ACTO II
Sune cabalgaba lentamente por una senda llena de nieve. Lo acompañaba su hermano Erik que parecía más nervioso de lo normal. Más al norte, provenientes de la zona más profunda del bosque de Edsbyn, llegaban los sonidos de los cuernos de caza y el ladrido de la jauría de perros. Era la mañana del día de navidad y la gran cacería había comenzado con las primeras luces del alba, nada más terminar la misa de maitines.
De pronto un sonido quebró el tenso silencio entre los dos hermanos. Se trataba de un jinete que, acudiendo desde el cauce helado del río Lossen, se acercaba a la senda que seguían Sune Y Erik.
- ¡Lord Hjiark! – gritó Sune.
El noble, que había llegado hacía tres noches desde el sur de Noruega detuvo su montura y prestó atención.
- Mi padre el conde cabalga más adelante siguiendo esta misma senda y le gusta cazar a sus presas en solitario para luego poder exhibirlas como triunfo en el Pico del Cuervo. – explicó Sune con una fingida sonrisa bailando en sus labios.
El noble, que por estar imbuido de la excitación propia de la cacería no había notado la tensión palpable entre aquellos dos chicos, se limitó a sonreír y tras despedirse con un gesto de la mano obligó a su brioso caballo de batalla a dar media vuelta.
Era costumbre del conde Björn celebrar una gran cacería con las primeras luces del día de navidad
Erik se turbó al oír la mención a su padre y decidió que había llegado el momento:
- Sune…- empezó sin saber cómo continuar.
- ¿Qué sucede Erik? Hoy estás muy raro, venga, dime de una vez de que se trata. – respondió Sune de forma huraña. Generalmente no hablaba así a su hermano.
- Veras…. ¿recuerdas mi visita privada a nuestro padre de hace seis días?
- Claro – respondió Sune mientras el corazón le daba un vuelco.
- Pues, padre estaba muy raro. Tal como me habías prevenido me preguntó sobre el asunto con el obispo, pero también me preguntó sobre ti y sobre Ulf y…. bueno, no parecía muy contento contigo. ¡Incluso me llegó a decir que yo debería ser su sucesor y no tú! Por supuesto que yo me negué, claro…. y tras un par de minutos de reflexión en silencio él mismo dijo que quizás eso sería lo mejor, no alterar los planes y que tú siguieras siendo su sucesor, pero que tendrías que cambiar en…
-¿¿¡Dijo eso!?? ¿Al final dijo que yo seguiría siendo el sucesor?? – preguntó Sune cuyo rostro se encontraba lívido como la muerte…
- Sí, sí. No tienes que preocuparte por eso. Pero seguro que tendrás que intentar tenerlo más contento y…
Un estupefacto Erik no pudo terminar su explicación pues su hermano había espoleado a su yegua baya y, sin dar ningún tipo de explicación, cabalgaba a una velocidad cuasi suicida siguiendo el rastro que su padre había dejado minutos antes. Mientras forzaba a su yegua baya a alcanzar sus límites de resistencia un único pensamiento martilleaba sistemáticamente la conciencia de Sune:
“¡¿¿Por qué no me quedé un rato más escuchando??!”
Cuando la exhausta yegua alcanzó el claro del bosque Sune comprobó aterrado que ya era demasiado tarde. El plan se había llevado a cabo.
Sune cabalgó a uña de caballo por el nevado bosque
En el extremo del claro yacía el cuerpo sin vida de su padre. De su cabeza todavía manaba la sangre que se extendía por las rocas y la nieve. Cerca del cadáver se encontraba el capitán Olaf Bure rodeado por Ulf, su hombre de confianza Garth y un par de nobles. A su vez por el extremo contrario del bosque emergían un par de caballeros que pertenecían a la comitiva del condado de Medelpad. El cuadro se completaba con un toque surrealista y caótico: dos caballos asustados corrían libremente soltando espuma por sus bocas mientras eran perseguidos por un par de perros alterados por el olor de la sangre
La escenificación ya había empezado.
Un anormalmente tranquilo Olaf Bure explicaba a los nobles que mientras seguía un rastro había emergido de entre los árboles sin ver que el conde se encontraba allí mismo, pie a tierra y examinando unas huellas. Bure apenas había podido cambiar la trayectoria de su semental y el conde Björn había resbalado al intentar evitarlo, para luego caer y rodar sin control por una suave loma. El incidente habría acabado en una mera anécdota de caza si la cabeza del conde no hubiera impactado contra una piedra.
Al llegar Sune todos los presentes se volvieron hacia él. El hijo del conde pudo ver en ese momento que la cara de Olaf Bure expresaba satisfacción. Sune apretó los puños y se agachó sobre el cuerpo sin vida de su padre.
Comenzó el siguiente acto.
- ¡Este hombre miente! – gritó el joven anglosajón Ulf convirtiéndose en el centro de atención – Mi criado y yo llegábamos a este claro desde las granjas del sur y pudimos ver como Olaf Bure conducía su caballo deliberadamente contra el conde. ¡Una vez que lo hizo caer el capitán se bajó del caballo y con sus propias manos golpeó la cabeza del conde contra las rocas sobre las que había aterrizado!
Todos los rostros se giraron hacia Olaf Bure. Más participantes de la cacería iban llegando al fatídico claro, entre ellos un atónito Erik.
- ¡Eso es una tontería! Yo jamás haría eso, las cosas pasaron tal y como os conté…
Algunas espadas empezaron a salir de sus vainas. El acusador, pese a su juventud contaba con el prestigio de ser el hijo de un monarca. Además era sabido en el condado que el capitán de la guardia fue perjudicado en los últimos años por el conde debido a que supuestamente se había tomado demasiadas confianzas con la condesa. Debido a ello y a lo largo de los años no pocos hombres lo habían escuchado maldecir a su señor en los campamentos del lejano norte donde solía prestar su actividad salvo en fechas señaladas como esta.
Olaf Bure en ese momento reconoció aterrado la trampa. Se dio cuenta de que en los homicidas planes trazados para ese día de Navidad él nunca había sido el cazador, tan sólo otra presa más, una menor. Internamente se maldijo a sí mismo por haber aceptado participar en el complot; su temperamento impetuoso y su odio sincero por el conde le habían jugado una mala pasada.
Sune quiere todo el poder y lo quiere ahora

Los hombres lo rodeaban y podía ser que alguno decidiera cobrarse venganza. Necesitaba ganar tiempo para intentar escapar más tarde. Lo único que se le ocurrió fue contar la verdad:
- Sí, yo maté al conde. ¡Pero fue por encargo de ese hombre! – dijo un agitado Olaf Bure señalando a Garth, el “sirviente” de Ulf – Él me visitó hace dos días y me prometió una montaña de oro si simulaba este accidente de caza. Ese hombre me susurró esta mañana en qué momento el conde estaría solo. Ese hombre, como podéis ver trabaja para el príncipe Ulf y este a su vez es la mano derecha del heredero Sune. Ellos son los verdaderos culpables de la muerte del conde, ¡yo solamente soy el brazo ejecutor!
El plan seguía su curso. Ciertamente entrañaba riesgos y no era un plan perfecto, Ulf sabía que la sospecha permanecería en el aire durante años, pero estaba convencido de que al final ganarían ellos. De todas formas, había sido el mejor plan que habían podido tramar en poco más de cuatro días.
Todo había empezado el día 19. Ulf estaba haciendo su visita habitual a la posada del “salmón volador” cuando un agitado Sune apareció buscándolo. Resultaba que el heredero se había escondido en la parte trasera de los establos y desde allí escaló un muro hasta llegar a una posición desde la que podía escuchar la conversación entre su padre y su hermano pequeño sin ser visto. Llevaba semanas haciéndolo sin enterarse de nada interesante, pero esta vez resultó que había escuchado claramente como su padre quería desheredarlo en beneficio de Erik. El pequeño se había negado pero, con el paso del tiempo, el padre o una incipiente ambición lo acabarían convenciendo de aceptar.
Lo que Sune deseaba más en el mundo era suceder a su padre. Ansiaba ostentar el poder y la gloria, pero también quería una posición desde la que vengarse de todos los que lo habían agraviado desde niño, tratándolo como a un ser maldito. Deseaba tanto ser el heredero que su pecho casi le había estallado al oír la revelación de su padre. Inmediatamente Sune había echado a correr en busca de Ulf.
El joven sajón se encontraba en una posición delicada. En los apenas dos años que llevaba en el condado había ligado su futuro al de Sune, agraviando ya a varios de los nobles más veteranos del consejo del conde Björn.
Solamente había una solución para Sune y Ulf, el conde Björn debía morir antes de hacer oficial el cambio en el orden sucesorio.
Para ello necesitaban a un tonto ambicioso o, en este caso, un tonto vengativo. Desde el primer momento tuvieron claro que ninguno de los dos debía ser el brazo ejecutor. Sune quería que se encargara Garth, el hombre de confianza de Ulf. Pero este se negó, el galés era un amigo y además podría ser de utilidad en el futuro. Finalmente pensaron que el candidato ideal sería Olaf Bure.
El capitán de la guardia será el brazo ejecutor en la conspiración para terminar con la vida del conde Björn
Por lo de ahora el plan había ido bien y pese a las acusaciones de Bure Ulf se sentía tranquilo. Varios sirvientes ya habían sido sobornados y afirmarían que Garth no podía haber ido a los aposentos de Bure porque había pasado toda la tarde-noche del día 22 en las cocinas; lo cual era cierto en un 90 % del tiempo.
Por otra parte, Olaf Bure había hablado a tanta gente mal del conde por apartarlo del núcleo de poder y especialmente por obligarlo a permanecer en primera línea durante la batalla contra los hijos del dios ahorcado que no sería difícil encontrar a testigos que quisieran hablar en un futuro juicio.
Ese sería el final de la escenificación que Ulf había planeado. Olaf Bure resultaría condenado en un juicio público y no conseguiría arrastrar en su caída ni a Garth ni a Sune o el propio Ulf; siendo todos ellos absueltos. El capitán de la guardia moriría a manos del verdugo y ellos se harían con el poder en el condado.
Sin embargo en ese momento se produjo una gran desviación del plan.
Durante toda la escena previa un gimiente Sune había permanecido arrodillado al lado del cadáver de su padre. El propio Ulf se había felicitado por lo bien que escenificaba la pena su futuro señor.
Pero de repente, tras la acusación de Olaf Bure, Sune se había levantado como un rayo. Con la muerte en sus llorosos ojos y una afilada daga en la mano había saltado sorpresivamente sobre el capitán Olaf Bure. Antes de que todos pudieran reaccionar la daga ya se había clavado tres veces en la cara y el cuello del hombre, de donde manaba un copioso chorro de sangre.
Por un momento Ulf temió terminar siendo pasto de las ratas en una oscura celda debido a la reacción inesperada de Sune
Ulf se puso en guardia. Este desvío del plan era inaceptable, introducía demasiadas nuevas variables y era impredecible saber cómo reaccionarían los muchos testigos de la escena. ¿Lo interpretarían como mera venganza de un hijo doliente o pensarían que intentaba acallar a Olaf Bure para que no siguiera hablando?
El joven Ulf percibió la duda flotando sobre la escena, mientras varios hombres intercambiaban miradas rápidas e inquisitivas. Ulf pensó rápidamente en que decir y cuando se preparaba para hablar sin tener muy claro que diría la situación fue “salvada” por otro actor inesperado, uno del que todos se habían olvidado momentáneamente.
El pequeño Erik se acercó lentamente a su hermano que seguía sobre el sanguinolento cadáver de Olaf Bure, con dulzura le quitó la daga, lo cogió por la mano y lo condujo hacia el cadáver de su padre. Ambos hermanos se arrodillaron al lado del cadáver del conde Björn y cada uno le sujetó una mano.
Un aliviado Ulf pudo sentir como la nube de duda y amenaza para él y Sune se elevaba y los hombres se centraban en empezar a lamentar la trágica pérdida del conde.
Lo que inquietaba a Ulf era cuan alto volaría aquella nube y en qué momento regresaría para atormentarlos a él y al joven al que había unido su destino.
Sune es nombrado sucesor de su padre tras la trágica muerte del conde Björn