¿Y del reino de Hungria que harás?
Y felicidades por tus éxitos con Jaume.
Muchas gracias. Pues el reino de Hungría existía ya, a manos de un sucio conde con el título real, de modo que volvió a sus manos para perderlo de nuevo ante los mongoles, para mi esperpento.
CAPÍTULO III: EL PRINCIPIO DEL FIN.
Los tiempos de guerra del reino de Aragón parecían haber terminado, puesto que el rey Jaume, ya anciano, decidió no involucrarse en las gueras del Mediterráneo, dedicándose a ver florecer la cultura en su reino, fundando las universidades de Valencia y la de Barcelona, a la edad de cincuenta años, gastando el dinero a manos llenas para mejorar su reino. Sin embargo, de oriente llegaron terribles noticias: el antaño poderoso Imperio Latino se había visto reducido a unos pocos feudos en Tesalónica y la capital de éste, Constantinopla, fue vilmente saqueada y destruida por los tártaros de Mongolia, que quemaron el palacio imperial y hundieron la iglesia de Santa Sofía, asesinando al Patriarca Ecuménico. Sin el Imperio Romano guardando el oeste, y con Hungría hecha pedazos, apenas había defensas europeas contra la ofensiva de la luna y la horca tengrista. Éste saqueo y toma puso fin a una era, según dijeron muchos, pues marcó el fin de la hegemonía imperial romana legítima en occidente y abrió paso a las hordas sunníes.
Entre la caída del reino de Hungría, de nuevo, a manos de los irrespetuosos mongoles, y la destrucción de Constantinopla como sede de la iglesia ortodoxa de Oriente, el mundo quedó en llamas. Los lugares santos, como Jerusalén, estaban en manos de los árabes, y los últimos reyes de aquel desaforado reino, pervivían, siendo testigos de una pasada gloria pasajera, en la isla de Chipre, arrebatada cruelmente a los bizantinos por Ricardo Corazón de León, cuyo descendiente, Michael de Cognac, gobernaba en Inglaterra. En el reino de los francos, el hijo de Felipe Augusto, Luis el Fuerte, o el León, gobernaba un reino menguado por las intrigas de la cama de los ingleses y las conquistas aragonesas, y en el Sacro Imperio, los poderosos Habsburgo ya se habían apoderado de Austria, dando lugar a la divisa de Habsburg est imperare orbi universum, muy en boga en los tiempos venideros.
Mientras se dedicaba a establecer nuevas obras culturales, terminó de pulir el libro de los fueros de los reinos que había fundado.
A pesar de mandar las condolencias y grandes sumas de dinero al Imperio Latino, con el fin de mantener en el trono púrpura a una de sus hijas, éste parecía condenado a la derrota. En aquella época, también nació el que sería el futuro Alfons el Just, el hijo del infante Pere, con la princesa Serhilda de Sicilia. Abrió nuevas escuelas monásticas en Aragón y Valencia, y reforzó las marcas de Alicante y Valencia, con el fin de prevenir cualquier ataque por parte musulmana, del poderoso imperio almohade, que había vuelto al trono y ahora reclamaba de nuevo la supremacía de la Península. En los escasos ataques contra Aragón, el rey Jaume se quedó en la corte de Valencia, mientras que su hijo, el infante Pere, defendía las marcas en nombre de la casa de Aragón y de su padre, el rey afortunado.
El futuro rey Pere III "el Gran"
Tras muchos años de paz, en los que sus reinos prosperaron social, cultural y económicamente el rey Jaume I de Aragón, Valencia, Malllorca, señor de la Septimania, murió un caluroso veintisiete de julio del año mil doscientos setenta y seis, dejando una estela, que nosotros, aquellos que vivimos en los reinos fundados de su mano y obra, jamás olvidaremos. Su cuerpo fue enterrado en un principio en las criptas recién creadas de Valencia, pero más tarde fue trasladado su cuerpo a Poblet.
El testamento del rey Jaume, obra contemporánea.
Dejó, pues a su único hijo legítimo, Pere, todos sus reinos y posesiones, y fue su voluntad que éste los gobernara, por la Gracia de Dios.
FIN.
Y, aquí termina éste AAR de Jaume I, éste nueve de octubre, 775 años después de su entrada a Valencia, ocho siglos después.
Aragón, Aragón! Desperta ferro!