2. Empieza la fase Carolina de la guerra
Tras conseguir financiación e impuestos extra de los estados del Languedoil y el Languedoc, el rey Carlos se lanzaba a la guerra con los ingleses por fin, alegando que estos habían incumplido las condiciones del tratado de Bretigny, y justificándose en las reclamaciones por abusos de bastantes de los nuevos vasallos ingleses en Gascuña (especialmente el conde de Armagnac) y algunas de las ciudades de Poitou (especialmente La Rochelle). El mando de los ejércitos no lo llevaría un rey físicamente débil y siempre delicado de salud, sino que lo llevarían sus hermanos, los duques reales. Estos serían el duque de Anjou, aventurero e impulsivo pero aún así un buen táctico militar, el duque de Borgoña, sin duda el más inteligente y competente de todos los hermanos del rey aunque su gran fuerza estaría en su capacidad diplomática, y finalmente el menos competente a nivel de hombre de estado (pero un gran patrón de las artes) el duque de Berry. Dice mucho de la fuerza de la personalidad de Carlos de Francia que sus hermanos, los tres claramente más apuestos, grandes y fuertes que su hermano mayor, le serían fanáticamente leales hasta su muerte.
El duque de Anjou, que había compartido con el entonces delfín tantas desgracias en París, llevaría la ofensiva principal en la zona que se creía más fácilmente recuperable: la parte norte del Languedoc que se había cedido: Quercy y el Rouergue, con el duque de Berry y el nuevo Mariscal Sancerre, uno de los nuevos consejeros personales de Carlos, llevando una división de apoyo. El dominio inglés sobre la región empezó a caer como un castillo de naipes. El gobierno del Príncipe Negro en Burdeos estaba completamente paralizado, atenazado por las deudas de la campaña castellana, y detenido por el hecho de que el príncipe Eduardo estaba completamente inutilizado por su enfermedad. La respuesta anglogascona no se pudo materializar hasta que el hombre de más confianza del príncipe Eduardo, Sir John Chandos, pudo regresar de sus nuevos castillos en la baja Normandía. Pero ya era tarde. Cuando Chandos pudo llegar a la región con las pocas tropas que pudo reunir, tanto los señores locales como el mismo pueblo se habían rendido o directamente unido a las tropas francesas. A pesar de su magnífica capacidad personal sólo pudo regresar al valle del Garona en la propia Gascuña y preparar las defensas allí, mientras se pedía desesperadamente que desde Londres se enviara una fuerza expedicionaria. Una fuerza de 1000 soldados, encabezados por el hijo más incompetente de Eduardo III, el conde de Cambridge, por fin partiría para llegar a Burdeos en verano.
Pero una vez allí, no partirían a apoyar a Chandos en el alto Loira y la frontera con el Languedoc. Con una nueva táctica de ir asediando castillos, evitando confrontaciones y atacar en un amplio frente, los franceses por fin estaban aprovechando sus ventajas naturales y libraban una auténtica ofensiva adecuada a sus medios. Nada más llegar las fuerzas de Cambridge a Burdeos, desde el Poitou se alertaba de que tropas francesas estaban empezando a tomar las fortalezas de Angulema. El Poitou era de hecho la zona más rica y más leal a los ingleses de todos los territorios ganados en Bretigny, así que Cambridge sólo pudo ir al norte a responder a esta amenaza. Incluso John Chandos mismo tuvo que delegar su mando en la frontera este y dirigirse al norte con las tropas que pudo.
Pero para los ingleses era como golpear humo. Los franceses evitaban de forma sistemática cualquier confrontación en campo abierto con los ingleses en la que no tuvieran una ventaja extremadamente clara. Las tropas ingleses podían por lo tanto contrarrestar alguno de los sitios al que los castillos y ciudades de la zona estaban sometidos. Pero era completamente inútil, cuando un sitio se aliviaba, otros tres empezaban y concluían. De hecho, una vez que John Chandos abandonó el Quercy y el Rouergue, estas zonas se perdieron sin remedio y con relativamente poco esfuerzo por parte del duque de Anjou. Los ingleses fueron expulsados completamente de la zona, para ya no volver. Lo que es más, una vez tomados estos territorios, las tropas francesas pudieron pasar a presionar la propia Gascuña, mientras que la mayor parte de las tropas ingleses estaban en el norte, en el Loira, intentando aliviar la presión de forma desesperada.
Mientras tanto, el último de los ejércitos reales franceses, encabezados por el duque de Borgoña, que se haría especialista en esa zona y que de hecho pronto sería el heredero del condado de Flandes a través de su mujer, ponía sitio y tomaba la fortaleza de Ponthieu. Esto desató el pánico en Londres. Ponthieu era una fortaleza clave para poder amenazar Calais. Y empezaba a rumorearse que los franceses estaban contratando galeras castellanas y genovesas para invadir Inglaterra desde Normandía, o al menos bloquear Calais por mar. La respuestas de Eduardo III fue la que había tenido cada vez que los franceses empezaban a prepararse para una invasión: invadir Flandes y la Picardía desde Calais para desbaratar cualquier pensamiento francés de invadir Inglaterra. Además, desde luego era logísticamente mucho más fácil llevar un ejército a Calais que a Burdeos, así que una fuerza mucho más grande que la enviada al sur, de unos 4000 hombres de armas, empezaría la campaña desde Calais para intentar asolar Picardía, amenazar París y contrarrestar al duque de Borgoña. Este ejército lo encabezaría la que iba a ser la principal figura inglesa en las siguientes décadas: Juan de Gante, pronto duque de Lancaster y tercer hijo del rey Eduardo. Juan de Gante era sin duda el militar más competente del reino tras su hermano mayor (aunque muy lejos de ser el genio militar que este había sido). Sin embargo poco podía hacer. Paseó a su ejército mientras que el Duque de Borgoña simplemente cubría sus movimientos sin enfrentarlos y asediaba los poblados y fortalezas de los que se iba alejando el ejército inglés.
De cualquier manera, tanto los ejércitos franceses e ingleses de la zona se tuvieron que desbandar por falta de paga y soporte logístico. Los ingleses podían reclamar la victoria de la campaña, ya que habían avanzado por territorio francés, arrasando, saqueando y quemando sin oposición. Pero el hecho es que no habían podido recuperar ninguna de sus pérdidas iniciales, y a este rey de Francia no le importaba el coste político de este tipo de guerra, y al contrario que su abuelo, había sabido convencer a sus nobles y ciudades que era la única forma de confrontar a los ingleses. Al igual que la primera campaña en Flandes de Eduardo III, esta había acabado con una derrota estratégica total de Inglaterra, pero al contario que Felipe VI, Carlos V supo hacerla valer como la victoria real que era. De la supuesta invasión a Inglaterra finalmente sólo se empezaría a enviar un poco de apoyo a los rebeldes galesas que empezarían a surgir.
En el valle del Loira, al menos los ingleses habían conseguido detener el avance francés e incluso hacerlos retroceder. Pero tras perder el impulso inicial y con la muerte en una escaramuza de John Chandos, principal responsable de la estrategia inglesa en la zona, pronto esta ventaja empezó a desaparecer completamente. Y con la llegada del mal tiempo a la zona, los ingleses empezarían a pasarlo francamente mal. Con crecientes problemas logísticos y sin la capacidad y el carisma de John Chandos para contrarrestarlos, el conde de Cambridge se vio superado por los acontecimientos, y pronto su fuerza anglogascona quedaría reducida a menos de la mitad entre escaramuzas, asedios, enfermedades y exposición a los elementos. La posición inglesas se empezó a desplomar de forma cada vez más precipitada. Tras haber perdido Rouergue y el Quercy en el sur, a la lista de ganancias francesas se sumaría el Perigord y Angulema, las regiones más septentrionales de los territorios de Bretigny. Además, se haría cargo de la zona veteranos de los cuerpos mercenarios bretones que habían luchado del lado de la casa de Blois y por lo tanto de la corona de Francia. Y con ellos sus dos principales líderes: Bertrand DuGuesclin, que había sido capturado en Nájera (y sería capturado varias veces en su vida, era un excelente estratega y guerrero a nivel personal pero un pésimo táctico), y Olivier de Clisson, que contaba con la particularidad de haber empezado del lado Monfortista e inglés en la primera fase de la guerra de sucesión bretona, pero al que las cambiantes y características traiciones y cambios de alianza de este tipo de guerra habían vuelto a situar del lado francés. Bertrand en concreto no sólo había podido hacerse rico a pesar de tener que pagar su rescate tras Nájera, sino que además había podido reunir nuevas compañias para apoyar de nuevo a Enrique de Trastámara para de nuevo invadir Castilla y esta vez de forma definitiva derrotar y asesinar a su hermano Pedro, que había perdido ya toda posibilidad de apoyo inglés.
En 1370, tras los evidentes éxitos iniciales de la campaña del año anterior, Carlos V de hecho impuso nuevos impuestos sobre los estados generales del Languedoil y el Languedoc, y varios de los estados de Normandía y Borgoña, y con la excusa más irónica: el pago del rescate del su ya muerto padre Juan II. Efectivamente este pago, legalmente, aún se debía a los ingleses y podía ser usado ante las cortes ya que el pago de un señor feudal era una de las pocas razones que se podían dar para imponer impuestos. Pero el hecho es que todos estos impuestos, no sólo no se usarían para este pago de rescate, sino que pronto se iban a institucionalizar como impuestos permanentes. Mientras tanto, las cortes inglesas empezaban a darse cuenta que iba a ser mucho más caro mantener y defender los territorios de Bretigny que conquistarlos.
Aún así, los ingleses intentaron de nuevo sus tácticas habituales. Para aliviar la presión de sus fronteras, lanzar una gran Cheuvachée hacia el corazón de Francia, para que los atemorizados franceses abandonaran los territorios qeu acababan de recuperar. En 1370 esta nueva expedición, liderada por Sir Thomas Knolles, que había sido uno de los principales líderes routiers de la década anterior, se lanzó a esta expedición, desde Calais y alimentándose desde los castillos de Carlos de Navarra en Normandía. La respuesta de Carlos fue continuar la estrategia de la campaña del año anterior. Sus hermanos Anjou y Berry atacarían en pinza la frontera norte y este de las posesiones inglesas, mientras que Borgoña presionaría hacia Calais. Y tras haber pagado su rescate de Nájera y por sus éxitos en la campaña del año anterior, se nombraría a Bertrand DuGuesclin Condestable de Francia. Y él sería el encargado de contrarrestar la expedición de Thomas Knolles.
Desde Calais los ingleses pudieron llegar a las cercanías de París sin demasiados problemas, mientras las fuerzas de DuGuesclin se estaban reuniendo aún. Pero una de las primeras medidas que Carlos V había tomado, como delfín y luego como rey, era fortificar París. En estos momentos y para una expedición rápida del modelo inglés, que contaba con la rapidez y por tanto no podía ir arrastrando maquinaria de asedio ni medios de construirla, París era completamente inexpugnable. Así que simplemente continuaron hacia el oeste, para ir arrasando todo lo que pudieron. Bertrand DuGuesclin empezó a seguir, a ser la sombra de todos sus movimientos. Agobiados por la presencia del ejército francés, y siendo incapaces de provocar una confrontación abierta, los líderes ingleses empezaron a discutir entre ellos y el propio Knolles perdió el mando, huyendo por su cuenta a las fortalezas inglesas/monfortistas en Bretaña. Entonces y sólo entonces DuGuesclin atacó a los ya desorganizados y desabastecidos ingleses. Desmoralizados, el resultado fue una matanza tremenda. Era la primera gran expedición inglesa que era completamente destruida en la guerra. No sólo desmontaba por fin la reputación de invencibilidad inglesa, sino que además abría el camino a asediar las fortalezas de Carlos de Navarra en Normandía y la posibilidad de apoyar las últimas fortalezas de la casa de Blois que habían ido aguantando, más mal que bien, en Bretaña. Carlos de Navarra, el eterno traidor, vió como soplaba el viento y de nuevo cambió de bando, expulsando a los mercenarios y soldados ingleses de sus fortalezas en Normandía. Reuniéndose por fin con Carlos V, le rindió homenaje y volvió al sur a Pamplona, desentendiéndose completamente de los ingleses en el norte.
En el sur, Juan de Gante se esforzaba en recuperar los pedazos del imperio de su hermano mayor. Pero era una tarea casi imposible. Apenas pudo conseguir convencer a todos de los hechos consumados: los límites del ducado de Aquitania volvían a ser apenas algo más que los del anterior ducado de Gascuña, y lo único que se podía hacer era contener a los franceses sobre el Garoña y lo que se había podido conservar en la ribera sur del Loira. Mientras tanto los franceses por fin podían abrir un canal seguro para apoyar a sus partidarios en Bretaña y Olivier de Clisson se haría cargo de enfrentar y reavivar la guerra de sucesión Bretona. En 1372, los bandos se aprestaban de nuevo a chocar, y todos tenían la vista puesta en la costa atlántica francesa.