La Cuarta Guerra de Silesia
Intermedio: Las Españas
Decíamos ayer...
Así que, a finales de 1805, había tres Españas en el mundo.
Hasta 1814 había, efectivamente, tres Españas, pero pronto se redujo el número.
Fernando VII de España y I de la Plata tardó poco, una vez calmado el ardor revolucionario, en mostrarse como un soberano absolutista, sin escrúpulos, vengativo y traicionero. Rodeado de una camarilla de aduladores, su política se orientó en buena medida a su propia supervivencia. Y en ello fracasó rotundamente.
Entre 1814 y 1820 restauró el absolutismo, derogando la Constitución liberal y persiguiendo a los liberales. Irónicamente, de todos los atropellos que cometió, fue introducir la Inquisición en su reino lo que le costó la corona. Parte del ejército y de la población se sublevaron y algunos de los más cercanos a Fernando aprovecharon la oportunidad para librarse de lo que consideraban un peso muerto, proclamando la República de la Plata el 13 de agosto de 1821. Fernando, repudiado por su padre y expulsado de sus reinos, acabaría embarcando en un bajel holandés que lo transportaría a su exilio, primero en Lisboa y, finalmente, en Burdeos, soñando con volver a reinar y cerca de una España que no tenía ni la más minima intención de recogerle en su seno.
Su padre, Carlos V, tuvo mejor suerte. Sus intentos de restaurar la autocracia y el absolotismo tuvieron que ser abandonados en vista a que incluso su máximo apoyo, Francia, avanzaba timidamente en pos de un sistema parlamentario. Además, la guerra había hecho pasar el poder de manos de los nobles terratenientes a los burgeses urbanos. Al menos el país contaba con un gobierno centralidad unificado y con una buena economía.
Carlos VI, rey de España (1817-1823)
A la muerte del rey en 1817 le sucedió su hijo Carlos María Isidro de Borbón, que subió al trono como Carlos VI. Tan absolutista como su hermano Fernando, Carlos era poco dado a liberalismos varios y decidió restaurar el absolutismo clásico, sin darse cuenta de que incluso sus partidarios no eran firmes seguidores de un sistema que había llevado a España a la ruptura. Intentó, por tanto, reinar como un monarca absoluto y reforzó el papel de la Iglesia Católica, castigando el sacrilegio con la pena de muerte, y suprimiendo la libertad de prensa. Quiso, asimismo, compensar a las familias nobiliarias que habían perdido sus tierras al exiliarse o durante la guerra y acabó causando tanto descontento que el 27 de julio de 1823 Barcelona se alzó en armas contra el rey, al que forzaron a huir al exílio. La corona fue, pues, ofrecida a su hermano pequeño, Francisco de Paula de Borbón, al que se hizo ver que reinaba por elección popular y no por mandato divino.
Francisco I, rey de España (1823-....)
Sin embargo, el nuevo régimen pasó los meses siguientes oscilando al borde del precipicio. Sin embargo, por el momento, la España monarquica sobrevivía.
Por su parte, la España Republicana avanzaba entre las pugnas de las diferentes corrientes de opinión republicanas. Cuanto más discutían los políticos, más prosperaba el país, de manera que las peleas en el parlamento de Madrid se convirtieron en un elemento crónico. Pero como España iba bien, nadie protestaba.
Hasta que el 14 de enero de 1830, las cortes de Madrid y Barcelona vieron con perplejidad como el partido liberal, en una, y el partido conservador-liberal en la otra, proponían lo impensable:
Unificar el país bajo una monarquía parlamentaria.