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Kairn

Sergeant
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Jan 2, 2012
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Buenas!! Aquí vuelvo con el tercer intento de perpetrar un largo AAR. Recién comprado el Lord of Horses, el azar me ha llevado hasta las estepas rusas, allá por el siglo VIII: una zona tribal y dura, donde el arco y la flecha vale más que el libro y la misiva. Voy a desarrollar un lento AAR, paladeando las historias de los personajes que aparezcan en la partida, interpretándolos lo más fiel posible a los rasgos y situaciones que les asalten, e informándome mínimamente sobre la cultura que existió en aquel lugar, en aquellos tiempos... Bienvenidos al frio!!

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Invierno 36 del mandato de Surt Meryavid
Asentamiento de Kostromá (Kostromá, Meyra)


El viento aúlla en el exterior de la gran cabaña, cuyos sonidos se introducen por la apertura superior por la que también sale el humo del fuego. El invierno está siendo duro para los habitantes de Kostromá, pero las paredes dobles de madera y las pieles que recubren el interior consiguen hacer habitable la estancia a las ocho personas reunidas alrededor de la mesa baja de madera. Sentados sobre mullidas telas y disfrutando de sopas y carnes asadas que calientan sus cuerpos, los presentes siguen con interés el tablero de madera y las fichas en el que el hábil Ovtay y el iracundo Andyamo se enfrentan. Y como suele ocurrir, el enfadado guerrero monta en cólera cada vez que el hábil diplomático consigue vencerle. Y Surt, el legítimo Alto Mandatario de Merya, es el que más ríe de todos. Salvo la joven Sinyava, los siete hombres han nacido en un plazo pequeño de años, y casi todos han compartido muchos años de crianza (salvo el finés Turo, que ha llegado hace poco a Kostomá, por orden del líder de la tribu). Y aunque la amistad no es una seña significativa en la vida de los Mordvinos, todos se conocen bastante bien para saber de sus virtudes y defectos.

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Andyamo ya ha dado por finalizada su paciencia con los juegos, sentado con el ceño fruncido delante de su comida. Sinyava se levanta para repartir más sopa del caldero sobre el fuego, y en un momento en el que las voces bajan, Nalka capta la atención de todos con una pregunta inesperada: Y bien, líder Surt… ¿cuándo vais a tomar mujer para tener hijos que perpetúen vuestra estirpe? La ligereza con que dice esas palabras contrasta con la importancia de las mismas. Tras sus 36 inviernos, Surt es el único miembro vivo de la estirpe de líderes de su familia, que han guiado a los Merya desde hace muchos años. Todos dan por hecho que el líder tomará como primera esposa a la joven Sinyava, ya que nunca se ha decidido a tomar a otras mujeres con anterioridad. Hija de la mujer que sirvió a su padre y le crió a él mismo, cuando la Diosa Morana se llevó a todos los habitantes bajo su techo, en la pequeña Sinyava recayó la responsabilidad informal de servir y cuidar a Surt y su morada. La joven se pone inmediatamente colorada y se apresura a volver a su sitio en la mesa, mientras Surt baja la mirada nerviosa al plato de madera para seguir comiendo, como si no hubiera escuchado nada. Conoce a la joven como si hubiera sido una hermana pequeña, y aunque se espera de él que tome a una o varias mujeres, raptándolas como era tradición, el líder no se ha enfrentado nunca a tales trances. Esto es motivo de especulación entre ellos cuando Surt no está presente, pero nadie había tenido el suficiente valor para sacar el tema en público directamente.

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Virdyan toma entonces la palabra. Se trata del único descendiente de la casta de clérigos de la tribu, y aunque no ha heredado todos los dones místicos de sus ancestros, es la única persona capacitada para encargarse de los asuntos divinos. Mi señor, los dioses os son propicios para vuestra fertilidad. Así me ha sido revelado por el Dios Yarilo. Tomad a una mujer, y los hijos se multiplicarán a vuestro alrededor –afirma el chamán. ¡Sí, cabalgad y raptad a la mujer que gusteis! –aconseja Andyamo, mejorando su humor con el cambio de tema. Para eso sois el jefe… Nalka niega lentamente con la cabeza, mientras Surt observa a todos y sus reacciones. Andyamo, tomar a una mujer no es un asunto trivial con el que lidiar. ¿Cómo que no? Vas, la coges y te la llevas a tu lecho. ¿Qué dificultad tiene eso? Para ti ninguna, que eres un guerrero que se dedica a disparar flechas. Y a guiar a los demás guerreros también –puntualiza con gesto serio Andyamo. Sí, señor comandante de la tribu, –responde Nalka con cierta sorna- pero Surt es nuestro gobernante y líder, y su matrimonio es más importante que las veces que calientes tu lecho. El silencio se hace en la estancia: aún burlón y cínico, sus palabras entrañan algo de verdad.

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Mi Señor, lo que quiero decir, es que en vez de tomar a una mujer cualquiera y someterla, quizás podáis sacar partido de dicha unión… Surt observa al taimado Nalka con curiosidad. Aunque varios años más joven que él, ya le ha demostrado al líder en varias ocasiones consejos y perspectivas que el mandatario no había alcanzado por si solo, y siempre presta atención cuando su súbdito habla, para aprender el máximo de su sabiduría innata. Se dice que en el lejano sur, las alianzas entre tribus se forjan a través de los matrimonios. Yo me caso con tu hija de mutuo acuerdo, y ambos nos prometemos protección mutua ante las amenazas externas… Desde el otro lado de la mesa, Ovtay afirma: Eso es cierto… los creyentes del dios Allah así lo hacen. Y no debe darles malos resultados cuando son capaces de formar grandes imperios… El brillo en los ojos de Ovtay acompañan a la pasión de sus palabras: Surt, se dice que en el sur hay hijas de grandes gobernantes, de prestigiosas estirpes y exóticos bailes que son capaces de revivir a los que yacen –bromea, bajo la mirada desaprobadora de varios de los presentes. Permitidme viajar al sur y buscar tales uniones; vuestra estirpe será legendaria a lo largo de las riberas del Volga. Pero Ovtay, ¿de que sirve tener un aliado a más de cien días de viaje? ¿No sería más sensato forjar una alianza con algunas tribus vecinas, que puedan ayudarnos en las escaramuzas en nuestras fronteras? En ese momento, el barbudo Tyushten, que se ha mantenido hasta entonces en segundo plano, aprueba la idea con un breve comentario: Esa es una buena estratagema, Nalka. Pero Ovtay insiste: Pero, ¿qué mujer vas a conseguir entre las tribus que esté a la altura de cualquier líder? Aquí las mujeres no tienen valor para valer una alianza –sentencia, a lo que Nalka responde con tranquilidad: Salvo aquellas que dirigen los templos. Las miradas instintivamente se giran hacia Virdyan. Tyushten le pregunta sin vacilar: ¿Qué templos son los más cercanos, chamán? El clérigo hace memoria durante unos instantes. Pues… desde Kostromá, el más cercano es el de Lopatino, en Maris. Pero cruzando el Volga, viajando hacia el oeste, también hay un templo en el sagrado bosque de Tijvin, en Novgorod. Pero Ovtay no se da por vencido: Surt, tomar a una sacerdotisa cualquiera no es honroso para alguien de tu renombre. No eres un pastor ni un cazador… ¡eres nuestro líder! Pero nuestro líder necesita aliados cercanos, no en los vastos desiertos del sur. Sobretodo cuando los guerreros de Varaka se pasean por la ribera del río echando miradas codiciosas a nuestro ganado y nuestras mujeres de Galich Mersky desde Suzdal. ¿Qué decís vos, Señor? ¿Necesitamos la ayuda de otras tribus contra Varaka? –inquiere el barbudo.

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Todos quedan en silencio durante largos momentos, mientras Surt pasea su mirada nerviosa entre todos. Si bien ha sido educado como mando en la batalla, en la realidad nunca ha tenido la obligación ni el deseo de guerrear. Ha permitido los pillajes a las fronteras vecinas, y ha sufrido las mismas contrapartidas en sus tierras. Pero según dicen los hombres de Tyushten, el Alto Mandatario Varaka de Murom está juntando a suficientes guerreros como para reclamar las tierras de Galich Mersky, que antaño pertenecieron a su tribu. Eso había dejado bastante preocupado a Surt. Definitivamente, necesita de una alianza cercana. Virdyan, mañana partirás hacia los templos de Lopatino y Tijvin a buscarme una sacerdotisa con la que forjar esa alianza. El chamán abrió los ojos de par en par. ¿Mañana? Estamos en pleno invierno… ¿cómo voy a viajar bajo esta tempestad? Andyamo te acompañará para protegerte. El soldado también dibujó en su rostro una cara sorprendida. Señor… Los preparativos son muy complicados para soportar este terrible invierno –dice con voz nerviosa. Y el trayecto es largo y peligroso con estas ventiscas… Surt les observa y emite un gruñido de poca conformidad, para al final decir: Está bien. Con los primeros signos de florecimiento de Yare partireis hacia allá. Apenas da tiempo a que Virdyan agradezca su cambio de decisión, cuando sigue dando órdenes. Ovtay y Nalkar, vais a cruzar el río hacia Vladimir, el principal asentamiento de Varaka, a pasar allí una temporada. Tú le llevarás bonitas palabras al Varaka, para apaciguar su ánimo bélico. Y Nalkar, tú te encargarás de enterarte de cualquier plan de guerra y de intentar sabotearlo, con los medios que te hagan falta. Ambos asienten a las palabras de su Señor. Y tú, Turo, –el finés levanta la cabeza de su plato, el cual está devorando con pasión- en cuanto amaine esta ventisca, te dedicarás a reunir a los hombres de la tribu para crear castros defensivos en nuestros tres asentamientos. Mi Señor, -comenzó a decir con voz baja y acento del norte- no tenemos los recursos suficientes para montar las tres defensas ahora mismo. Pues empezad por Kostromá, y continuad cuando los tengamos con Galich Mersky y Vólogda. Si Señor. Aunque… si me lo permite… si lo que necesitamos son bienes para poder acometer estos proyectos… quizás sería buena idea crear aldeas pesqueras a orillas del Volga, junto a los bosques. Con ellas, podremos conseguir abundante pescado y madera, y vendiéndolo o cambiándolo podremos hacer más fortuna, y así poder hacer las tres defensas… Surt entrecierra los ojos; no es un hombre avaricioso, y su propia seguridad le importa más que sus riquezas. No, construiremos los castros de adobe, ¿entendido? No quiero que Varaka pueda cruzar el río y campear entre mis cabañas con impunidad. Así sea… -responde humilde Turo mientras vuelve a centrarse en su comida.

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Tras unos segundos de silencio, el grandullón Tyushten hace una pregunta más a Surt. ¿Esto quiere decir que preparo a los hombres para las armas, líder? El lento asentimiento del gobernante forja una inmensa sonrisa en el barbudo, y una satisfacción interior en el ánimo de Nalka…
 
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Invierno 37 del mandato de Surt Meryavid
Asentamiento de Kostromá (Kostromá, Meyra)


El viento invernal de la noche se ha convertido en una floja brisa gélida en la mañana; lo más duro del invierno ya ha pasado. La nieve ya deja ver en algunos lugares la verde hierba tras el deshielo, que aumenta el caudal de los ríos haciendo más peligrosos su paso por los vados. Surt observa desde la lejanía uno de los afluentes del Volga, apoyado en la muralla de adobe de media altura terminada de construir justo antes de comenzar el invierno. El Alto Mandatario estaba contento con el resultado; le habían hablado hace un par de años de un comerciante finés de Vólgoda, su asentamiento más al norte. El hombre en cuestión se las apañaba para conseguir exprimir hasta el último pescado, el trozo más inservible de madera o la piel más maltratada para sacarle partido y hacer un trueque beneficioso. El finés se había labrado cierta reputación en Vólgoda, y Surt le había llamado a su lado para comprobrar si era cierto. Y vaya si lo era: Turo tenía una mente ágil y una visión privilegiada para esas cosas. Desconfiado, demasiado humilde y glotón, el Alto Mandatario no tiene en mucha estima al finés, pero reconoce que tiene algunas habilidades dignas de aprovechar. Ahora se encuentra de nuevo en Vólgoda, dónde lo ha mandado junto con numerosas familias de Kostromá poco agraciadas. La intención de Surt es poblar todos sus territorios de su gente Mordvin. Se trata de una de las medidas que ha meditado para asegurar su propio gobierno. Surt valora los consejos de Nalka sobre la gobernanza, y hace ya bastantes meses que ha decidido organizar sus dominos de manera más personal, sin dejar nada al azar.

La llegada de Ovtay y sus pocos acompañantes a caballo a las inmediaciones del castro atrae la atención de algunos niños del asentamiento, que dejan de perseguir a los perros para salir del castro esquivando a los guardas apostados en la entrada. El hábil negociador pone pie en tierra, y no duda en darles a los chicos algunos adornos hechos de hueso que los críos reciben como grandes trofeos, esbozando grandes sonrisas y peleándose por ellos. Ovtay deja que sus acompañantes se encarguen de sus pertenencias y montura, y se encamina en primer lugar hacia dónde se encuentra Surt, esquivando al gran grupo de mujeres que esquilan ovejas cerca de la entrada. El recién llegado hace una reverencia al Mandatario, antes de que se fundan en un breve abrazo cortés, intercambiando algunas palabras amistosas. ¿Qué nuevas traes de Varaka? -pregunta el mandatario. Varaka es un gobernante honrado y confiado; no ha dudado en recibirme en sus dominios con hospitalidad. El problema es su hombre de armas, Kichay. Se trata de un orgulloso guerrero, cruel con quienes no aprecia, y que no ceja en dejar caer en los oídos de su señor idea de reclamar Galich Mersky. Al inicio, mi situación ha sido bastante complicada en el asentamiento de Vladimir, pero últimamente las cosas están mejorando. Me estoy ganando a sus gentes, y Varaka me ha invitado a ir a su primera partida de caza del año, lo cual es sin duda un buen cambio de actitud -asegura satisfecho. Bien, esa es una buena noticia -comenta Surt mientras su mirada pasea por los hombres armados diseminados por el campamento. Tyushten se había encargado de entrenarlos a conciencia durante el último año, y ahora los más jóvenes e incluso los artesanos están capacitados para coger un arma y defender la posición. El hombre de armas de la tribu se encontraba ahora en Galich Mersky, preparando también a los hombres del asentamiento meridional de Merya. Desde otro lado de la frontera este, en Mari, las noticias de tambores de guerra llegan. El chaman Virdyan ha informado que orgulloso Paksyut ha levantado a sus hombres contra su vecino oriental, deseando anexionar sus tierras colindantes -informa Surt a su súbdito. Mejor que mire hacia aquel lado que a este -le responde Ovtay.

El Alto Mandatario le replica: Te he hecho venir para tomar el mando de otro asunto aparte de la guerra. Virdyan no está teniendo éxito con su tarea. Desde el templo de Lopatino, en Mari, está haciendo contactos para buscarme una sacerdotisa que nos brinde una alianza. Pero la mujer idonea, la sacerdotisa de Tijvin, no comparte nuestra fe y se niega a tal pacto. Y las demás candidatas están muy lejos para suponer una ayuda real... -asegura Surt sin mirar a Ovtay. Señor... ¿quereis que parta al sur para encontraros una mujer que os honre? Tras unos segundos en silencio, responde: No. Al sur, no. Una mujer del desierto no sería capaz de sobrevivir aquí. Pero tampoco quiero una posible traidora del otro lado del Volga. Partid al este. Recorred las yurtas de los líderes, y buscan una mujer que pueda darnos el apoyo que necesitamos -ordena el Mandatario. Quiero que este verano, mi lecho esté cubierto por una esposa legítima. Conseguidlo, y sereis recompensado. Partiré mañana mismo, mi Señor. Surt asiente con una sonrisa, y vuelve su vista hacia el río, frontera con Varaka. Ovtay no pierde tiempo y se da la vuelta, con los preparativos de su misión en la cabeza...