En el caluroso puerto de Veracruz se agrupaba la gente, venida de todos los puntos de la República, ese 17 de Marzo de 1939. Frente a ellos, se encontraba lo que una vez fue el fuerte de San Juan de Ulúa. Hoy, se erigía orgullosa una columna a los héroes que una vez defendieron la plaza. El balcón presidencial de la Secretaria de Marina, se encontraba un alegre Héctor Meixueiro que conversaba con el Presidente Almazan.
La gente, mas, abajo empezó apuntar al cielo señalando algo.
3 pequeños puntos salieron de entre las nubes y se lanzaron en picada, el ruido de los motores empezó hacerse más fuerte y la amenaza de que golpearan contra el mar hacia que el pueblo se agitara. En el último momento, levantaron provocando la alegría popular.
Eran los trimotores recién salidos de los
Talleres Nacionales de Construcciones Aeronáuticas.
Pero lo que genero el grito general, fue la entrada de los colosos de la Armada de México.
Los buques más poderosos que hasta el momento había visto el continente Americano. Al mando del Almirante Othon Blanco y con su barco insignia, el ARM Porfirio Díaz, saludaban al pueblo de México.
Plenipotenciarios, empresarios y agregados militares de todos los países felicitaban al gobierno México por su estabilidad y modernización.
Lástima que el asiento del embajador Norteamericano permaneciera vacio.