Capítulo V:
El problema de la sucesión castellana
En 1345 comenzó a gestarse la crisis relativa a la sucesión catellana. A priori, con numerosos hijos varones, hablar de crisis sucesoria puede parecer absurdo, pero lo cierto es que la hubo. El heredero oficial era Pedro, al que el rey Alfonso IX habría recientemente nombrado duque de Palestina para tenerlo alejado de sus numerosas trifulcas con su hermano bastardo Enrique. Lo cierto era que el rey no toleraba a su hijo mayor, irascible y violento como era. Además, ocupado como andaba con sus aventuras amorosas con Leonor Núñez de Guzmán, entre otras, tampoco tenía tiempo para sus hijos.
Sin embargo, en 1345 tuvo un momento para reconsiderar la situación. Pocos de sus hijos habían abrazado la tradición de sus ancestros. Pedro, Sancho (al que había hecho conde de Sevilla), Fadrique (al que elevó a conde de Rioja porque no pudo enviarlo más lejos) y su hijo bastardo, Enrique de Trastámara (conde de Asturias de Oviedo por el mismo motivo que Fadrique), había todos salido todos profundamente castellanos, para sorpresa de su padre y alegría de sus madres (si bien en el caso de la consorte oficial del rey, María de Portugal, más para estorbar a su marido que por otra cosa, pues así se cobraba los desaires de su adúltero y real esposo).
Por ello el rey se decidió a nombrar como heredera a su hija Eadalberta, que, junto a su hermano Alfonso, eran los dos únicos vástagos anglosajones del monarca. Por ello hizo a su hija duquesa de Castilla y condesa de Soria y, como el mismo rey reconoce en su crónica, "
E stando en Toledo, perpensando e considerando que, por volentad de Dios, no engendravemos hijos dignos de nuestra chorona; fuese'Ns el corazón si se podra hacer de derecho que nuestra hija Eadalberta, primogenita fuera, sucediendo después de Nós en los Reynos e tierras nuestras, y encontramos que, por los dichos de maestros en Theología e per doctores e savios e grandes clergos spertos assí en derecho canonicho como civil, que, segun derecho divinal e humanal, en caso que, según se ha dicho, a nuestra muerte, pudiera la dicha nuestra hija permanecer heredera universal".
Com estas palabras el rey inaguró el problema y originó discordias y luchas. Hay que decir que el mismo monarca reconoció en su crónica que varios expertos se mostraron en contra de este dictámen, pero, como de los 22 reunidos sólo 3 expresaron su duda, el monarca decidió seguir adelante. Inmediatamente la nobleza aprovechó la ocasión para protestar.
Se alegaba, obviamente, la existencia de varios hijos para no pasar la herencia a una "fembra", pues era costumbre que pasara por vía maculina. Entonces un hecho pareció dar la razón a los que se oponían a esta medida, pues Eadalberta falleció inesperadamente, para gran consternación de su padre. Pero para entonces el problema ya había llegado a mayores, y se había formado un grupo opositor en torno a su hijo Pedro, a pesar de la distancia que lo separaba. Parte de los nobles castellanos reconocieron como heredero a Pedro, y no querían escuchar nada relativo a cambiar el orden establecido. Además, se unieron formando la denominada "Unión de Castillla", que fue pronto imitada en León. Sólo Andalucia parecía seguir del lado de Alfonso IX. Se convocaron Cortes en Toledo, para dirimir tan espinosa cuestión.
Las reuniones de las Cortes fueron dramáticas. El primer día se leyó la denominada "proposición real", que hoy equivaldría al moderno "discurso de la corona", en los que el rey utilizó todos sus recursos oratorios, que no eran pocos. Pero los Unionistas no se dejaron convencer y al final se llegó a una solución de compromiso, marcada por la inesperada muerte de la princesa por una fiebres, en la que se deja notar que la fuerza material está en manos de los Unionistas, por el cual se vuelve al orden sucesorio previo, lo que causará el resentimiento del monarca hacia su primogénito y heredero, que llenaba el futuro de malos presagios.
@DiTo: Para los saltos de corona a corona que pego, me place.
@beuckelssen: Ni mucha ni poca. Con los gabachos a su debido tiempo.