Año 151 tras la llegada de Mahoma a Medina
Invierno en la costa norte de África
Hace ya un año que el beduino suní Umar Muhallabid, gobernador provincial bajo el Califato Abbasida, ha sido destinado a Túnez para tomar el mando de la costa norte africana. Liderando sus 500 jinetes desde el corazón del Califato, Umar ha sabido ganarse a los líderes locales para situarse a la cabeza de la región. Sin embargo, en lugar de portar el estandarte del Califato, Umar se ha proclamado Sultán de África, rechazando la legitimidad de los Abbasidas para dirigir el Imperio Musulmán y renegando del Califato. Lo que no esperaba Umar ha sido el levantamiento en el corazón de sus provincias de los bereberes ibadíes, 40 años después de que una rebelión similar dejara fuera de las manos del Califato todo el Maghreb occidental. Hatim Malzuzi, el oficial bereber más brillante y valiente de la región, ha conseguido ganarse a las fuerzas locales señalando la intolerancia de los sunitas hacia otras perspectivas de la fe. Se ha proclamado Emir de Tripolitana, y las provincias de Tripolitana, Leptis Magna, Syrte y Yerba se han plegado a él, dividiendo en dos las tierras de los partidarios del Sultán Umar. Aunque la mayoría de la población en la zona rebelde es bereber, un crisol de confesiones cohabitan en ella: suníes, ibadies y católicos herederos de la antigua ocupación romana.
Desde Túnez, el maquinador Umar planea aplastar la rebelión de Hatim y recuperar las tierras que considera suyas por derecho propio. Hatim reconoce que las fuerzas de las que dispone Umar son muy superiores a las suyas, además de estar rodeado por sus vasallos en oriente y en occidente. La estrategia del bereber durante todos estos meses ha sido buscar la rebelión del Emir Azim de Cirenaica, el gobernante de las tierras del Sultanato de África al este de Tripolitania. Si Azim reniega del Sultán, Hatim sólo tendrá que focalizar sus esfuerzos militares en un solo frente. Sin embargo, el Sultán Umar no es el único problema del líder bereber. En su intención de dirigir las tierras levantadas como si de un ejército disciplinado se tratara, ha centralizado en él mismo el gobierno de las cuatro provincias, tomando decisiones arbitrarias sin tener en cuenta a consejeros e implicados, e ignorando frecuentemente los preceptos de la fe ibadí. Todo ello está teniendo resultados nefastos: los gobernantes bajo su mando sienten que su Emir no les presta la suficiente atención ni recursos para dirigir sus dominios, y en consecuencia no llegan todos los tributos que Hatim exige de ellos. Y sus súbditos y cortesanos lo ven como un general que acaba de saborear el poder recién adquirido y no duda en abusar de él, por encima de cualquier justicia o moral. Por si fuera poco, Hatim ha sido siempre hombre de armas pero no de familia. Pero ahora, con 49 años y su dinastía Malzuzi recién fundada, comienza a darse cuenta de la necesidad de tener una descendencia que recoja su legado.
Invierno en la costa norte de África
Hace ya un año que el beduino suní Umar Muhallabid, gobernador provincial bajo el Califato Abbasida, ha sido destinado a Túnez para tomar el mando de la costa norte africana. Liderando sus 500 jinetes desde el corazón del Califato, Umar ha sabido ganarse a los líderes locales para situarse a la cabeza de la región. Sin embargo, en lugar de portar el estandarte del Califato, Umar se ha proclamado Sultán de África, rechazando la legitimidad de los Abbasidas para dirigir el Imperio Musulmán y renegando del Califato. Lo que no esperaba Umar ha sido el levantamiento en el corazón de sus provincias de los bereberes ibadíes, 40 años después de que una rebelión similar dejara fuera de las manos del Califato todo el Maghreb occidental. Hatim Malzuzi, el oficial bereber más brillante y valiente de la región, ha conseguido ganarse a las fuerzas locales señalando la intolerancia de los sunitas hacia otras perspectivas de la fe. Se ha proclamado Emir de Tripolitana, y las provincias de Tripolitana, Leptis Magna, Syrte y Yerba se han plegado a él, dividiendo en dos las tierras de los partidarios del Sultán Umar. Aunque la mayoría de la población en la zona rebelde es bereber, un crisol de confesiones cohabitan en ella: suníes, ibadies y católicos herederos de la antigua ocupación romana.

Desde Túnez, el maquinador Umar planea aplastar la rebelión de Hatim y recuperar las tierras que considera suyas por derecho propio. Hatim reconoce que las fuerzas de las que dispone Umar son muy superiores a las suyas, además de estar rodeado por sus vasallos en oriente y en occidente. La estrategia del bereber durante todos estos meses ha sido buscar la rebelión del Emir Azim de Cirenaica, el gobernante de las tierras del Sultanato de África al este de Tripolitania. Si Azim reniega del Sultán, Hatim sólo tendrá que focalizar sus esfuerzos militares en un solo frente. Sin embargo, el Sultán Umar no es el único problema del líder bereber. En su intención de dirigir las tierras levantadas como si de un ejército disciplinado se tratara, ha centralizado en él mismo el gobierno de las cuatro provincias, tomando decisiones arbitrarias sin tener en cuenta a consejeros e implicados, e ignorando frecuentemente los preceptos de la fe ibadí. Todo ello está teniendo resultados nefastos: los gobernantes bajo su mando sienten que su Emir no les presta la suficiente atención ni recursos para dirigir sus dominios, y en consecuencia no llegan todos los tributos que Hatim exige de ellos. Y sus súbditos y cortesanos lo ven como un general que acaba de saborear el poder recién adquirido y no duda en abusar de él, por encima de cualquier justicia o moral. Por si fuera poco, Hatim ha sido siempre hombre de armas pero no de familia. Pero ahora, con 49 años y su dinastía Malzuzi recién fundada, comienza a darse cuenta de la necesidad de tener una descendencia que recoja su legado.

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