• We have updated our Community Code of Conduct. Please read through the new rules for the forum that are an integral part of Paradox Interactive’s User Agreement.
Kurt_Steiner said:
A la mayor brevedad posible, intentaré desentrañar el lio de como está el asunto de los herederos Romanov. Lo prometo, si no se me adelante Txini o alguien.
No te preocupes, yo sólo comento, ya ves que no he desvelado nada, además tu redactas mejor estas historias largas y complicadas de explicar :rofl:
 
Trencavel said:
Pero hablando en plata, y en el siglo XXI, a los ciudadanos (que ya no son súbditos) les importan poco las leyes de la familia y si las que ellos deciden. En España será Rey quien quiera los españoles, no Dios o la genética ;)
Sí y no. Ahora mismo, hasta que no se cambien las leyes, en la Constitución hay establecido un orden sucesorio, y eso es lo que vale. ;)
 
Bogorchu said:
Sí y no. Ahora mismo, hasta que no se cambien las leyes, en la Constitución hay establecido un orden sucesorio, y eso es lo que vale. ;)

Claro, y precisamente esa ley prevalece sobre las leyes de la familia.

En el caso que hemos expuesto es en el que el Rey no acepta un matrimonio, con lo que por las leyes de la dinastía, queda excluido de la sucesión. Por la Constitución, eso no es así si el matrimonio lo aceptan las Cortes, con lo que se pasan por el forro las leyes dinásticas y prevalecen las otras.

Es decir, las leyes de la Corona las rige una Constitución, no la institución monárquica.
 
Trencavel said:
Claro, y precisamente esa ley prevalece sobre las leyes de la familia.

En el caso que hemos expuesto es en el que el Rey no acepta un matrimonio, con lo que por las leyes de la dinastía, queda excluido de la sucesión. Por la Constitución, eso no es así si el matrimonio lo aceptan las Cortes, con lo que se pasan por el forro las leyes dinásticas y prevalecen las otras.

Es decir, las leyes de la Corona las rige una Constitución, no la institución monárquica.
Vale, entonces decimos lo mismo.

Una pregunta, ¿en la Constitución habla del matrimonio de los príncipes? ¿Dónde?

Lo que preguntaba hace días sobre el matrimonio morganático era para saber si el hijo de Alfonso XIII que renunció a sus derechos, lo hizo sólo por presiones familiares, ¿o había entonces una ley que lo establecía así?
 
Bogorchu said:
Vale, entonces decimos lo mismo.

Una pregunta, ¿en la Constitución habla del matrimonio de los príncipes? ¿Dónde?

Lo que preguntaba hace días sobre el matrimonio morganático era para saber si el hijo de Alfonso XIII que renunció a sus derechos, lo hizo sólo por presiones familiares, ¿o había entonces una ley que lo establecía así?

No me hagas mucho caso, pero creo que la Constitución si especifica que el matrimonio del heredero ha de pasar por la aprobación de las Cortes. Aunque quizá no diga nada y se le de total libertad.

Y respecto al hijo de Alfonso XIII, en ese momento estaban en el exilio, con lo que obviamente, y para ellos, no había ley estatal que les influyera, y se basaban unicamente en sus leyes dinásticas.
 
Creo que el matrimonio del heredero tiene que estar aprovado por las cortes y por el rey
 
Trencavel said:
No me hagas mucho caso, pero creo que la Constitución si especifica que el matrimonio del heredero ha de pasar por la aprobación de las Cortes. Aunque quizá no diga nada y se le de total libertad.

Y respecto al hijo de Alfonso XIII, en ese momento estaban en el exilio, con lo que obviamente, y para ellos, no había ley estatal que les influyera, y se basaban unicamente en sus leyes dinásticas.
Buscando un poco, la ley que prohibía los matrimonios morganáticos era la Pragmática Sanción de Carlos III, que fue derogada en 1978 al entrar en vigor la Constitución actual. Ahora bien, por lo visto hay algo de controversia, puesto que las hermanas del rey, que se casaron antes de que se derogase esta ley, según algunos quedarían excluídas de la línea sucesoria.
 
Más sobre el tema. Aquí se narran los intentos de Alfonso XIII de salvar al zar Nicolás II y a su familia.
¿Por qué Alfonso XIII no pudo salvar al zar Nicolás II?

Por César Vidal

Durante la Primera guerra mundial, el monarca español Alfonso XIII fue responsable de la salvación de miles de vidas humanas. Sin embargo, fracasó en uno de sus proyectos más queridos, el de salvar la vida del derrocado zar de Rusia y de la familia imperial. ¿Por qué Alfonso XIII no pudo salvar al zar Nicolás II?
A pesar de que las presiones ejercidas sobre España para que entrara en la Primera guerra mundial fueron numerosas y a pesar de que existían relaciones de parentesco con ambos bandos —la madre del rey estaba emparentada con soberanos de las Potencias centrales y la esposa era pariente de la reina Victoria de Inglaterra— lo cierto es que Alfonso XIII optó por mantener a la nación en una situación de estricta neutralidad. Ni siquiera el comportamiento, completamente contra derecho, de los submarinos alemanes le llevó a cambiar esa posición avanzado ya el conflicto. Sin embargo, la política de neutralidad no fue un equivalente —ni mucho menos— de la indiferencia frente a la guerra.

Al inicio de la misma, una lavandera francesa escribió a Alfonso XIII para indicarle que su esposo había desaparecido en combate y rogarle que hiciera lo posible para descubrir su paradero. El monarca español atendió las súplicas de la mujer y así logró averiguar que seguía vivo y se encontraba internado en un campo de prisioneros en Alemania. El episodio fue publicado por la prensa francesa y, de manera lógica, llegó hasta las manos de Alfonso XIII un verdadero aluvión de solicitudes de personas que estaban interesadas en conocer el destino de sus seres queridos. La consecuencia inmediata de esta circunstancia fue la creación de una oficina costeada por el presupuesto del rey y compuesta por cuarenta empleados cuya finalidad era localizar a los desaparecidos en el curso del conflicto, hacerles llegar ayuda material e incluso interceder por ellos. La labor llevada a cabo por esta oficina fue realmente extraordinaria —por ello resulta aún más incomprensible el desconocimiento de su labor humanitaria— hasta el punto de que ayudó a repatriar a unos setenta mil civiles y a veintiún mil soldados. Además intervino a favor de 136.000 prisioneros de guerra y llevó a cabo cuatro mil visitas de inspección a campamentos de prisioneros. La mayoría de esos casos fueron de gente anónima pero, ocasionalmente, estuvieron referidos a celebridades como el artista Nizhinsky, que salvó la vida en un campo de concentración gracias a la intervención personal del rey, o a la enfermera Edith Cavell, fusilada finalmente por los alemanes por ayudar a soldados aliados fugitivos. En ese contexto, puede entenderse perfectamente la preocupación que Alfonso XIII manifestó por el zar Nicolás II desde febrero de 1917.

En esa fecha, una revolución obligó al zar a abdicar quedando el futuro de éste y el de su familia más cercana sujeto a la voluntad de los que parecían nuevos dueños de Rusia. Alfonso XIII había estado a punto de morir varias veces a manos de terroristas de izquierdas —una de ellas el mismo día de su boda— y, quizá por ello, fue consciente desde el principio de los peligros que podían cernirse sobre la familia imperial. En la primavera de 1917, visitó España Nekliudov en representación del nuevo gobierno provisional ruso. En la ceremonia de entrega de credenciales como embajador, Nekliudov agradeció a Alfonso XIII el papel extraordinario que había realizado ocupándose de la suerte de numerosos soldados rusos. Aprovechó esa circunstancia el monarca para, una vez concluida la intervención de Nekliudov, levantarse del trono y acercarse al nuevo embajador. Alfonso XIII le comentó entonces que agradecía la mención a la ayuda que había prestado a los prisioneros de guerra rusos. Ahora deseaba interesarse por otros presos, el zar y su familia, y le rogó que comunicara al nuevo gobierno su petición de que se les pusiera en libertad.

La solicitud de Alfonso XIII en puridad debía de haber contado con paralelos en otras casas reales europeas pero, lamentablemente, no fue así. De hecho, cuando el monarca español se dirigió a Jorge V de Inglaterra —pariente del zar— para que apoyara una iniciativa encaminada a liberar a los Romanov, sólo recibió una respuesta por vía diplomática —el día de los Tontos de abril, equivalente a nuestros Santos Inocentes— comunicándole que debía perder cuidado. No tardó Alfonso XIII en percatarse de que la seguridad que había intentado transmitirle el embajador británico en España no se sustentaba sobre bases sólidas. Así, en cuanto que el gobierno británico se planteó con seriedad la posibilidad de dar asilo al zar y a su familia, fue el propio Jorge V el que se opuso a ella. A lo largo de dos semanas que resultaron decisivas, Jorge V se esforzó por convencer al gobierno británico de que no era conveniente recibir al zar y a su familia. Las razones fundamentalmente se reducían al deseo de Jorge V de no tener problemas con la opinión pública y, muy especialmente, con el partido laborista. Desde su perspectiva, el pueblo acogería mal que se recibiera a la zarina Alejandra, una princesa alemana a fin de cuentas, en Gran Bretaña. Por añadidura, era posible que los laboristas sintieran veleidades republicanas tras lo sucedido en Rusia. No convenía, por lo tanto, incomodarlos proporcionando refugio al derrocado zar.

El 13 de abril de 1917, el primer ministro británico se vio obligado a ceder a las presiones regias y se limitó a comentar en una reunión de su gabinete que España sería un lugar mejor para acoger al zar y a su familia. Al cabo de unas horas, el proyecto de solicitar la liberación del zar fue abandonado por el gobierno británico. Para colmo de males, en octubre, los bolcheviques dieron un golpe de Estado derribando al gobierno provisional e implantaron un gobierno que, según palabras del propio Lenin, aplicaría el “terror de masas” para mantenerse en el poder.

A esas alturas, Alfonso XIII se había percatado sobradamente de lo sucedido en Gran Bretaña y entonces decidió intentar que otras monarquías europeas se sumaran a su proyecto de liberar al zar. Propuso así a los reyes de Suecia y de Noruega el envío de un navío de guerra español a un puerto escandinavo para recoger allí al zar, a la zarina y a sus cinco hijos. Lo único que pedía de las monarquías nórdicas era que mediaran ante el gobierno soviético. Unos meses antes —en junio de 1917— Gustavo de Suecia había intentado salvar al zar pidiendo ayuda para ello al gobierno británico que había rechazado su plan como “rebuscado” e “impracticable”. La solicitud de Alfonso XIII llegaba, por lo tanto, en un momento en que ni Suecia ni Noruega tenían ya esperanzas de salvar a Nicolás II.

Tampoco cabía esperar nada del káiser. A pesar de su relación de parentesco con Nicolás II, Guillermo II no dio ningún paso efectivo para salvar al zar. Lo más grave es que Alemania había entrado ya en negociaciones con el poder soviético para firmar una paz por separado y contaba con esa baza para presionar sobre los bolcheviques. Sin embargo, no lo hizo. Por el contrario, sí aceptó, por ejemplo, poner en libertad al socialista Liebnekht para complacer a Lenin.

Ciertamente, a mediados de 1918, las circunstancias no se presentaban en absoluto favorables para lograr la liberación del zar y de su familia. Sin embargo, Alfonso XIII no estaba dispuesto a arrojar la toalla y decidió continuar sus gestiones en solitario ya que no podía contar con el respaldo de otras potencias. Lamentablemente, sus esfuerzos no iban a llegar a buen puerto.
http://revista.libertaddigital.com/articulo.php/1276216918
 
Segunda y última parte:
¿Por qué Alfonso XIII no pudo salvar al zar Nicolás II?

Por César Vidal

Durante la noche del 16 al 17 de julio de 1918, el zar Nicolás II, la zarina Alejandra, el zarevich Alexis y las grandes duquesas Anastasia, Olga, María y Tatiana fueron asesinados por un pelotón bolchevique en la casa Ipatiev en Yekaterimburg. El asesinato había contado con la autorización expresa de Lenin y del gobierno soviético.
En el curso de la reunión que decidió la matanza no se hallaba Trotsky pero cuando a éste se le informó algún tiempo después, el conocido dirigente manifestó que la decisión había sido acertada. Quizá lo único que lamentó fue que el asesinato le privó de llevar a cabo uno de sus sueños más acariciados, el de ser el fiscal en un gran proceso público contra Nicolás II.

El destino del zar y de su familia había quedado zanjado a mediados de julio de 1918 pero semejante circunstancia era ignorada por Alfonso XIII, que siguió insistiendo en su empeño de salvarlos. El 2 de agosto, documentos del ministerio francés de Asuntos Exteriores indican que estaban al corriente de las gestiones que en esos momentos realizaba el monarca español para salvar al zar. Al día siguiente, Alfonso XIII incluso podía enviar un telegrama a Victoria, hermana de la zarina, para informarle de que seguían las gestiones para salvar a Alejandra y a sus hijas. “Al parecer el zarevich ha muerto”, señalaba en ese mismo texto Alfonso XIII. En apariencia, había razones para la esperanza y el 8 de agosto, el ABC anunciaba que el gobierno bolchevique accedía a que la familia del zar viniera a España.

Posiblemente animado por esas buenas perspectivas —totalmente ficticias como sabemos—, Alfonso XIII volvió a cablegrafiar a Jorge V y el 13 de agosto, al káiser. El telegrama dirigido al emperador alemán hacía referencia a la “desventurada familia del zar” e incluía la promesa de que los miembros de la casa real rusa se mantendrían al margen de la política hasta el final de la guerra. Tres días después, Alfonso XIII recibió un mensaje en clave de Berlín donde se indicaba que el gobierno del káiser no tenía inconveniente en que España recibiera a la familia del zar.

El resto del mes de agosto estuvo caracterizado por una cierta euforia a la que se sumó el propio papa Benedicto XV, que estaba convencido del éxito de las gestiones españolas. El 25 de ese mes incluso llegó a anunciarse que el asunto había quedado resuelto con el gobierno soviético.

La verdad es que todavía el 1 y el 5 de septiembre, Fernando Gómez Contreras, en representación del gobierno español, mantuvo sendas entrevistas en Petrogrado con el bolchevique Chicherin, uno de los ministros de Lenin. Las entrevistas —de las que informó puntualmente a sus superiores españoles— fueron un tenso tira y afloja en el que Chicherin afirmó que el gobierno leninista estaba dispuesto a poner en libertad a la familia del zar siempre que España lo reconociera como gobierno legítimo. Para aderezar las negociaciones, Chicherin se quejó incluso de lo mal que habían tratado las autoridades a Trotsky a su paso por España. Todavía el 15 de septiembre de 1918, Gómez Contreras envió una comunicación a España indicando que las conversaciones iban por buen camino.

Sin embargo, no tardó en descubrirse la falacia. En septiembre aparecieron distintas noticias sobre el asesinato de la casa real y, lógicamente, se llegó a la conclusión de que los bolcheviques tan sólo estaban jugando con sus interlocutores para obtener alguna ventaja. En octubre de 1918, la Santa Sede se puso en contacto con el gobierno soviético a través del cónsul austro-húngaro en Moscú para saber qué había sido de la familia del zar. La respuesta fue que la zarina y sus hijas estaban en Ucrania —a la sazón libre del dominio bolchevique— y que, por lo tanto, ignoraban dónde se encontraban. Semejante versión volvería a ser utilizada a inicios de 1919 pero ya sin credibilidad alguna. Los blancos habían entrado en Yekaterimburg, habían buscado —infructuosamente— los cuerpos de la familia imperial y habían recogido testimonios más que suficientes del asesinato. El gobierno soviético no realizaría declaración oficial alguna sobre el tema pero para cualquiera éste había quedado trágicamente zanjado.

Llegados a este punto, hay que preguntarse por qué las gestiones —verdaderamente incansables— de Alfonso XIII resultaron fallidas. La primera razón, obviamente, fue la indiferencia de las potencias mundiales en relación con la suerte de la familia imperial rusa. La republicana Francia decidió no mover un dedo para salvar al zar, y lo mismo sucedió con Estados Unidos, cuya opinión pública por otra parte era muy sensible desde hacía años a la propaganda anti-zarista que acusaba a Nicolás II de anti-semita. Sin embargo, no reaccionaron mejor las potencias monárquicas. Ni Guillermo II ni Jorge V hicieron esfuerzos por salvar a su pariente Nicolás II, una circunstancia aún peor en el caso del monarca británico, ya que Rusia podía haber firmado una paz por separado en 1916 y no lo hizo por la lealtad inquebrantable del zar hacia sus aliados. Finalmente, países pequeños como Dinamarca o Suecia hubieran deseado colaborar en esa tarea pero sólo recibieron frías respuestas de Gran Bretaña. Al fin y a la postre, sólo Alfonso XIII mantuvo sus gestiones hasta el último momento.

Si éstas fracasaron, finalmente, fue porque los bolcheviques actuaron deslealmente con el gobierno español. De ellos había partido la orden de asesinar a los Romanov pero, aún así, no sólo ocultaron el hecho sino que además pretendieron usarlo para obtener concesiones de España. Sólo cuando las noticias sobre la matanza de Yekaterimburg se difundieron resultó imposible ocultar la realidad y continuar las negociaciones.

Una última cuestión que debería analizarse es hasta qué punto el ejemplo de lo padecido por el zar influyó en la salida de Alfonso XIII de España en abril de 1931. Los motivos de su abdicación fueron varios y, ciertamente, los republicanos los aprovecharon hábilmente para, sin ninguna legitimidad, forzar la caída de la monarquía parlamentaria. Entre ellos, muy posiblemente, pudo pesar en el ánimo de Alfonso XIII el recuerdo de lo que había sucedido con Nicolás II y su familia. Ninguna potencia había movido un dedo para salvarlos, ni siquiera las monárquicas emparentadas con los Romanov. Esa pasividad se había traducido no sólo en los horribles asesinatos de la casa Ipatiev sino en el exterminio buscado y sistemático de buena parte de los familiares del zar derrocado. Difícilmente podía esperar más apoyo Alfonso XIII —a pesar de su labor humanitaria durante la guerra— y su familia si los republicanos españoles los encarcelaban.
http://revista.libertaddigital.com/articulo.php/1276217537
 
Sobre la Sucesión al trono de los Romanov, la situación, a grandes rasgos:

a) No hay heredero. Los hay que opinan que con la muerte de Nicolás II murió el trono, y no hay dinastía, sólo la família Romanov.

b) La Gran Duquesa Maria Vladimirovna: existe la opinión que la Ley Fundamental de 1917 todavía funciona para la dinastía y que con la extinción de la linea dinastica masculina en los años 90 la heredera es la hija de Vladimir Kirilovich, Maria (1953), cuyo hijo, George Michaelovich, asegura la continuación de la família. (1)

c) La Romanov Family Association: de acuerdo a esto, ya no existe la dinastía, pero la família tiene un orden de sucesión. La cabeza actual de la RFA es el principe Nicholas Romanovich. A esta asociación pertenecen la mayoría de los descendendientes y parientes de Nicolás II.

Estos son los principales candidatos. Luego está Tim Ilyisnky, de Connecticut. Su bisabuelo, el Gran Duque Dmitri Pavlovich, supuestamente participa en el asesinato de Rasputin, por lo que su primo, el zar, le exília. Se casa en los años 20 y tiene un hijo, el príncipe Paul Ilyinsky, que emigra a los USA, donde muere y entonces Tim (Dmitri) se convierte en el heredero.


(1) Yo, personalmente, no la soporto. Me cae mal. Seguro que se descubre que es socia del Real Madrid. :D
 
Bogorchu said:
Buscando un poco, la ley que prohibía los matrimonios morganáticos era la Pragmática Sanción de Carlos III, que fue derogada en 1978 al entrar en vigor la Constitución actual. Ahora bien, por lo visto hay algo de controversia, puesto que las hermanas del rey, que se casaron antes de que se derogase esta ley, según algunos quedarían excluídas de la línea sucesoria.

Lo que reafirma aún más mi hipótesis sobre que, hoy en día, las leyes de la monarquía no las rigen ellos, si no el pueblo a través de su Constitución (y por eso da igual que las infantas, según la legitimidad monárquica, estarían descartadas de la sucesión, y por la Constitución se les mantiene dicha legimitidad).

Hoy día a los reyes les controla el pueblo, y no Dios. Hemos pasado de ser súbditos a ciudadanos ;)

Aunque sin duda, no deja de ser un tema muy interesante y cuando menos curioso. Igual que el post, entre unos y otros se lo están trabajando.
 
Kurt_Steiner said:
c) La Romanov Family Association: de acuerdo a esto, ya no existe la dinastía, pero la família tiene un orden de sucesión. La cabeza actual de la RFA es el principe Nicholas Romanovich. A esta asociación pertenecen la mayoría de los descendendientes y parientes de Nicolás II.

Estos son los principales candidatos. Luego está Tim Ilyisnky, de Connecticut. Su bisabuelo, el Gran Duque Dmitri Pavlovich, supuestamente participa en el asesinato de Rasputin, por lo que su primo, el zar, le exília. Se casa en los años 20 y tiene un hijo, el príncipe Paul Ilyinsky, que emigra a los USA, donde muere y entonces Tim (Dmitri) se convierte en el heredero.
Todos ellos grandes ejemplos de como los hijos de matrimonio morganático se creen con derechos....en especial teniendo en cuenta que sus padres o abuelos, vamos los que realmente eran herederos apostaban por Maria..
 
Trencavel said:
Lo que reafirma aún más mi hipótesis sobre que, hoy en día, las leyes de la monarquía no las rigen ellos, si no el pueblo a través de su Constitución (y por eso da igual que las infantas, según la legitimidad monárquica, estarían descartadas de la sucesión, y por la Constitución se les mantiene dicha legimitidad).

Hoy día a los reyes les controla el pueblo, y no Dios. Hemos pasado de ser súbditos a ciudadanos ;)

Aunque sin duda, no deja de ser un tema muy interesante y cuando menos curioso. Igual que el post, entre unos y otros se lo están trabajando.
Eso que dices hace muuuucho que se superó. Desde la Constitución de cádiz. Ya entonces se indica que la soberanía reside en la Naci´çon, no en el rey ni en la gracia divina. En las monedas de Alfonso XII y XIII aparece que son reyes "por la gracia de Dios y la Constitución".
En el caso de los hijos de Alfonso XIII, en el caso de que hubiera seguido reinando en los años 30, había una ley en vigor que debería haberse cumplido. Una ley muy vieja, pero que seguía siendo válida.
 
Bogorchu said:
Eso que dices hace muuuucho que se superó. Desde la Constitución de cádiz. Ya entonces se indica que la soberanía reside en la Naci´çon, no en el rey ni en la gracia divina. En las monedas de Alfonso XII y XIII aparece que son reyes "por la gracia de Dios y la Constitución".
En el caso de los hijos de Alfonso XIII, en el caso de que hubiera seguido reinando en los años 30, había una ley en vigor que debería haberse cumplido. Una ley muy vieja, pero que seguía siendo válida.

La Constitución de 1812 fue un experimento que duró muy poco, y que Fernando VII se preocupó de mandar a la Historia con poco peso práctico (aunque si mucho ideológico), siendo él aún "Rey por la Gracia de Dios".

Y de hecho, todas las Constituciones decimonónicas (excepto la de 1812 y las dos breves del Sexenio Revolucionario, las de 1869 y el proyecto de la republicana de 1873) no dan la soberanía al pueblo, si no a las Cortes con el Rey. La diferencia es sutil, pero da más fuerza al Rey que al pueblo todavia ;)

Serán la de la II República, y la actual, las que entreguen el poder y soberanía al pueblo.
 
Bogorchu said:
Eso que dices hace muuuucho que se superó. Desde la Constitución de cádiz. Ya entonces se indica que la soberanía reside en la Naci´çon, no en el rey ni en la gracia divina. En las monedas de Alfonso XII y XIII aparece que son reyes "por la gracia de Dios y la Constitución".
En el caso de los hijos de Alfonso XIII, en el caso de que hubiera seguido reinando en los años 30, había una ley en vigor que debería haberse cumplido. Una ley muy vieja, pero que seguía siendo válida.

Sin embargo la Constitución que juraron Alfonso XII y Alfonso XIII (la de 1876) decía que la soberenía estaba compartida entre las Cortes y el Rey...
 
DarkReborn said:
De todas formas, si o si, los bolcheviques los hubieran ejecutado, antes o despues de la guerra civil, y si escapaban, no me extrañaria que mandaran asesinos, despues de todo, el 90% de la poblacion rusa odiaba fervidamente a los Romanov

muy arriesgada me parece la afirmacion a no ser que puedas fundamentarla adecuadamente.