En fin debido a que a aún no se convertir fotos a formato jpg os dejo otra parte del AAR.
Capítulo cuarto: El asedio.
El rey ya se había ido y yo me disponía ha hacer una pequeña reunión con mis soldados que al parecer no les iba a gustar demasiado.
Fui a mi tienda a que me vistieran con ropas de guerra de manera que pareciera un poco imponente, desde luego yo no había nacido para ser un guerrero era un persona delgada ni mucho menos fuerte, no era hábil con la espada ni mucho menos era rápido o imponente, pero ahora esos canallas se iban a enterar de lo que era un tetutón de verdad un teutón de los de la vieja escuela, la gran parte de los hombres estaban en el campo de batalla dispuestos a escuchar mi sermón:
-Muy bien soldados si es que merecéis ese nombre en pos de lo visto no me queda más remedio que deciros que parecéis unos cuantos cabrones ortodoxos y no cristianos como son los teutones de verdad, os habéis convertido en escoria y habéis olvidado la disciplina. Pero, para que estos incidentes no vuelvan a suceder he decidido decretar unas ordenes.
“Debo parecer penoso un tipo delgado y larguirucho que ni siquiera sabe manejar una espada de doble filo dando sermones de cómo se debe comportar un soldado. Mira incluso a algunos les parece divertido. Muy bien mis risitas os vais a enterar”
-1ª orden: Todo aquel que intento quitar alguna de sus posesiones a un ciudadano de la provincia será condenado a dos latigazos.
-2ª orden: Todo aquel que viole a alguna mujer de la provincia será codenado a cuatro latigazos
-3ª orden: Todo aquel que intente matar a un enemigo desarmado será condenado a seis latigazos
-4ª orden: Todo aquel que mate a algún pueblerino o intente tomar-lo como esclavo tendrá a una modelica condena: Le lanzaremos por la catapulta contra las murallas del enemigo.
Algunos soldados empezaron a reírse . “¿A si señoritas os parece muy divertido?. Pues vamos a ver quien se ríe ahora”.
-Y he aquí alguien que incumplió todas estas ordenes.
En ese momento cuando enseñe la cabeza del general pareció que a todo el mundo se le cortaba la respiración y se le hacía nudo en la garganta. Durante unos momentos que parecieron una eternidad todo fue silencio a pesar de estar con 20.000 hombres.
“Que pasa ahora no os reís, ¿eh cabrones?”
Al final cuando aún parecía reinar el silencio me fui a reunirme con algunos hombres para discutir como se iba a tomar el castillo.
Cuando llegé ya estaban todos sentados esperándome. Un hombre que se sentaba a mki izquierda de alta edad y con un largo bigote, sé dirigó hacía mi.
-Si señor, todos los generales deberían aprender de usted, siempre he dicho que no hay mejor arma que el miedo.
-No pretendía atemorizar a mis soldados. Sólo quería imponerles disciplina.
-Pues les has estado.
De repente el hombre estalló en carcajadas. Al final le corté y dije:
-No estamos aquí para discutir si he atemorizado a mis soldados debemos mantener un asedio...
-..... o un sitio
-Pretende cercar a todo a un castillo?
-¿Y por qué no? Sería la manera más rápida de acabar con ellos en tres meses ya estaríamos en nuestras casas.
-¿A costa de cuantas vidas?-interrumpió el hombre viejo del bigote que hasta hacía un minuto estallaba a carcajadas ahora parecía enfurecido.
-Es cierto mantener un sitio sería demasiado arriesgado, no podemos cercar-les ya que tienen arqueros dispuestos en las murallas, morirían demasiados hombres y no olvidemos, señores, que en nuestras fronteras tenemos demasiados enemigos no podemos sacrificar muchas vidas es demasiado arriesgado.
-¿Entonces que propone mi señor?- dijo el hombre que había lanzado la idea del sitio con un tono entre burlón y preocupado
-Mantendremos un asedio continuo aunque no muy rápido estaremos cerca de sus murallas hasta donde no llegan las flechas y nos quedaremos allí todos los meses que sean necesarios hasta que se acaben comiendo las ratas del castillo. Alguien tiene algo que objetar?- el hombre que propuso la idea del sitio pareció que iba a abrir la boca para decir algo pero al final se quedó callado.
Cuando salí de la tienda me dijo:
-Debe notificar al rey de esa idea. ¿Quiere que lo haga yo?
-No hará soy el máximo responsable de este ejército-le extendí el pergamino de la orden firmada con el rey. El hombre se fue sin decir nada.
Cuando me acosté pensé: “Genial. Sólo llevo un día al mando del ejército y ya he atemorizado a todos los soldados y me he ganado un enemigo. El primer día y ya he tenido que apostar seis guardias en mis puertas. Yo no nací para comandar ejércitos, estoy seguro”.
Capítulo cuarto: El asedio.
El rey ya se había ido y yo me disponía ha hacer una pequeña reunión con mis soldados que al parecer no les iba a gustar demasiado.
Fui a mi tienda a que me vistieran con ropas de guerra de manera que pareciera un poco imponente, desde luego yo no había nacido para ser un guerrero era un persona delgada ni mucho menos fuerte, no era hábil con la espada ni mucho menos era rápido o imponente, pero ahora esos canallas se iban a enterar de lo que era un tetutón de verdad un teutón de los de la vieja escuela, la gran parte de los hombres estaban en el campo de batalla dispuestos a escuchar mi sermón:
-Muy bien soldados si es que merecéis ese nombre en pos de lo visto no me queda más remedio que deciros que parecéis unos cuantos cabrones ortodoxos y no cristianos como son los teutones de verdad, os habéis convertido en escoria y habéis olvidado la disciplina. Pero, para que estos incidentes no vuelvan a suceder he decidido decretar unas ordenes.
“Debo parecer penoso un tipo delgado y larguirucho que ni siquiera sabe manejar una espada de doble filo dando sermones de cómo se debe comportar un soldado. Mira incluso a algunos les parece divertido. Muy bien mis risitas os vais a enterar”
-1ª orden: Todo aquel que intento quitar alguna de sus posesiones a un ciudadano de la provincia será condenado a dos latigazos.
-2ª orden: Todo aquel que viole a alguna mujer de la provincia será codenado a cuatro latigazos
-3ª orden: Todo aquel que intente matar a un enemigo desarmado será condenado a seis latigazos
-4ª orden: Todo aquel que mate a algún pueblerino o intente tomar-lo como esclavo tendrá a una modelica condena: Le lanzaremos por la catapulta contra las murallas del enemigo.
Algunos soldados empezaron a reírse . “¿A si señoritas os parece muy divertido?. Pues vamos a ver quien se ríe ahora”.
-Y he aquí alguien que incumplió todas estas ordenes.
En ese momento cuando enseñe la cabeza del general pareció que a todo el mundo se le cortaba la respiración y se le hacía nudo en la garganta. Durante unos momentos que parecieron una eternidad todo fue silencio a pesar de estar con 20.000 hombres.
“Que pasa ahora no os reís, ¿eh cabrones?”
Al final cuando aún parecía reinar el silencio me fui a reunirme con algunos hombres para discutir como se iba a tomar el castillo.
Cuando llegé ya estaban todos sentados esperándome. Un hombre que se sentaba a mki izquierda de alta edad y con un largo bigote, sé dirigó hacía mi.
-Si señor, todos los generales deberían aprender de usted, siempre he dicho que no hay mejor arma que el miedo.
-No pretendía atemorizar a mis soldados. Sólo quería imponerles disciplina.
-Pues les has estado.
De repente el hombre estalló en carcajadas. Al final le corté y dije:
-No estamos aquí para discutir si he atemorizado a mis soldados debemos mantener un asedio...
-..... o un sitio
-Pretende cercar a todo a un castillo?
-¿Y por qué no? Sería la manera más rápida de acabar con ellos en tres meses ya estaríamos en nuestras casas.
-¿A costa de cuantas vidas?-interrumpió el hombre viejo del bigote que hasta hacía un minuto estallaba a carcajadas ahora parecía enfurecido.
-Es cierto mantener un sitio sería demasiado arriesgado, no podemos cercar-les ya que tienen arqueros dispuestos en las murallas, morirían demasiados hombres y no olvidemos, señores, que en nuestras fronteras tenemos demasiados enemigos no podemos sacrificar muchas vidas es demasiado arriesgado.
-¿Entonces que propone mi señor?- dijo el hombre que había lanzado la idea del sitio con un tono entre burlón y preocupado
-Mantendremos un asedio continuo aunque no muy rápido estaremos cerca de sus murallas hasta donde no llegan las flechas y nos quedaremos allí todos los meses que sean necesarios hasta que se acaben comiendo las ratas del castillo. Alguien tiene algo que objetar?- el hombre que propuso la idea del sitio pareció que iba a abrir la boca para decir algo pero al final se quedó callado.
Cuando salí de la tienda me dijo:
-Debe notificar al rey de esa idea. ¿Quiere que lo haga yo?
-No hará soy el máximo responsable de este ejército-le extendí el pergamino de la orden firmada con el rey. El hombre se fue sin decir nada.
Cuando me acosté pensé: “Genial. Sólo llevo un día al mando del ejército y ya he atemorizado a todos los soldados y me he ganado un enemigo. El primer día y ya he tenido que apostar seis guardias en mis puertas. Yo no nací para comandar ejércitos, estoy seguro”.