Capítulo IV: La dama de Apulia
Capítulo IV: La dama de Apulia
Los consejeros están todavía afectados por la demostración de poder del duque de aquella mañana, así que casi sin darse cuenta comienzan a hablar de forma suave y clara para evitar una nueva llamada de atención. Al entrar el duque en la estancia hacen una reverencia mucho más formal de lo habitual y no se sientan hasta que el duque se ha acomodado en su silla. Entonces le informan:
- Excelencia, lo cierto es que ya habíamos encontrado una candidata para ser vuestra consorte, pero esperábamos al momento apropiado para informaros. Parece que el momento ha llegado, así que vamos a hablaros de Mathilde de Hauteville, hija del duque de Apulia y Calabria.
Las caras de los consejeros enrojecen. Sabían de aquella gran oportunidad desde hacía ya tiempo, pero con el duque casado a tan temprana edad las posibilidades de todos de acceder al ducado se desvanecían y por eso habían mantenido silencio. El consejero continua su presentación:
- Mathilde es joven y goza de buena salud, por lo que como mínimo será apropiada para proporcionaros un digno heredero. La sucesión en el Ducado de Apulia es algo distinta a la de aquí. Los títulos y el prestigio se tienen en cuenta, pero sólo dentro de la familia del duque. Robert Guiscard de Hauteville es ya un anciano y solamente tiene dos hijos varones. Son todavía jóvenes, pero hasta ahora no han concebido ningún varón. Si la situación siguiera así una vez fallecidos los hijos del duque, sería entonces el nieto más poderoso el heredero universal. Vuestro hijo con Mathilde de Hauteville podría ser ese heredero llegado el caso.
Fulco queda pensativo mientras sus consejeros callan para escuchar su opinión:
- ¿Así que mi sucesor tendría la posibilidad de heredar dos ducados?
Un escalofrío recorre a los consejeros de la cabeza a los pies al escuchar la pregunta. Con voz titubeante uno de ellos responde:
- Vuestro hijo con Mathilde podría ser el heredero de dos ducados, pero debo recordaros que vuestro hijo no sería vuestro sucesor. Ese lugar lo ocupa el conde de Saluces.
El duque centra su mirada en el consejero y le responde severamente:
- Mi sucesor es mi vasallo más poderoso en el momento de mi muerte, ¿o acaso me equivoco?
Su interlocutor niega con la cabeza retirando la mirada con actitud temerosa. El joven duque sonríe disfrutando de su recién descubierto poder efectivo. Decide no dar ni una muestra de debilidad y toma la decisión en el momento:
- Escribiré de inmediato una carta al duque de Apulia solicitando la mano de su hija. Preparad un mensajero para mañana al alba. No hay tiempo que perder.
Un par de semanas más tarde todo está listo para el enlace, que tiene lugar a finales de enero de 1076.
A finales de verano Mathilde de Hauteville da una alegría a Fulco. El primer vástago está en camino. El duque de Lombardía, satisfecho de lo bien que marchan las cosas se lanza con optimismo a su próximo objetivo: Conseguir apoyos a su alrededor y ¿qué mejor forma de conseguirlo que consiguiendo que sus vecinos le juren lealtad? El conde de Berna es el primero en reconocer a Fulco como su señor a cambio de protección frente al Sacro Imperio por parte de los ejércitos del ducado. El obispo de Valais le sigue, aceptando también la generosa oferta del duque.
El 20 de junio de 1077 el primer hijo del duque de Lombardía está listo para venir al mundo. Fulco se siente nervioso y feliz a partes iguales, aunque su felicidad se ve ligeramente menguada al final del día. Es una niña, que recibe el nombre de Edda. Fulco se consuela pensando que la próxima vez será y esa próxima vez llega más pronto de lo esperado. Antes del final del verano su esposa vuelve a sentir náuseas. El segundo hijo está en camino.
Durante la gestación el ducado sigue creciendo. Los condes de Monferrato y Schwyz juran su lealtad a Fulco d’Este. El conde de Schwyz sigue en guerra, defendiendo su recién adquirida independencia del Sacro Imperio. Fulco decide entrar de nuevo en guerra con su antiguo señor, Enrique IV. Los ejércitos imperiales no están en condiciones de enfrentar a un nuevo enemigo y el emperador decide abandonar sus pretensiones sobre el Condado de Schwyz.
El 2 de abril de 1078 Mathilde de Hauteville da a luz por segunda vez y por segunda vez hay decepción en la casa ducal. Tiziana es el nombre que se da a la criatura. Los ánimos vuelven a levantarse unos meses más tarde. Mathilde queda embarazada de su tercer hijo y todos confían en que a la tercera vaya la vencida. Y de tanto escuchar este deseo, la duquesa consorte se siente bajo presión, comienza a perder los nervios con facilidad y a tener cambios de humor repentinos. El estado de ánimo de Fulco se ve afectado. La actitud de la duquesa y la frustración de no tener todavía un heredero pasan factura y el joven duque cae enfermo en el segundo mes de 1079. En mayo Mathilde da a luz a Isabella, lo cual no hace más que empeorar la situación.
2 de abril de 1078
8 de mayo de 1079
Parece que la dama de Apulia no ha traído más que desgracia al ducado. Sin embargo, en el exterior todo se está cumpliendo. Los dominios del duque de Lombardía no dejan de crecer y los de Enrique IV no dejan de mermar. El Sacro Imperio es débil, pero sin un heredero Fulco debe posponer su sueño, que parece ya bastante lejano.