Llibre X – Siena ma ventura i Còrsega ma desventura (1516-1556)
Libro X – Siena mi ventura y Córcega mi desventura (1516-1556)
Nuestro intrépido nuevo rey se había visto sorprendido por nuestro poder de seducción, a esto cada día más se hacía notar nuestro distanciamiento de esa nueva España que se había creado. Todos los esfuerzos de nuestra política radicaban en el mediterráneo, y todo el dinero iba justamente a parar a las empresas que se llevaban a cabo en nuestro azul mar.
Muy al contrarío que nosotros, los españoles nomás que estaban preocupados en luchar por ricas aunque distantes i recelosas provincias del norte de Europa y en las colonias de ultramar (todo y que enn bajo número). Nuestro reino en cambio estaba libre de cualquier intento de revuelta. Solamente oscurecía este magnifico cuadro alguna que otra revuelta en pequeñas islas con demasiado ego, herencia de nuestros pasados conquistadores. Tampoco teníamos problemas religiosos, como en el Norte, con extraños ritos anticatólicos llevados a cabo por herejes insensibles que no se daban cuenta que el mundo estaba girando los ojos a todo intento por la descentralización y que lo que ahora se empezaba a estilar eran, justamente, los estados fuertes y centralizados como el nuestro.
Esta nueva etapa se habría con muchas esperanzas, los españoles estaban demasiado ocupado con esas gastadoras guerras y con un colonialismo, para mi gusto, mal dirigido y estructurado.
Con todo, nuestros nobles se ven obligados a llevar a cabo una petición de cruzada del Papa, que aunque rocambolesca ha sido llevada a buen puerto por nuestros nobles con gran astucia, mientras nuestro buen rey estaba en sus posesiones austriacas luchando en cruentas guerras religiosas, las intrépidas tropas del Parlament desembarcaban y hacían suya la isla de Chipre sin muchos problemas, la anexión de la isla fue vista con buenos ojos por el Vicario de Cristo y también por nuestros nobles, que se aseguraban una posición estratégica dentro del mar mediterráneo que tanto ansiaban controlar…
Su Majestad poco se la veía por sus territorios catalanes, y los nobles estaban demasiado ocupados discutiendo sanamente en el Parlament sobre temas sin importancia y la Iglesia evangelizando a los chipriotas, misión que jamás se conseguiría.
El reino era feliz, no había guerras en nuestros territorios, los nuevos reinos que se anexionaban recibían grandes dosis de oro para mejorar murallas y demás mejoras. Solo alguna revuelta en Malta amargaba al Parlament, que era partidario, como en toda nuestra larga historia, de no involucrarse en más de dos guerras por reinado.
Pero algo desbordó a todos. El año 1542 Su Majestad pretendió visitar Barcelona, para ello se embarcó en la costa dálmata para llegar en barco a Barcelona. Durante la travesía, buques genoveses intentaron hundir la galera de Su Majestad. El odio que todos sentíamos por nuestros eternos enemigos, los genoveses, fue compartido por Carlos I uniéndonos a Su Majestad como jamás se había conseguido.
Pero el sabio monarca esperó, no quería declarar la guerra, oficialmente habían sido piratas, y no tenía casus belis contra Génova. El buen rey me llamó a su lado, junto con sus consejeros alemanes y algún que otro castellano. En una recóndita sala de un recóndito castillo en tierras austriacas nos explicó su plan.
-Un ejército atacará Liguria y la conquistará, otro en Córcega, derrotará a sus defensores y la hará suya, por último un pequeño grupo destruirá todo ejército veneciano que encuentre a la espera de las tropas de Liguria que atacaran y tomaran Mantua. Así se haga!
-Señor no saldrá bien.
La sala comenzó a reír
-Como osáis decirme tal cosa Jofré de Badalona!
-Los venecianos tienen buenos ejércitos…
-Que jamás utilizan más que para defenderse, he visto una y otra batirse en retirada a sus tropas… - Dijo un noble alemán.
-Quizá en vuestros territorios, pero no en suelo italiano, los italianos que aún no se han unido a nuestro reino mantienen leales alianzas hasta la muerte en contra nuestro.
-Tonterías! Por doquier caerán las fortalezas a nuestro paso!
-Pensáis ir vos mismo mi buen Rey?
-Pensamos encabezar cada uno de todos mis ejércitos.
-Y que harán los otros ejércitos mientras Vos atacáis por ejemplo Liguria?
-Estarán dirigidos por fieles nobles alemanes, que conocen mejor al enemigo que los catalanes
-Es un gran error mi señor!
Pero nada paró a Su Majestad y a sus nobles alemanes. El 1545 estalló la guerra. El ejército comandado por su Majestad venció en Liguria y comenzó su sitio, todo iba bien.
Mientras, nuestros ejércitos eran literalmente aniquilados por el ejercito veneciano en Mantua, Su Majestad quedaba encerrada en Liguria sin ninguna posibilidad de salir de allí, pues los vecinos no nos permitían el paso de tropas. En Córcega nuestro ejército era también vencido por los genoveses. Su Majestad estaba desesperaba, pero no dejaba que los escandalizados nobles catalanes le aconsejaran, ni tampoco caso alguno hacía a las misivas del Parlament.
Cayó Liguria, y su Majestad llevó a sus tropas a Emilia, donde en una brillante batalla venció a los venecianos.
Con ayuda de un nuevo ejército de socorro al mando de un cónsul del Parlament sitiaron ambos Mantua, ya estabamos en territorio veneciano.
No hizo falta acabar el sitio, los venecianos nos pagaron unos buenos ducados y formamos la paz con ellos. Los ejércitos se dirigieron al hueso de la guerra, Córcega, una isla aislada, donde los ejércitos se veían derrotados una vez tras otra.
Su Majestad también recibió una clamorosa derrota, el desembarco de tropas era rechazado una vez tras otra, miles de buenos soldados perecieron, la guerra se alargaba, el Parlament exigía la paz inmediata, su Majestad maldecía y maldecía, hasta que un buen día, 3 años después del primer desembarco, y después de unos nuevo fallidos, conseguimos vencer a los enemigos que defendían la isla. Vencidos, solo hubimos que esperar a que cediera una ciudad ya de por si destrozada.
Cansado, su Majestad no supo negociar bien los tratados de paz posteriores, y solo conseguimos esa maldita isla como premio a tantos y tantos miles de muertos. La Italia catalana jamás le perdonaría eso.