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CAPITULO V. El esplendor del Reino de Navarra (1600-1650) I

CAPITULO V. El esplendor del Reino de Navarra (1600-1650) I



Ainhoa miraba cómo se acercaba Aitor y no pudo evitar que un escalofrío le recorriera la espalda. Todavía tenía esa extraña sensación metida en el cuerpo y en su cerebro martilleaban insistentemente las imágenes del sueño que había tenido esa noche. Era todo tan extraño…… ¿Quién era en realidad ese chico?. Trató de sonreír de nuevo, intentando disimular su estado confuso pero sabía que en el fondo no le iba a poder engañar. Toda su suficiencia, su indiferencia ante la suerte de sus súbditos, su frialdad, su retorcida inteligencia y sus malévolos planes se habían esfumado de repente. Y todo por ese maldito joven. La había engañado, claro que sí. Se creía más lista que él y pensaba que con las palabras que le había dicho en lo alto de la muralla iba a conseguir que cayera rendido a sus pies, como muchos otros pobres hombres que no habían podido resistirse a sus falsas promesas de gloria y triunfo. Los utilizaba como podía utilizar un vestido y cuando se cansaba se deshacía de ellos. Pero esa vez había sido diferente. La engañada era ella. Primero porque creyó que en realidad se trataba de un cobarde, indigno de dirigir un país. Y posteriormente cuando vio las actuaciones del joven, llevando a su país hacia cotas hasta ahora inimaginables, sin que ella tuviera capacidad de reaccionar. Había comenzado a trazar un plan diferente, una intriga distinta que la condujera al trono de Francia. Tiempo tendría luego de ajustar cuentas con aquel que había osado desafiarle. Y en ello estaba cuando le llegaron las noticias del ataque navarro y de las conquistas realizadas. Nada menos que cinco provincias que pertenecían por derecho a su país se encontraban ya bajo dominio de sus vecinos del Sur. Y lo peor de todo era que ella había sido incapaz de enterarse de nada. Estaba furiosa, muy furiosa. Debía destruir a aquel viajero como fuera. Había ido demasiado lejos y no creía que fuese difícil poder deshacerse de él. De hecho, se acercaba ya la fecha en que debían volverse a encontrar y para entonces tenía que tener preparado su siguiente paso. Pero la noche antes tuvo un sueño.

“Buenos días, Infanta”. El saludo de Aitor rompió la disquisición de Ainhoa. Se obligó a sonreír, a tratar de ocultar su turbación, a hacer un gran esfuerzo por tratar de sobreponerse a la situación y ser capaz de controlarlo todo pero era en vano. Cuanto más se fijaba en el chico más se acordaba de lo de la noche anterior y además no podía evitarlo. Aitor, que ya se había fijado en el detalle de sus ojos tristes, notó que por primera vez desde que la había encontrado, había desaparecido la firmeza y la seguridad al hablar. Sin duda algo pasaba. “Buenos días, don Aitor. Espero que esté Usted bien”. La chica trataba de ganar segundos para calmarse. “Sí. La verdad es que me encuentro mejor que nunca, sobre todo ahora que estoy en vuestra presencia. Además, creo que os debo un sincero agradecimiento por vuestra ayuda para que hoy Navarra sea el espléndido Reino que veis”. El chico había decidido atacar desde el principio. Si tenía que batallar intelectualmente con ella, mejor que fuera cuanto antes. Quizás de esa manera pudiese sacarle algo de información. Sin embargo, ella calló y le siguió mirando, no de manera desafiante sino más bien confundida. Aitor estaba a punto de romper ese incómodo silencio cuando Ainhoa soltó de sopetón la gran pregunta que hizo que el chico se echara involuntariamente para atrás: “¿Quién sois, Aitor?”.

Ya lo había dicho y se quedó ligeramente aliviada. Ahora hacía falta ver qué contestaba el chico. Había visto en su mirada el desconcierto y a la vez una gran sorpresa. Tenía que saber qué era lo que estaba pasando. Aitor se quedó pasmado y no supo qué responder. Permaneció delante de ella, incapaz de pronunciar palabra. En su interior comenzaba a surgir la esperanza de que quizás Ainhoa empezaba a despertar de su largo letargo. Pero no podía hablar. No le podía contar la verdad. Así estuvieron unos interminables minutos hasta que la chica se atrevió a hablar. “Veréis, Aitor. Últimamente he tenido un extraño sueño en el Vos aparecéis. No. No penséis mal de mí, os lo ruego, no es de ese tipo de sueños. En el sueño estoy con Vos en una ciudad que no conozco pero que tiene extraños edificios muy altos, donde circulan una especie de carruajes pequeños y metálicos pero sin que tiren caballos de ellos. Se nos ve felices, os veo sonreír, paseamos cogidos de la mano…… Después montamos en un carro largo y que va bajo tierra y que nos lleva a un pueblo con un puente, pero diferente a todos lo que he visto jamás. Seguimos andando, siempre juntos, hablando pero no consigo recordar de qué. Llegamos a un largo paseo al borde de una Ría y que acaba en una playa. Al final de esa playa hay un rompeolas de un estilo y un material que no conozco. Todo es nuevo para mí, pero en el sueño no parece que me extrañe nada. Da la impresión de que pertenezco a ese lugar. Y al llegar al rompeolas nos abrazamos y finalmente nos besamos……”. Esto último lo dijo con un hilillo de voz apenas audible, como queriendo que Aitor no se enterara de lo que estaba hablando. Pero el chico sabía muy bien de qué se trataba. Cómo para no recordarlo. Le acababa de narrar lo que sucedió exactamente la primera vez que se besaron. Habían quedado el la parada de Metro de Indautxu, en Bilbao. Ella había llegado cinco minutos tarde, cinco eternos minutos para Aitor. Habían cogido el Metro y se habían ido hasta Plentzia y de allí al rompeolas de Gorliz, donde se dieron ese primer beso. Todo aquello era demasiado extraño. O quizás era la clave para recuperar a Ainhoa.

Aitor cogió las manos de la chica y le dijo: “Ainhoa. Todo está claro. Estás empezando a recordar todo lo que nos ha pasado juntos. Es una señal de que estamos a punto de reencontrarnos. No ha sido un simple sueño. Has revivido una realidad que ya ha sucedido”. La joven apartó bruscamente las manos de las del chico y se echó para atrás. La tristeza de sus ojos había desaparecido para dar paso a un odio profundo. “Apartaos de mí, brujo”, le dijo la chica. “No tratéis de embaucarme con falsas palabras. Seguro que me habéis hechizado. Me tuteáis, me habláis de una relación entre Vos y yo, de besos, de amor entre nosotros cuando no siento por Vos más que desprecio y deseos de no volveros a ver. Creo que habéis olvidado la posición que ocupo. Sigo siendo la Infanta de Francia y vais a pagar muy caro todo este atrevimiento. Ya podéis rezar a vuestro Dios, si lo tenéis y arrepentíos del momento en que os cruzasteis en mi camino. No pienso tener piedad de Vos”. Y recogiéndose la capa, salió corriendo de la habitación arrollando en su carrera a dos personas que justo en ese momento entraban. Aitor miró a su alrededor y vio que todo el público presente en la sala se había quedado mirándole. Se encogió de hombros y esbozó una ligera sonrisa a modo de pequeña disculpa. En un primer momento pensó en salir detrás de la chica pero desechó enseguida la idea. Todo lo que hiciera en ese momento no iba a hacer sino empeorar las cosas. De todas maneras ya tenía un par de pistas sobre cómo recuperar a Ainhoa y lo que iba a hacer en esos momentos era empezar a dar los pasos para completar su plan. Lo de la chica sería lo último a resolver.

Desde su sillón de mando dio a la palanca para que el tiempo continuara. No tenía mucho tiempo así que tenía que actuar rápido. Sólo necesitaba un poquito de suerte y que una Alianza europea se rompiera. Con eso bastaba para llevar a cabo su plan. Le había costado un poco llegar a atar todos los cabos, pero creía haber llegado a la conclusión correcta. Ahora era el tiempo el que le iba a dar o quitar la razón. Continuó mandando mercaderes a Tago, Ille de France y Andalucía. Necesitaba ingresos para crear un gran ejército, ya que la empresa que tenía por delante iba a ser compleja, muy compleja. En 1604 se alcanzó el nivel militar terrestre 21, sin duda una buena noticia, aunque mejor aún fue la de 1605, cuando el nivel de infraestructura ascendió al número 6. A partir de entonces se podían construir fábricas. Aún no tenía un lugar donde hacerlo pero en un futuro cercano quién sabía…… Francia poco a poco iba recuperando todo lo perdido durante los años más convulsos. Caían Baden y Lorena y Luxemburgo estaba a punto de pasar a formar parte del país galo. Para entonces, todos los ejércitos que estaban destinados a sofocar posibles revueltas en las últimas provincias conquistadas fueron desplazados a otros lugares, ya que el riesgo de sublevación había desparecido. En 1606 se alcanza el nivel naval 16 y Aitor continuaba esperando un pequeño milagro para dar el siguiente paso. Y se dio en Noviembre de 1607.

Aragón volvió a renacer de las cenizas de una revuelta en España. Sólo tenía una provincia, pero suficiente para que de nuevo apareciese en el panorama europeo. Inmediatamente los españoles se lanzaron a la guerra contra los aragoneses pero sus aliados no honraron la Alianza, con lo que España se quedaba sola…… y a merced de Navarra. Un nuevo intento de lograr el monopolio en el COT de Andalucía provocó el embargo comercial para los mercaderes navarros: no se podía comerciar allí pero se había ganado un CB contra España. El 1 de Julio de 1608 Navarra declaraba la guerra a su vecino del Sur, España. Portugal honraba la Alianza con los navarros. Según el plan previamente trazado, cuatro ejércitos se lanzaban al asedio de las provincias limítrofes: Cantabria, Castilla, Toledo y Murcia. Sólo en la capital se encontró resistencia de un pequeño ejército, siendo rápidamente derrotado. La diferencia en tecnología militar terrestre era enorme por lo que las pocas batallas que se fueron sucediendo a lo largo de la guerra eran fácilmente ganadas por las huestes de Aitor. Los portugueses, mientras tanto, se las veían y deseaban para parar los ataques del resto del ejército español. No obstante y tras arduos combates, consiguen finalmente asediar Extremadura. Los gobernantes españoles tratan de reaccionar enviando refuerzos desde las lejanas tierras americanas, donde estaba el grueso del ejército. Pero una gran victoria de la Marina navarra en aguas de Andalucía no permite el desembarco de los soldados por lo que la península queda a merced de los navarros y los portugueses, los cuales se retiran de la contienda poco después de que conquisten Extremadura a cambio de una compensación económica.

España trata de reaccionar asediando Poitou y Limousin, gracias a que tienen acceso militar concedido por Francia. Sin embargo, no se atreven a ir más allá. Aitor prefiere sacrificar esas dos provincias, las cuales son sometidas a continuos saqueos, y continuar con el plan establecido. En Octubre de 1609 cae Castilla, capital del Reino. Un mes después lo hace Cantabria. Prácticamente seguido pasan a ser controladas por Navarra Toledo y Murcia. Esos ejércitos van posteriormente hacia sus nuevos objetivos: Asturias, Granada, Andalucía y León. Esta última cae en apenas unos meses y los soldados que la asedian continúan su camino hacia Extremadura. Poco después se alcanza el nivel 22 de tecnología terrestre. Era ya 1611 cuando caen consecutivamente Asturias y Granada y los soldados navarros se lanzan a por Galicia. La suerte estaba echada y comienzan las negociaciones de paz. España se niega a ceder en un primer momento más de 3 provincias. No obstante y tras la caída de Andalucía no tiene más remedio que ofrecer Cantabria, Asturias, León, Extremadura y Murcia a los navarros. Aitor sopesa los pros y las contras de todo ello y finalmente, el 10 de Enero de 1613 decide aceptar la oferta. El primer paso de su plan había sido ejecutado de manera precisa. Ya tenía la provincia de Cantabria en su poder y con ella su capital, Bilbao. Ahora era cuestión de pacificar en lo posible las nuevas provincias y aplastar a los rebeldes.

Poco después de la paz con España, Aitor realiza una maniobra diplomática magnífica, al conseguir que Aragón entre en la Alianza militar que tenía Navarra con Portugal. La idea era hacer a ese Reino su vasallo. Sin embargo, la primera tentativa realizada en 1618 fracasa, tras un gasto en diversos presentes muy alto. Y con Portugal pasó otro tanto de lo mismo: no quiso rendir vasallaje a sus ya vecinos de Navarra. Es más, incluso osaron a desafiarles al prohibir que en el COT de Tago comerciaran los mercaderes navarros. Sin embargo, Aitor no tomó represalias contra ellos, ya que tenía suficiente con luchar contra las continuas revueltas que se daban sobre todo en Asturias. Era increíble que con el mismo porcentaje que el resto de regiones recién conquistadas, los asturianos aceptaran tan mal la nueva soberanía navarra. En 1620 se alcanza el nivel terrestre 23 y poco después España vuelve a realizar un embargo comercial. Los vecinos del Sur estaban jugando con fuego. En 1621 y a la segunda intentona Aragón se convierte en vasallo de Navarra, lo cual es motivo de satisfacción para Aitor. De esta manera, justo después de este acontecimiento, Navarra se pone por primera vez por delante del resto de países en la clasificación de puntos de victoria. Poco después se intenta de nuevo que Portugal sea vasallo pero vuelve a negarse. Unos meses más tarde se consigue el nivel de infraestructura 7 y el nivel militar terrestre 24. Aitor paró entonces el tiempo y analizó la situación. Hizo un gesto aprobador con la cabeza y preparó el siguiente paso, el más importante: recuperar a Ainhoa. Aprovechó la coyuntura creada en 1627, con un embargo comercial, para dar el golpe definitivo.
 
Esto ya está mejor, un poco de caña a los gallitos (cómo mola que vapuleen a España, Francia e Inglaterra, no puedo evitar un escalofrío), no a los pobres indios.

ánimo y sin tregua a por ellos, a unificar la península:D

Agur
 
Originally posted by Sir Duncan
Esto ya está mejor, un poco de caña a los gallitos (cómo mola que vapuleen a España, Francia e Inglaterra, no puedo evitar un escalofrío), no a los pobres indios.

ánimo y sin tregua a por ellos, a unificar la península:D

Agur

Je, je, je, pues espero un poco que todavía no has visto nada....:D
 
Jó, yo que he venido a trabajar y lo primero que he visto es que no habías actualizado tu AAR... Con las ganas que tenía yo de seguir leyendo lo de ayer...

Moleman.
 
CAPITULO V. El esplendor del Reino de Navarra (1600-1650) II

Protegidos por las sombras de la noche, Aitor e Ibai caminaban sigilosamente por las calles de Pamplona, despacio y siempre alerta. Paraban unos instantes en cada esquina, vigilando que nadie les siguiera ni les localizara. Su objetivo se encontraba ya cerca y el corazón de Aitor se aceleró más aún. Se sabían ya el camino de memoria de tanto recorrerlo durante los días anteriores. Habían planeado todos y cada uno de los pasos a dar durante esa noche. Tenía que ser todo perfecto ya que de lo contrario se encontrarían en un grave peligro, el que se deriva de intentar secuestrar a la Infanta de Francia.

Llegaron a la valla del pequeño palacio de la calle Navarrería. Detrás de la verja de entrada había dos guardias que medio dormitaban, totalmente desconocedores del peligro que acechaba al lugar que custodiaban. Ibai sacó una cuerda de la bolsa que llevaba colgada del hombro y con gran pericia lanzó el gancho a ella atado, el cual quedó sujeto a la valla de piedra. Tiró de la cuerda un par de veces con fuerza para asegurarse de que el gancho estaba bien sujeto e hizo una señal a Aitor, el cual respiró hondo y comenzó a trepar por la cuerda. Cuando llegó arriba y se volvió para mirar a Ibai, comprobó que la altura era considerable. Si todo salía bien, tendría que volver por allí con Ainhoa cargada a su espalda, lo cual iba a ser difícil, muy difícil. Desde lo alto del muro miró hacia el camino que conducía a la entrada de la casa y lo vio despejado, lo cual le alivió un poco. Cogió la escala del pequeño saco que llevaba a su espalda y la desplegó, asegurándola a la cuerda que acababa de utilizar para subir. Bajó despacio, atento a cada sonido para tratar de estar prevenido. Llegó al suelo del jardín y se quedó agachado unos instantes, jadeante y con los nervios a flor de piel. Tenía el camino libre.

Empezó a correr por el sendero que conducía a la casa tratando de no hacer ruido. Las baldosas que cubrían el camino ayudaban en gran manera a que sus movimientos fueran sigilosos. Llegó a la puerta del gran palacio y se detuvo unos segundos admirando la belleza de las inscripciones del pórtico. Acto seguido se dirigió hacia las enredaderas que crecían en la pared principal de la casa. Era la escalera perfecta para ayudarle a ascender a la habitación donde dormía plácidamente Ainhoa, la Infanta de Francia. Se aferró al primer tallo y comenzó a ascender lentamente, asegurando cada paso. No era cuestión ahora que estaba tan cerca de lograr entrar en el cuarto de su chica de que todo se fuera al traste. Una vez hubo llegado a la altura del balcón de la habitación de la joven, puso una mano en la barandilla del mismo. Con un ligero balanceo intentó poner la otra mano pero se le resbaló y estuvo a punto de perder el equilibrio. En el último momento pudo agarrarse con las dos manos a la cornisa del balcón. Realizando un esfuerzo supremo fue capaz de subir hasta que pudo saltar por encima de la barandilla y ponerse de pies en el balcón, aunque inmediatamente cayó de rodillas, sudando y temblando. Había faltado muy poco para que se precipitara al jardín y aunque la altura no era excesiva, las consecuencias de esa caída podían haber sido muy graves. Pasados unos instantes se incorporó y se dirigió a la puerta de la habitación de la chica que daba al balcón. Con la daga que llevaba en el cinto forzó la cerradura y entró. Dio unos pasos con cuidado, por si había algún objeto con el que pudiera chocar y con el ruido despertar a Ainhoa y se acercó a la cama. La estampa de la chica durmiendo acurrucada en la gran cama que ocupaba hizo que se emocionara. Estaba tan bella…… Tumbada de costado, como siempre, con el pelo cubriéndole la cara, hecha un ovillo. Le dio incluso lástima el tener que hacer lo que iba a suceder a continuación. Sin embargo, ese pequeño ensimismamiento fue un gran error. Se llevó la mano a la espada para sacar la botella con el líquido somnífero pero en lugar de estar atento a sus actos, seguía mirando a la chica y ocurrió lo lógico en ese caso. La botella se le cayó de las manos y se estrelló con gran estrépito contra el suelo, rompiéndose en mil pedazos. Aitor se agachó rápidamente y empapó su pañuelo en líquido, pero sin saber si iba a ser suficiente para dormir a Ainhoa. Justo cuando se levantó se encendió un pequeño candil. Una vez estuvo de pie, vio a Ainhoa incorporada y con la pequeña lámpara en la mano. Le habían descubierto.

“Vos aquí, ¿qué es lo que….?”. Ainhoa no pudo decir más. Aitor se había abalanzado sobre ella, tratando de poner el pañuelo en la boca de la chica. En el forcejeo, el candil salió disparado haciéndose añicos contra las cortinas de la puerta del balcón, iniciándose poco después un incendio. Todo se estaba torciendo. La vía de escape estaba cortada. El chico tenía pensado amarrar fuertemente a la chica a su cuerpo y volver por donde había venido pero ahora iba a ser imposible. Ainhoa luchaba con fuerza inusitada para tratar de evitar que el joven consiguiera narcotizarla. Aitor, sacando fuerzas de flaqueza, consiguió inmovilizar en cierta medida a la chica con una mano mientras con la otra colocaba el paño en su nariz y su boca. Con los ojos destilando odio y miedo a partes iguales, lo último que la chica oyó fue a Aitor decir: “Ainhoa, lo siento, pero es por tu bien. Tienes que venir conmigo para que pueda salvarte”. Y se durmió.

El chico no tuvo ni tiempo de atar a Ainhoa a su espalda. Simplemente la cogió y se la colocó suavemente a su espalda, tratando de que no sufriera ningún daño. El incendio comenzaba a extenderse por toda la habitación y Aitor tuvo el tiempo justo para abrir la puerta de la habitación y salir al pasillo antes de que el fuego cortase esa última salida. Echó a correr por el largo pasillo buscando las escaleras que le condujeran al piso de abajo. Sin embargo, lo que se encontró fue una pared y tuvo que dar rápidamente la vuelta, sujetando siempre a Ainhoa con una mano, e ir en dirección contraria a toda velocidad. Estaba perdiendo unos segundos preciosos. En cuestión de pocos minutos, todos los habitantes del palacio estarían tratando de escapar del incendio, presos del pánico. Justo cuando llegó a las escaleras se encontró con un guardia, el cual se dirigía somnoliento hacia la habitación de la chica. No pudo evitar un gesto de sorpresa al ver al extraño que cargaba con la Infanta. Pero Aitor fue más rápido y descargó un puñetazo en el rostro del soldado que hizo que se tambaleara y cayera finalmente. El chico se quedó mirando unos instantes el cuerpo del hombre caído en el suelo, incrédulo ante la fuerza con la que le había golpeado. Sin embargo, no se detuvo demasiado allí ya que de una de las habitaciones surgió un grito de terror que provocó que Aitor bajara aún más rápido las escaleras que le conducían la piso más bajo. Todo el mundo sabía ya lo que ocurría. Alcanzó la puerta de salida y trató de abrirla pero no pudo. No iba a ser tan fácil, claro. La suerte hacía rato que le había abandonado. Miró rápidamente a su alrededor y vio una ventana junto a la puerta. Depositó a Ainhoa suavemente en el suelo y cogiendo una silla, la lanzó contra los cristales de esa ventana, rompiéndolos y abriendo una vía de escape. Recogió a la chica y haciendo caso omiso de los gritos que circulaban por toda la casa, salió corriendo en busca de la valla, donde le esperaba la escala….. O al menos eso creía. Con la confusión del momento, no se dio cuenta de que esa era la puerta de atrás de la casa y de que corría justo en la dirección contraria.

Al llegar al lugar donde se suponía que había dejado todo preparado para la huída, comprobó que allí no había nada. No podía ser. Tan cerca del final y ahora eso. ¿Qué pasaba?. Trató de buscar algún resquicio pero no fue capaz de encontrar ningún lugar por el que trepar por la pared. El único sitio que quedaba era la puerta y estaba custodiada por dos guardias. Aquello se estaba complicando y mucho. Fue hasta la verja de entrada y vio con alivio que los soldados ya no estaban vigilando. Probablemente estarían ya en la casa, alertados por el griterío de la gente que trataba de escapar del incendio. Comenzó a manipular los cierres de la puerta pero tenía más cerrojos de los que creía. Tardó unos minutos, una eternidad para él, en abrir la gran puerta de hierro y justo cuando se disponía a salir y a celebrar su triunfo, oyó una voz detrás de él que le instaba a parar. Al girarse vio cómo los dos guardias de la puerta se dirigían hacia él blandiendo dos lanzas y a toda velocidad. Estaba perdido. Era imposible escapar cargando con Ainhoa a su espalda y tenía muy claro que no iba a dejarla allí. Cuando los dos soldados estaban bastante cerca, con el rabillo del ojo vio una figura que aparecía detrás de él y casi seguido se oyeron dos detonaciones. A continuación los dos guardianes frenaban su carrera primero y se desplomaban posteriormente, muertos. Aitor no necesitó pensar demasiado para comprender que Ibai había surgido de la nada en el momento más oportuno para ayudarle. “Vamos. No te quedes ahí. Corre”, le dijo el monje, con dos pistolas aún humeantes en sus manos. Y el chico obedeció y le siguió rápidamente por la calles de Pamplona, dejando atrás un palacio en llamas y llevando consigo su tesoro más preciado: Ainhoa.
 
Este último post, aunque no contiene datos de la partida, considero que es clave para los acontecimientos posteriores, por lo que lo he puesto aparte. Ya sé que es corto, pero bueno, no tengo mucho tiempo. De todas formas, ya estoy escribiendo el siguiente capítulo. Sigan en sintonía...;)
 
CAPITULO V. El esplendor del Reino de Navarra (1600-1650) III

Abrió los ojos y no fue capaz de distinguir nada, veía todo borroso. Sintió una punzonada de dolor en la cabeza y trató de llevarse la mano a la frente, pero le fue imposible, ya que estaba atada al sillón donde estaba sentada. Con la mente aún embotada por el efecto de la droga, intentó ordenar todos sus últimos recuerdos y entonces empezó a ver todo claro: Aitor había entrado en su habitación, había luchado con él, se produjo un incendio y luego le puso un pañuelo en la boca y la nariz. Comenzó a tener mucho sueño pero antes de dormirse definitivamente, el chico le dijo unas palabras que aún en el estado en el que se encontraba, resonaban con fuerza en su mente. Dejó que pasaran unos instantes antes de volver a intentar abrir los ojos. Tenía que concentrarse y recuperar todos sus sentidos, pues no en vano era obvio que estaba secuestrada. Tenía que intentar salir de esa situación como fuera. Oyó dos voces que enseguida identificó: eran Aitor y el viejo monje, cómo se llamaba……Ah. Sí. Ibai. Estaban manteniendo una conversación de la que apenas se enteraba la chica. Hablaban de disparos, de muertos, de defensa propia. Definitivamente todo era demasiado extraño.

“Sí. Lo hice para defenderte, Aitor. Si no llego a disparar es probable que no lo hubieses contado”. Ibai trataba de justificar su actuación a las puertas de la casa de la Infanta de Francia. Pero no lo hacía para tratar de convencer a Aitor, el cual estaba muy agradecido a lo que el monje había hecho por él, sino para autoconvencerse de que su acción había sido correcta. Injustificable moralmente para un hombre de paz como era él pero necesaria para que la misión de su protegido llegara a buen fin. Y no era la primera vez que lo hacía. A lo largo de sus múltiples viajes por aquel Mundo paralelo se había visto en situaciones similares y había sido una cuestión de pelear por su vida. La diferencia de su actuación en Pamplona en esta ocasión era el que lo había hecho para defender a Aitor.

“No le des más vueltas. Lo hiciste para salvarme, bueno, salvarnos y ya está. Lo importante es que sigamos adelante con la misión y la llevemos a buen puerto”. Aitor trataba de zanjar el asunto lo antes posible. Bastantes problemas tenían ya como para ahora entrar en un debate estéril sobre si Ibai había hecho bien mal. No había vuelta atrás y ahora había que mirar hacia delante.

“Vaya con los dos secuestradores que me han tocado en suerte”. Ainhoa se había espabilado totalmente y tenía ganas de pelea. “Se debaten sobre si es lícito o no matar a un par de simples soldados. Jamás llegaréis a nada. Ninguno de los dos”.

“Bien”, pensó Aitor. “Lo que faltaba. Ahora vamos a tener debate para largo. Seguro que la Infanta va a tratar de desquiciarnos y es lo que menos necesitamos ahora mismo”. Se volvió hacia ella y le fijo: “Os pido que os mantengáis en silencio y no nos obliguéis a tener que haceros callar. La situación de Navarra es complicada y me gustaría que no resultarais una carga demasiado pesada”. Aitor trataba de asustar a la chica pero sabía que iba a ser en vano. Sólo con mirarla sabía que la situación le iba como anillo al dedo. Estaba acostumbrada a aquel tipo de presión. Pero lo que ella no sabía era que estaba preparado y además de qué modo, para responder a los franceses.

Ainhoa tardó unos segundos en contestar pero lo hizo según su estilo habitual: “Me imagino que no se os habrá pasado por la cabeza durante un solo segundo que vais a salir triunfantes de este embrollo en el que os habéis metido. Como podéis imaginar a estas alturas todo el mundo en Francia me estará buscando y se estará preparando para castigar al país que ha osado atacar la residencia de la Infanta de Francia. Dentro de poco no va a quedar de Pamplona ni los cimientos”. Lo dijo con los ojos destilando odio y orgullo por partes iguales. Sí. Aquellos pobres hombres no sabían dónde se habían metido. Lo iban a pagar muy caro. Puede que incluso con sus vidas. Sin embargo, Aitor se giró y volvió al mapa mientras Ibai salía de la habitación, haciendo caso omiso a las amenazas de la sorprendida chica. Eso era imposible. Ni siquiera le habían contestado. ¿Qué estaba pasando?.

Ibai regresó unos minutos después, trayendo un papel en la mano y al mostrárselo a Aitor, éste sonrió. Era lo que estaban esperando. Francia no sólo exigía la liberación inmediata de la Infanta de Francia, sino que prohibía una vez más a los mercaderes navarros negociar en su COT de Ille de France y como compensación reclamaba las cinco provincias que por historia, según los franceses, les pertenecían. Aitor, tras leer detenidamente el documento, se giró una vez más hacia Ainhoa y le sonrió. La suerte estaba echada. Navarra, el 10 de Junio de 1627, declaraba la guerra a Francia ante la atónita mirada de su Infanta.

Los ejércitos se movieron con precisión casi matemática, ocupando rápidamente Guyenne y Gascoigne y empezando su asedio. Apenas hubo batallas, ya que el grueso del ejército francés se batía en la frontera con Austria. Mientras los franceses se desangraban en las provincias de Bern, Lorraine o Piamonte, los navarros conquistaban las dos provincias asediadas y se lanzaban hacia Berri y Cevennes. La idea de Aitor era hacer una guerra rápida para conseguir un par de provincias y sobre todo, demostrar a los franceses de que tenían que empezar a temer a Navarra. Berri cayó en apenas 6 meses y ese ejército se dirigió hacia Orleáns. Francia cedió una paz honrosa con Austria para tratar de parar la escabechina que le estaba haciendo el ejército navarro pero Aitor reaccionó con rapidez y consiguió que justo antes de que un gran ejército francés levantara el sitio de Orleáns los dirigentes galos cedieran Guyenne y Berri a Navarra. El objetivo estaba logrado: En tan sólo dos años de guerra, Navarra había reforzado su hegemonía en el Sur de Europa y tanto Francia como España miraban a su vecino con rencor pero sobre todo temor.

Y una buena prueba de esto era la actitud de Ainhoa, la cual había enmudecido al ver la magistral maniobra de Aitor. Su país no sólo no recuperaba provincias sino que perdía dos más a manos de las huestes de aquel chico al que odiaba con toda su alma. No conseguía creer lo que estaba sucediendo. Todo su mundo se venia abajo. Había empezado con la conversación en la torre y la jugada que le había hecho Aitor. Luego estaba lo del sueño, su secuestro, las palabras del chico…… Trataba de encontrar alguna lógica a lo que pasaba pero nada parecía tener conexión. Y lo peor era que a pesar de odiar a Aitor con toda su alma, se estaba empezando a enamorar de él. Contradictorio, muy contradictorio, pero real.

El chico, ajeno a los pensamientos de ella, continuaba rigiendo los destinos del Viejo Reyno. En 1630 se alcanzaba el nivel naval 17. Mientras tanto, Navarra continuaba copando los COTs cercanos. Ya nadie se atrevía a embargar a sus mercaderes, por lo que pudiera pasar. En 1635 el nivel comercial llegaba al nivel 9, liderando con gran diferencia la clasificación en este aspecto. En 1636 se lograba el nivel 25 de tecnología terrestre. Los años van pasando con relativa tranquilidad, sólo rota por esporádicas rebeliones en los territorios recién conquistados, las cuales son rápidamente sofocadas. Mientras tanto, se sigue con la lucha comercial en los COTs de Ille de France, Tago y sobre todo Andalucía. Aitor comenzó a sopesar la posibilidad de conseguir este último COT y trazó un plan para conseguirlo. En 1642 se alcanzaba el nivel 26 terrestre y poco después, en cuanto habían pasado los 30 años de rigor desde la conquista de las primeras provincias españolas, Navarra volvía a declarar la guerra a España.

El paseo militar fue total. Se empezó a asediar Andalucía, Castilla y Granada tras arrasar al ejército español. La diferencia de tecnología era tremenda y las bajas del ejército enemigo se multiplicaban en cada combate. El objetivo era claro: El COT de Andalucía. Esta provincia era conquistada en pocos meses y cuando se empezaba a asediar Toledo y su mina de oro, ocurrió lo inesperado: el Gobierno de España cayó y con ello, pasó a Navarra Andalucía y su rico COT. Se había logrado lo que Aitor quería, aunque fuera de una manera un tanto extraña. A partir de ese momento, todos los esfuerzos del chico se centraron en expulsar a todos los mercaderes del Centro de Comercio para obtener pingües beneficios que engrosaran las arcas navarras. Sólo faltaba un pequeño paso para ser el primero en 1650 y se dio un par de años antes. En Diciembre de 1648, Aragón aceptaba la oferta de anexión y se convertía en una nueva provincia navarra. El primer puesto era de Aitor.


El viaje había sido largo y agotador. No en vano, había tardado dos días en llegar a Bilbao desde Pamplona. El coche alquilado había ido todo lo deprisa que el camino permitía pero habían tenido que pasar la noche en la posada de Orduña. Sin embargo, Ainhoa se había comportado bastante bien. Quizás era debido al estado de abatimiento en que se encontraba al ver que había perdido o puede que se había rendido definitivamente, pero lo cierto es que no había causado problemas a Aitor en todo el viaje. Tampoco se habían cruzado demasiadas palabras. Las justas de cortesía y nada más. El chico tampoco quería agobiarla. Sabía que había llegado el momento de recuperarla y no era cuestión de estropearlo todo ahora. En Bilbao reposaron otra noche antes de salir hacia su destino definitivo. El choque que le producía a Aitor el ver su ciudad y los pueblos colindantes en esa época fue bastante fuerte. No se podía creer que estaba allí. Cogieron dos caballos en Deusto y siguiendo toda la costa casi al galope se dirigieron a Gorliz. Aitor lo tenía bastante claro: tenía que hacer realidad el sueño de Ainhoa, el recuerdo de ese primer beso. Sin embargo, la imagen que vieron no tenía nada que ver con lo que había descrito la chica. Un inmenso pinar moría en una playa donde las olas rompían con furia, estrellándose tanto contra la arena como contra las rocas del monte que se erguía en un costado. El paisaje era de una gran belleza, salvaje y terrible, confuso, revuelto. Los dos jóvenes se quedaron extasiados observando durante unos minutos aquel espectáculo, hasta que Aitor desmontó y ayudó a Ainhoa a hacer lo propio. Caminaron unos metros hacia la playa y el chico miraba constantemente a ella para tratar de vislumbrar un gesto que le diera una pista de cómo se sentía. Y aunque costó unos minutos, finalmente Ainhoa pareció reaccionar.


“Es la playa de mi sueño, ¿verdad?. Faltan algunas edificaciones y el rompeolas, pero el paisaje, la forma de la playa, lo que se ve enfrente….. Todo coincide. Así que este lugar existe”. Esto último lo dijo con un hilillo de voz, tratando de evitar que el chico se diera cuenta de la lucha que se había entablado en su interior, entre sus sentimientos encontrados. “Sí, Ainhoa”, respondió Aitor. “Estamos en la playa de Gorliz. Falta, como bien has dicho, la carretera, el paseo, el Sanatorio, el rompeolas….. Pero el resto es el mismo lugar, nuestro lugar, trescientos años antes de que ocurriera tu sueño. No me mires así, es cierto”. La chica terminó rindiéndose. Eran demasiadas coincidencias, demasiadas casualidades. En realidad, todo cuadraba. Además, tenía que llegar al final de todo aquello, no podía quedarse con esa duda que le consumía, así que decidió seguir a Aitor, el cual caminaba ya unos metros por delante de ella, esquivando rocas y tratando de llegar a algún sitio que la chica trataba de adivinar. Finalmente, se paró encima de una gran roca, muy cerca de donde rompían las olas. El viento le llevó unas cuantas gotas de agua y salitre y el olor inconfundible a mar. Respiró profundamente y se encontró de repente en casa. Era como si ya hubiera vuelto. Se giró y vio a Ainhoa peleando con las piedras para tratar de alcanzarlo. Una sonrisa involuntaria se pintó en su cara al ver el esfuerzo que la chica estaba haciendo por mantener el equilibrio. Definitivamente, la moda de ese siglo no le gustaba demasiado.

Llegó casi agotada a la gran roca sobre la que se había subido Aitor. El tratar de aclarar todo aquello le estaba costando mucho sudor y casi hasta lágrimas. Paró unos instantes para tomar aire y de paso pensar, aunque fuera brevemente, en lo que estaba haciendo. No tenía mucho sentido, era cierto, pero no le quedaban más salidas. Había ido demasiado lejos como para ahora echar marcha atrás. Sólo le quedaban un par de pasos para alcanzar al chico y al dar el primero, resbaló al pisar el verdín que cubría uno de los lados de la piedra. Notó cómo su cuerpo se iba hacia atrás y pensó por un instante en las consecuencias que un golpe en ese terreno podría tener. Pero entonces sintió una mano que la agarraba por el brazo y la empujaba hacia delante. Había faltado poco, muy poco.

Aitor asió con fuerza a Ainhoa y la atrajo hacia él. Por un instante se había temido lo peor, pero había conseguido reaccionar rápido. El cuerpo de la chica chocó con el suyo debido a la fuerza del tirón, lo que hizo que se estremeciera ligeramente. Ella se abrazó a él, con su cara pegada a su pecho y jadeando. El susto había sido enorme. Muy despacio, pasó sus brazos por detrás de la espalda de la chica y la abrazó también, temiéndose que ella reaccionara de mala manera, pero Ainhoa no hizo ninguna mención de tratar de apartarse. Estuvieron abrazados largo tiempo, sumidos cada uno en sus propios pensamientos pero sin moverse. Ella podía oír los latidos del corazón del chico, rápidos, veloces y acompasados. El, por su parte, se embriagaba con el perfume de su pelo, ese olor a Ainhoa que tanto le gustaba. Sí. Había vuelto a casa. Sólo faltaba un pequeño gran paso, así que a pesar del dolor que le supuso romper aquella idílica situación, cogió a la chica de los hombros y la separó ligeramente. Ella sabía lo que quería el chico y no se resistió. Es más. Estaba deseando que lo hiciera. Y Aitor besó a Ainhoa. Fue un beso largo, cálido, donde se concentraron todas las emociones y frustraciones pasadas durante aquel extraño viaje. Cuando se separaron, con las mejillas encendidas, parecía que todo lo que les rodeaba había desaparecido y que estaban sólo ellos dos. Ainhoa sonrió y dijo: “Aitor, ¿dónde estamos?. ¿Qué ha pasado?”. El chico pegó un pequeño brinco. Lo había conseguido. Ella había vuelto. “Tengo muchas cosas que contarte. Verás. El anillo que cogiste…..” Pero no pudo acabar la frase. Notó que a la chica le empezaban a fallar las piernas y tuvo casi que abalanzarse sobre ella para evitar que cayera al suelo. La recogió entre sus brazos y apenas en un suspiro, justo antes de desmayarse, la chica consiguió susurrar: “Me alegro de haber vuelto”. Y finalmente, perdió el conocimiento.
 
Bueno. Me ha costado casi tres semanas pero por fin he conseguido actualizar el AAR. Espero que aún os acordéis de qué iba el tema. Aunque por la pinta, casi es más emocionante lo que pasa con la parejita....:D :D
 
Un poco de estopa a los franceses no hace daño, esto ya está mejor.
Una reflexión respecto a las caidas de gobierno de los paises con los que estás en guerra. Aún consiguiendo más ventaja de esta manera, no es una especie de Coitus Interruptus que te deja insatisfecho? A mí me pasó con Aragón. Ataqué Castilla sobre 1475 y pronto la arrasé entera. Yo no quería más que Andalucía, Toledo, Granada y todas las provincias del norte :)D) pero los muy perros se negaban (y su estabilidad caía, porque las paces ofrecidas eran altamente ventajosas). El gobierno castellano cayó al fin y me quedé con todo menos Madrid. Pero yo no quería eso, joe (ni mi Bad Boy tampoco)

Bueno, pues animo y a ver si repartimos un poco a los franceses (aprovecha que Navarra tienen cultura francesa), que se lo merecen.

Agur
 
Originally posted by Sir Duncan
Un poco de estopa a los franceses no hace daño, esto ya está mejor.
Una reflexión respecto a las caidas de gobierno de los paises con los que estás en guerra. Aún consiguiendo más ventaja de esta manera, no es una especie de Coitus Interruptus que te deja insatisfecho? A mí me pasó con Aragón. Ataqué Castilla sobre 1475 y pronto la arrasé entera. Yo no quería más que Andalucía, Toledo, Granada y todas las provincias del norte :)D) pero los muy perros se negaban (y su estabilidad caía, porque las paces ofrecidas eran altamente ventajosas). El gobierno castellano cayó al fin y me quedé con todo menos Madrid. Pero yo no quería eso, joe (ni mi Bad Boy tampoco)

Bueno, pues animo y a ver si repartimos un poco a los franceses (aprovecha que Navarra tienen cultura francesa), que se lo merecen.

Agur

Lo de la caída del Gobierno fue si querer provocarla (esta vez, al menos...:D :D ) y me quedé con las ganas de quitarle más provincias. Pero bueno, salió así y me quedé con el COT, que era lo principal. Ahora a ver si recopilo el resto de datos y termino el AAR, que se está eternizando.
 
Después de dos meses sin actualización de este AAR, durante las vacaciones he podido escribir un poco más y espero poder subirlo mañana mismo. A ver si en un par de semanas he acabado todo, que ya me vale....
 
Capítulo VI. La hegemonía en Europa Occidental (1650-1700) I

“Maldita sea. ¿Qué ha fallado?. Estaba primero y he cumplido con todas las premisas que en principio hacían falta....”. Aitor andaba a largas zancadas por su cuarto de mando incapaz de sosegarse. En uno de los sillones yacía Ainhoa desmayada y sin visos de recuperar el conocimiento. Junto a ella y también sentado, Ibai miraba al joven pensativo y en cierta medida incrédulo. Tenía que haber una explicación a aquello, sí, pero, ¿cuál era?. Presa de un súbito pensamiento, el anciano se levantó y se dirigió raudo hacia el mapa. Y efectivamente, la respuesta estaba allí, clara y diáfana. Sólo tuvo que ir a la clasificación por puntos y comprobarlo: los austriacos le habían arrebatado a Navarra el primer puesto en puntos en el último instante. Se habían anexionado Bohemia justo con el cambio de 1649 a 1650, en el momento en que Aitor llevaba a Ainhoa a Gorliz y trataba de recuperarla. Austria, mediante un estratagema diplomático había conseguido volver a ser el primero.

No fue fácil explicárselo a Aitor. Ibai trató de buscar las palabras más exactas y a la vez tranquilizadoras que pudo ya que no quería alterar el ya de por sí estado de excitación en el que se encontraba el joven. “Tengo que reconocer que jamás había visto algo así”, le dijo. “Pero ha sucedido. Realmente has tenido mala suerte. Todo el esfuerzo que se ha hecho para llegar hasta aquí se ha truncado en el último segundo......”. El monje tampoco lo podía creer que ese golpe de mala fortuna tan repentino hubiese sucedido. Aitor había conseguido una serie de metas que eran casi imposibles de imaginar para un novato en este tipo de misiones. Sin embargo, este golpe adverso del azar les había devuelto a todos a la más cruda de las realidades.

“¿Podrá despertar?.” Aitor buscaba angustiado una respuesta que lamentablemente Ibai no tenía. “Haré todo lo que sea necesario para recuperarla de nuevo. Dime algo, alguna pista, qué más tengo que hacer para que Ainhoa despierte”. El monje miró durante largo tiempo al joven sin pronunciar palabra alguna, buscando algo que pudiera consolarle tanto a Aitor como a él mismo, pero sabía que iba a ser en vano. Escudriñó hasta el último lugar de su mente para tratar de encontrar algo que les sirviera pero sus esfuerzos fueron baldíos. Lo más que consiguió decir fue: “ No sé, Aitor. No tengo ni idea de como podemos salir de esta situación. De todas formas, tienes aún un Reino que dirigir. Sigue adelante con tu misión y quizás mientras tanto demos con una solución a este terrible problema”. Sin embargo, el joven se quedó quieto, sin mover un sólo músculo. Meditó durante unos instantes lo siguiente que iba a decir, aún a sabiendas de que no le iba a gustar nada a Ibai. por fin, habló: “Ainhoa está ahí, desvanecida, somos incapaces de hacerle recobrar el conocimiento y tu solo te preocupas por la maldita misión... Creía que realmente eras alguien con una sensibilidad especial pero veo que no eres diferente a todos esos señores de la guerra que manejan sus países a su antojo sin más meta que su propia gloria personal. En el fondo me das pena. Aléjate de mí y de Ainhoa. Déjanos en paz!!”. Lo soltó así, de sopetón y desde la rabia que le consumía por ser incapaz de poder recuperar a su chica.

Ibai asintió ligeramente y salió despacio de la sala. Le habían dolido las palabras que le había dirigido Aitor, aún a sabiendas que se las había dicho presa de una desesperación total y angustiosa y que no las sentía realmente en su interior. Creía que el joven estaba siendo injusto con él. Su intención era la de animarle a seguir adelante, a no estancarse pero Aitor no lo había entendido. Cerró la puerta tras de sí y exhaló un suspiro, confiando en que el tiempo se encargara de reconducir la situación.

Aitor levantó a Ainhoa del sillón y la sostuvo unos instantes en sus brazos. La miró y se sentó en el lugar que la joven ocupaba instantes antes cargando con ella en su regazo. Le acarició la cara lentamente, sin poder ni querer evitar que una lágrima rodara por su mejilla hasta su mentón y que de ahí saltara a la cara de la chica. En un gesto de ira miró al maldito mapa, como si la fuente de todos sus males se encontrara allí y tras unos instantes de ofuscación se dio cuenta de que algunos ejércitos se movían en Europa. Muy despacio, so sí, pero se movían. ¿Cómo era eso posible?. Tras pensar unos segundos se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Al ir Ibai al mapa para confirmar sus sospechas sobre la clasificación por puntos, había dejado correr el tiempo al nivel más lento y así poder comprobar la fatal noticia. Y posteriormente, se le había olvidado volver a pararlo. Volvió a mirar a Ainhoa por enésima vez y suspiró. Quizás en el fondo todo aquello era una señal e Ibai tenía razón: Quizás lo mejor era continuar.

Para cuando Aitor se reincorporó a su puesto ya era Octubre de 1650. Justo en esos momentos, Navarra alcanzaba el nivel de infraestructura 8. No reportaba mayores beneficios que un aumento de un 5 % en el coeficiente de producción, pero a esas alturas y con el gran desarrollo económico que tenía el Reino, era un considerable aumento de ingresos para las arcas navarras. El chico se centró en conseguir el monopolio total en el COT navarro de Andalucía, mandando continuamente mercaderes allí y tratando de expulsar a los del resto de países, empresa que se tornaba harto difícil por la cantidad de reinos que sobrevivían aun en esa época. Buscando la eficacia militar terrestre, en Febrero de 1651 se abrí una armería en Aragón. Navarra iba muy por delante del resto de países en esta tecnología, lo cual le permitía tener el ejército más moderno y a la vez más temido de Europa y a no tardar mucho iba a tener una buena oportunidad de demostrarlo. Mientras tanto, el monopolio en Andalucía se iba consolidando y los niveles militares aumentaban. El naval llegaba a 18 en 1652 y el terrestre a 27 en 1653. Poco después se revoca el acuerdo comercial con Lenape, el cual se había firmado sin que Aitor, dado su estado de ofuscación, se diera cuenta y en u momento en el que se le agolparon un montón de mensajes. Tal fue el enfado del joven al ver este fallo que declaró inmediatamente la guerra a los indios. Fue una guerra larga y mal realizada desde el punto de vista estratégico. En lugar de realizar asaltos, las tropas navarras se dedicaron a asediar durante largo tiempo las plazas de los Lenape, asedios que eran levantados de vez en cuando por grandes masas de indios que se resistían a quedar anexionados bajo el yugo del viejo Reyno. Esta extensión en el tiempo de la guerra y el costo cada vez mayor de recuperar la estabilidad provocó que las revueltas comenzaran a extenderse por todo el territorio navarro. En vista de la situación y como mal menor, Aitor optó por firmar una paz lejos del objetivo marcado aunque ganando la rica provincia de Roanoke y una buena cantidad de dinero, así como una valiosa lección: en tierra de paganos lo mejor era realizar guerras rápidas y conquistas de provincias mediante asaltos. Esta paz llegó a finales de 1660. Aitor aceleró el tiempo al máximo, tratando de alcanzar el año 1700 cuanto antes y quizás así poder recuperar a Ainhoa. Si a la primera no había resultado igual a la segunda si podía ver cumplido su sueño. sin embargo, una vez más fue el azar el encargado de retorcer el destino de los jóvenes.

Navarra seguí incrementando sus niveles tecnológicos militares. En 1663 se alcanzaba el nivel naval 19. En 1664, el nivel comercial llegaba al tope, al 10, por lo que toda la inversión en este campo se dedicó a terminar con la infraestructura. A primeros de 1665, la terrestre llegaba al nivel 28. Poco después, Portugal se negaba a rendir vasallaje a Navarra, lo cual disgustó en cierta medida a Aitor pero no podía hacer nada al respecto. El nivel naval 20 se logró en 1669. Para entonces, el COT de Andalucía era de uso exclusivo para los mercaderes navarros, los cuales empezaban ya a copar también el COT vecino de Ille de France y esto era un doble juego: por un lado se lograban ingresos y por otro lado se preparaba el siguiente asalto al vecino francés, ya que Aitor se imaginaba que a no tardar mucho, llegaría el embargo. Y así sucedió. Aprovechando el CB que otorgaba ese embargo, Navarra declaraba la guerra a Francia y su aliado Colonia, entrando junto a los navarros sus aliados Portugal y Bretaña. la lucha por el control de Europa Occidental estaba servida.

Esta vez la estrategia de Aitor fue diferente. En lugar de lanzarse a asediar las provincias lo que hizo fue esperar a los ejércitos enemigos en territorio navarro para así desgastarlo. De esta manera se libraron numerosas batallas, especialmente en Berri, donde los franceses y sus aliados de Colonia eran rechazados una y otra vez, con grandes pérdidas para los atacantes aunque a Aitor le sorprendió el espectacular tamaño del ejército venido de tierras alemanas. Una vez que el ejército francés fue prácticamente aniquilado, las huestes navarras se dirigieron a asediar las provincias francesas con matemática precisión. Dos ejércitos se fueron turnando en estos asedios y a medida que iban conquistando plazas se desplazaban a otro lugar de la geografía francesa para dar comienzo a otro nuevo cerco. Para evitar que Colonia retrasase más aún los planes navarros, se firmó en 1673 la paz con ellos pagándoles 75 ducados y de esta manera poder librarse de la molestia que suponían los combativos guerreros alemanes. Entre 1673 y 1674 van cayendo una a una todas las provincias cercanas a territorio navarro y justo cuando un numeroso ejército se dirige a París, Francia realiza una propuesta de paz que es a todas las luces beneficiosa, y mucho, para Navarra. De esta manera, quedan bajo soberanía navarra las provincias de Lyonnais, Dauphiné y Cevennes mientras que Bretaña consigue Morhiban. Una buena paz para el Reino dirigido por Aitor, que ve cómo la hegemonía navarra se va ampliando por Europa. Y precisamente presa de la preocupación por ese liderazgo Austria realiza un gesto que denota bien a las claras que quiere el primer puesto en Europa: el 16-11-1674 declara la guerra a Navarra. La suerte estaba echada.
 
Poco después se revoca el acuerdo comercial con Lenape, el cual se había firmado sin que Aitor, dado su estado de ofuscación, se diera cuenta y en u momento en el que se le agolparon un montón de mensajes.


Juas, juas, a mí también me pasa eso. de repente le das y ves que ha pasado algo, pero no sabes muy bien el qué:D

Por cierto, muy emocionante y con final en el aire. ¿Por dónde se desarrolla la guerra con Austria? Al no tener scrinshós me he perdido un poco. Supongo que será por el Sur de la actual Francia, ya que tienes el dauphiné y todo eso. Por cierto, ahora que has "liberado" el dauphiné, puedes hacer la "Dauphiné Liberé"

Agur y a ver si renuevas pronto el AAR, que me cambio de curro y no sé si podré leerlo desde el nuevo.
 
No hombre, no, tu tranquilo, que asi despacito te sale muy bien. Tomate tu tiempo... aunque igual una vez al mes no estaría mal :)
 
uh vaya, pense que era un AAR completo por el tiempo que lleva y me la he zampado enterita, por cierto muy buena y espero que la puedas terminar pronto ya que llevas 2 meses de retiro ? jeje bueno felicidades por tu AAR y espero que la concluyas
 
Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz.................

(golpe en las costillas)

eeeehhh...???? ¿qué pasa? ¿Ha renovado el AAR en mis dos meses de ausencia?

(mirada somnolienta a su alrededor)

Pues no

mmmmmmmmmmhhhh

Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz....................


Venga Ibai, que se te queda el auditorio dormido :)

Aun así, te sigo siendo fiel, es el único AAR que sigo puntualmente (aunque se me olvide cómo estaba la cosa la última vez que entré)

Agur eta Aupa Athletic