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Spinola
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Mar 16, 2004
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1700



Pocas son las naciones que a lo largo de la historia han conseguido lograr el poder y hegemonía como la monarquía Hispánica ostentó durante los siglos XVI y XVII. Un Imperio donde no se ponía el sol y cuyas riquezas hacían temblar la economía de cualquier adversario.



Aquellos tiempos tocaban a su fin y otras potencias arrebataban el protagonismo de un nuevo siglo que despuntaba. Carlos II de Habsburgo reinaba un tosco Imperio agonizante que perdía territorios y orgullo a la par.



Un Monarca sin descendencia y débil absorbido por una Corte sin escrúpulos llena de Grandes de título pero no de valía. Un Soberano de un pueblo cansado y atrasado donde tan solo el honor seguía siendo la baza que resistía a la decadencia que lo impregnaba todo.
 
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1701

La primavera de 1701 llegó a la Corte Nicolás Fernández de Córdoba, Duque de Medinaceli y Conde de Cardona. Protegido del Cardenal Portocarrero, el joven cordobés pronto aprendió los entresijos de la capital. Siempre aconsejado por el Cardenal, sus pasos cortos pero seguros le proporcionaban amigos que podían influir en un futuro cercano.

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Llegó la época estival a Madrid y se llevó la poca salud que le quedaba a Carlos II. Falleció el Rey dejando sin resolver la sucesión. Varios embajadores extranjeros se apresuraron a dar el pésame con la derecha y reclamar el trono con la izquierda.

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Las Cortes se reunieron tan solo unas horas después y las discusiones e improperios se oían en toda la Villa. El Cardenal Portocarrero contaba con el apoyo de Roma y la Nobleza. Su candidato reunía las claves que podían decidir al futuro Rey. Nicolás era noble, su estirpe arrastraba ecos del Gran capitán, además era español, a diferencia de los parientes franceses o austriacos que no gozaban de las simpatías del pueblo. Al finalizar la reunión Nicolás I sería proclamado Rey, la Casa Fernández de Córdoba desplazaba a los Habsburgo.

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La opción española no contentó a franceses y austriacos, el Cardenal Portocarrero entendió la gravedad y las posibles consecuencias de su decisión. Organizó una conferencia en Milán donde las potencias expondrían sus puntos de vista y exigirían compensaciones para evitar conflictos. Dos semanas duraron las negociaciones y se acordaron los puntos que satisfarían a todas las partes. Austria conseguía que el Rey de España dejase de usar las aspas de Borgoña, que a partir de ese momento diseñó una nueva enseña, tres franjas horizontales, dos rojas y amarilla de doble amplitud, recuerdo de su escudo como Conde de Cardona. Las Provincias Unidas conseguían Flandes y cedían Curazao, por su parte los ingleses intercambiaban Florida por Jamaica y Francia conseguía permanecer aliada y se le otorgaba contratos con las colonias.

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El Rey acogió con júbilo el resultado del tratado, pero sabía que tarde o temprano volverían los vientos de guerra. Con ayuda y asesoría militar del Cardenal Portocarrero reestructuró la armada y modernizó el ejército, los astilleros de Puerto Real y Gibraltar trabajaban a pleno rendimiento para conseguir formar sendas flotas en Atlántico y Caribe.

 
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1702-1705

Nicolás I deseaba cambiar la inercia de los últimos monarcas, limitar el poder de la iglesia y abrirse al progreso. Su prioridad era mejorar la economía, basada fundamentalmente en el comercio con las colonias americanas.



Confiaba ciegamente en el Cardenal Portocarrero, pronto comprendió que no erraba, cuando el Cardenal le mostró el ambicioso plan que devolvería el dominio del Caribe. En 1703 el Rey autorizó la formación de tres Tercios, el Don Juan de Austria con acuartelamiento en Madrid, el Gran Capitán con sede en Milán y el Hernán Cortés en Puerto Real. La Armada del Caribe y el Tercio Hernán Cortés formaron parte en la Operación Tortuga, tomarían islas y bases piratas que impedían el transito de embarcaciones en las posesiones americanas.

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La flota del Almirante José de Santillán zarpó de Puerto Real hacia Trinidad, esperaba llegar a la costa y tomar unas tierras que tanto dolor habían ocasionado al Reino. Aunque se llevó la misión con sigilo, antes de llegar a Punda donde tenían previsto repostar de víveres una flota pirata esperaba al acecho y salió a su encuentro.
Las dos flotas tomaron posiciones y sus tripulaciones apretaron los dientes ante lo que se avecinaba. El Almirante español aprovechó el barlovento y logró intercalar el Águila Imperial entre dos navíos enemigos, el fuego de babor y estribor hizo añicos sus cubiertas y escotillas.



Dos horas después, arriaba velas la flota pirata, el Almirante José de Santillán decidió remolcar los galeones enemigos y entraron en Punda donde consiguieron reparar el Ranger, Lion Dor y Royal Fortune pasando a denominarse Tortuga, El francés y Bucanero respectivamente, mientras el Luzón que presentaba serios daños pasaba a reserva.
Las tripulaciones piratas quedaron hacinadas en la prisión del baluarte y sin tiempo que perder la flota puso rumbo a Trinidad llegando antes que las noticias de la derrota pirata. El desembarco y la toma de San José resultó ser más fácil de lo pensado y solo presentaron cierta resistencia al norte de la isla.



La primeras parte de la operación había terminado, las otras islas no los recibirían con tanta parsimonia y recato.

 
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1706-1709

Durante un año, el Tercio Hernán Cortés permaneció en San José, debían meter en vereda a una población acostumbrada al pillaje, robos y asesinatos por doquier. Embarcaron a principios de 1707, dejando una guarnición suficiente para sofocar eventuales rebeliones.



A bordo del Águila Imperial el General Zúñiga y el Almirante Santillán discutían el punto de desembarco más propicio, decidieron efectuarlo en una playa al sur de Antigua. La operación no tuvo contratiempos y entraron en un pequeño golfo donde desembarcaron.



Dos días después estaban a las puertas de la ciudad, donde Jorgen Montalbán, comandaba las milicias defensoras. Sabedores de lo que se jugaban, lucharon sin cuartel ni esperando reciprocidad, la mayoría serían ejecutados si se les atrapaba con vida. Poco a poco los regimientos del Tercio avanzaron, logrando repeler las últimas acometidas desesperadas.



Al atardecer las ciudad capitulaba, caía así el último bastión pirata en el Caribe. Ahora tocaba hacer balance y tomar decisiones respecto a los vencidos.



Sin dilación, los cabecillas fueron ejecutados. La mayoría ahorcados, incluido Jorgen Montalbán. A los habitantes sin delitos contra la Corona se les permitió conservar sus tierras, una vez jurada su lealtad al Rey.



La Operación Tortuga había finalizado. Un éxito rotundo para el Reino y sobretodo para las arcas del Estado, esquilmadas por los abordajes.
 
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1710

Años atrás los Habsburgo concedieron a Nueva España autonomía de gobierno y permanecer como protectorado, aunque en la práctica era una emancipación de la metrópolis. Nicolás I no compartía esos criterios y aprovechando la petición de ayuda por unas incursiones indígenas en Texas, destituyó al gobernador del protectorado, recuperando el poder.



El Rey no quería cometer errores pasados y pensó en un hombre de confianza para delegar las posesiones americanas. El Cardenal Portocarrero recomendó un Cardenal italiano capaz, erudito y amigo.



Giulio Alberoni fue nombrado Virrey de Nueva España, cargo que desempeñaría después de conseguir una serie de alianzas estratégicas con Rusia, Estados italianos y Génova, como embajador en Roma.



En una década la posición española en el contexto mundial había cambiado significativamente, se había conseguido invertir la inercia y ahora volvía a contar como potencia.
 
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1701-1711

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En el contexto mundial, la primera década del siglo comenzaba con la invasión francesa de Provincias Unidas. De nada sirvió el ultimátum británico, que derivó en la internacionalización del conflicto.



Francia no solo tomó los Países Bajos, también ocupó las zonas germanas limítrofes. En América no cambiaron las tornas y Florida sucumbió al avance galo y sus aliados indios.



La guerra se decantaba del lado francés, provocando movimientos en otras potencias que veían la oportunidad de agrandar sus posesiones.



En la Europa central, Prusia apoyada por Polonia declaraban la guerra al Sacro Imperio, tomando la mayoría de su territorio y derrotando ampliamente al Emperador que se refugió en Viena.
Las tropas Prusianas destacaron por la organización y profesionalidad de sus soldados, llevando las órdenes a rajatabla y consiguiendo con su actitud doblegar a ejércitos más numerosos.



Por su parte en el este, Rusia intentaba obtener un puerto en el Báltico, por ello decidió invadir tierras suecas. Tras unas semanas cediendo terreno, los nórdicos infligieron un severo correctivo a los rusos recuperando el territorio perdido y tomando la iniciativa, la victoria parecía decantarse del lado sueco.

 
Pues la verdad es que tengo el mod, lo instalé un tiempo, pero no podía jugar MP y como suelo jugar campañas con colegas acabé dejándolo original.
 
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1712-1715

Conocedor del problema costero en el mediterráneo donde piratas berberiscos sembraban el temor con razias e incursiones, el Cardenal Portocarrero entregó un ambicioso plan llamado Operación desierto, que conquistaría desde Tánger a Trípoli.

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El Rey aprobó la arriesgada operación y se desplegaron dos Tercios, el Don Juan de Austria desde Andalucía y el Gran capitán que llegaba de Nápoles.
La Flota del mediterráneo zarpó de Algeciras mientras el Embajador español en Marruecos entregaba la declaración de guerra. Una flota marroquí esperaba al Almirante Castaneta en el estrecho de Gibraltar, habían juntado toda embarcación que pudiera entablar combate.
Lejos de amilanarse, el Almirante Castaneta desplegó velas y logró intercalarse entre la flota de Ibrahim Al Maghribi, destrozándola.


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Consiguió además capturar el navío Nizamieh, rebautizándolo como Berbería y remolcándolo, retrasando la velocidad para no quedar una parte de la flota rezagada.



Días después la flota anclaba al este de Tánger, desembarcando el Tercio Don Juan de Austria. Se le unió el Tercio Gran Capitán dos días más tarde.
La toma de Tanger comenzó con descargas de artillería que lograron romper una parte de la muralla. El Tercio Don Juan de Austria intentó entrar por el hueco pero las fuerzas marroquíes resultaron infranqueables, se rompió la defensa gracias al apoyo del Tercio Gran Capitán y sus granaderos, que conseguían avanzar a cada lanzamiento. Finalmente Tanger cayó y terminó así la resistencia musulmana.




Marruecos dejaba de ser un problema, ahora las miradas se posaban en las tierras del este, corsarios y berberiscos serían los próximos.



 
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1716-1719

En 1716, Nicolás I se casó con Isabel de Farnesio. Un matrimonio político, que intentaba colocar a una italiana como pretendiente al conglomerado de Estados de la península itálica.



Un año después nació la heredera, le pusieron Isabel, se aseguraba así la sucesión una vez derogada la ley sálica.

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Siguiendo el patrón marcado, se movieron los hilos para justificar un conflicto contra Saboya, que había invadido parte de los Estados Italianos, aliados de la Corona.
El Tercio Gran Capitán embarcó desde las costas africanas y en pocas semanas llegaba a Génova. El General Gallas decidió cortar de raíz el problema y sitió Turín. Las malas condiciones y aprovisionamientos, obligaron al General Saccheri a salir de las murallas e intentar romper el sitio. Las valientes tropas saboyanas atacaron las líneas españolas, pero no consiguieron doblegarlas, debilitando sus embestidas una y otra vez y retirándose diezmadas al interior de la ciudad.



Sin perder un instante y siguiendo la estela de las tropas que se retiraban, las fuerzas españolas entraban el Turín consiguiendo la capitulación.



Por esas fechas llegaban noticias de las costas brasileñas, donde los navíos Aragón y Extremadura se toparon con una escuadra Saboyana que la triplicaba en número, la mayor potencia de fuego no dio opción a la flota enemiga, compuesta de bergantes y balandros, que se hundió en pocas horas.
El Tratado de Turín se firmó el diez de octubre de 1719, la ambición de Nicolás I se vio recompensada, los Estados Italianos y Saboya pasaban a ser protectorados españoles, tan solo Venecia permanecía fuera del control hispánico.

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1720

En 1720, Nicolás I dominaba el mundo desde el Real Alcázar de Madrid. Sus deseos, políticas y decisiones alteraban cual efecto mariposa el destino de países y regiones por alejadas que estuvieran.



La conquista del norte de África y los protectorados italianos otorgaban el control de la mitad occidental del Mediterráneo. Una vez acabada la campaña de Saboya la mirada del rey volvía a situarse en Trípoli.

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En América se habían ampliado las fronteras, aprovechando que otras potencias habían abandonado sus asentamientos. Martinica y la Guyana pasaron a ser dominio español.

 
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1712-1721

En 1715, la guerra entre Francia e Inglaterra dio un vuelco, en las colonias americanas los ingleses derrotaron a los franceses en la batalla de Pensacola, iniciando una ofensiva que les permitió conquistar Florida y Luisiana.
Las últimas tropas galas embarcaron de Nueva Orleans, su último bastión. Tras la debacle, las tribus indias se rebelaron en Quebec y saquearon Montreal.



La derrota incitó a la rebelión en las Provincias Unidas, donde sus gentes tomaron las calles y desafiaron la ocupación francesa.



Apoyados por los rebeldes, los exiliados y sus aliados ingleses desembarcaron en las costas holandesa y belgas. Francia se vio sumida en el caos, no pudo responder a un invasor que por primera vez pisaba suelo galo y casi sin oposición se presentaron a las puertas de París.



La batalla final se decantó del lado holandés, sus fuerzas entraron en la capital al día siguiente, no permitiendo preparar defensa alguna.



Terminaba así la guerra de los 20 años, coronando al Conde de Tilly Gobernador de Francia y vasallo del Emperador de Holanda.



En otro orden de cosas, el Sacro Imperio había firmado la paz con Prusia y Polonia-Lituania, respetando las ganancias territoriales del conflicto, a su vez Suecia y Rusia también llegaron a un punto muerto y decidieron sellar la paz.