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Vale, ahora es cuando invadimos La Plata, ¿no?
 
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Capitulo XXXII: Discusiones en el Ártico.

La nieve caía otro día blanco de invierno, Las pocas pero sucias fábricas de la ciudad oscurecían el aire con columnas negras de humo y mugre. Bajo esa mezcla gris de invierno y oscuridad, un coche, aparato solo disponible para algunos privilegiados en esta pequeña ciudad ártica, desafiaba las temperaturas inhumanamente bajas y avanzaba a través de la helada carretera hacia una colina donde residía un pequeño monasterio ortodoxo.

Una vez allí, un soldado ampliamente abrigado salio corriendo a abrir la puerta trasera. De ella emergió Wrangel, recientemente nombrado comandante en jefe de las tropas rusas en el ártico como ‘recompensa’ a su campaña en Finlandia, se apeó del coche arropado por densas y repetidas capas de piel para evitar el congelamiento de sus miembros. Acompañado por dos soldados avanzó hasta la puerta del convento a la que llamaron con fuerza.

No tardaron mucho en abrirse de mano de dos monjes ancianos con hábitos tan ancianos como ellos. Los soldados dejaron las armas en la entrada y uno de los monjes los guió a una sala de espera donde una deseable chimenea ardía. El otro monje guió a Wrangel a otra estancia, un viejo despacho de piedra con una mesa de madera maciza tan vieja como el hombre tras ella. Wrangel lo reconoció sin mucho afecto. Nunca había sido religioso en exceso y no compartía demasiados ideales con el viejo patriarca ruso.
“¿Para que me has llamado Pol’skii?” preguntó Wrangel primero, “Tengo cosas que hacer en mi nuevo… destino.”
“¡Je! Estoy seguro de ello.” Respondió el anciano con bastante sorna. “te he llamado porque tienes potencial y yo tengo una propuesta.”
“¿Qué quieres decir?”
“Digamos que antes de explicarme me gustaría hacerte una pregunta.” Dijo Pol’skii.
“¡No tientes mi paciencia monje!” puso especial énfasis en la ultima palabra. “no estas en posición de exigirme nada.”
“¡Je, je! Te equivocas ahí pequeño comandante del Ártico.” Respondió riéndose. “Tengo en mis manos la llave de la puerta que te llevara al éxito.”
“Estás loco.”
“¡Mas quisieras!” Pol’skii de repente se puso serio y dijo: “Mira Wrangel, la gente ya no aceptará un patriarcado. He perdido mi oportunidad y lo se. Además mi salud ha empeorado en este maldito infierno helado, así que dudo que pueda volver a ningún cargo de importancia. Tú eres diferente, no diré que eres joven pero estas sano y sin duda podrías llevar las riendas del país. Ahora mi pregunta es: ¿Estas dispuesto a traicionar a tu rey, tu patria y tus ideales?”
Tras meditar unos instantes, Wrangel respondió:
“Yo lo he hecho todo por Rusia.”
“¡Y Rusia te ha dado la espalda!” añadió Pol’skii. “¡No te hablo de seguir tus sueños o ideales! ¡Te hablo de tu ambición! ¿Acaso pretendes morirte en este pueblo alejado de la mano de dios mientras el mocoso de Vladimir se sienta en el trono que tu arrebataste a los Rojos hace veinte años?” Esta vez Wrangel pensó menos tiempo.
“No entiendo.” Añadió Wrangel. “¿Qué ganas tu?”
“Lo único que puede permitirse un hombre mayor y enfermo como yo.” Respondió Pol’skii. “¡Venganza! Pura, simple y dulce venganza.”
Wrangel se quedo mirando al anciano. Su cara llena de arrugas y venas hinchadas mostraba odio. Un odio sincero por el zar, Rusia y todo lo que otra vez hubiera amado. Era un hombre destrozado por la desazón y el rechazo a su pasado. Ese hombre odiaba a Rusia… pero era un odio sincero. Wrangel se dio cuenta que el también sentía esos sentimientos. Ganas de venganza contra un mocoso que no sabía ni dirigir un ejército, un país que prefería la pompa a lo práctico, un ejército que tomaba sendas equivocadas y lo ignoraba, una cadena de mando que lo veía viejo y anticuado. Kyrill, Denikin, Kolchak, Vladimir, Markov, y un sin fin más de nombres llenaban su mente. Quería vengarse, no, quería destruirles y dejarles en el suelo pisoteados y muertos. Sabía que lo haría. Lo haría aunque para ello tuviera que destruir Rusia entera. No le importaba. Nada importaba. Solo importaba el y sus deseos. Se había terminado una vida dedicada a su patria, ahora era el momento de empezar una vida dedicada a el.

“Ahora responde a mi pregunta.” Dijo Pol’skii.
“Estoy dispuesto.” Respondió Wrangel.
“Excelente”. Dijo Pol’skii con una sonrisa.
“¿Qué me propones?” preguntó Wrangel.
“En realidad el señor Pol’skii es solo un intermediario.” Dijo una voz con acento extraño desde el fondo de la sala. Wrangel se giró, allí vio levantarse de un sillón a un hombre de mediana edad envuelto en capas de pieles. No parecía acostumbrado al frío. A decir verdad su tez era oscura, parecía… ¿hindú? ¿Qué hacía un hindú allí? Es mas, ¿Cuánto rato llevaba escuchando?
“El señor Pol’skii ha sido muy amable en recomendarlo” prosiguió el hindú, “Pero la propuesta es nuestra.”
 
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Capitulo XXXIII: Ocho firmas.

El hindú se froto las manos y las saco de su envoltorio de pieles y capas para estrechársela a Wrangel.
“Buenas,” dijo en un ruso un tanto chapucero aunque comprensible a pesar de su horroroso y marcado acento, “Mi nombre es Assam Nahasapeemapetilon, pero puede llamarme Assam.”
“Esto… mejor. Supongo que a mi ya me conoce.” Dijo Wrangel, “ahora si no le importa me gustaría preguntarle dos cosas, la primera: ¿Qué es esa oferta? Y la segunda: ¿Por qué me iba a interesar?”
“Las dos preguntas se responderán solas cuando lea esto señor Wrangel.” Sentenció Assam al tiempo que le entregaba un sobre sellado. Era el sello de la oficina de servicios secretos de la india. Estaba clasificado como de la más alta confidencialidad.

“Esto es…” se quedo sin palabras wrangel al verlo.
“En efecto. Esa es nuestra oferta, la cual sin duda consideramos generosa dadas sus circunstancias. ¿Por qué aceptarlo? Por dos razones, la primera porque satisfacera su codicia, la segunda porque si no la acepta tengo ordenes de activar la bomba de mi maletín y matarnos a todos.” Mostró el maletín que llevaba en la mano. Wrangel se puso pálido. “No puedo permitir que su gobierno se entere de esto.”
“Err… sin duda…”
“¿Sabe lo que significa ‘Dharma’ señor Wrangel?”
“No.”
“No es de extrañar. Es un término hindú que significa ley natural u orden social. Por eso hemos nombrado así a esta alianza señor Wrangel. Es el momento que los pueblos de este mundo se lo repartan equitativamente. Le propongo un nuevo orden mundial.”
“Pero… ningún gobierno europeo lo aceptará, lo que usted propone es dividir el mundo en ocho esferas de influencia, pero incluye a países como Rusia Canadá, Francia o Alemania. Para ello perderán parte de su imperio, especialmente Alemania ¡Los gobiernos no lo aceptarán!”
“Por eso recurriremos a gente como usted, gente sin escrúpulos y avariciosa…”
“Hombre, gracias.”
“Es la verdad. Eche un vistazo a los nombres de los firmantes del tratado.”

Wrangel obedeció, solo para quedarse anonadado. El Almirante Darlán, el Infante George de Canadá (hermano del rey Edward VII), Oskar (hijo menor de Wilhelm II de Alemania que carecía de posibilidad de heredar el trono por las buenas) y ahora el. Además firmaban los gobiernos de Japón, México, La Plata y la India.
“¡Puede matarme, pero esto no funcionará!” sentenció. “Son solo una panda de marginados políticos con ansias de grandeza y cuatro países de mediana importancia. No son rivales para las grandes potencias.”
“Es cierto que carecemos de la capacidad de enfrentarnos abiertamente a las grandes alianzas. Ahí es donde ustedes entran en escena. Nosotros les daremos los medios para hacerse con el poder mientras las grandes potencias se despedazan entre si. Sin prisas, tejeremos la red alrededor suyo mientras se regodean en su grandeza. Entonces actuaremos todos a la vez destruyéndolos.”
“Para lo que me pide necesito dinero” dijo Wrangel, “mucho.” Añadió.
“Lo tendrá, no se preocupe.” Dijo Assam, “Pero antes ha de firmar el tratado de la alianza.”
Wrangel saco un bolígrafo y se dispuso a firmar. Era una locura. ¿Cuánto pensaban que duraría ese tratado? ¿Un mundo dividido en ocho bloques de influencia? Imposible, era una locura. Todos los que firmaban veían a los demás como un medio para obtener sus objetivos, toda lealtad era la necesidad mutua. El no era una excepción. Malditas las ganas que tenía de aceptar ese tratado. Era solo la forma de retomar el poder. ¿De verdad pensaban que iba a funcionar?

Cuando Wrangel firmo se dio cuenta de una cosa, le daba igual.

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Horas más tarde Assam viajaba al sur en tren hacia Persia desde donde reentraría a la India. Con Wrangel se cerraban los ocho firmantes necesarios del plan Shiva. Cuatro hombres clave en las cuatro potencias más poderosas que las corrompieran por dentro así como cuatro países lo bastante alejados como para poder repartirse el mundo con comodidad y el poder económico y militar para mantener a las potencias a raya. Ya solo quedaba algún cabo suelto que atar, como Pol’skii. Sabía demasiado y no aportaba nada, era peligroso. Al parecer Assam parecía haberse olvidado cierto maletín.

Mas tarde oyó por la radio que cierto monasterio siberiano había volado por los aires. Explosión de gas decía la policía. Algún anciano famoso había muerto
 
Ocho? Ocho monos? Pol'ski? O tomar por el Pol'ski?

Ño, que misterio.
 
Vaya bloques más raros. Y Rusia anda que no tiene territorio a perder.

PD: El Almirante Darlan será el de la Francia Nacional, no la Comuna.
 
Vaya bloques más raros. Y Rusia anda que no tiene territorio a perder.

Bueno, siberia a cambio de los balcaes y medio oriente...

PD: El Almirante Darlan será el de la Francia Nacional, no la Comuna.

me referia a francia nacionals, es un error el mapa :rolleyes:.

Kaxsp said:
lo mejor es japón, que a saber cuantas latitudes tiene para él solito...

Sin Japon es que esta alianza es papel mojado.

Ocho? Ocho monos? Pol'ski? O tomar por el Pol'ski?

No te acabo de entender, pero Pol'skii se ha ido a tomar pol... :D