Ya no sólo a efectos materiales, que se produce una caída desmesurada de mano de obra y, por tanto, crisis alimenticias y de abastecimiento.
Quizá la mejor muestra de esto son las leyes inglesas que obligan a trabajar a toda persona hábil a la par que ajustan precios y salarios.
Los problemas serios vendrán después. En primer lugar, la nobleza no aceptará la caída de rentas y ante esta caída, se lanzarán generalizadamente a lo que mejor saben hacer. Esto generará problemas como los banderizos vascos, las tropelías nobles en Castilla e incluso, la Guerra de los 100 Años tendrá un componente importantísimo en la búsqueda de riqueza de la nobleza.
Pero quizá la herida más dura es la del "alma" y allí es donde la peste precipitará sentimientos como el antisemitismo más salvaje (alguien tiene que tener la culpa), la represión y moralismo barrerá lo poco que se había avanzado desde el S. XI (se empezará a dar candela a barraganas y prostitutas), la gente comenzará a pensar que el sistema feudal no funciona y canalizará su descontento a través de movimientos campesinos con componentes heréticos en muchos casos (la Jacquerie francesa; John Ball, Walter Tyler y Jack Straw en Inglaterra, Hus y Zizka en Bohemia, la Remensa catalana....), también aparecerán movimientos ampliamente vitalistas considerando que al no haber esperanza, no merecía la pena estar triste (El Libro de Buen Amor es un ejemplo estupendo en ese sentido).
En definitiva, cuando toda la cosmogonía de una sociedad orbita en torno al valor de la tierra y unos valores típicamente agrarios, si este eslabón se destruye, toda la sociedad lo hace.