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Entre tú y yo:

Arrasa Almansa y construye campos de cebollas encima.

Te va a valer la pena, en serio.
 
Capítulo 5: Una pica en al-Andalus (2da parte)

Poco después de la caída de Mursiyya una galera catalana, que venía de explorar el Estrecho, informó de una grave noticia. Pues hacía escasos días, por finales de agosto, vio como una gigantesca armada había trasladado a Qadis el ejército imperial almohade.
Este hecho preocupó a los soldados cristianos, pues quería decir que por fin en al-Andalus había una hueste infiel capaz de derrotarlos. No obstante a su favor jugaba el hecho de que entre ellos y Qadis había la hueste rebelde que desde hacía meses estaba asediando Gharnata, aunque siempre habría el peligro de que los almohades pasaran por otros caminos para llegar a Mursiyya.

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Por este motivo los comandantes catalano-aragoneses, con el consejo de sus aliados, decidieron que lo mejor sería capturar la vital Qartayanna, uno de los principales puertos naturales mediterráneos de toda la península, lo más pronto posible. Para asegurar así la llegada de los suministros antes del posible ataque del ejército almohade.
Un par de semanas después, por el nueve de septiembre, de iniciar el sitio la hueste lusitana, muy a su pesar, tuvo que volver a su patria. Pues escasos días antes unos heraldos enviados por su soberano le comunicaron que su anciano tío, el maestre de la orden hospitalaria Afonso, se había rebelado, con el apoyo de parte de la pequeña nobleza, con el fin de apoderarse de la corona de Portugal. Una triste noticia cuando más que nunca se necesitaba la unidad de los cristianos.

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Aunque el sitio se desarrollaba sin ningún problema, la moral de toda la hueste era bastante baja. Pues nadie tenía noticias del ejército califal desde su llegada a Qadis, y por lo tanto no se podía saber cuál sería el primer objetivo que atacarían. ¿O ellos o los rebeldes? La espera se hacía larga e interminable.
Esta incertidumbre se terminó cuando un día unos exploradores catalanes capturaron, cerca de al-Mariyya, un par de jinetes almohades muy asustados. Cuando les preguntaron “amablemente” de dónde provenían, contestaron que eran hombres del ejército califal. Contentos en oír esto, ya que veían que por fin podrían saber los planes enemigos, les interpelaron que dijeran donde estaba situado. Ante esto los infieles solo respondieron con una lacónica y triste frase:
- Destruido, está destruido.
Completamente anonadados con esta afirmación los exploradores les urgieron que les contara lo que había sucedido.
Los jinetes contaron que poco después de que el ejército califal desembarcara en Qadis, partió hacia Gharnata para derrotar la hueste rebelde. Ya que los comandantes almohades consideraron que sería suicida atacar la hueste cristiana teniendo otra de enemiga en la retaguardia.

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Durante la marcha todo fue bien, ya que aparte de alguna patrulla aislada no encontraron ninguna señal de los rebeldes. De hecho los almohades quedaron estupefactos cuando llegaron a Gharnata, ya que el ejército secesionista había desaparecido. Según les dijeron los principales notables de la ciudad había partido hacia un par de días, cuando seguramente tuvo noticias del avance almohade.
Henchido de orgullo por este éxito tan fácil la mayoría de los hombres de la hueste califal levantaron su campamento, que no fortificaron ya que menospreciaban las capacidades bélicas de los secesionistas, delante de las murallas de la ciudad. Los únicos que entraron en ella fueron unos tres-mil soldados, que guarnecieron la alcazaba local, y los principales generales almohades, que asistieron a una cena conmemorativa ofrecida a su honor por las autoridades locales.

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Alcazaba de Granada en la actualidad, muy reformada en época nazarí

No obstante en aquella misma noche la suerte del imperio almohade quedó sentenciada. Ya que bajo la atenta vigilancia del astro de Artemis unas flechas certeras abatieron silenciosamente los vigías que protegían el campamento. Una vez hecho esto los escondidos arqueros lanzaron una lluvia de fuego sobre las tiendas, incendiando la mayoría de ellas. Esto provocó el pánico más absoluto entre los almohades, ya que nadie sabía lo que sucedía y todo el mundo intentaba frenéticamente salvarse de las ardientes llamas.
De repente, en ver el éxito de su misión, uno de los arqueros se levantó e hizo sonar su cuerno de caza. En cuanto oyeron esta señal un numeroso ejército que se encontraba en unas boscosas colinas cercanas, se acercó a paso ligero a Gharnata. El ejército secesionista que los almohades pensaban que había huido cobardemente antes de su llegada.
Mientras los rebeldes se lanzaban sobre los supervivientes de la masacre, los soldados que guarnecían la alcazaba descubrieron con horror el auténtico alcance de la trampa rebelde. Pues cuando fueron a comunicar lo que sucedía a sus superiores, pues estos aún no habían vuelto de la cena, se encontraron con que habían sido envenenados junto a los notables locales.
En cuanto les informaron de esta nueva los capitanes almohades ordenaron huir de la ciudad; ya que cuando hubieran terminado de exterminar a los soldados del campamento los sediciosos se lanzarían contra Gharnata, y seguramente esta no se defendería ya que el pánico se había extendido entre la población. Para evitar los ataques enemigos ordenaron ir a al-Mariyya, la ciudad fortificada más cercana, por Sierra Nevada, a pesar de que esto haría la marcha muy difícil.

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Del ejército de once-mil hombres que era en un inicio solo estos tres-mil, sin contar algún que otro suertudo que pudo huir, fueron los únicos que huyeron con vida de la masacre de Gharnata. Todos los demás terminaron enterrados en profundas fosas comunas frente las murallas de la ciudad que habían ido a salvar. Tan brutal había sido el impacto moral de la derrota, que entre los supervivientes se producían deserciones diariamente. Como la de los jinetes que contaron esto a los catalanes.

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Los exploradores en oír esto sonrieron por la ironía que tenía todo el asunto. Ya que esta batalla, liberada entre los moros, era la que aseguraba el éxito de la cruzada lanzada por Aragón. Ya que cuando muchas villas y fortalezas murcianas, como la propia Qartayanna en el nueve de octubre, en cuanto supieron del debacle almohade se rindieron a las huestes cristianas. Solo una ciudad se negó a entregarse, Lorca.

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Por esto los catalano-aragoneses y los castellanos le pusieron inmediatamente sitio, pues sabían que con su caída toda la región de Mursiyya habría sido liberada de la mahometana fe. Lo que ignoraban es que pronto allí sucedería un hecho, que con el tiempo marcaría el destino de la Corona de Aragón.

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Castillo de Lorca en la actualidad, de origen musulmán aunque muy reformado por Alfonso X

(continuará)
 
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Un hecho que alteraría la historia de Catalonia?

No jorobes que vas a montar una fábrica de botifarras en Murcia?
 
Capítulo 5: Una pica en al-Andalus (3ra parte)


A pesar del curso favorable que había tomado la contienda, por mediados de noviembre un trágico hecho entristeció el corazón de todos. Pues Alfonso VIII, el poderoso rey de Castilla, murió por culpa de una certera saeta lanzada desde las murallas de la alcazaba de Lorca.

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Sepulcro de Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet, su esposa, en el monasterio burgalés de las Huelgas

Aunque a los catalanes y aragoneses les afectó la perdida de tan fiel aliado, su desanimo aumentó cuando las huestes castellanas anunciaron que volvían a su patria. Pues es costumbre (1) que si un soberano muere durante una contienda sus súbditos den la guerra por terminada.
Cuando el rey Pere supo de esta noticia envió sus más veloces mensajeros al joven Fernando II, el nuevo soberano castellano e hijo del difunto Alfonso, para pedirle que volviera a la contienda lo más pronto posible.

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Mientras esperaba su respuesta, a instancias de sus generales, contrató, a merced de su amistad con la duquesa Alix I, a unos tres mil cuatrocientos mercenarios bretones para reforzar la hueste que estaba asediando Lorca. Para así acelerar su caída y evitar que los restos del ejército califal, que lentamente se iban acercando a al-Mariyya, pudieran huir a su patria.
Poco después de la llegada de los bretones, hecho que pasó por finales de noviembre, Fernando II cedió a las peticiones de su homologo aragonés y ordenó a sus tropas que volvieran a la lucha.
Para sorpresa de todos, incluido del astuto Guillem de Cardona, cuatro días antes de Navidad Lorca se rindió. Pues le habían llegado, mediante una paloma mensajera, noticias de la reciente paz firmada entre los separatistas andalusíes y Yahya I, según la cual este último concedía la independencia a los primeros.

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Como con la caída de esta ciudad toda la región de Mursiyya quedó sometida al dominio cristiano, las huestes catalanas y aragonesas que se dirigieron a al-Mariyya, para intentar cazar a las diezmadas huestes almohades, mientras que a los bretones se les dio licencia para arrasar la región de Almansa, que también pretendía Pere.
En el 2 de enero de 1206 la caballería cristiana barrió, cerca de la villa marinera de Motril, al ejército califal. Dos mil de sus hombres cayeron, entre ellos el anciano y venerable Muhammad Tariquid, gobernador de la cercana Qurtubah, que fue abatido por un certero lanzazo de Guillem de Cardona.

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A pesar de que el conflicto duró dos meses más, esta batalla fue su rúbrica. Pues durante este tiempo lo único que hicieron los aragoneses fue perseguir, hasta que los alcanzaron cerca de Ŷaīyān, a los escasos infieles que habían huido de Motril.

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Lo único que rompió esta monotonía fue cuando al cabo de un mes, temiendo de ser las próximas víctimas de sus belicosos vecinos del norte, Balansiyya decidió ayudar militarmente a sus antiguos señores. No obstante esta amenaza pronto fue neutralizada pues los bretones diezmaron a las débiles milicias levantinas y arrasaron, como lobos hambrientos, la rica campiña de los alrededores de la ciudad del Turia.

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Cuando la corte almohade tuvo noticia de este desastre, vio que le sería imposible vencer a la vez a los poderosos catalano-aragoneses y a un renaciente, cual ave fénix, Abd Alláh. Pues este último a pesar de la severa derrota que sufrió Oujda, había sido capaz de reunir a los escasos dos mil hombres que le quedaban y sitiar la propia Marrakech, poniendo así en grave peligro al bando lealista.
Por esto motivo cuando llegaron heraldos del rey Pere ofreciéndoles poner fin a la contiendo, a cambio de entregar Mursiyya y Almansa, accedieron a sus peticiones. Esperando así ganar tiempo para recuperar su perdido poder, y vengarse, algún día, de los soberbiosos aragoneses y catalanes por esta ulcerante ofensa.

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Corona de Aragón en marzo del 1206


1: en el juego.
 
Queremos paella, queremos paella!!!;)