenza para mí. pero yo no lo maté. Al árabe, al tener de heredero a un jeque encerrado por el rey de Castilla, sí me lo cargué, y después a éste creo que lo mató el majo de Alfonso el Noble, heredando un niño de cinco años. Es decir, guerra civil al canto.

PD: Esta noche subo la conquista de Valencia.
 
Tengo, en teoría, al rey de Castilla y al de Noruega. No tengo ni idea de cómo rayos se ha casado la hermanastra de Jaume con el pariente de Harald Haardrade, pero espero que me ayude con sus drakkars o algo. También creo que puedo llamar al SIR, puesto que el emperador está casado con la tía de Jaume. Y sí, las misteriosas circunstancias es que el joven y maquiavélico Jaume se lo ha cargado.


El primo, se vé que estaba aterrorizando a unos caballeros mientras dibujaba a un monstruo en una cueva, y de pronto le dio un ataque de combustión espontánea, y zas, toda la Provenza para mí. pero yo no lo maté. Al árabe, al tener de heredero a un jeque encerrado por el rey de Castilla, sí me lo cargué, y después a éste creo que lo mató el majo de Alfonso el Noble, heredando un niño de cinco años. Es decir, guerra civil al canto.

PD: Esta noche subo la conquista de Valencia.

! Lo sabia ¡
 
El rey Jaume se lanzó rápidamente a la conquista de las zonas de Balansiyya, que él mismo bautizó, en su idioma como "Valencia". Los campos fueron abandonados por los árabes, que corrieron a refugiarse en las ciudades firmemente fortificadas de Castellón y Valencia. El rey Jaume dividió en dos a sus tropas, con siete mil guerreros en Valencia y con siete mil en Castellón, dejando la provincia de Denniya como último objetivo. El mismo rey presidió el asedio de la ciudad de Valencia. Según se cuenta, un ejército de árabes se acercó a los catalanoaragoneses, durante la noche. Mientras el rey Jaume dormía, escuchó un chillido, y cuándo abrió los ojos, descubrió que nada menos que un murciélago reposaba en el cabezal de su cama. El murciélago, al verlo, se marchó volando y el rey Jaume salió de la tienda de campaña, para atender a un joven explorador le informó de que varios ejércitos árabes. El rey Jaume despertó al campamento, y los moros cargaron, a las horas contra los catalanoaragoneses, pero fueron rechazados con fiereza. Al día siguiente, el nueve de octubre, Valencia capituló, y los caballeros catalanes siguieron conquistado como un incendio la zona musulmana, sustituyendo las paganas medias lunas por cruces en cada monasterio.

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Pintura mural en el castillo de Alcañiz acerca de la entrada del rey Jaume a Valencia.
Finalmente, tras haber tomado lo que en el futuro sería el condado real de Valencia, el rey Jaume marchó de allí a Denniya. Los almohades, en una última intentona de derrotar a los catalanes, marcharon con todas sus fuerzas de once mil soldados contra los catalanoaragoneses, que eran muchos menos que ellos. El rey Jaume comandó a sus tropas desde el centro, y solo gracias a él se venció la batalla de Denniya. Se cuenta que en mitad de la batalla se apareció San Jorge y combatió junto al rey contra los almohades. Tras la batalla el condado cayó, y el rey Jaume lo bautizó como "Alacant" o "Alicante", en la lengua castellana. A los pocos días, el sultán almohade, un niño de cinco años, se rendía. El rey fundó entonces el Regne de València, que sería un añadido a la Corona de Aragón, y cómo blasón de Valencia estableció como su blasón un escudo losanjado, campo de oro con cuatro palos de gules, dos eles coronadas como sostenes y en la parte inferior dos ramas de laurel. Al timbre, corona real abierta surmontada de un murciélago, visto de frente y con las alas extendidas, de sable. El murciélago fue colocado debido a la victoria que el rey tuvo sobre los musulmanes. Desde entonces, el nueve de octubre es fiesta nacional en el Reino de Aragón.

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Y ahora, el rey Jaume posó su mirada en Mallorca...
 
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Denniya... una de mis chicas favoritas se llama Denna. :D
 
Mientras Jaume I triunfaba en los campos regados por el Turia valenciano, en Castilla las cosas eran diametralmente distintas. En los territorios tomados por la liga de reyes que se unió en la batalla Navas de Tolosa, se libraban sangrientas batallas por la vuelta al predominio almohade, puesto que Calatrava había sido tomada y saqueada por los árabes, que consideraron sus ataques como las aceifas del bendito Al-Mansur. Mientras el rey Jaume avanzaba por el Levante, los árabes lo habían dado por perdido y se lo habían entregado prácticamente, mientras que en Castilla se tomaba Toledo, la antigua capital del reino visigodo y Cuenca, que cayeron en manos moras al poco tiempo de la guerra. El rey Enrique III de Ivrea reconquistó Calatrava, expulsando a los musulmanes de sus fuerzas y restaurando a la orden de Calatrava en su lugar. Finalmente, tras un par de derrotas en Toledo y Cuenca, el rey Enrique I se rindió, pagó una gran suma de oro a los musulmanes almohades, que sufrían sus propios problemas intestinos y capituló las ciudades de Toledo y Cuenca, entregándole las llaves de las mismas al sultán, apenas un niño. En apenas unos años, los reinos de León, Castilla y Portugal habían retrocedido a una parca situación similar a la del reino de Asturias, mientras que el descendiente de Wifredo el Belloso y Jimeno Jimena había avanzado significativamente.

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El retroceso castellano del 1226

Aprovechándose de la nueva guerra civil de los almohades, el rey marchó con trece mil hombres a conquistar ahora las islas mallorquinas, que eran un poderoso enclave para la nueva república provenzana-aragonesa. El rey sabía que desde allí partían muchos piratas berberiscos a saquear las costas de su reino, de modo que con la conquista de las tres islas principales, terminaría con los saqueos a su reino. Al poco tiempo, el rey Jaume ya había conquistado las islas rebeldes al sultán almohade. El emir capituló a los pocos días y Jaume entró triunfalmente a Mallorca.

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El Conquistador había llegado
 
Una vez el rey Jaume hubo consolidado su poder en las islas mallorquinas, empezó a dar órdenes para convertir a todo musulmán en las plazas conquistadas. Designó esa labor como la principal entre los obispos recién nombrados de las islas, que tenían la orden de retirar del lugar todo símbolo pagano de cualquier zona de los lugares que quedaban a su cargo. El rey Jaume, además, decretó de que si un musulmán no se convertía voluntariamente, debería pagar un gran impuesto, tal y cómo hicieron los árabes en el pasado, con el impuesto yizia. Muchos mulsumanes adinerados se convirtieron a la nueva religión, pero aún así, no podrían acceder a cargos gubernamentales hasta tres generaciones cristianas. Pese a los gravámenes que impuso el Conquistador a los musulmanes, sí supo aprovechar los conocimientos de los árabes, que residían en las bibliotecas de Mallorca y Valencia. Las ciencias de Averroes, Avempace y las crónicas árabes de la conquista sirvieron de mucho en la corte barcelonesa, que vio un gran aumento cultural con las nuevas ciencias traídas por los conquistador. Además, en aquella época aparecieron grandes propulsores de la cultura del reino de Aragón, encabezados por Ramón Lull, que se consideró en aquella época el padre de la lengua catalana y marcó las grandes diferencias entre el occitano y la lengua catalana, provocando un cisma que el rey Jaume deseaba paliar, conquistando de una vez la Tolosa con la que su padre tanto había soñado, y por la cuál había perdido la vida, aquél triste once de septiembre, en el fango de Muret.

El rey, sin embargo, se valió de sus grandes dotes diplomáticas y pronto empezó a estabilizar el reino, mediante el reparto de las tierras conquistadas. Por ejemplo, para mantener una rivalidad constante entre los nuevos señores mallorquines, concedió a uno las villas de una isla, y al otro, las del contrario, de modo que éstos dos condes isleños siempre se mantendrían en combate y no causarían problemas al rey más allá de las peticiones a éste por el destierro del contrario y mezquinidades similares, que éste se limitaba a negar con un gesto en la mano. El rey Jaume, además, fundó el Reino de Mallorca, determinando como su blasón los ocho palos de gules del reino tumbados de Aragón y dos castillos de plata sobre campo azur.

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En aquella época, el rey Jaume mandó escribir "Lo Llibre dels Feyts del rei en Jacme", que narraría los hechos acaecidos y por acaecer en su regia vida. Él mismo ayudó a la elaboración de éste, puntualizando varios acontecimientos, como la ya leyendas popular del "rat penat" de Valencia o la aparición del venerable San Jorge en la batalla de Alicante. Debido a éste supuesto acontecimiento, el rey determinó que el patrón del reino de Aragón sería San Jorge Matadragones, catalanizándolo como "Sant Jordi". Este nacimiento cultural catalán propició una gran afición del rey a los libros y además, determinó que el blasón de Barcelona sería el clásico aragonés de las cuatro barras y la cruz ensangrentada.

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A mitad de la época de paz, una revuelta estalló en los mermados territorios castellanos. El señor rebelde, el anciano conde de Nájera, deseaba un rey mejor que el actual, de modo que se rebeló contra el débil Enrique I de Castilla, clamando nada más y nada menos que por la entronización de la joven esposa de Jaume, Leonor, con la que ya tenía dos hijas. El rey, al ver que ésto aumentaría el poder del reino de Aragón contra los musulmanes, decidió colaborar con el conde de Nájera, pero tan solo con un séquito de caballeros aragoneses, para no atraer las iras del rey Enrique en caso de derrota, y para no atraer las de sus vasallos, que ya pensarían que el Conquistador planearía tener al reino de Aragón en un estado de guerra perpetuo. Finalmente, encabezando a su séquito, con su esposa a su vera, el rey Jaume partió a reclamar los derechos de Leonor por Castilla. Estableció como nuevo blasón heráldico éste, consciente de su cercana victoria.

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CAPÍTULO II: Rompiendo cadenas

Se solía decir en el Reino de Navarra que cuándo la flor y nata de la caballería vasca había ido a las Navas de Tolosa, había vuelto cargada de cadenas, no en el sentido estricto de la palabra, por supuesto, pues los caballeros vascos portaban las cadenas que el Miramamolín Al-Nasir usaba para defenderse de los ataques de caballerías enemigos. Y debido a la victoria conjunta de los reinos cristianos, el rey vasco Antso estableció como blasón de Navarra un escudo de cadenas.

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Al rey Jaume I, en un principio, no le importaba apenas el reino de Navarra, pues lo veía un estado pequeño y nimio, advenedizo, pero muy tozudo y resistente. Mucho tiempo había sobrevivido Navarra, casi desde el año ochocientos, en el que Carlomagno intentó tomarlo para formar su Marca Hispánica, fallando. Jaume pasó por las cercanías de las tierras navarras con sus tropas catalanoaragonesas, pero nadie fue a recibirlo. Cuándo se encontró con el conde de Nájera, en Soria, ambos conquistaron la ciudad tras un largo asedio y partieron a Burgos. Los castellanos casi fueron masacrados, por sus prisas, debido a que un ejército leonés estaba esperando dentro de la ciudad real, y al ver llegar a los rebeldes, salió de las puertas y destrozó en poco tiempo a los recién llegados. Los najeranos resistieron largo tiempo en el campo de batalla, dónde retrocedieron hasta Calahorra, lugar en el que la caballería de Jaume, encabezada por él mismo, cargó contra los leoneses y los puso en jaque, cambiando las tornas de la batalla en una pírrica victoria aragonesa, puesto que habían perdido más de mil almas en aquella cruenta batalla, de entre los tres mil que tenían.

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¡Al menos ganamos!

El rey de Navarra, también llamado Antso, decidió que iba siendo hora de recuperar los dominios de sus ancestros Jimena, que incluían Vizcaya y Nájera. El rey Jaume, para evitar la conquista navarra del condado, declaró la guerra abierta a los vascos, basándose también en sus ancestros Jimenas que habían poseído las tierras del país vasco y a la vez el Reino de Aragón. Su séquito llegó prontamente a Nájera, dónde aplastó a los vascos y se lanzó a por Navarra, yendo a marcha forzada y con tiempo lluvioso por los frondosos bosques del norte de Hispania, desde dónde los campesinos vascos miraban a los catalanes con odio. Muchos guerrilleros vascones se lanzaron a por la tropa catalanoaragonesa, pero fue en vano, por qué el avance de Jaume I fue férreo y al poco tiempo llegó a la ciudad de Pamplona, capital del reino, donde el rey Antso se decidió a plantar cara hasta el fin. Mientras tanto, el conde de Nájera, ya con sus fuerzas recompuestas tras la casi derrota de Calahorra, siguió con el asedio de Burgos, como había ordenado Jaume, que parecía determinado a ser rey de jure urexis de Castilla. Al mes de llegar al reino navarro, tomó la ciudad de Pamplona y obligó a capitular al rey Antso, el último rey de los vascones, al que le permitió quedarse en Tafalla con su hijo, si prometían ambos no intentar reestablecer el reino de Navarra jamás. Así, el rey Jaume, en un mes, había puesto fin a un reinado de más de medio siglo.

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Tras la rápida conquista de Navarra, el rey Jaume volvió a Castilla a guerrear contra el rey Enrique I, que se aferraba al trono de Castilla firmemente, negándose a que su hermana menor se sentara en él. Las mesnadas del rey Jaume liberaron las villas conquistadas por Nájera, de Soria, de los ataques de los castellanos, que enrabietados, prendían los campos y atacaban a los plebeyos por el mero hecho de no rebelarse contra el ocupante. Jaume cayó sobre ellos una fría mañana de septiembre. Las tropas catalanas volvieron a vencer, y el rey Enrique I, en el campo de batalla se rindió, dándole el estandarte de castilla a su hermana Leonor. El día uno de enero del año mil doscientos treinta y seis, tanto Leonor cómo Jaume fueron coronados como reyes de Castilla, primeros de su nombre.
 
Otia... si la histórica Leonor levantara la cabeza... fliparía.
 
Otia... si la histórica Leonor levantara la cabeza... fliparía.

=P La verdad es que hasta hace poco no sabía que Leonor sí se casó con Jaume I y lo casé con ella por la alianza con el rey de Castilla. Eso sí, después de ocho hijas, estoy por divorciarme de ella y casarme con una húngara. Más tarde edito y subo la siguiente guerra... ¡contra Francia!

Una vez el rey Jaume se hubo coronado como rey de Castilla y Aragón, decidió emprender una nueva campaña para trazar un terreno aragonés entre la zona de la Marca Hispánica y la Provenza, para así promover el negocio por tierra en esta zona. De modo que, reafirmándose en las pretensiones occitanas de su padre, declaró la guerra al rey de los francos, el hijo destronado y entronizado del famoso Felipe Augusto, que había reconquistado prácticamente toda la Francia del Norte de manos inglesas. El rey francés, según los espías que Jaume tenía en la corte francesa, era un hombre tímido, cobarde, pero de constitución recia: un gigante silencioso y con mostacho. El rey Jaume, valiéndose de su ingenio, reunió a sus levas en el Rosellón, en el Vivaráis y ordenó que las tropas isleñas de Mallorca y Sicilia desembarcaran en Normandía para alcanzar Vexin, desde dónde solo había un día a caballo a Paris, la capital de Francia. Los franceses, también reunieron sus tropas, pero los aragoneses no supieron determinar cuántos eran, pero sí sabían que más treinta mil guerreros y caballeros catalanes y aragoneses se agolpaban bajo los estandartes de los cuatro palos de gules y la cruz de Arista, símbolo cristiano por excelencia del Reino de Aragón.

Las primeras batallas se libraron cerca a los lugares principales de la cruzada albigense, en sendas victorias para el Reino de Aragón, que atacaba a los ejércitos franceses, que iban a destiempo y en inferior número de personas, en vez de ir compactamente. Una de las batallas más importantes de la campaña, irónicamente, se celebró en Muret, con una gran victoria para los catalanoaragoneses, que se cobraron por fin la venganza contra los franceses al vencerles brutalmente, a pesar de su inferior número. Una de las tretas de Jaume fue aparentar debilidad e inferioridad númerica, y cuándo empezaba la batalla, los ejércitos de reserva, estando en una zona cercana, marchaban rápidamente contra los franceses, estrechándolos entre dos huestes, como un martillo y un yunque. Aún así, los historiadores consideraron como la batalla más importante de aquella campaña fue la de Lastours, en la que, contando tal solo con siete mil hombres, las tropas de Aragón fueron reforzándose hasta acabar y expulsar de los Pirineos a los franceses.

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Grabado de la época de la Batalla de Muret

La victoria de sobre los franceses, que estaban siendo ayudados por los daneses, llevó al ya viejo rey Luis a capitular la Tolosa entera, tal y cómo Jaime exigió en el tratado de Corbeil, en el que obligó también al rey de los francos a cesar en sus reclamaciones en la Marca Hispánica, que, de jure, pertenecía al Reino de Francia. Tras el tratado, que convenía una paz de diez años, el rey se lanzó en ayuda de su esposa contra los nuevos enemigos de la cristiandad española: los Marinidas. Éstos se habían alzado con el poder del poderoso reino de Marruecos, tras la inutilidad de los débiles almohades, que quedaron relegados a un papel menor en la política marroquí como emires.

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El reino de Aragón después de la batalla de Lastour.
Así pues, el rey Jaume, con su ejército, partió hacia Castilla.
 
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El rey Jaume partió pues hacia la guerra. Pese a que sus levas estaban extenuadas por la fructífera guerra contra los franceses, éste logró devolverles la moral y las fuerzas perdidas, yendo él el primero en las formaciones, montado a caballo. Muchos cuadros y estatuas se alzarían o pintarían en esa pose. También se solía decir que su yelmo estaba adornado por un dragón, pero sin embargo, ésto era falso, pues lucía un tradicional yelmo catalán con una sencilla corona, que le confería un fiero toque de rey guerrero y paladín de la Cristiandad. Se cuenta, que una vez, excomulgaron a un primo suyo, y él ordenó su propio primo viajara a Roma descalzo y a pie para ganarse la redención, ganándole la comunión de nuevo con la Santa Iglesia.

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Una de las estatuas del rey Jaume que aún perduran en la actualidad, en Valencia.

Curiosamente, en aquella campaña contra los musulmanes, tuvo a su servicio directo a Simón de Monfort, que era uno de los hombres que lo habían tenido en cautiverio durante los inicios de su reinado. Al contrario de lo que todos pensaban, el rey Jaume se comportó amigablemente con el anciano señor, y éste, cuándo le preguntó por qué, el rey le contestó: "¡Mi buen Simón, me habéis dado posesiones allende los mares con vuestras intrigas! Mientras no lo hagáis contra mí o contra vuestro señor, seréis mi amigo." La primera batalla de los aragoneses se celebró en una llanura de las villas de Soria, en los condados castellanos. El ejército musulmán contaba con veintiseis mil hombres, mientras que las tropas del rey Jaume eran diez mil menos; sin embargo, la poca preparación de los generales marinidas provocaron su derrota, puesto que solo hubo un general musulmán en la batalla y murió al principio. Los tenientes y capitanes árabes tomaron el mando, pero no pudieron contrarrestar la ofensiva de los aragoneses, que ayudados por los castellanos, arremetieron con violencia contra ellos. Los musulmanes, al ver semejantes demonios que recordaban a los temibles djinns de las arenas de sus desiertos, prefirieron volver a ellos y se batieron en retirada, logrando así una gran victoria el rey Jaume, que curiosamente, lucharía más tarde junto a los franceses en la guerra.

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La batalla de Soria.

"Ésto de luchar hace extraños compañeros de cama", dijo jocosamente el rey Jaume una noche. Tras las respetivas victorias de Cuenca (1240 D.C) y Toledo (1241 D.C) los reyes Leonor y Jaume obligaron a capitular a los marinidas, que entregaron las llaves de Cuenca y Toledo a la reina de Castilla, devolviéndolos a los castellanos, que los habían perdido durante el reinado del destronado Enrique.

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La rendición del sultán marinida.