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yuriapc said:
Hombre ya que ha salido Juan Vainilla (tambien conocido como John Wayne :p ). La pelicula "Boinas Verdes" donde salian estos soldados como heroes de Vietnam (era al principio de la guerra) fue un proyecto personal del actor que consiguio convencer al presidente de los EEUU para hacerla ya que los estudios no estaban convencidos.

No me extraña que Stalin le tuviese entre ceja y ceja.


Lo raro es que no se lo cargara antes de lo previsto. Este Stalin no hacia na bien
 
EL JUICIO A LOS DIEZ DE HOLLYWOOD​

Como os estáis descentrado ya, os pongó un capítulo. ;)

Ya os conte que Parnell acusó a 19 en Hollywood.

Sólo llegó a interrogar a once de ellos, que fueron los escritores Alvah Bessie, Herbert J. Biberman, Bertolt Brecht, Lester Cole, Ring Lardner Jr., John Howard Lawson, Albert Maltz, Samuel Ornitz, Dalton Trumbo, el director Edward Dmytryk y el productor Adrian Scott. Como ciudadano alemán, Brecht se consideró obligado a contestar las preguntas, declaró que no estaba afiliado a ningún Partido Comunista (lo cual debió ser cierto), negó ser comunista (seguramente lo era) y poco después se fue de Estados Unidos. En los años siguientes realizó en Alemania una nutrida carrera teatral, con la formación del Berliner Ensemble.

Los otros diez se resistieron al interrogatorio oficial. Habían recibido de sus abogados la certeza de estar protegidos por la Constitución de Estados Unidos, que les garantizaba la libertad de opinión, la libertad de afiliación sindical, la libertad de no formular declaraciones donde pudieran incriminarse a sí mismos. Los interrogatorios a los diez terminaron por ser formidables piezas polémicas, donde la pregunta obvia (ser o haber sido miembro del Partido Comunista o del sindicato de libretistas) no era contestada por el silencio sino por alegatos a favor de la libertad y contra la intromisión del Comité en vidas privadas. (la mundialmente famosa 5ª Enmienda)

En ese sentido fue elocuente el caso de John Howard Lawson, seguramente el comunista más ortodoxo del grupo. Sus declaraciones agresivas contra el Comité motivaron que fuera finalmente expulsado de la sala. Por otra parte, a varios de ellos les fue negado el permiso para leer los textos en su defensa que traían preparados. La consecuencia fue que quedaron acusados de "desacato al Congreso" (contempt of Congress) y sometidos a la justicia. Tras el proceso judicial, todos ellos quedaron en prisiones, por períodos de seis a doce meses, durante 1950-195l. Llegaron a una dudosa fama como los Diez de Hollywood. Sus primeros compañeros en las Listas, aunque no en la cárcel, fueron los otros ocho hombres citados pero no interrogados. Eran los escritores Richard Collins, Gordon Kahn, Howard Koch, Waldo Salt, los directores Lewis Milestone, Irving Pichel y Robert Rossen, el actor Larry Parks.

Al salir de la cárcel, ninguno de aquellos Diez pudo reanudar su carrera en el cine. Algunos debieron dedicarse a tareas humildes, de escasa remuneración (como Alvah Bessie) y otros adoptaron seudónimos para seguir escribiendo y colocando libretos, ahora mal pagados, como fue notoriamente el caso de Dalton Trumbo.

El caso singular fue Edward Dmytryk. La cárcel le llevó a la reflexión de que fue condenado por una ideología comunista que había abandonado varios años antes y que le era atribuida por su solidaridad con los compañeros de causa. Para reanudar su carrera, no tenía como ellos la posibilidad del seudónimo, porque no era escritor sino director. La reflexión condujo a su expreso arrepentimiento. En abril 1951 se presentó ante otro Comité parlamentario con un testimonio donde identificaba a 26 comunistas con quienes había estado vinculado. Esa confesión le permitió reanudar en Hollywood su carrera como director, aunque sin ningún título valioso. También le reportó un título de "traidor" que perduró hasta su muerte (1999) y que le ocasionó algunos disgustos públicos, como verse enfrentado a ex-compañeros en un Festival de Barcelona. Después escribió un libro de memorias (Odd Man Out, 1996) para explicar su conducta.

Pero la historia tiene también toda su parte tragicómica. ¿Recordáis que os dije que Parnell no dirigió mucho tiempo el tribunal?

Pues bien, ciertos rumores sobre prácticas corruptas por parte de Thomas se vieron confirmados cuando su secretaria, Helen Campbell, envió a Drew Pearson, periodista crítico de Parnell y la comisión, unos documentos que éste utilizó para destapar los trapos sucios de Thomas en un artículo publicado el 4 de agosto de 1948.

Como resultado, J. Parnell Thomas fue citado para declarar ante un tribunal, y, en un giro un tanto irónico, el propio Thomas se negó a declarar apelando a la Quinta Enmienda, la misma que habían invocado los "Diez de Hollywood" y que Thomas se había negado a aceptar. Thomas fue juzgado y condenado por fraude a una multa y dieciocho meses de prisión. Dimitió de su puesto en el Congreso el 2 de enero de 1950 y, en una nueva ironía del destino, fue encarcelado en la Prisión de Danbury, junto con Lester Cole y Ring Lardner Jr., ambos miembros de los Diez de Hollywood, que cumplían condena a causa de las indagaciones de Thomas en la industria del cine.

Cuando salió de prisión, J. Parnell Thomas trabajó como editor de tres periódicos semanales en Bergen County Nueva Jersey. Truman le concedió el indulto en la Nochebuena de 1952. En 1954, intentó volver al mundo de la política, pero fue derrotado en la nominación al candidato del Partido Republicano.

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La protesta de las estrella de Hollywood por el procesamiento de los 10 de Hollywood.

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Vaya sarta de propaganda comunista, yo sólo dire lo que el señor Cesar Vidal, mucho más herudito seguramente que las fuentes por ti consultadas que son claramente parciales, explicó en Libertad Digital:

CESAR VIDAL said:
En plena guerra fría, el nombre de un senador republicano se hizo extraordinariamente conocido en Estados Unidos. Se trataba de Joseph McCarthy, al que se ha asociado repetidamente con la denominada “caza de brujas”. Cuando ésta se encontraba en su apogeo, McCarthy se vio privado de respaldo institucional, lo que se tradujo en su ruina política.

La versión oficial insistiría en que McCarthy era un paranoico que estaba causando la ruina de un número insoportable de inocentes y que, al fin y a la postre, semejante conducta no podía tolerarse ni siquiera en medio de tiempos tan difíciles. Sin embargo, ¿fue cierta esa explicación oficial? ¿Por qué cayó el senador McCarthy?

Aunque suele ser habitual identificar en los medios de comunicación el Comité de Actividades Antiamericanas con el senador McCarthy y con la búsqueda de comunistas en Hollywood, la realidad histórica es que los tres elementos tuvieron una vida independiente que sólo se cruzó de manera ocasional. El Comité de Actividades Antiamericanas fue un comité de la cámara de representantes de Estados Unidos creado en 1938 para investigar las actividades de agentes extranjeros en Estados Unidos. Durante sus primeros años, su principal preocupación fue, lógicamente, la lucha contra el fascismo y su presidencia residió en el senador demócrata Martin Dies, que no dudó en acusar de deslealtad a sectores nada reducidos del funcionariado gubernamental. La actividad de Dies recibió un considerable respaldo, en parte, porque pertenecía al partido del presidente Roosevelt y, en parte, porque no interfería con los dictados políticamente correctos.

El peligro comunista en Hollywood ya había sido percibido durante la guerra por personajes de la talla de John Wayne, Clark Gable, Gary Cooper o Cecil B. de Mille pero la vigilancia de tan inquietante fenómeno no pasó por el Comité de Actividades Antiamericanas sino por una organización creada en 1944 por los profesionales más competentes del cine y llamada Alianza para la Preservación de los Valores Americanos. Razones no les faltaban si tenemos en cuenta películas como Mission to Moscow (1944), donde se defendían los procesos de Moscú de 1937-1938 dentro de la más pura ortodoxia stalinista. Ni con la lucha en Hollywood contra la infiltración comunista ni con la creación de la citada asociación tuvo nada que ver McCarthy.

El mismo Comité de Actividades Antiamericanas también tardó un tiempo en ocuparse de la influencia comunista en la industria cinematográfica. Hubo que esperar hasta 1947, bajo la presidencia del senador demócrata J. Parnell Thomas, para que el comité iniciara una investigación sobre el tema. De todos es sabido que la misma terminó con la detención de un grupo de actores y escritores conocidos como los “Diez de Hollywood”. Suele ser menos conocido que éstos se encontraron sin apoyo por la sencilla razón de que eran sobrada y sabidamente culpables de las imputaciones que se formulaban contra ellos. Por ejemplo, el actor Sterling Hayden efectivamente militaba en el PCUSA en 1946.

Películas como La ley del silencio (On the waterfront, 1954) de Elia Kazan, de hecho, venían a mostrar lo que opinaba la mayoría de los artistas cinematográficos: que testificar ante el Comité era un deber cívico. Si se tienen en cuenta las purgas que los regímenes comunistas estaban realizando en esa época en media Europa, no cuesta comprender hasta qué punto las acusaciones de que Estados Unidos era un país fascista donde no existía libertad resultan un verdadero disparate.

McCarthy, dicho sea de paso, seguía sin aparecer. De hecho, en 1948 y 1949, la gran estrella del Comité fue Richard Nixon, el futuro presidente, que demostró una extraordinaria habilidad en la investigación sobre Alger Hiss, un siniestro personaje al servicio del espionaje soviético. La entrada de McCarthy en este torbellino iba a ser posterior y demuestra hasta qué punto el hecho de atribuirle a él la denominada caza de brujas es no sólo inexacto históricamente sino injusto.

Joseph Raymond McCarthy había nacido en 1908 en Grand Chute, Wisconsin. Tras estudiar en la Marquette University, ejerció la abogacía en su estado natal hasta que fue nombrado juez de un tribunal en el que prestó servicio hasta 1939. Durante la segunda guerra mundial combatió en la marina y sólo durante la posguerra se dedicó a la política, para lo que aprovechó un discurso no sólo conservador sino católico. En 1946 fue elegido por primera vez senador por el partido republicano pero hasta febrero de 1950 no adquiriría un verdadero relieve al pronunciar firmes denuncias sobre la infiltración comunista en la administración norteamericana.

Aunque la propaganda posterior ha insistido en que McCarthy era un paranoico que veía comunistas donde había sólo gente de carácter liberal o incluso indiferente, la desclasificación de documentos en los archivos soviéticos —como el archivo Venona— ha puesto de manifiesto que, si acaso, el senador se quedó muy corto en sus apreciaciones. El 14 de abril de 1996, Nicholas Von Hoffmann, uno de los autores más políticamente correctos del espectro americano, reconocía en el Washington Post que McCarthy “estaba más cerca de la verdad que sus furiosos adversarios” y confesaba con pesar que “los rojos estaban debajo de la cama mientras los liberales mirábamos hacia otro lado”. A fin de cuentas, concluía Von Hoffmann, “el triunfo más importante del Kremlin ha sido la influencia del grupo procomunista que hemos padecido en el interior mismo de nuestro Departamento de Estado”. Eso fue exactamente lo que McCarthy señaló —aunque de manera burda y mal perfilada— en febrero de 1950. Se trató del inicio.

Durante algo más de dos años, McCarthy se convirtió en un verdadero flagelo de infiltrados comunistas y por lo que sabemos actualmente no se equivocó una sola vez por más que sus adversarios demostraran ocasionalmente notables dotes interpretativas y una mayor pericia utilizando los medios de comunicación. En 1953, sin embargo, siendo presidente del subcomité de investigaciones del Senado, McCarthy entró en un terreno especialmente sensible, terreno que se convirtió en sumamente resbaladizo al afirmar en abril de 1954 que el secretario de Defensa encubría actividades llevadas a cabo por agentes extranjeros.

McCarthy pensaba ir aún más lejos. Había llegado a su conocimiento la Operación Keelhul, un vergonzoso acuerdo en virtud del cual Eisenhower, antiguo jefe supremo de las fuerzas aliadas en Europa durante la segunda guerra mundial, había dejado en manos de los ejércitos soviéticos a millares de anticomunistas rusos y húngaros aún a sabiendas de que serían deportados e incluso fusilados. No sólo lo conocía sino que además estaba dispuesto a sacarlo a la luz pública pidiendo explicaciones por tan miserable comportamiento, un comportamiento protagonizado por un personaje que a la sazón era presidente.

La respuesta del republicano Eisenhower fue inmediata. Presionó al senador Everett Dirksen para que abandonara la colaboración con McCarthy, preparó informes contra colaboradores del senador como Cohn y Schine, movilizó a medios afines para denigrarlo y, finalmente, llegó a un acuerdo con un ambicioso político del partido demócrata llamado Lyndon B. Johnson para iniciar la confrontación contra su compañero de partido. De la noche a la mañana, McCarthy no sólo se convirtió en la encarnación del mal sino que además se vio sometido a una investigación llevada a cabo por el Senado, encaminada fundamentalmente a destruirlo en términos políticos y dotada de una cobertura mediática sin precedentes.

McCarthy —que ya era un alcohólico en aquella época— fue exculpado de los cargos en su contra pero el Senado le censuró por los métodos que había empleado en sus investigaciones. Su calvario estaba sólo empezando. Mientras los periódicos recogían sangrantes caricaturas suyas, se difundían rumores sobre su supuesta —y falsa— homosexualidad. Ni siquiera el hecho de que adoptara a una niña —cuyo padrino fue el cardenal Spellman— logró limpiar una imagen definitivamente dañada. Sus últimos años fueron los de una sombra política con una psicología cada vez más alterada. Su caída, sin embargo, no se había debido a que sus tesis fueran erróneas sino al hecho de que mostraban hasta el punto que había alcanzado la influencia comunista en la administración de Estados Unidos.

Esto demuestra claramente que si eran comunistas y que fue una pena que no dejaran a McCarthy acabar con ellos.

Hablar, como hablas, de Caza de Brujas es una mentira.

Era justicia pura y dura e injusticia lo que pasó con McCarthy.
 
Pedro I said:
Vaya sarta de propaganda comunista, yo sólo dire lo que el señor Cesar Vidal, mucho más herudito seguramente que las fuentes por ti consultadas que son claramente parciales, explicó en Libertad Digital:
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¡Doloooor, mis ojos!

A parte, según tengo entendido, el número de afiliados al Partido Comunista de USA era muy escaso y buena parte de ellos eran agentes infiltrados :rofl: . Eso da una idea de los niveles de emparanoiamiento del personal.
 
Estimado Pedro I, nunca viene mal la polémica en un hilo, aunque hubiera agradecido que fuera de otra fuente que no de Cesar Vidal...

De todos modos, yo no he negado en ningún caso que algunos fueran comunistas, si no que no se puede perseguir a gente porque su padre leyera, en los años 40, un panfleto comunista.

Te invitó a seguir leyendo lo que voy a ir posteando y, con todos los datos que voy a intentar aportar, ver si después de eso sigues apoyando o no la caza de brujas.
 
Pedro I said:
Esto demuestra claramente que si eran comunistas y que fue una pena que no dejaran a McCarthy acabar con ellos.
¿Acabar? ¿Podrías explicar un poco mejor que entiendes tu por acabar con una persona? Por que si es lo que me imagino puedo echarme a temblar. :confused:
 
edwood said:
¿Acabar? ¿Podrías explicar un poco mejor que entiendes tu por acabar con una persona? Por que si es lo que me imagino puedo echarme a temblar. :confused:

Teniendo en cuenta como acabaron los 10 de Hollywood, arruinados en su mayor parte, sin poder trabajar o haciendolo por cuatro duros con nombres falsos, yo también me imagino lo mismo que tú... :wacko:
 
Por otra parte y si eran comunistas ¿qué pasa? El partido comunista era un partido legalmente constituido en estados unidos, estar afiliado a él no era delito por si mismo.
 
kaoss said:
Por otra parte y si eran comunistas ¿qué pasa? El partido comunista era un partido legalmente constituido en estados unidos, estar afiliado a él no era delito por si mismo.

Muchos lo eran y como tal lo he indicado en mis textos.

Además en el juicio se atentó contra sus derechos, al obligarles a declarar su filiación política, que según la constitución Americana, no puede hacerse.
 
kaoss said:
Por otra parte y si eran comunistas ¿qué pasa? El partido comunista era un partido legalmente constituido en estados unidos, estar afiliado a él no era delito por si mismo.

No pretendo ejercer de defensor de Mc Carthy y la caza de brujas pero, por polemizar un poco sin intentar defender el acabar con nadie ;) diré que realmente los EEUU estaban en la época en guerra contra una ideología, el comunismo, igual que antes lo habían estado contra otra, el fascismo.

Y cuando en los EEUU se detuvo a todo sospechoso de ser nazi, nadie puso el grito en el cielo por considerarlo natural.

Mucha gente veía un deber tan patriótico delatar a un comunista como lo había sido antes delatar a un nazi.
 
Michel el Vasco said:
No pretendo ejercer de defensor de Mc Carthy y la caza de brujas pero, por polemizar un poco sin intentar defender el acabar con nadie ;) diré que realmente los EEUU estaban en la época en guerra contra una ideología, el comunismo, igual que antes lo habían estado contra otra, el fascismo.

Y cuando en los EEUU se detuvo a todo sospechoso de ser nazi, nadie puso el grito en el cielo por considerarlo natural.

Mucha gente veía un deber tan patriótico delatar a un comunista como lo había sido antes delatar a un nazi.
Fíjate que ironía, Bertolt Brecht tuvo que exiliarse de Alemania en 1933 por su militancia antifascista y en 1947 de EEUU por considerarlo el Comité de Actividades Anti Estadounidenses un peligroso comunista. Su delito: escribir obras de teatro.

La "Caza de Brujas" para mi fue un atentado, injustificable dentro de una sociedad democrática, contra la libertad de pensamiento, uno de los derechos fundamentales del individuo.
 
Pedro I said:
Vaya sarta de propaganda comunista, yo sólo dire lo que el señor Cesar Vidal, mucho más herudito seguramente que las fuentes por ti consultadas que son claramente parciales, explicó en Libertad Digital:



Esto demuestra claramente que si eran comunistas y que fue una pena que no dejaran a McCarthy acabar con ellos.

Hablar, como hablas, de Caza de Brujas es una mentira.

Era justicia pura y dura e injusticia lo que pasó con McCarthy.

Estimado compañero ¡menos mal que hay defensores de la libertad y de la VERDAD como don Cesar! cite e ilustre a los izquierdosos con las fuentes manejadas por don Cesar Vidal. Mi intelecto me impide comprender tal erudición.