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Por si alguien se acuerda de este AAR, aviso que, gracias a todas las guías habidas y por haber, me estoy empezando a enterar de qué va esto, y espero reanudar mis galimatiadas en breve, con una ligera salvedad.

Que nos vamos a ir a 1589 de golpe y porrazo. :D

Sigan atentos a sus pantallas...


PD: Os puedo adelantar que la historia que sigue no se va a parecer demasiado a lo ya narrado, y casi debería empezar un nuevo hilo, pero prefiero concentrarlo todo en uno, por motivos personales y cabezónicos, de los cabezotas de toda la vida, ida, ida. Así pues, si alguien no se ha leído los capítulos precedentes o no le da la real gana leerselos, no pasa nada. Salvo que es un gandul!!!!

Gñé!



:D
 
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El camino hacia la Corona.

1. Las Guerras de Religión.

Las ideas protestantes había sido introducidas en Francia durante el reino de Francisco I (1515–47) a partir de los sermones de Martin Lutero, que circularon sin problema alguno por más de un año por París. Francisco se opuso a esta herejía desde el comienzo, pero no fue hasta el "Asunto de los Carteles", en 1534, cuando París amaneció cubierto de carteles con soflamas anti-católicas, que transformaron a los protestantes en una religión de herejes y motivó la reacción de la monarquía francesa. Como consecuencia de ello, Juan Calvino, un reformador francés, huyó a Basilea, donde continuó elaborando su doctrina. En la década de 1550 los desorganizados calvinistas franceses, los futuros hugonotes, comenzaron a organizarse, tras la persecución sufrida durante la década anterior, que les obligó a reunirse en secreto. Sin embargo, a mediados de siglo el número de hugonotes se incrementó en gran medida, sobre todo entre la nobleza, de manera que hacia 1562 existían unas 1.200 iglesias calvinistas en Francia.

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Juan Calvino​

La muerte de Enrique II en una accidente dejaría a Francia sumida en un vacío de poder, al ser su heredero, Francisco II, menor de edad, lo que dio a los hugonotes la oportunidad de extenderse. Así, la creciente influencia de los hugonotes en Francia motivaría la actuación de Catalina de Médicis, regente su hijo, Carlos IX. Para entonces la Reforma ya era una cuestión tanto política como religiosa, pues principes de sangre real como los pertenecientes a la casa de Borbón se habían decantado por la causa reformista. Frente a ellos se alzarán la casa de Guisa, principes de Lorena, católicos fanáticos. Los ánimos se fueron caldeando y, tras el asesinato de 23 protestantes en Vassy a manos del Duque de Guisa y sus hombres estallaron los incidentes, con multitud de calvinsitas asesinados y asalto de las casas de los ricos protestantes en Sense, Tours y París. En ese momento se alzaron en armas los hugonotes, proclamando su lealtad al Rey y afirmando que tan sólo pretendían defenderse de los Guisa. Los asesinatos cambiaron de bando, igual que los saqueos. Se quemaron iglesias y se destruyeron altares, crucifijos, ornamentos, reliquias y las estatuas de los santos. Comenzaban las guerras de Religión.

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Catalina de Médicis, viuda de un rey y madre de tres monarcas franceses.​
 
El camino hacia la Corona.

2. De la noche de San Bartolomé a Jacques Clément.

Entre 1562 y 1570 tres guerras enfrentaron a católicos y hugonotes, radicalizando la actitud de ambos bandos, en especial la de los católicos. La paz era precaria y la reconciliación una farsa. Catalina planeó casar a su hija Margarita con el príncipe protestante de Navarra, Enrique, acto que fue condenado tanto por el Papa como por Felipe II de España.

En París se concentraron centenares de hugonotes para la boda. Fue entonces cuando varios líderes católicos consideraron que era el momento perfecto para deshacerse de los hugonotes. Intentaron asesinar al almirante Gaspar de Coligny, lo que motivó una reacción violenta de los hugonotes que exigieron justicia. Temiendo que éstos intentaran vengarse, Catalina y los Guisa decidieron eliminar a los líderes protestantes, lo que llevó, en la noche de San Bartolomé, a una masacre de hugonotes que duró tres días, que dejaron 5.000 protestantes muertos en toda Francia, entre ellos Coligny. El príncipe de Condé y Enrique de Navarra se salvaron, al prometer que se convertirían al catolicismo, pero escaparon de París en cuanto pudieron. La victoria católica parecía segura, pues los hugonotes quedaron reducidos a La Rochelle, Montauban y Nimes. Carlos IX no llegó a disfrutar de esta victoria, pues murió dos años después. Su hermano, Enrique III, fue coronado como su sucesor y se preparó para la guerra.

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Catalina de Médicis, vestida de negro, al día siguiente de los asesinatos.

Tres guerras más estallarían entre 1572 y 1580. Francia se convirtió en un campo de batalla internacional, con la Liga Católica de los Guisa recibiendo ayuda de España y los hugonotes por Inglaterra y los estados alemanes. Con el final de la última guerra se llegó a un estado de difícil equilibrio que se rompería con la muerte de Francisco, duque de Anjou, hermano y heredero del Enrique III, que no tenía hijos. Por la ley Sálica, el trono iría a parar al calvinista príncipe de Navarra, Enrique, que se negaba a abandonar su religión. Bajo presión de los Guisa, Enrique III suprimió con el Tratado de Neumors (julio de 1584) las libertades religiosas de los hugonotes y anuló los derechos de Enrique de Navarra al trono. Era otra vez la guerra.

Hacia 1588 el curso de la guerra había cambiado las alianzas. La Liga Católica, firmemente aliada con España, acabó enfrentándose abiertamente con Enrique III, cuya actitud hacia los protestantes había sido, en el pasado, demasiado magnánima, y lo había hecho impopular. Temiendo por su vida y su corona, Enrique hizo asesinar a Enrique de Guisa y su hermano, Luis, Cardenal de Guisa. Esto levantó a la mayoría de los católicos franceses contra Enrique III, que se alió entonces con Enrique de Navarra, al que reconoció como su heredero. Con las tropas navarras de su lado, Enrique III puso sitio a su capital, París. Y fue durante este asedio que un fraile dominico, Jacques Clément, le apuñalo mortalmente el 2 de agosto de 1589. En su lecho de muerte, Enrique III rogó al navarro que se convirtiera al catolicismo, pero éste se negó (1). Un hugonote era rey de Francia.

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(1) Aquí cambia la historia, naturalmente.
 
¡Yo pensaba que esto iba de defender la Santa Madre Iglesia! :mad:

PD: Puto Server is too busy
 
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3. Consolidación de la Reforma Francesa (1591-1594).


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Enrique IV de Francia (Pau, 13 de diciembre de 1553 – París, 27 de abril de 1617)

Cuando Enrique de Navarra se alzó del lecho donde reposaba el cadaver de su antecesor, era ya rey de Francia, pero no controlaba el país. La Liga Católica, liderada ahora por Carlos de Guisa, duque de Mayenne, tras el asesinato de su hermano a manos de Enrique III en 1588, se oponía él con la misma determinación de siempre, contando con el eterno apoyo de España, cuyos tercios se concentraban en el Rosellón y en los Países Bajos.

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La Gran Alianza protestante

Para hacer frente a la potencia combinada de España y Austria, Enrique IV comenzó a buscar aliados. Los candidatos más evidentes eran Isabel de Inglaterra y las Provincias Unidas, que estaban ya luchando contra el Imperio español, por lo que no sería dificil lograr una alianza con ambos países. También se sondearían a los principados y reinos alemanes, e incluso por la luterana Suecia, pero no se esperaba gran cosa de estos tanteos. Asimismo se entablaron contactos diplomáticos con la corte polaca de Sigismundo III, que había dejado estupefacto al mundo entero al encabezar la conversión al protestantismo de su nación.

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Las potencias de la Contrareforma

Y eso sin dejar de descuidar la conversión de las provincias católica de Francia. A diferencia de lo que se temían los católicos franceses y esperaban Felipe II de España y el Papa Sixto V, al ascenso de Enrique IV al trono no siguieron matanzas indiscriminadas de católicos a manos de los hugonotes. Tal vez porque su situación no fuera del todo segura, Enrique IV prometió paz para todos y libertad de culto. Pero dejó muy claro de qué lado estaban sus simpatías en una proclama para la nación:

”[...] Habéis de saber que somos el más fiel servidor de nuestro Salvador [...]. Os digo esto para recordares, mis fieles súbditos, que ningún hombre puede interponerse o negar nuestro derecho a la corona, que ha sido divinamente ordenado. Ahora Francia está rota por la guerra y es casi esclava de los Españoles y los papistas. Pero Nos salvares nuestra herencia de la ruina con el mayor de los cuidados. No temais los salmos de los hugonotes y solazaros en el Te Deum, pues nada nos complace más que la felicidad de nuestros súbditos. Pero tener presentes, señores míos, que hasta que no tomeis el camino del Cristo Verdadero y no acepteis la Verdadera doctrina no os podreis considerar Sus discípulos.”

El mensaje era claro. Enrique no tenía intención de eliminar a los catolicos de Francia, pero tampoco les iba a conceder ningún privilegio. Esto causó un recrudecimiento en la hostilidad de la Liga Católica, que pronto alzaría en armas el norte del país. Sin embargo, los católicos más moderados aceptaron con agrado esta promesa de paz y "vivir y dejar vivir". No tendrían que temer la persecución hugonota. Mientras, Enrique comenzó a preparar la conversión del país a la verdadera fe.

A comienzos de 1591, Enrique IV estaba decidido a reinar en toda Francia.

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La fe de Francia a comienzos de 1591. Obsérvese que, por un breve instante, Inglaterra jugueteó con el catolicismo...

@Viden: Hombre, y a la Iglesia voy a defender :D
 
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3.1. La paz de Utrecht.

Aunque la guerra parecía inminente, no pasó nada. Ambos bandos desconocían las debilidades de su enemigo. Ni la Gran Alianza estaba tan unida como parecía ni Felipe II podía sostener una guerra interminable tras la última bancarrota de su imperio. Por ello, firmó primero una paz por separado con Isabel de Inglaterra, que había derrotado a su Armada. Felipe, consciente de que si no firmaba la paz se arriesgaba a ver sus fuerzas en los Países Bajos aplastadas por los holandeses y los hugonotes franceses. Así, poniendo fin a la guerra por el momento terminaban los ataques de los piratas ingleses, lo que daría tiempo a la castigada economía española para recuperarse. Los corsarios hugonotes, sin embargo, no estaban incluidos en esta paz (1). Irlanda, por su parte, se escapaba del dominio inglés, y Felipe se afrentaba con un dilema, pues no tenía suficientes medios para apoyar a los rebeldes irlandeses y a la Liga Católica en Francia. Peor aún para Filipo: las Provincias Unidas se convertían en un estado protestante independiente.

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Mientras, la reforma religiosa de Enrique seguía su curso.

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Entonces, apenas comenzó el nuevo siglo, el fantasma de la guerra regresó a Francia.

La Liga Católica, definitivamente rota, se había retirado a Normandía, zona en la que los católicos resistían con fiereza cualquier itnento de conversión pacífica. Allí el duque de Mayenne -profundamente mortificado por ver sus estados de Lorena convertidos a la nueva religión- organizó diversos regimientos de voluntarios con los que pasó a España, en espera de que se reanudaran las hostilidades.

Entonces llegaron los problemas con Austria, por caminos indiretos.

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(1) He financiado unos cuantos piratas en el Golfo de Cádiz y, por el momento, no veo que hagan gran cosa los muy piltrafillas...
 
Los piratas no es lo tuyo señor Francés, eso sí, quieras o no vas a tener que darte con los Austriacos en más de una ocasión y no será (y esperemos que no) la única vez que te vas a dar caricias con ellos.

Muy bien la inquisición, lo importante es quemar :D
 
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3.2. La Primera Guerra Austríaca

La derrota de la Liga y su dispersión tuvo dos efectos, unos positivo y el otro negativo. Por un lado reforzó la autoridad real. Ya nadie en Francia tenía la fuerza para desafiarle, ni contand con apoyo extranjero. Sin embargo, reforzó la creencia de los Habsburgos en que la herética Francia debía ser aplastada y esto sólo podía ser logrado mediante la fuerza militar. Así, el 4 de marzo de 1601 Francia se encontró en guerra con Sajonia y el Palatinado contra Austria, Venecia, Bremen, Modena y Baviera. El silencio español era notorio y extraño. También fue motivo de sorpresa que el rey danés, Cristian IV, permaneciera inactivo. Quizás era porque mantenía un ojo vigilante sobre Suecia, miembro malgre lui de la Alianza católica que, sin embargo, no se había unido a la guerra.

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El primer movimiento francés estuvo a cargo del ejército de Charles de Borbón, duque de Guisa (1), que había recibido el título tras el triste final del anterior duque, cuando todos los miembros de la Liga Católica fueron desposeídos de sus títulos, que fueron repartidos entre hugonotes fieles a Enrique. Charles se puso al frente de frente de su ejército y penetró, audazmente, hacia el corazón del Imperio austríaco.

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Otros dos ejércitos galos, sumando cuarenta mil hombres entre ambos, se reunieron en Lorena, dispuestos a penetrar en el Rin y apoyar a los aliados germanos del rey. Si surgía la ocasión, marcharían sobre Baviera. Con este ataque y el que Guisa estaba llevando a cabo se esperaba poner fin con rapidez a la guerra.

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Guisa no encontró resistencia alguna y somenzó el asedio de las primeras plazas católica a comienzos de mayo, asedio que se demostró como una empresa complicada. En julio comenzó el asedio de Munich. Los ejércitos calvinistas no estaban encontrando resistencia digna de tal nombre, pues el enemigo se encontraba asediando futilmente Würzburg, en el norte.

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1601 terminó con una sombra, cuando un ejército procedente de Bremen, que de alguna manera se había colado hasta el sur de Francia, penetró en la Provenza. Otro primo real, el duque de Orléans, partió con su ejército para derrotar al invasor, pero fue derrotado de manera sorprendente y obligado a retirarse tras perder un tercio de sus fuerzas. 1602 no comenzaba nada bien.

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(1) Charles era hijio de Luis, Principe de Condé (1530-1569). tío de Enrique IV. Murió a muy temprana edad, en 1557, pero las mariposas calvinistas han hecho un pequeño milagro... Me hacía falta para explicar un Guisa protestante, boquepasa.

@Ralfa: Si a las tres cuestiones. A los austríacos les pienso dar hasta aburrirme -y a los españoles porque se han abstenido cobardemente, que si no, también- y pienso quemar a todo papista que se me ponga delante.
 
Anda que no preveer esa jugarreta de los señores de Bremen, si dejas desprovisto tus regiones, no preveo cosas buenas para tí. Esperemos que se vea el potencial frances. Si mal no he visto o tienen concesiones de paso o ha sido un desembarco naval. Ambas cosas en tu persona son imperdonables :D

Francia : Necesita Mejorar :D
 
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3.3. El Final de la Primera Guerra Austríaca

Tras el primer tropezón en la Provenza llegó el momento de ajustar cuentas. Se concentraron tropas frescas y descansadas en el Delfinado, y, cuando la moral de combate se les salía por las orejas, ligertalmente, se lanzó el ataque contra los sitiadores de Provenza, que, tras la marcha de las huestes de Bremen, eran los venecianos, a los que, como se dice coloquialmente, les tocó pagar el pato. Y las fantas, huelga decirlo. :D

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Por si tenían pocos problemas, los austríacos le declararon la guerra al Turco, con el apoyo de los sospechosos habituales -Bremen, Modena, Baviera y Venecia- por una cuestión referente a Transilvania y unas estacas. O algo así, porque Vlad Tepes seguía muerto. Porque estaba muerto, ¿no?

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Enrique IV tuvo entonces la idea de cambiar al Superintendente de Finanzas, que por entonces era François d'O (1), y nombró a Maximilien de Béthune, duque de Sully, un buen hugonote, estricto aunque un poco arrogante, para el puesto.

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En mayo de 1602, con apenas unos días de diferencia, finalizaban los asedios en curso cuando se rendían los defensores suizos y bávaros. Era una gran victoria, que no había costado demasiadas bajas ni recursos, salvo la paciencia usada en tan tediosa cuestión. Así pues, nuestros ejércitos pudieron marchar hacia Salzburgo y el Tirol, mientras Enrique se seguían preguntado por el paradero de los ejércitos católicos.

Viéndolas venir, Baviera quiso salir del mal paso en que se había metido al batallar con la protestante y orgullosa Francia, y lo logró, aunque se tuvo que rascar los bolsillos para ello. Que quedara claro que desafiar a Francia no iba a quedar impune (2).

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Así, poco después, se le ofrecía a Austria una manera igual de airosa de salir del paso, y lo aceptaba (3). Ya llegaría el momento de enseñarle a Austria quien era el amo de Europa. Ahora no, pues no tenía mérito derrotar a una potencia cristiana para gloria del Infiel.

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Pocas conclusiones se podían sacar del conflicto, salvo que los asedios iban a ser más comunes que las grandes batallas. Por eso el rey ordenó que se empezaran a fundir cañones suficientes para derribar a bombazo limpio la Gran Muralla.

Y, además de demostrar que Francia no sólo ganaba guerras (4), sino también corazones, Provenza se unía a la verdadera Religión.

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E Inglaterra tenía que jugar a tocar los ánimos, si señor... Enrique se preguntaba si tendría suficientes años de vida para arreglar tanto despropósito mundano.

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(1) Ah, la de chistes e historias que podría hacer...
(2) Ay, que asquito me da escribir esto, por Dios...
(3) Creo que la cosa se quedó en 60 escudos o algo así.
(4) Coña, menuda paradoja he escrito y el mundo no peta...

@Ralfa: lo peor es que tienes razón, shurumbel de mis amores...
 
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Dudas:

A) Es normal que me pase más tiempo en asedios que en batallas? Porque al ejército austríaco aún es hora de verlo repartiendo tortas. Se pegan con todos menos conmigo.

B) Es normal que un país se cambie de religión con tanta facilidad como yo de camiseta? Porque el cachondeo inglés (ahora católico, ahora protestante... y si me hago del Hare Krisha?) es loleante y desconcertante.
 
Que bien que hayas recuperado un poco el AAR. Yo de hecho ahora estoy entusiasmadillo con el EU2 AGCEEP deluxe. :)
En cuanto a tus dudas de los asedios, pues sí, es lo normal que duren mucho más que una batalla -no así los asaltos-. Piensa que asediar significa no sólo planificar la batalla y luchar, sino aislar la ciudad, dejarla pasar hambre, cañonearla, etc.
Y lo de la religión... pues son cosas de eventos históricos. Los anglos son católicos hasta 1540 más o menos, luego se vuelven protestantes, luego en 1560 aproximadamente se vuelven católicos de nuevo con María la sanguinaria, y en 1580 vuelven al protestantismo con Elizabeth. Te queda ver cómo en 1650 se vuelven reformados con los puritanos de Cromwell y luego vuelven definitivamente -al fin, sí- al protestantismo allá por 1670.
 
No, si que los asedios son largos lo se, lo que me sorprende es ganar una guerra sin disputar una sóla batalla campal. Lo de los ingleses es peor que eso, es que están cambiando de religión cada seis meses... Ni Bloody Mary ni Elizabeth, ellos con hábito y a lo loco.
 
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4. El final de un rey.

Liquidada la Liga Católica, humillada Austria y sus aliados, Enrique IV se volvió a ocupar de los asuntos internos del reino. Primero se aseguró de que el sur de Francia era perfectamente hugonote y creyente de corazón. Después, sin que nadie se pudiera explicar el porqué, entró en una fuerte depresión. Sus espías le habían dicho en pocas y concisas palabras que cualquier guerra con España acabaría con una derrota aplastante de Francia, porque, pese a la innegable mejora del rey galo y de sus fuerzas armadas, los tercios eran todavía una fuerza formidable. Peor aún, el intento de formar un bloque protestante en Alemania que amenazara los Países Bajos había resultado en apenas unos pocos apoyos y muchas vagas promesa que no comprometían a nada.

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Cuando al año siguiente Johan Wilhelm, duque de Cleves, Julich y Berg se convirtió en Emperador del Sacro Imperio, se desató la comedia. Al poco tiempo, Johan se convirtió al protestantismo, y fue depuesto instantáneamente. Se disponía a disputar esta decisión cuando le sorprendió la muerte. Fue el acabóse. Al fallecer Johan sin heredero varón, su herencia fue dispitada por los hijos varones de sus dos hermanas mayores: por parte de Eleonora (1550–1608), la hermana mayor, casada con Albert Frederick, Duque de Prusia, era Ana de Prusia, la Electora de Brandenburgo, una protestante. La otra hermana era Anna (1552–1632), casada con Phillip Ludwing, conde palatino de Neuburg, y su hijo era católico. En poco tiempo, esta herencia dividiría a Europa en dos bandos.

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Cuando Württemberg se separó de Austria y se declaró por la nueva fe protestante, la crisis entre ambas religiones alcanzó nuevas cuotas de tensión.

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Pese a unos pocos altibajos, la empresa colonizadora francesa en África empezaba a ganar empuje, y comenzaba a producir grandes resultados -como, por ejemplo, sacar católicos franceses de Europa y llevarlos bien lejos.

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Entonces, llegó la crisis defintiva. El 20 de mayo de 1610, un católico fanatico, François Ravaillac, intentó lo que ya otros dos asesinos habían fallado en conseguir (Pierre Barrière en 1593 y Jean Châteen en 1594): matar a Enrique. Fracasó, pero hirió gravemente al rey, que ya no volvería a ser el mismo, y cuya salud iría decayendo, hasta que en 1612 su esposa, María de Médicis, tuvo que asumir la regencia, pues el rey apenas podía levantarse del lecho.

Así fueron pasando los años. Francia continuaba creciendo, sus ejércitos se iban reforzando y, a su alrededor, justo cuando Venecia parecía hundirse en un mar de asesinatos, con centenares de españoles y franceses regando con su sangre los canales de la ciudad tras la denominada conjura de Bedmar, una anónima mañana de abril de 1617, Enrique moría y un nuevo monarca ascendía al trono.

En el horizonte europeo soplaban vientos de guerra.

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Así se ha acabado un rey que ha hecho más de lo que yo esperaba pero menos de lo que yo soñaba. En fin, a ver que hace su hijo. España, a todo esto, está que no hay quien la tosa.

Dolor, mucho dolor...
 
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5. Le Roi fainéant saca las uñas.


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Luis XIII de Francia (Fontainebleriauriau, 27 de septiembre de 1601 – Saint-Germain-en-Laye, 14 de mayo de 1643)

Los comienzos de Luis XIII fueron, para que negarlo, enervantes. Su padre había destacado por sus ansias de expansión, que chocaban con la dura realidad, pero Luis era sólo notable por sus gustos sibaritas y por querer estar cómodo. Evitaba los problemas igual que un vampiro un crucifijo, y, con ello, las posibilidades de hacer a Francia gloriosa.

Por ejemplo, en mayo de 1617 Austria emprendió una brutal guerra de agresión injustificada contra la protestante Estrasburgo, vasalla de un aliado francés, el Palatinado. Si bien éste principado permaneció inmóvil, Luis ni siquiera presentó una protestante ante Viena. Por no hacer, ni levantó una ceja siguiera. Los acontecimiento le dieron un poco la razón, porque la guerra no fue tal, sino una mera acumulación de escaramuzas que cesaron tan pronto los otomanos declararon la guerra a Austria, en febrero de 1618. Pero cuando Austria atacó a Polonia en abril de ese mismo año, siendo Polonia otro estado hermano protestante, Luis siguió sin reaccionar.

Irónicamente, fue la misma reina madre la que provocó que su hijo reaccionara. Luis había convertido a Charles d'Albert, su favorito por entonces, en duque de Luynes. Charles tardó poco en acumular errores y el odio de los nobles franceses, a los que no cesaba de importunar. Así fue como en agosto de 1620 Luis vio rota su apacible existencia cuando una parte de la nobleza gala, encabezada por su madre, amenazó con tomar las armas y generar otra guerra civil.

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Y una merde, que dijo el rey. De repente el calmado Luis sacó genio, y comenzó a poner las cosas en su sítio. Contó con el apoyo y el consejo de un joven canónigo hugonote, Armand Jean du Plessis, que había abandonado la carrera militar por la religiosa. Luis organizó a su ejército, aplastó a los insurrectos en Ponts de Cé y reestableció el orden. Pero, y aquí los historiadores no se ponen de acuerdo si fue por obra de oler la pólvora o los consejos de du Plessis, al rey le entró un inesperado furor guerrero.

Cuando los nobles se volvieron a rebelar en Maine y Poitou, encabezó los ejércitos reales que aplastaron a los rebeldes en Maine, confiando el Poitou a du Plessis, que tenía su patria chica en tal lugar.

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Mientras, Polonia había mantenido a raya a los austríacos, de manera que, para mayo de 1621, se había vuelto al status quo original y las colonias africanas empezaban a tener un cierto aspecto más agradable, aunque lejos aún del gran estallido colonial de la década siguiente, que comenzaría, timidamente, con el descubrimiento de Bangalore (17 de enero de 1626), en la lejana India.

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Fue ese día cuando Luis decidió aplastar a España para engrandecer a Francia. Pero antes, acabaría con los rebeldes franceses.

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Aquí van a haber hondonuás de hostiongs, se dice que le comentó le ruá a du Plessis, que replicó: Po oui...
 
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6. Ostias para todos.

Antes de dedicarse al excitante deporte de la expansión de sus territorios, Luís tuvo que hacer frente al no menos interesante fenómeno de las puñaladas traperas familiares. Como un aviso de que había alguna gente no dispuesta a complacer al rey, la lenta pero constante conversión del reino a la auténtica religión -casi cuarenta años de reforma en Francia y todavía los católicos no daban el bazo a torcer- tuvo unos cuantos altibajos, que irritaron al monarca. Éste comenzó a pensar en algo parecido a un Edicto de Tolerancia, pero, la verdad, no tenía demasiada premura por resolver el asunto y lo dejó en manos de Du Plessis.

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Éste le estaba causando algunos problemas al rey, por cierto. Su buena mano a la hora de imponer la autoridad real irritaba a los nobles, que perdían poder, lógicamente, en beneficio del rey. Los nobles hallaron un cómplice de aúpa en la figura de Gastón, hermano del rey.

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Tercer hijo de Enrique IV (1553 – 1610), y de María de Médicis era el benjamín de su hermano Luis XIII. Tras la muerte de Nicolás (1607 – 1611), segundo hijo de Enrique IV, Gastón pasó a ser el eterno segundón; con el título de duque de Anjou y más cercano como heredero del trono, se le llamaba Monsieur, como correspondía por ser hermano del rey. Era culto, refinado, veleidoso, inconstante, orgulloso y un cabronazo de primera. No paró de conspirar todo lo que pudo, animado por su madre, pero, con más pena que gloria, sus intentos no llegaron a gran cosa. Gastón se hizo famoso por su habilidad para nadar y guardar la ropa, y delatar a sus compañeros, como Henri de Talleyrand-Périgord, conde de Chalais (1599-1626), uno de los primeros en perder la cabeza a causa de las inquietudes de Gastón.

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Destapada la conspiración, Gastón confesó abiertamente su falta y entregó a todos sus cómplices. Jean-Baptiste d’Ornano (1581 – 1626), conde de Montlaur, mariscal de Francia, moriría en la prisión real. Y luego le tocó al chivo expiatorio, el conde de Chalais, que cargó con toda la culpa de esta ridícula conspiración: fue arrestado y privado del prestigio familiar que le aseguraba la inmunidad, fue juzgado en Nantes y fue condenado a la decapitación. Sus cómplices, solidarizándose con él, trataron de convencer al verdugo para que no llevara a cabo tal condena, pero el verdugo era un condenado a muerte que había sido perdonado y no accedió a tal petición. Decapitó al conde asestándole hasta 29 hachazos dada su inexperiencia en este menester.

Pero Gastón no cejó en su empeño y, aliado con Enrique II de Montmorency (1595 - 1632), volvió poco después a la carga, con tan poco fortuna como de costumbre. La conspiración se saldó con la ejecución de Montmorency y la confiscación de sus bienes, que pasaron a la casa de Condé.

Todo esto causaría la revuelta del sur, en el Languedoc y Guayana (de marzo a septiembre de 1632), en la que resultó triunfante la monarquía y Gastón acabó encarcelado en uno de los palacios reales, bien cuidado y mejor vigilado aún.

Mientras continuó la expansión colonial...

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...y la lucha entre protestantes y católicos, la denominada guerra de los Treinta Años. Decidido a acabar con la opresión papista y el dominio de España, Luis optó por declarar la guerra a los Habsburgos, en la Primera Guerra Franco-Hispana, a la que pronto se sumó Holanda, buscando venganza por los pasados agravios sufridos a manos de los españoles.

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Errata de autor. No la borro para que conste que m'esquivoco de vez en cuandu. riau.
 
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Jrande, has puesto 2 veces el mismo capitulo :D