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Si Montfort sigue vivo a estas alturas -las de Tolosa no tuvieron buena puntería, por lo que se ve-, debe tener a estas alturas unos 80 años. Toda una proeza para tal hijoputa.
 
Pido perdón por la tardanza, pero lo he hecho a propósito para terminar esto el nueve de octubre.

La guerra contra el recién nacido y aún por formar sultanato marinida había sido un gran golpe contra los musulmanes por parte de la coalición de Castilla y Aragón, que empezaban a alzarse con el predominio en la Península Ibérica, ya con vistas puestas a conquistas mediterráneas, tras la derrota y decadencia del sultanano. Muchos historiadores ven al ataque marinida a los reinos hispánicos como una forma de cohesionar bajo el nuevo gobierno usurpador, y el contento general de los emires con la repartición de las tierras recién conquistadas, con el impuesto yizia y los plácidos campos castellanos. Sin embargo, Jaume no permitió la invasión musulmana a las tierras y logró superponerse allí dónde combatió como uno de los combatientes más brillantes del siglo.

Mientras tanto, el Sacro Imperio estaba en medio del caos. El reino de Sicilia, antaño de los Hohenstaufen, estaba dominado por otra familia que se deseaba independizar del poderoso estado alemán. Jaume, al ver una oportunidad de apoderarse del que antaño fue el reino de Italia, mediante espada y matrimonio, decidió apoyar al bando rebelde de italianos independentistas, ayudándoles a liberarse. No espero demasiado, pues en diciembre de aquél año, marchó con todas sus huestes a las fronteras de Provenza, para combatir en los territorios de Borgoña...
 
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Las tropas del Reino de Aragón resultaron ser una poderosa fuerza a favor del rey de Sicilia, que logró independizarse con éxito del nuevo káiser del Sacro Imperio Romano, eregido por el mismo papa como rey de Italia. Sin embargo, su nombramiento fue entorpecido por una disputa que tuvo más tarde con el mismo papa por unos territorios de Spoleto que pertenecían, de jure, al reino de Italia, pero que estaban en manos de los Estados Pontíficos. Ésta desangrante disputa hizo que la coalición de Sicilia y Aragón lograra imponerse a las tropas imperiales y que se proclamara al fin la independencia del reino de Sicilia, cosa jamás vista desde la hegemonía de los Altavilla, o Hauteville. El rey de Sicilia, agradecido, concedió la mano de su primera hija a Jaume, que se casaría con el joven príncipe Pere, uniendo así las dos coronas en una cuándo se hubieran casado. La campaña de Borgoña provocó cambios en el físico del rey Jaume, que se dejó una gran barba que recordaba a la de Carlomagno. Según sus aduladores y cortesanos melindrosos, le concedía un aspecto regio, pues había pasado de ser un joven y fuerte Hércules a ser todo un león.

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El mundo en aquellos años.
Tras casar a su primera hija, Maria de Aragón, con el joven rey de León, éste le pidió ayuda para hacer frente a un señor árabe del occidente de la Península. El rey Jaume, al ver que su no muy avispada hija podría perder el reino, se embarcó a la difícil empresa de mantener la hegemonía de los castellanos sobre el norte de la Península Ibérica. Recordó que una vez su padre, Pere I, había afirmado que los árabes estaban acabados en Hispania desde la desastrosa huida de Al-Nasir, el miramamolín, tras las Navas de Tolosa, batalla a la que el rey de León, no acudió. El rey Jaume, sin embargo, decidió ayudar a su hijo y marchó con toda la flor y nata del ejército hasta León, dónde el rey leonés le dio una gran bienvenida. Tras una campaña en la que tomó la ciudad de Lisboa sin muchas pérdidas, los moros de aquel lugar se rindieron y capitularon, pagando una considerable suma de oro al rey de León, que se mantuvo en su trono y renovó esponsales con la segunda hija del rey Jaume, que deseaba contar con la alianza de todos los reyes peninsulares.

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Las tropas y huestes de Jaume en León.

Tras paliar unas rebeliones del campesinado italiano de Siracusa y Agrigento, y ayudar al rey de Sicilia contra un duque que reclamaba el trono, Jaume volvió a Barcelona, la capital. Sin embargo, decidió copiar los estilos de las ciudades de Alemania que le habían causado una buena impresión y decidió rediseñar la ciudad de Valencia para convertirla en la nueva capital del poderoso reino de Aragón. Tras unos años de paz, en el año mil doscientos cuareinta y siete, el Emir de los Creyentes, el califa Shajid I de la poderosa dinastía abbasida de Bagdad, declaró la guerra santa al rey Jaume I, pero no era una guerra normal, si no una yihad: instaba a todos los musulmanes del mundo a que marcharan sobre el reino de Aragón, incluidos los del África Profunda y las Islas del Oriente. La llamada había resonado por los cuatro vientos, y la cruz y la luna combatirían de nuevo, pero el escenario sería Hispania.

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La yihad destinada a borrar de un plumazo el trabajo infatigable de Jaume.

El rey Jaume ordenó reforzar las posesiones mediterráneas de Aragón, empezando por la costa de Aragón. Convirtió la ciudad de Valencia en un bastión inexpugnable, rodeado de una poderosa muralla y un gran río.
 
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Sin embargo, el problema del sultanato abbasí era que no disponían de navíos para cruzar el mar Mediterráneo, de modo que debían avanzar hasta Aragón a marcha forzada y a pie, recorriendo infatigables los territorios del Imperio Romano de Oriente, la conquistada Hungría y el poderoso Sacro Imperio Romano, que se había unido a Jaume para defender Aragón. El sultanato ayyubí, fundado por el gran Saladino, decidió no unirse a la disparatada yihad, recordando al califa de Bagdad las palabras que se dijeran a Saladino años atrás: "Si declaras la guerra a Jerusalén, vendrán siete reyes de Occidente con todas sus fuerzas y te aplastarán". Resultó ser cierto, pues Jaume movilizó a su poderoso séquito de diez mil hombres hasta Constantinopla, el único lugar de paso entre Oriente y Occidente exceptuando los territorios del khanato mongol. El rey Jaume tuvo que prometer, para asentarse en la ciudad de Constantino, a una de sus hijas con el heredero del imperio Latino, que se proclamaba la verdadera continuación de Roma. Jaume se quedó en la ciudad, admirándola mientras esperaba las huestes abbasíes, que demostraron ser patéticas. La tropas lideradas por el rey de Aragón y el de Inglaterra derrotaron frente a la capital imperial a las huestes del emir de los creyentes, que decidió rendirse al ver la nula acogida de la yihad en los territorios del antiguo imperio árabe, que luchaba en rencillas familiares en vez de estar unidas. Los únicos musulmanes que marcharon a Aragón fueron los de un pequeño emirato peninsular, que fueron derrotados en el condado de Molina.

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Tras la extraña victoria en la yihad, que ensalzó el espíritu y la moralidad de los pueblos cristianos católicos, el rey Jaume fue eregido como uno de los campeones de la cristiandad, junto con el nieto de Ricardo Corazón de León, el rey Michael de Inglaterra. Sin embargo, el Papa Evaristo, que los había laureado como defensores de la cristiandad, decidió no devolver el golpe a los musulmanes y atacar Jerusalén, si no que decidió declarar una cruzada contra el reino de Hungría, que desde hacía años estaba en manos del nieto de Genghis Khan, el gran conquistador. Si la situación hubiera seguido así, los mongoles se hubieran atrevido a tomar el poderoso e omnipotente Sacro Imperio. El káiser Albretch von Habsburg, que se encogía de miedo al pensar en su bello imperio esclavizado por esos terribles jinetes, pactó la paz con el Papa y marchó junto a él a recuperar Hungría para sus legítimos reyes. La cruzada fue celebrada para lograr que el Sacro Imperio estuviera protegido por marcas-reinos independientes de él, pero poderosas.

El rey Jaume, que volvía de Constantinopla, decidió cambiar el rumbo de sus huestes e ir a Hungría, a luchar contra la amenaza que hacía que todos los reinos de Europa se temblaran de miedo. El rey ordenó, pues, que todo aquél que pudiera empuñar un arma, que se presentara a alistarse a las levas del reino de Aragón, que sería, por la gracia de Dios, el primero en librar las ciudades húngaras de las manos de los malvados mongoles. A pesar de algunas victorias iniciales, aparecieron más de cien mil aullantes guerreros de Mongolia que aplastaron a todas las huestes cristianas, pero no todo estaba perdido...

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La victoria cristiana sobre el khanato mongol sorprendió a toda la cristiandad.​

Las huestes unidas de todos los reinos de Occidente lograron, en una extraña unión general, unirse en un solo ejercito, que como un puño cristiano, esperó a la poderosa hueste mongola en el río Danubio. La victoria cristiana fue un gran hito en la historia de Europa, y el mismísimo papa Evaristus II afirmó que "pese a que Dios destruyera Babel para confundirnos, la unión y cooperación de éstos reyes cristianos es una muestra de su voluntad de que nos unamos todos bajo su estandarte". El káiser Albretch de la casa de Habsburgo pudo descansar tranquilo, sano y salvo, protegido por el reino de Hungría de un supuesto ataque mongol. Prácticamente todos los reyes de Occidente habían acudido al Danubio a luchar bajo la cruz, como una sola nación.

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Escudo aragonés en la ciudad de Valencia.

Una vez Jaume volvió, fue aclamado en Valencia y Barcelona como "El Afortunado", o el "Santo", laureado como un verdadero paladín de la cristiandad y un guerrero sin par. Una vez hubo estabilizado su reino, y redactado "lo llibre des feyts", decidió establecerse definitivamente en la ciudad de Valencia, dónde estableció a su corte en la conocida Lonja de la Seda, estableciendo la sala del trono allí. Durante aquellos años de paz en la opulenta y rica corte de la ciudad del Mediterráneo, el que sería el futuro Pere III el Grande terminó de formarse como general y llegó a la mayoría de edad, que celebró con grandes fiestas y franchachelas. Mientras tanto, los reinos del occidente de Hispania vencieron de nuevo a los almohades, pero a un alto precio, pues el rey Afonso de Portugal perdió su reino, quedando una triarquía en la Península Ibérica: León, Aragón y Castilla.

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La Península Ibérica
 
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¿Y del reino de Hungria que harás?

Y felicidades por tus éxitos con Jaume.

Muchas gracias. Pues el reino de Hungría existía ya, a manos de un sucio conde con el título real, de modo que volvió a sus manos para perderlo de nuevo ante los mongoles, para mi esperpento.

CAPÍTULO III: EL PRINCIPIO DEL FIN.

Los tiempos de guerra del reino de Aragón parecían haber terminado, puesto que el rey Jaume, ya anciano, decidió no involucrarse en las gueras del Mediterráneo, dedicándose a ver florecer la cultura en su reino, fundando las universidades de Valencia y la de Barcelona, a la edad de cincuenta años, gastando el dinero a manos llenas para mejorar su reino. Sin embargo, de oriente llegaron terribles noticias: el antaño poderoso Imperio Latino se había visto reducido a unos pocos feudos en Tesalónica y la capital de éste, Constantinopla, fue vilmente saqueada y destruida por los tártaros de Mongolia, que quemaron el palacio imperial y hundieron la iglesia de Santa Sofía, asesinando al Patriarca Ecuménico. Sin el Imperio Romano guardando el oeste, y con Hungría hecha pedazos, apenas había defensas europeas contra la ofensiva de la luna y la horca tengrista. Éste saqueo y toma puso fin a una era, según dijeron muchos, pues marcó el fin de la hegemonía imperial romana legítima en occidente y abrió paso a las hordas sunníes.

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Entre la caída del reino de Hungría, de nuevo, a manos de los irrespetuosos mongoles, y la destrucción de Constantinopla como sede de la iglesia ortodoxa de Oriente, el mundo quedó en llamas. Los lugares santos, como Jerusalén, estaban en manos de los árabes, y los últimos reyes de aquel desaforado reino, pervivían, siendo testigos de una pasada gloria pasajera, en la isla de Chipre, arrebatada cruelmente a los bizantinos por Ricardo Corazón de León, cuyo descendiente, Michael de Cognac, gobernaba en Inglaterra. En el reino de los francos, el hijo de Felipe Augusto, Luis el Fuerte, o el León, gobernaba un reino menguado por las intrigas de la cama de los ingleses y las conquistas aragonesas, y en el Sacro Imperio, los poderosos Habsburgo ya se habían apoderado de Austria, dando lugar a la divisa de Habsburg est imperare orbi universum, muy en boga en los tiempos venideros.

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Mientras se dedicaba a establecer nuevas obras culturales, terminó de pulir el libro de los fueros de los reinos que había fundado.

A pesar de mandar las condolencias y grandes sumas de dinero al Imperio Latino, con el fin de mantener en el trono púrpura a una de sus hijas, éste parecía condenado a la derrota. En aquella época, también nació el que sería el futuro Alfons el Just, el hijo del infante Pere, con la princesa Serhilda de Sicilia. Abrió nuevas escuelas monásticas en Aragón y Valencia, y reforzó las marcas de Alicante y Valencia, con el fin de prevenir cualquier ataque por parte musulmana, del poderoso imperio almohade, que había vuelto al trono y ahora reclamaba de nuevo la supremacía de la Península. En los escasos ataques contra Aragón, el rey Jaume se quedó en la corte de Valencia, mientras que su hijo, el infante Pere, defendía las marcas en nombre de la casa de Aragón y de su padre, el rey afortunado.

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El futuro rey Pere III "el Gran"

Tras muchos años de paz, en los que sus reinos prosperaron social, cultural y económicamente el rey Jaume I de Aragón, Valencia, Malllorca, señor de la Septimania, murió un caluroso veintisiete de julio del año mil doscientos setenta y seis, dejando una estela, que nosotros, aquellos que vivimos en los reinos fundados de su mano y obra, jamás olvidaremos. Su cuerpo fue enterrado en un principio en las criptas recién creadas de Valencia, pero más tarde fue trasladado su cuerpo a Poblet.


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El testamento del rey Jaume, obra contemporánea.

Dejó, pues a su único hijo legítimo, Pere, todos sus reinos y posesiones, y fue su voluntad que éste los gobernara, por la Gracia de Dios.

FIN.

Y, aquí termina éste AAR de Jaume I, éste nueve de octubre, 775 años después de su entrada a Valencia, ocho siglos después.

Aragón, Aragón! Desperta ferro!
 
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Pues estoy pensando en seguir sin relatos hasta el 1444, con los nombres de cada rey real de Aragón y empezar un AAR del EU:IV, si sobrevivo a Martí l'Humà.
 
Si.