Comandos: Los Brandemburgueses (I)
En otoño de 1939 fue construido un campo de entrenamiento especial en los tupidos bosques a orillas del Quenzsee, un lago cerca de Brandemburgo. Fuertemente protegido del mundo exterior, el campo era una escuela de sabotaje. Una vez graduados, los hombres se incorporaban a una unidad singular llamada los Brandemburgueses. Eran los comandos de Alemania.
Los brandemburgueses, como todas las fuerzas especiales, estaban entrenados para librar la guerra detras de las lineas enemigas, para golpear rapidamente donde menos se esperaba y desaparecer. Su tarea requeria las mismas cualidades excepcionales de valentia e iniciativa exigidas a los comandos britanicos y a los rangers norteamericanos. Pero los brandemburgueses eran notables en un aspecto. A diferencia de los comandos Aliados, que confiaban principalmente en la sorpresa y la potencia de sus armas, los alemanes usaban el engaño como arma principal.
Con frecuencia realizaban sus misiones disfrazados, vistiendo ropa de paisano o uniformes del enemigo. Hablaban la lengua del enemigo, portaban sus documentos de identidad, imitaban sus hábitos, y cuando este menos lo esperaba, lo atacaban causando estragos y generando confusión. Los brandemburgueses se mezclaban con los soldados enemigos, les revocaban las ordenes y desviaban los convoyes, cortaban las comunicaciones, reunian información de primera mano y se apoderaban de instalaciones estrategicas durante operaciones clandestinas que algunas veces duraban semanas.
La táctica del engaño era tanto una ventaja como una desventaja. Les permitía introducirse astutamente dentro del mismo corazon del territorio enemigo. Pero al hacerse pasar por el enemigo en el territorio de éste violaban tabúes militares, expresos y no expresos. Segun las leyes bélicas internacionales, ese engaño se castigaba con la ejecución, como sabían muy bien. Los brandemburgueses tampoco contaban con la aprovación del Reich, muchos de los integrantes de los cuerpos regulares de oficiales de la Wehrmacht, consideraban turbios y poco caballerosos sus metodos guerreros. Sin embargo rara vez se puso en duda la eficacia del grupo comando aleman.

En otoño de 1939 fue construido un campo de entrenamiento especial en los tupidos bosques a orillas del Quenzsee, un lago cerca de Brandemburgo. Fuertemente protegido del mundo exterior, el campo era una escuela de sabotaje. Una vez graduados, los hombres se incorporaban a una unidad singular llamada los Brandemburgueses. Eran los comandos de Alemania.
Los brandemburgueses, como todas las fuerzas especiales, estaban entrenados para librar la guerra detras de las lineas enemigas, para golpear rapidamente donde menos se esperaba y desaparecer. Su tarea requeria las mismas cualidades excepcionales de valentia e iniciativa exigidas a los comandos britanicos y a los rangers norteamericanos. Pero los brandemburgueses eran notables en un aspecto. A diferencia de los comandos Aliados, que confiaban principalmente en la sorpresa y la potencia de sus armas, los alemanes usaban el engaño como arma principal.
Con frecuencia realizaban sus misiones disfrazados, vistiendo ropa de paisano o uniformes del enemigo. Hablaban la lengua del enemigo, portaban sus documentos de identidad, imitaban sus hábitos, y cuando este menos lo esperaba, lo atacaban causando estragos y generando confusión. Los brandemburgueses se mezclaban con los soldados enemigos, les revocaban las ordenes y desviaban los convoyes, cortaban las comunicaciones, reunian información de primera mano y se apoderaban de instalaciones estrategicas durante operaciones clandestinas que algunas veces duraban semanas.
La táctica del engaño era tanto una ventaja como una desventaja. Les permitía introducirse astutamente dentro del mismo corazon del territorio enemigo. Pero al hacerse pasar por el enemigo en el territorio de éste violaban tabúes militares, expresos y no expresos. Segun las leyes bélicas internacionales, ese engaño se castigaba con la ejecución, como sabían muy bien. Los brandemburgueses tampoco contaban con la aprovación del Reich, muchos de los integrantes de los cuerpos regulares de oficiales de la Wehrmacht, consideraban turbios y poco caballerosos sus metodos guerreros. Sin embargo rara vez se puso en duda la eficacia del grupo comando aleman.