CAPITULO V. El esplendor del Reino de Navarra (1600-1650) I
CAPITULO V. El esplendor del Reino de Navarra (1600-1650) I
Ainhoa miraba cómo se acercaba Aitor y no pudo evitar que un escalofrío le recorriera la espalda. Todavía tenía esa extraña sensación metida en el cuerpo y en su cerebro martilleaban insistentemente las imágenes del sueño que había tenido esa noche. Era todo tan extraño…… ¿Quién era en realidad ese chico?. Trató de sonreír de nuevo, intentando disimular su estado confuso pero sabía que en el fondo no le iba a poder engañar. Toda su suficiencia, su indiferencia ante la suerte de sus súbditos, su frialdad, su retorcida inteligencia y sus malévolos planes se habían esfumado de repente. Y todo por ese maldito joven. La había engañado, claro que sí. Se creía más lista que él y pensaba que con las palabras que le había dicho en lo alto de la muralla iba a conseguir que cayera rendido a sus pies, como muchos otros pobres hombres que no habían podido resistirse a sus falsas promesas de gloria y triunfo. Los utilizaba como podía utilizar un vestido y cuando se cansaba se deshacía de ellos. Pero esa vez había sido diferente. La engañada era ella. Primero porque creyó que en realidad se trataba de un cobarde, indigno de dirigir un país. Y posteriormente cuando vio las actuaciones del joven, llevando a su país hacia cotas hasta ahora inimaginables, sin que ella tuviera capacidad de reaccionar. Había comenzado a trazar un plan diferente, una intriga distinta que la condujera al trono de Francia. Tiempo tendría luego de ajustar cuentas con aquel que había osado desafiarle. Y en ello estaba cuando le llegaron las noticias del ataque navarro y de las conquistas realizadas. Nada menos que cinco provincias que pertenecían por derecho a su país se encontraban ya bajo dominio de sus vecinos del Sur. Y lo peor de todo era que ella había sido incapaz de enterarse de nada. Estaba furiosa, muy furiosa. Debía destruir a aquel viajero como fuera. Había ido demasiado lejos y no creía que fuese difícil poder deshacerse de él. De hecho, se acercaba ya la fecha en que debían volverse a encontrar y para entonces tenía que tener preparado su siguiente paso. Pero la noche antes tuvo un sueño.
“Buenos días, Infanta”. El saludo de Aitor rompió la disquisición de Ainhoa. Se obligó a sonreír, a tratar de ocultar su turbación, a hacer un gran esfuerzo por tratar de sobreponerse a la situación y ser capaz de controlarlo todo pero era en vano. Cuanto más se fijaba en el chico más se acordaba de lo de la noche anterior y además no podía evitarlo. Aitor, que ya se había fijado en el detalle de sus ojos tristes, notó que por primera vez desde que la había encontrado, había desaparecido la firmeza y la seguridad al hablar. Sin duda algo pasaba. “Buenos días, don Aitor. Espero que esté Usted bien”. La chica trataba de ganar segundos para calmarse. “Sí. La verdad es que me encuentro mejor que nunca, sobre todo ahora que estoy en vuestra presencia. Además, creo que os debo un sincero agradecimiento por vuestra ayuda para que hoy Navarra sea el espléndido Reino que veis”. El chico había decidido atacar desde el principio. Si tenía que batallar intelectualmente con ella, mejor que fuera cuanto antes. Quizás de esa manera pudiese sacarle algo de información. Sin embargo, ella calló y le siguió mirando, no de manera desafiante sino más bien confundida. Aitor estaba a punto de romper ese incómodo silencio cuando Ainhoa soltó de sopetón la gran pregunta que hizo que el chico se echara involuntariamente para atrás: “¿Quién sois, Aitor?”.
Ya lo había dicho y se quedó ligeramente aliviada. Ahora hacía falta ver qué contestaba el chico. Había visto en su mirada el desconcierto y a la vez una gran sorpresa. Tenía que saber qué era lo que estaba pasando. Aitor se quedó pasmado y no supo qué responder. Permaneció delante de ella, incapaz de pronunciar palabra. En su interior comenzaba a surgir la esperanza de que quizás Ainhoa empezaba a despertar de su largo letargo. Pero no podía hablar. No le podía contar la verdad. Así estuvieron unos interminables minutos hasta que la chica se atrevió a hablar. “Veréis, Aitor. Últimamente he tenido un extraño sueño en el Vos aparecéis. No. No penséis mal de mí, os lo ruego, no es de ese tipo de sueños. En el sueño estoy con Vos en una ciudad que no conozco pero que tiene extraños edificios muy altos, donde circulan una especie de carruajes pequeños y metálicos pero sin que tiren caballos de ellos. Se nos ve felices, os veo sonreír, paseamos cogidos de la mano…… Después montamos en un carro largo y que va bajo tierra y que nos lleva a un pueblo con un puente, pero diferente a todos lo que he visto jamás. Seguimos andando, siempre juntos, hablando pero no consigo recordar de qué. Llegamos a un largo paseo al borde de una Ría y que acaba en una playa. Al final de esa playa hay un rompeolas de un estilo y un material que no conozco. Todo es nuevo para mí, pero en el sueño no parece que me extrañe nada. Da la impresión de que pertenezco a ese lugar. Y al llegar al rompeolas nos abrazamos y finalmente nos besamos……”. Esto último lo dijo con un hilillo de voz apenas audible, como queriendo que Aitor no se enterara de lo que estaba hablando. Pero el chico sabía muy bien de qué se trataba. Cómo para no recordarlo. Le acababa de narrar lo que sucedió exactamente la primera vez que se besaron. Habían quedado el la parada de Metro de Indautxu, en Bilbao. Ella había llegado cinco minutos tarde, cinco eternos minutos para Aitor. Habían cogido el Metro y se habían ido hasta Plentzia y de allí al rompeolas de Gorliz, donde se dieron ese primer beso. Todo aquello era demasiado extraño. O quizás era la clave para recuperar a Ainhoa.
Aitor cogió las manos de la chica y le dijo: “Ainhoa. Todo está claro. Estás empezando a recordar todo lo que nos ha pasado juntos. Es una señal de que estamos a punto de reencontrarnos. No ha sido un simple sueño. Has revivido una realidad que ya ha sucedido”. La joven apartó bruscamente las manos de las del chico y se echó para atrás. La tristeza de sus ojos había desaparecido para dar paso a un odio profundo. “Apartaos de mí, brujo”, le dijo la chica. “No tratéis de embaucarme con falsas palabras. Seguro que me habéis hechizado. Me tuteáis, me habláis de una relación entre Vos y yo, de besos, de amor entre nosotros cuando no siento por Vos más que desprecio y deseos de no volveros a ver. Creo que habéis olvidado la posición que ocupo. Sigo siendo la Infanta de Francia y vais a pagar muy caro todo este atrevimiento. Ya podéis rezar a vuestro Dios, si lo tenéis y arrepentíos del momento en que os cruzasteis en mi camino. No pienso tener piedad de Vos”. Y recogiéndose la capa, salió corriendo de la habitación arrollando en su carrera a dos personas que justo en ese momento entraban. Aitor miró a su alrededor y vio que todo el público presente en la sala se había quedado mirándole. Se encogió de hombros y esbozó una ligera sonrisa a modo de pequeña disculpa. En un primer momento pensó en salir detrás de la chica pero desechó enseguida la idea. Todo lo que hiciera en ese momento no iba a hacer sino empeorar las cosas. De todas maneras ya tenía un par de pistas sobre cómo recuperar a Ainhoa y lo que iba a hacer en esos momentos era empezar a dar los pasos para completar su plan. Lo de la chica sería lo último a resolver.
Desde su sillón de mando dio a la palanca para que el tiempo continuara. No tenía mucho tiempo así que tenía que actuar rápido. Sólo necesitaba un poquito de suerte y que una Alianza europea se rompiera. Con eso bastaba para llevar a cabo su plan. Le había costado un poco llegar a atar todos los cabos, pero creía haber llegado a la conclusión correcta. Ahora era el tiempo el que le iba a dar o quitar la razón. Continuó mandando mercaderes a Tago, Ille de France y Andalucía. Necesitaba ingresos para crear un gran ejército, ya que la empresa que tenía por delante iba a ser compleja, muy compleja. En 1604 se alcanzó el nivel militar terrestre 21, sin duda una buena noticia, aunque mejor aún fue la de 1605, cuando el nivel de infraestructura ascendió al número 6. A partir de entonces se podían construir fábricas. Aún no tenía un lugar donde hacerlo pero en un futuro cercano quién sabía…… Francia poco a poco iba recuperando todo lo perdido durante los años más convulsos. Caían Baden y Lorena y Luxemburgo estaba a punto de pasar a formar parte del país galo. Para entonces, todos los ejércitos que estaban destinados a sofocar posibles revueltas en las últimas provincias conquistadas fueron desplazados a otros lugares, ya que el riesgo de sublevación había desparecido. En 1606 se alcanza el nivel naval 16 y Aitor continuaba esperando un pequeño milagro para dar el siguiente paso. Y se dio en Noviembre de 1607.
Aragón volvió a renacer de las cenizas de una revuelta en España. Sólo tenía una provincia, pero suficiente para que de nuevo apareciese en el panorama europeo. Inmediatamente los españoles se lanzaron a la guerra contra los aragoneses pero sus aliados no honraron la Alianza, con lo que España se quedaba sola…… y a merced de Navarra. Un nuevo intento de lograr el monopolio en el COT de Andalucía provocó el embargo comercial para los mercaderes navarros: no se podía comerciar allí pero se había ganado un CB contra España. El 1 de Julio de 1608 Navarra declaraba la guerra a su vecino del Sur, España. Portugal honraba la Alianza con los navarros. Según el plan previamente trazado, cuatro ejércitos se lanzaban al asedio de las provincias limítrofes: Cantabria, Castilla, Toledo y Murcia. Sólo en la capital se encontró resistencia de un pequeño ejército, siendo rápidamente derrotado. La diferencia en tecnología militar terrestre era enorme por lo que las pocas batallas que se fueron sucediendo a lo largo de la guerra eran fácilmente ganadas por las huestes de Aitor. Los portugueses, mientras tanto, se las veían y deseaban para parar los ataques del resto del ejército español. No obstante y tras arduos combates, consiguen finalmente asediar Extremadura. Los gobernantes españoles tratan de reaccionar enviando refuerzos desde las lejanas tierras americanas, donde estaba el grueso del ejército. Pero una gran victoria de la Marina navarra en aguas de Andalucía no permite el desembarco de los soldados por lo que la península queda a merced de los navarros y los portugueses, los cuales se retiran de la contienda poco después de que conquisten Extremadura a cambio de una compensación económica.
España trata de reaccionar asediando Poitou y Limousin, gracias a que tienen acceso militar concedido por Francia. Sin embargo, no se atreven a ir más allá. Aitor prefiere sacrificar esas dos provincias, las cuales son sometidas a continuos saqueos, y continuar con el plan establecido. En Octubre de 1609 cae Castilla, capital del Reino. Un mes después lo hace Cantabria. Prácticamente seguido pasan a ser controladas por Navarra Toledo y Murcia. Esos ejércitos van posteriormente hacia sus nuevos objetivos: Asturias, Granada, Andalucía y León. Esta última cae en apenas unos meses y los soldados que la asedian continúan su camino hacia Extremadura. Poco después se alcanza el nivel 22 de tecnología terrestre. Era ya 1611 cuando caen consecutivamente Asturias y Granada y los soldados navarros se lanzan a por Galicia. La suerte estaba echada y comienzan las negociaciones de paz. España se niega a ceder en un primer momento más de 3 provincias. No obstante y tras la caída de Andalucía no tiene más remedio que ofrecer Cantabria, Asturias, León, Extremadura y Murcia a los navarros. Aitor sopesa los pros y las contras de todo ello y finalmente, el 10 de Enero de 1613 decide aceptar la oferta. El primer paso de su plan había sido ejecutado de manera precisa. Ya tenía la provincia de Cantabria en su poder y con ella su capital, Bilbao. Ahora era cuestión de pacificar en lo posible las nuevas provincias y aplastar a los rebeldes.
Poco después de la paz con España, Aitor realiza una maniobra diplomática magnífica, al conseguir que Aragón entre en la Alianza militar que tenía Navarra con Portugal. La idea era hacer a ese Reino su vasallo. Sin embargo, la primera tentativa realizada en 1618 fracasa, tras un gasto en diversos presentes muy alto. Y con Portugal pasó otro tanto de lo mismo: no quiso rendir vasallaje a sus ya vecinos de Navarra. Es más, incluso osaron a desafiarles al prohibir que en el COT de Tago comerciaran los mercaderes navarros. Sin embargo, Aitor no tomó represalias contra ellos, ya que tenía suficiente con luchar contra las continuas revueltas que se daban sobre todo en Asturias. Era increíble que con el mismo porcentaje que el resto de regiones recién conquistadas, los asturianos aceptaran tan mal la nueva soberanía navarra. En 1620 se alcanza el nivel terrestre 23 y poco después España vuelve a realizar un embargo comercial. Los vecinos del Sur estaban jugando con fuego. En 1621 y a la segunda intentona Aragón se convierte en vasallo de Navarra, lo cual es motivo de satisfacción para Aitor. De esta manera, justo después de este acontecimiento, Navarra se pone por primera vez por delante del resto de países en la clasificación de puntos de victoria. Poco después se intenta de nuevo que Portugal sea vasallo pero vuelve a negarse. Unos meses más tarde se consigue el nivel de infraestructura 7 y el nivel militar terrestre 24. Aitor paró entonces el tiempo y analizó la situación. Hizo un gesto aprobador con la cabeza y preparó el siguiente paso, el más importante: recuperar a Ainhoa. Aprovechó la coyuntura creada en 1627, con un embargo comercial, para dar el golpe definitivo.
CAPITULO V. El esplendor del Reino de Navarra (1600-1650) I
Ainhoa miraba cómo se acercaba Aitor y no pudo evitar que un escalofrío le recorriera la espalda. Todavía tenía esa extraña sensación metida en el cuerpo y en su cerebro martilleaban insistentemente las imágenes del sueño que había tenido esa noche. Era todo tan extraño…… ¿Quién era en realidad ese chico?. Trató de sonreír de nuevo, intentando disimular su estado confuso pero sabía que en el fondo no le iba a poder engañar. Toda su suficiencia, su indiferencia ante la suerte de sus súbditos, su frialdad, su retorcida inteligencia y sus malévolos planes se habían esfumado de repente. Y todo por ese maldito joven. La había engañado, claro que sí. Se creía más lista que él y pensaba que con las palabras que le había dicho en lo alto de la muralla iba a conseguir que cayera rendido a sus pies, como muchos otros pobres hombres que no habían podido resistirse a sus falsas promesas de gloria y triunfo. Los utilizaba como podía utilizar un vestido y cuando se cansaba se deshacía de ellos. Pero esa vez había sido diferente. La engañada era ella. Primero porque creyó que en realidad se trataba de un cobarde, indigno de dirigir un país. Y posteriormente cuando vio las actuaciones del joven, llevando a su país hacia cotas hasta ahora inimaginables, sin que ella tuviera capacidad de reaccionar. Había comenzado a trazar un plan diferente, una intriga distinta que la condujera al trono de Francia. Tiempo tendría luego de ajustar cuentas con aquel que había osado desafiarle. Y en ello estaba cuando le llegaron las noticias del ataque navarro y de las conquistas realizadas. Nada menos que cinco provincias que pertenecían por derecho a su país se encontraban ya bajo dominio de sus vecinos del Sur. Y lo peor de todo era que ella había sido incapaz de enterarse de nada. Estaba furiosa, muy furiosa. Debía destruir a aquel viajero como fuera. Había ido demasiado lejos y no creía que fuese difícil poder deshacerse de él. De hecho, se acercaba ya la fecha en que debían volverse a encontrar y para entonces tenía que tener preparado su siguiente paso. Pero la noche antes tuvo un sueño.
“Buenos días, Infanta”. El saludo de Aitor rompió la disquisición de Ainhoa. Se obligó a sonreír, a tratar de ocultar su turbación, a hacer un gran esfuerzo por tratar de sobreponerse a la situación y ser capaz de controlarlo todo pero era en vano. Cuanto más se fijaba en el chico más se acordaba de lo de la noche anterior y además no podía evitarlo. Aitor, que ya se había fijado en el detalle de sus ojos tristes, notó que por primera vez desde que la había encontrado, había desaparecido la firmeza y la seguridad al hablar. Sin duda algo pasaba. “Buenos días, don Aitor. Espero que esté Usted bien”. La chica trataba de ganar segundos para calmarse. “Sí. La verdad es que me encuentro mejor que nunca, sobre todo ahora que estoy en vuestra presencia. Además, creo que os debo un sincero agradecimiento por vuestra ayuda para que hoy Navarra sea el espléndido Reino que veis”. El chico había decidido atacar desde el principio. Si tenía que batallar intelectualmente con ella, mejor que fuera cuanto antes. Quizás de esa manera pudiese sacarle algo de información. Sin embargo, ella calló y le siguió mirando, no de manera desafiante sino más bien confundida. Aitor estaba a punto de romper ese incómodo silencio cuando Ainhoa soltó de sopetón la gran pregunta que hizo que el chico se echara involuntariamente para atrás: “¿Quién sois, Aitor?”.
Ya lo había dicho y se quedó ligeramente aliviada. Ahora hacía falta ver qué contestaba el chico. Había visto en su mirada el desconcierto y a la vez una gran sorpresa. Tenía que saber qué era lo que estaba pasando. Aitor se quedó pasmado y no supo qué responder. Permaneció delante de ella, incapaz de pronunciar palabra. En su interior comenzaba a surgir la esperanza de que quizás Ainhoa empezaba a despertar de su largo letargo. Pero no podía hablar. No le podía contar la verdad. Así estuvieron unos interminables minutos hasta que la chica se atrevió a hablar. “Veréis, Aitor. Últimamente he tenido un extraño sueño en el Vos aparecéis. No. No penséis mal de mí, os lo ruego, no es de ese tipo de sueños. En el sueño estoy con Vos en una ciudad que no conozco pero que tiene extraños edificios muy altos, donde circulan una especie de carruajes pequeños y metálicos pero sin que tiren caballos de ellos. Se nos ve felices, os veo sonreír, paseamos cogidos de la mano…… Después montamos en un carro largo y que va bajo tierra y que nos lleva a un pueblo con un puente, pero diferente a todos lo que he visto jamás. Seguimos andando, siempre juntos, hablando pero no consigo recordar de qué. Llegamos a un largo paseo al borde de una Ría y que acaba en una playa. Al final de esa playa hay un rompeolas de un estilo y un material que no conozco. Todo es nuevo para mí, pero en el sueño no parece que me extrañe nada. Da la impresión de que pertenezco a ese lugar. Y al llegar al rompeolas nos abrazamos y finalmente nos besamos……”. Esto último lo dijo con un hilillo de voz apenas audible, como queriendo que Aitor no se enterara de lo que estaba hablando. Pero el chico sabía muy bien de qué se trataba. Cómo para no recordarlo. Le acababa de narrar lo que sucedió exactamente la primera vez que se besaron. Habían quedado el la parada de Metro de Indautxu, en Bilbao. Ella había llegado cinco minutos tarde, cinco eternos minutos para Aitor. Habían cogido el Metro y se habían ido hasta Plentzia y de allí al rompeolas de Gorliz, donde se dieron ese primer beso. Todo aquello era demasiado extraño. O quizás era la clave para recuperar a Ainhoa.
Aitor cogió las manos de la chica y le dijo: “Ainhoa. Todo está claro. Estás empezando a recordar todo lo que nos ha pasado juntos. Es una señal de que estamos a punto de reencontrarnos. No ha sido un simple sueño. Has revivido una realidad que ya ha sucedido”. La joven apartó bruscamente las manos de las del chico y se echó para atrás. La tristeza de sus ojos había desaparecido para dar paso a un odio profundo. “Apartaos de mí, brujo”, le dijo la chica. “No tratéis de embaucarme con falsas palabras. Seguro que me habéis hechizado. Me tuteáis, me habláis de una relación entre Vos y yo, de besos, de amor entre nosotros cuando no siento por Vos más que desprecio y deseos de no volveros a ver. Creo que habéis olvidado la posición que ocupo. Sigo siendo la Infanta de Francia y vais a pagar muy caro todo este atrevimiento. Ya podéis rezar a vuestro Dios, si lo tenéis y arrepentíos del momento en que os cruzasteis en mi camino. No pienso tener piedad de Vos”. Y recogiéndose la capa, salió corriendo de la habitación arrollando en su carrera a dos personas que justo en ese momento entraban. Aitor miró a su alrededor y vio que todo el público presente en la sala se había quedado mirándole. Se encogió de hombros y esbozó una ligera sonrisa a modo de pequeña disculpa. En un primer momento pensó en salir detrás de la chica pero desechó enseguida la idea. Todo lo que hiciera en ese momento no iba a hacer sino empeorar las cosas. De todas maneras ya tenía un par de pistas sobre cómo recuperar a Ainhoa y lo que iba a hacer en esos momentos era empezar a dar los pasos para completar su plan. Lo de la chica sería lo último a resolver.
Desde su sillón de mando dio a la palanca para que el tiempo continuara. No tenía mucho tiempo así que tenía que actuar rápido. Sólo necesitaba un poquito de suerte y que una Alianza europea se rompiera. Con eso bastaba para llevar a cabo su plan. Le había costado un poco llegar a atar todos los cabos, pero creía haber llegado a la conclusión correcta. Ahora era el tiempo el que le iba a dar o quitar la razón. Continuó mandando mercaderes a Tago, Ille de France y Andalucía. Necesitaba ingresos para crear un gran ejército, ya que la empresa que tenía por delante iba a ser compleja, muy compleja. En 1604 se alcanzó el nivel militar terrestre 21, sin duda una buena noticia, aunque mejor aún fue la de 1605, cuando el nivel de infraestructura ascendió al número 6. A partir de entonces se podían construir fábricas. Aún no tenía un lugar donde hacerlo pero en un futuro cercano quién sabía…… Francia poco a poco iba recuperando todo lo perdido durante los años más convulsos. Caían Baden y Lorena y Luxemburgo estaba a punto de pasar a formar parte del país galo. Para entonces, todos los ejércitos que estaban destinados a sofocar posibles revueltas en las últimas provincias conquistadas fueron desplazados a otros lugares, ya que el riesgo de sublevación había desparecido. En 1606 se alcanza el nivel naval 16 y Aitor continuaba esperando un pequeño milagro para dar el siguiente paso. Y se dio en Noviembre de 1607.
Aragón volvió a renacer de las cenizas de una revuelta en España. Sólo tenía una provincia, pero suficiente para que de nuevo apareciese en el panorama europeo. Inmediatamente los españoles se lanzaron a la guerra contra los aragoneses pero sus aliados no honraron la Alianza, con lo que España se quedaba sola…… y a merced de Navarra. Un nuevo intento de lograr el monopolio en el COT de Andalucía provocó el embargo comercial para los mercaderes navarros: no se podía comerciar allí pero se había ganado un CB contra España. El 1 de Julio de 1608 Navarra declaraba la guerra a su vecino del Sur, España. Portugal honraba la Alianza con los navarros. Según el plan previamente trazado, cuatro ejércitos se lanzaban al asedio de las provincias limítrofes: Cantabria, Castilla, Toledo y Murcia. Sólo en la capital se encontró resistencia de un pequeño ejército, siendo rápidamente derrotado. La diferencia en tecnología militar terrestre era enorme por lo que las pocas batallas que se fueron sucediendo a lo largo de la guerra eran fácilmente ganadas por las huestes de Aitor. Los portugueses, mientras tanto, se las veían y deseaban para parar los ataques del resto del ejército español. No obstante y tras arduos combates, consiguen finalmente asediar Extremadura. Los gobernantes españoles tratan de reaccionar enviando refuerzos desde las lejanas tierras americanas, donde estaba el grueso del ejército. Pero una gran victoria de la Marina navarra en aguas de Andalucía no permite el desembarco de los soldados por lo que la península queda a merced de los navarros y los portugueses, los cuales se retiran de la contienda poco después de que conquisten Extremadura a cambio de una compensación económica.
España trata de reaccionar asediando Poitou y Limousin, gracias a que tienen acceso militar concedido por Francia. Sin embargo, no se atreven a ir más allá. Aitor prefiere sacrificar esas dos provincias, las cuales son sometidas a continuos saqueos, y continuar con el plan establecido. En Octubre de 1609 cae Castilla, capital del Reino. Un mes después lo hace Cantabria. Prácticamente seguido pasan a ser controladas por Navarra Toledo y Murcia. Esos ejércitos van posteriormente hacia sus nuevos objetivos: Asturias, Granada, Andalucía y León. Esta última cae en apenas unos meses y los soldados que la asedian continúan su camino hacia Extremadura. Poco después se alcanza el nivel 22 de tecnología terrestre. Era ya 1611 cuando caen consecutivamente Asturias y Granada y los soldados navarros se lanzan a por Galicia. La suerte estaba echada y comienzan las negociaciones de paz. España se niega a ceder en un primer momento más de 3 provincias. No obstante y tras la caída de Andalucía no tiene más remedio que ofrecer Cantabria, Asturias, León, Extremadura y Murcia a los navarros. Aitor sopesa los pros y las contras de todo ello y finalmente, el 10 de Enero de 1613 decide aceptar la oferta. El primer paso de su plan había sido ejecutado de manera precisa. Ya tenía la provincia de Cantabria en su poder y con ella su capital, Bilbao. Ahora era cuestión de pacificar en lo posible las nuevas provincias y aplastar a los rebeldes.
Poco después de la paz con España, Aitor realiza una maniobra diplomática magnífica, al conseguir que Aragón entre en la Alianza militar que tenía Navarra con Portugal. La idea era hacer a ese Reino su vasallo. Sin embargo, la primera tentativa realizada en 1618 fracasa, tras un gasto en diversos presentes muy alto. Y con Portugal pasó otro tanto de lo mismo: no quiso rendir vasallaje a sus ya vecinos de Navarra. Es más, incluso osaron a desafiarles al prohibir que en el COT de Tago comerciaran los mercaderes navarros. Sin embargo, Aitor no tomó represalias contra ellos, ya que tenía suficiente con luchar contra las continuas revueltas que se daban sobre todo en Asturias. Era increíble que con el mismo porcentaje que el resto de regiones recién conquistadas, los asturianos aceptaran tan mal la nueva soberanía navarra. En 1620 se alcanza el nivel terrestre 23 y poco después España vuelve a realizar un embargo comercial. Los vecinos del Sur estaban jugando con fuego. En 1621 y a la segunda intentona Aragón se convierte en vasallo de Navarra, lo cual es motivo de satisfacción para Aitor. De esta manera, justo después de este acontecimiento, Navarra se pone por primera vez por delante del resto de países en la clasificación de puntos de victoria. Poco después se intenta de nuevo que Portugal sea vasallo pero vuelve a negarse. Unos meses más tarde se consigue el nivel de infraestructura 7 y el nivel militar terrestre 24. Aitor paró entonces el tiempo y analizó la situación. Hizo un gesto aprobador con la cabeza y preparó el siguiente paso, el más importante: recuperar a Ainhoa. Aprovechó la coyuntura creada en 1627, con un embargo comercial, para dar el golpe definitivo.