Esta vez cuento mi propia experiencia, que quizas no es muy interesante comparada con otras historias :
Yo tuve la ocasión de visitar un país nórdico con un nivel de vida muy alto en el final de los años 80. Todavía no se cayeron completamente las cadenas pero ya nos habían quitado los grillos. Estoy en el Oeste. Estoy con la boca abierta ante de un escaparate con fruta y luego ante otra con productos de cuero. En aquel país H., en aquella ciudad E. yo tenía una beca del instityt en deporte. Lo pasaba bien pero mi subsidio era tan pequeño mientras quería comprar tantas cosas que yo ahorraba en transporte e iba andando a todos los sitios. Y era tonta porque así los zapatos duraban poco, tenía que comprarme otros nuevos y eso salía más caro que un viaje en autobús.
Los profesores de allí alguna vez nos invitaban a comer a varias compañeras a su casa y nos preguntaban si no sentiamos el "choque cultural de occidente". Sin abrir la boca deciamos que si, con los ojos muy abiertos.
Las casas con estilo y elegancia, la comida exquisita y sencilla, libros y cuadros. Hablaban de Rusia y su pueblo. El pueblo es desgraciado y tardará muchísimo tiempo hasta que se acerque al nivel de la civilización europea. No solamente el poder soviético tiene la culpa, también el zarismo, y fue muy justo que quitaran al zar. “Hemos visitado el Palacio de Hermitage en Leningrado. ¡Que poco gusto vivir entre esta increíble barbaridad de lujo! Tuvimos nauseas Lennart y yo de tanta cantidad de oro y malaquita, lo sentimos mal. Ahora entendemos el odio de tu generación a los zares y sus palacios”.
Yo estaba sentada escuchando sin interrumpir. ¿Odio?
¿Y no queréis orgullo y admiración? Pero en aquellos tiempos no me atrevía a replicar a los mayores.
La dueña continuó: “Mirad a los rusos en nuestra ciudad. Están vestidos todos igual, se lanzan a los escaparates. Hunos!!. Compran las cosas más baratas y diez de cada cosa. Que, ¿en serio es verdad que no tenéis ni jabón ni calcetines en Rusia?
¿Qué tenía que contestar yo? Si, imagínense que ni jabón ni calcetines no tenemos. Para poder conseguir un champú tienes que tener al director de la tienda entre tus amistades. Un maligno sentimiento de venganza me crecía dentro. Os falta un poco de GULAG (el campo donde estaban los represaliados por Stalin), un poco del bloqueo de Leningrado, como habia pasado mi abuela/babuchka . Que, ¿habéis sobrevivido? Entonces otra porción de GULAG de posguerra, la convivencia diez personas en una misma habitación. No hay baño, hay veinte vecinos en el piso, las colas siempre y para cualquier cosa. Y hasta la tumba así. (Antes casi todos los pisos eran comunales, es decir que vivían varias, a veces muchas, familias distintas en el mismo piso, cada familia ocupaba una o dos habitaciones del piso. Sólo había una cocina y un inodoro, no había ni bañera ni ducha. Mis padres como todo el mundo han crecido en los pisos así y dicen que las colas por la mañana para el inodoro o para usar la placa de la cocina eran enormes).
Si vosotros, queridos amigos míos, hubierais vivido así unos 50 años, ya podríamos discutir quien es un huno aquí. Y porque un bárbaro quiere comprarse un trozo de jabón aromatizado.
Ya han pasado 15 años desde entonces. El país H. y la ciudad E. ya no tienen tanta prosperidad como la de antes. Los rusos van al extranjero a menudo y ya no se lanzan tanto a los escaparates. Las “Berezkas” están cerradas (en los años soviéticos existía una cadena de tiendas Berezka donde había bastantes cosas de comida y ropa. Comprar allí sólo podía la elite y los extranjeros, no permitían entrar a nadie más. También existían tiendas donde podía comprar solamente la elite del partido y la militar, allí había hasta productos de lujo por unos precios artificialmente baratísimos), aquellas Berezkas, donde vosotros podíais entrar y nosotros – no, y eso para vosotros era muy agradable, lo se. Ahora yo también puedo ir de viaje a vuestro país sin tener que hacer las pruebas de orina.
En aquel país nórdico hablaban de otras cosas conmigo .
- Dinos, ¿u todavía sientes un choque cultural cuando estas en nuestro país?
Este “choque cultural” no deja de seguirme. A mi me pedian muchas veces en años 90 hacer una excursión en Hermitage, Tsarskoe Selo o Peterhof para los huéspedes extranjeros como interprete de lenguas escandinavas. Ningún huésped es sencillo: ministros, diplomáticos, directores generales. En fin que enseño las obras maestras a gente importante. Dicen que no lo hago mal, que tengo la inspiración de contar. La inspiración se paga así: 10 dólares una hora.
A veces los ministros pagan ellos mismos. Sacan los dólares del bolsillo de detrás y te los dan, los cojo, meto en mi bolso y me voy a casa. Una vez me pedieron a enseñar Hermitage al ministro de los asuntos sociales sueco. Tenía que recogerlo en el hotel y llevar al palacio. Estaba lloviendo pero el ministro no quería coger el taxi: era caro. Nos fuimos así, el debajo del paraguas, yo debajo de la lluvia. Me habia puesto mi vestido de flores y zapatos altos de tacon.Caminamos una hora y media por el Hermitage, el museo le gustó aunque el tampoco perdió la ocasión para mencionar la belleza bárbara. Le acompañé al hotel como me habían pedido. En el hall del hotel sacó el la cartera: “Bien. ¿Cuánto hemos estado en el Hermitage? ¿Una hora y media? Espero que el camino de ir y volver no se cuenta, ¿verdad? Aquí tienes 15 dólares y mi tarjeta de visita”.
Tiré la tarjeta enseguida, había una papelera cerca, y con rabia de llorar me fui a casa a curarme las heridas de los pies.Asi era siempre con suecos y no entendia como gente poderosa 'del oeste', donde se decia que nadaban en dinero eran tan tacños con una visita cultural en su lengua y les gustaba a humillarnos.
Otro cliente de alto nivel que tuve fue la mujer del presidente del gobierno. Una falda corta azul y un sombrero de pajo con una cinta. Esta era la nueva mujer del presidente, la vieja se quedó en casa. Me dijeron que disponía de una hora para hacer la excursión. Mientras tanto, ya eran las 7 de la tarde y el Hermitage ya estaba cerrado para el público. La del sombrero de pajo, yo y dos guardaespaldas llegamos al vacío y silencioso palacio. Pregunté por donde empezar, por el Renacimiento italiano o por el
Impresionismo. ¿Rembrandt o la Sala de malaquita?
“Me gustaría empezar con la tienda”, - respondió la mujer del presidente. Los guardaespaldas se pusieron nerviosos: la tienda estaba cerrada, los vendedores se habían ido a sus casas hace tiempo. Oí los gritos tras la crujía de Rastrelli:”¡Que vuelvan los vendedores! ¡Quitar los precintos! ¡Quitar los perros!”
Cuando llegamos a la tienda a la habían abierto. La huésped dio un perezoso paseo delante de los escaparates, pidió enseñarle un huevo de jaspe, un anillo de corteza de abedul, hojeó un calendario con los peces de Rusia – y no compró nada. Quedaban 15 minutos de la excursión. Solamente tenía tiempo para enseñarle una momia de un sacerdote egipcio porque estaba cerca, detrás de la esquina – la momia negra, sus dientes blancos. La señora del ministro sonrió, preguntó por mi nombre y se fueron al hotel.
Otra vez me ofrecieron hacer una excursión para unas personas de negocios con mucho poder. Me pidieron una visita exquisite. Yo hacia lo mejor, citaba los autores antiguos, contaba detalles que habia leido en libros de la bibklioteca .. Para hacerlo más agradable para los clientes, critiqué la brutalidad del Pedro primero y alabé las hazañas bélicas del Carlo doceno. Líder de la delegación, un hombre elegante de unos 50 años echo una broma: “¿Y para que ayudamos a Rusia y le damos los prestamos? Aquí tenéis unas riquezas increíbles. Vended un par de lámparas y ya están solucionados todos los problemas”.
yo sonreia por afuera, pero por adentro sentia la verguenza. Es claro que Rusia tiene riquezas pero no es para el pueblo y nunca ha sido asi. quizas seria asi si teniamos un buen gobernante una vez en la historia, y entonces seria yo la que iba a suecia a darles prestamos.
Caminamos por la sala Aleksandrovski del Palacio invernal cuando el hombre elegante de negocios de repente se paró. “Venid aquí”. Me acerqué con una sonrisa amable. “¿Qué es?” – preguntó el con travesura indicando a la orladura modelada. Miré atentamente, eran flores y hojas de laurel. Cada flor era como un capullo sobre un tallo fino. “! Es un espermatozoide! ¿Ya te habían dicho esto o soy yo el primero que lo vio?
- El primero, contesté y regresé al resto de la delegación de estaba contemplando La columna Aleksandrijskaya a través de ventana.
Cuando nos despedimos, hasta me aplaudieron. Al final el grupo benévolamente me preguntó:
- ¿Vas a nuestro país de vez en cuando?
- Si.
- Y, claro esta, ¿cada vez sientes un choque cultural?
- Si, - dije yo. Estoy en un choque profundo. Pero no pierdo la esperanza. Estará aquí todo bien en no mucho tiempo. Ya habéis visto vosotros mismos: Han abierto una Pizza-Hut allí, otra nueva peluquería para gatos aquí. Parece que se esta regenerando el país.
Do svidania
parecia facil eso de poner fotos...hummm , no se donde esta el error pero no se ve
Yo tuve la ocasión de visitar un país nórdico con un nivel de vida muy alto en el final de los años 80. Todavía no se cayeron completamente las cadenas pero ya nos habían quitado los grillos. Estoy en el Oeste. Estoy con la boca abierta ante de un escaparate con fruta y luego ante otra con productos de cuero. En aquel país H., en aquella ciudad E. yo tenía una beca del instityt en deporte. Lo pasaba bien pero mi subsidio era tan pequeño mientras quería comprar tantas cosas que yo ahorraba en transporte e iba andando a todos los sitios. Y era tonta porque así los zapatos duraban poco, tenía que comprarme otros nuevos y eso salía más caro que un viaje en autobús.
Los profesores de allí alguna vez nos invitaban a comer a varias compañeras a su casa y nos preguntaban si no sentiamos el "choque cultural de occidente". Sin abrir la boca deciamos que si, con los ojos muy abiertos.
Las casas con estilo y elegancia, la comida exquisita y sencilla, libros y cuadros. Hablaban de Rusia y su pueblo. El pueblo es desgraciado y tardará muchísimo tiempo hasta que se acerque al nivel de la civilización europea. No solamente el poder soviético tiene la culpa, también el zarismo, y fue muy justo que quitaran al zar. “Hemos visitado el Palacio de Hermitage en Leningrado. ¡Que poco gusto vivir entre esta increíble barbaridad de lujo! Tuvimos nauseas Lennart y yo de tanta cantidad de oro y malaquita, lo sentimos mal. Ahora entendemos el odio de tu generación a los zares y sus palacios”.
Yo estaba sentada escuchando sin interrumpir. ¿Odio?
¿Y no queréis orgullo y admiración? Pero en aquellos tiempos no me atrevía a replicar a los mayores.
La dueña continuó: “Mirad a los rusos en nuestra ciudad. Están vestidos todos igual, se lanzan a los escaparates. Hunos!!. Compran las cosas más baratas y diez de cada cosa. Que, ¿en serio es verdad que no tenéis ni jabón ni calcetines en Rusia?
¿Qué tenía que contestar yo? Si, imagínense que ni jabón ni calcetines no tenemos. Para poder conseguir un champú tienes que tener al director de la tienda entre tus amistades. Un maligno sentimiento de venganza me crecía dentro. Os falta un poco de GULAG (el campo donde estaban los represaliados por Stalin), un poco del bloqueo de Leningrado, como habia pasado mi abuela/babuchka . Que, ¿habéis sobrevivido? Entonces otra porción de GULAG de posguerra, la convivencia diez personas en una misma habitación. No hay baño, hay veinte vecinos en el piso, las colas siempre y para cualquier cosa. Y hasta la tumba así. (Antes casi todos los pisos eran comunales, es decir que vivían varias, a veces muchas, familias distintas en el mismo piso, cada familia ocupaba una o dos habitaciones del piso. Sólo había una cocina y un inodoro, no había ni bañera ni ducha. Mis padres como todo el mundo han crecido en los pisos así y dicen que las colas por la mañana para el inodoro o para usar la placa de la cocina eran enormes).
Si vosotros, queridos amigos míos, hubierais vivido así unos 50 años, ya podríamos discutir quien es un huno aquí. Y porque un bárbaro quiere comprarse un trozo de jabón aromatizado.
Ya han pasado 15 años desde entonces. El país H. y la ciudad E. ya no tienen tanta prosperidad como la de antes. Los rusos van al extranjero a menudo y ya no se lanzan tanto a los escaparates. Las “Berezkas” están cerradas (en los años soviéticos existía una cadena de tiendas Berezka donde había bastantes cosas de comida y ropa. Comprar allí sólo podía la elite y los extranjeros, no permitían entrar a nadie más. También existían tiendas donde podía comprar solamente la elite del partido y la militar, allí había hasta productos de lujo por unos precios artificialmente baratísimos), aquellas Berezkas, donde vosotros podíais entrar y nosotros – no, y eso para vosotros era muy agradable, lo se. Ahora yo también puedo ir de viaje a vuestro país sin tener que hacer las pruebas de orina.
En aquel país nórdico hablaban de otras cosas conmigo .
- Dinos, ¿u todavía sientes un choque cultural cuando estas en nuestro país?
Este “choque cultural” no deja de seguirme. A mi me pedian muchas veces en años 90 hacer una excursión en Hermitage, Tsarskoe Selo o Peterhof para los huéspedes extranjeros como interprete de lenguas escandinavas. Ningún huésped es sencillo: ministros, diplomáticos, directores generales. En fin que enseño las obras maestras a gente importante. Dicen que no lo hago mal, que tengo la inspiración de contar. La inspiración se paga así: 10 dólares una hora.
A veces los ministros pagan ellos mismos. Sacan los dólares del bolsillo de detrás y te los dan, los cojo, meto en mi bolso y me voy a casa. Una vez me pedieron a enseñar Hermitage al ministro de los asuntos sociales sueco. Tenía que recogerlo en el hotel y llevar al palacio. Estaba lloviendo pero el ministro no quería coger el taxi: era caro. Nos fuimos así, el debajo del paraguas, yo debajo de la lluvia. Me habia puesto mi vestido de flores y zapatos altos de tacon.Caminamos una hora y media por el Hermitage, el museo le gustó aunque el tampoco perdió la ocasión para mencionar la belleza bárbara. Le acompañé al hotel como me habían pedido. En el hall del hotel sacó el la cartera: “Bien. ¿Cuánto hemos estado en el Hermitage? ¿Una hora y media? Espero que el camino de ir y volver no se cuenta, ¿verdad? Aquí tienes 15 dólares y mi tarjeta de visita”.
Tiré la tarjeta enseguida, había una papelera cerca, y con rabia de llorar me fui a casa a curarme las heridas de los pies.Asi era siempre con suecos y no entendia como gente poderosa 'del oeste', donde se decia que nadaban en dinero eran tan tacños con una visita cultural en su lengua y les gustaba a humillarnos.
Otro cliente de alto nivel que tuve fue la mujer del presidente del gobierno. Una falda corta azul y un sombrero de pajo con una cinta. Esta era la nueva mujer del presidente, la vieja se quedó en casa. Me dijeron que disponía de una hora para hacer la excursión. Mientras tanto, ya eran las 7 de la tarde y el Hermitage ya estaba cerrado para el público. La del sombrero de pajo, yo y dos guardaespaldas llegamos al vacío y silencioso palacio. Pregunté por donde empezar, por el Renacimiento italiano o por el
Impresionismo. ¿Rembrandt o la Sala de malaquita?
“Me gustaría empezar con la tienda”, - respondió la mujer del presidente. Los guardaespaldas se pusieron nerviosos: la tienda estaba cerrada, los vendedores se habían ido a sus casas hace tiempo. Oí los gritos tras la crujía de Rastrelli:”¡Que vuelvan los vendedores! ¡Quitar los precintos! ¡Quitar los perros!”
Cuando llegamos a la tienda a la habían abierto. La huésped dio un perezoso paseo delante de los escaparates, pidió enseñarle un huevo de jaspe, un anillo de corteza de abedul, hojeó un calendario con los peces de Rusia – y no compró nada. Quedaban 15 minutos de la excursión. Solamente tenía tiempo para enseñarle una momia de un sacerdote egipcio porque estaba cerca, detrás de la esquina – la momia negra, sus dientes blancos. La señora del ministro sonrió, preguntó por mi nombre y se fueron al hotel.
Otra vez me ofrecieron hacer una excursión para unas personas de negocios con mucho poder. Me pidieron una visita exquisite. Yo hacia lo mejor, citaba los autores antiguos, contaba detalles que habia leido en libros de la bibklioteca .. Para hacerlo más agradable para los clientes, critiqué la brutalidad del Pedro primero y alabé las hazañas bélicas del Carlo doceno. Líder de la delegación, un hombre elegante de unos 50 años echo una broma: “¿Y para que ayudamos a Rusia y le damos los prestamos? Aquí tenéis unas riquezas increíbles. Vended un par de lámparas y ya están solucionados todos los problemas”.
yo sonreia por afuera, pero por adentro sentia la verguenza. Es claro que Rusia tiene riquezas pero no es para el pueblo y nunca ha sido asi. quizas seria asi si teniamos un buen gobernante una vez en la historia, y entonces seria yo la que iba a suecia a darles prestamos.
Caminamos por la sala Aleksandrovski del Palacio invernal cuando el hombre elegante de negocios de repente se paró. “Venid aquí”. Me acerqué con una sonrisa amable. “¿Qué es?” – preguntó el con travesura indicando a la orladura modelada. Miré atentamente, eran flores y hojas de laurel. Cada flor era como un capullo sobre un tallo fino. “! Es un espermatozoide! ¿Ya te habían dicho esto o soy yo el primero que lo vio?
- El primero, contesté y regresé al resto de la delegación de estaba contemplando La columna Aleksandrijskaya a través de ventana.
Cuando nos despedimos, hasta me aplaudieron. Al final el grupo benévolamente me preguntó:
- ¿Vas a nuestro país de vez en cuando?
- Si.
- Y, claro esta, ¿cada vez sientes un choque cultural?
- Si, - dije yo. Estoy en un choque profundo. Pero no pierdo la esperanza. Estará aquí todo bien en no mucho tiempo. Ya habéis visto vosotros mismos: Han abierto una Pizza-Hut allí, otra nueva peluquería para gatos aquí. Parece que se esta regenerando el país.
Do svidania
parecia facil eso de poner fotos...hummm , no se donde esta el error pero no se ve
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