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sin querer desmerecer a nadie, pero uno de los mejores AAR's que he leido en este foro, una puesta en escena, impecable, felicidades mfigueras.
Por cierto, me hago una ligera idea del próximo país que protagonizará el relato... a ver si puedo ver en los próximos partidas obtener una o 2 respuestas a situaciones que me pasan siempre con ese país!
un saludo y continua deleitándonos con tu "gesta"
EDIT: vaya, mi post 200! elegí un buen momento para hacerlo pues!
LIBER VII (Gestae Raymundii sexti Comitis Tolosae)
Fue deseo de mi amado tío, que Dios tenga en su gloria, el que yo conservara su crónica de los años de reinado del conde de Tolosa Raimon V. Ahora me dispongo a seguir su relato donde él lo dejó, poco después de la coronación de Raimon VI como nuevo conde de Tolosa. No será invención lo que aquí cuente, pues he seguido muy de cerca los asuntos de Raimon VI y de todos los otros señores a quienes he servido, los cuales me han concedido siempre su confianza y han accedido a escuchar los consejos que yo humildemente les proporcionaba.
El conde Raimon VI
En 1195 fui nombrado gran senescal del condado y uno de los primeros consejos que di a nuestro señor es el de entablar relaciones más estrechas con los lejanos reinos de Bohemia y Polonia, con la intención de, en un futuro, diversificar y ampliar nuestros mercados. Pero los problemas más graves se producían en nuestra propia tierra. La herejía cátara era combatida con dureza por la Iglesia, pero sus resultados eran contraproducentes. Mas, ¿cómo los vicarios de Cristo pueden convencer a estas almas cuando se pasean ricamente vestidos y exhibiendo sin pudor sus riquezas? los cátaros aman la vida sencilla y aunque sus creencias son desviadas, la actuación de los representantes papales nos causa más problemas que los propios heréticos. Mi señor era de la misma opinión, y ante el dilema de permitir la actuación de los inquisidores y provocar más intranquilidad o defender a sus súbditos y enfrentarse al Papa, optó por esto último.
El 26 de abril de 1196 el rey Alfons de Aragón moría y su lugar era ocupado por su hijo Pere, joven e impetuoso, y con quien enseguida sospechamos que el entendimiento sería agradable. Los contactos diplomáticos dieron el fruto esperado y en octubre de 1197 se celebraba solemnemente la boda entre Raimon VI y una de las hijas de el rey de Aragón.
Pero si nuestras relaciones en el sur eran inmejorables, el norte se veía cada vez más amenazador. Francia aumentaba su poder sin cesar: en agosto de 1202 se anexionó el ducado de Borgoña, y dos años después confiscaba todas las posesiones inglesas en Francia, excepto Aquitania. Francia se convertía así en un peligroso enemigo potencial, más aún cuando su relación con el papado era muy estrecha. Ante tales amenazas en la primavera de 1204 firmábamos un tratado de alianza con Aragón, Castilla y Cerdeña.
Los territorios franceses después del comiso
Los años siguientes, mientras en las lejanas tierras del emperador de Constantinopla se desarrollaba una nueva cruzada, en nuestros estados conseguíamos recuperarnos lentamente de las deudas que asolaban al estado. Los grandes mercados de Génova, Venecia y Flandes eran cada vez más concurridos y nuestros productos encontraban una feroz competencia. Nuestras relaciones diplomáticas eran cada vez más exitosas, y conseguimos tejer una red de alianzas con todos los reinos de la península ibérica y el sur de la península italiana, de manera que no tuviéramos que preocuparnos de nuestras fronteras en el sur durante un largo tiempo.
Sin embargo, en mayo de 1208 Castilla, alegando viejas afrentas feudales, declaraba la guerra a Inglaterra. A pesar de que Inglaterra seguía siendo un enemigo temible, sus posesiones en el continente eran ya mínimas, y su capacidad de reacción estaba muy mermada. Como no podía ser de otra forma, honoramos la alianza con Castilla y Aragón y el 24 de mayo declaramos la guerra a Inglaterra.
Después de reclutar algunos peones de las milicias ciudadanas y reforzar nuestras fronteras, el conde Raimon VI y yo mismo nos dirigimos a reforzar el asedio de Baiona, que había sido iniciado por un fuerte contingente aragonés al mando del rey Pere. Mientras manteníamos el asedio, durante el frío invierno de 1208, los legados papales llegaron a la tienda del conde Raimon VI. Nuestra antipatía hacia los representantes eclesiásticos y a su actitud ante la herejía cátara había acabado por agotar la paciencia papal
En esos momentos decidimos pedir ayuda a nuestro nuevo aliado, Pere, rey de Aragón, mientras en Lyon empezaban a acumularse nobles franceses deseosos de iniciar una cruzada contra nuestras tierras y conseguir un rico botín. Los diplomáticos del rey de Aragón consiguieron frenar temporalmente el inicio de la cruzada. Sin yo saberlo, mi vida estaba a punto de cambiar radicalmente. Raimon VI, preocupado por los acontecimientos, pidió al rey de Aragón que me acogiera en su séquito y me tomara como consejero, propuesta a la cual accedió, sin duda después de haberme visto servir con fidelidad a Raimon VI durante los largos meses de asedio ante Baiona.
Nuestras tropas encabezadas por Raimon VI
en el asedio de Baiona
La propuesta de mi conde me satisfacía, a lo cual no era ajeno la posibilidad que una ciudad marítima como Barcelona podía ofrecer a un joven con ansias de aventura como yo. El verano de 1211 se firmó la paz entre Castilla e Inglaterra, con el resultado de que el territorio de Bearn pasaba a manos castellanas. En ese momento yo me separaba de mi conde Raimon VI, que volvía a sus territorios para organizar la defensa ante las tropas cruzadas que parecían estar a punto de iniciar la ofensiva.
LIBER VIII (primus Regium Aragonae Comitiumque Barchinonensium)
A partir de ese momento empecé a acompañar al rey como uno más de sus consejeros. Una de las primeras acciones que emprendimos fue el saneamiento de las finanzas, que no permitían grandes alegrías, por las numerosas deudas que el rey había contraído en sus últimas guerras. Estaba claro que los años a venir serían de austeridad.
Sin embargo apenas pude servir dos años a nuestro rey Pere, quien inopinadamente murió el día 12 de setiembre de 1213, Dios lo tenga en su gloria. El primogénito, el infante Jaume, sólo tenía en esos momentos cinco años, por lo que el infante Ferran, hermano del difunto rey, se encargó de asumir la regencia. Las Cortes me nombraron preceptor del joven rey, para que se pudiera celebrar su coronación cuanto antes. Un año más tarde, finalmente, la Cortes decidieron que se podía proceder a la coronación, mientras que me seguía encargando de la formación del, ahora ya, rey Jaume I.
Mientras la formación del joven rey continuaba y la recuperación económica empezaba a hacerse notar, la nobleza catalana y aragonesa se veía privada de algunos de sus mejores hombres: en pocos años murieron caballeros de gran fama y nobleza, como Hug de Mataplana, Gómez de Luna, Dalmau de Creixell o Miguel de Luesia. Pero no todo eran malas noticias, la diplomacia aragonesa había finalmente convencido al papa de anular la cruzada contra los territorios tolosanos, y la multitud de sedientos bárbaros del norte, caballeros por su fortuna mas no por su nobleza, acumulados en las cercanías de Lyon, tuvieron que volverse a sus frías posesiones. Mi antiguo señor, el conde Raimon VI podía al fin respirar tranquilo. Por otro lado, un grupo de mercaderes y burgueses de Barcelona, encabezados por Pere Martell nos propusieron empezar a formar una pequeña flota de galeras, para no tener que depender siempre de los marinos pisanos o venecianos.
Los años pasaban, y mientras nuetro rey crecía en fuerza y sabiduría nuestros nobles empezaban a mostrarse intranquilos. Demasiado tiempo sin campañas de conquista, sin poder ampliar sus dominios, fomentaban los conflictos entre las poderosas familias. Afortunadamente los infieles almohades se enfrentaban a graves problemas en sus territorios. Parecía llegado el momento de intentar la conquista de los territorios al sur del Ebro. En las cortes celebradas en Monzón en la primavera de 1220 el rey decidió iniciar las operaciones al año siguiente. Después de un largo debate se decidió atacar directamente Valencia, y dejar de lado las islas Baleares, también un apetecible objetivo, pues aunque nuestra marina empezaba a tomar forma, aún estaba lejos de poder organizar una operación tan compleja como el transporte y avituallamiento marítimo.
Así, pues, en enero de 1221 nuestros embajadores anunciaron la guerra a los almohades, mientras avisábamos a nuestros aliados que esta guerra sería un asunto exclusivamente nuestro.
Inmediatamente nuestras mesnadas se pusieron en marcha hacia Valencia. Después de algunas batallas menores con suerte desigual durante los primeros meses, en julio de 1221 iniciábamos el asedio de la ciudad, bajo el mando del experto Guillem de Montcada, mientras enviábamos al conde de Empúries, Ponç Hug III más al sur, a saquear los alredeores del reino de Murcia. Las operaciones ante Valencia se desarrollaban con rapidez, gracias a las nuevas técnicas de Guillem de Montcada, que utilizó hábilmente las cavas para hundir las murallas enemigas y las torres móviles para hostigar a los defensores. Tan hábil fue el de Montcada que pocos días antes de la Natividad del Señor de 1221 nuestras tropas entraban en Valencia. El rey Jaume I pudo asistir a la santa misa de Navidad en la propia ciudad.
Pero la guerra continuaba y no sería fácil convencer a los almohades que Valencia era ya nuestra. El conde del Rosselló, Nunyo Sanç, acabado de llegar, se quedó con sus mesnadas junto al rey en Valencia, mientras Guillem de Montcada se dirigía hacia Murcia para asediar también esta ciudad. Mientras, Ponç Hug III saqueaba los alrededores de Toledo sin prácticamente ninguna oposición e incluso decidió hacer una incursión hasta la gran Sevilla y su rico centro de comercio.
Una vez más el buen oficio de Guillem de Montcada se hizo notar ante Murcia, y el 24 de julio de 1222 capturábamos la ciudad. Ponç Hug III seguía haciendo largas cabalgatas de castigo en territorio enemigo y fue precisamente luchando contra los infieles no lejos de Granada que el conde de Empúries moría, el 3 de marzo de 1223. Sin embargo los almohades seguían negándose a aceptar nuestras más que favorables proposiciones de paz. Teníamos que demostrarles que podíamos aniquiliarlos totalmente y por ello decidimos establecer asedio a la ciudad de Toledo, operación complicada, pues se encontraba lejos de nuestras fronteras. Pero nada puede contra las armas cristianas cuando Dios las favorece, y el 16 de febrero de 1224 capturábamos la rica ciudad de Toledo. La caída de esta ciudad impresionó a los almohades, quienes tres días después acordaban renunciar a Valencia y todo su territorio.
Voy a estar unos días sin añadir nada de la AAR, pero no os precoupéis, que ya llegarán la conquista de Mallorca, Murcia, guerra con Castilla, y algunas cosas más
De momento dejemoslo como aspirante, Lucius. El liston se lo esta dejando alto alto, pero queda todo un año para que la gente se lo curre y tal vez lo supere....( y si es asi, molara un mazo, que nosotros lo disfrutaremos leyendolo)).
Mfigueras, yo de esto no entiendo, pero de verdad te digo que me gusta lo que estoy leyendo...
Bravo, mfigueras, de verdad que te lo estás currando un montón, añadiendo, al gran mérito de la entretenida narración y la majestuosa puesta en escena, la admirable continencia que demuestras en tu política, para no desfigurar en demasía la Historia.
Cuantos chavales que "catean" la asignatura de Historia por falta de interés darían un cambio radical a su receptividad tras echarle un ojo a AARs como ésta y otras igualmente magníficas del foro (las mías evidentemente deberían estar prohibidas a menores por eso de no provocar instintos "megalomaniacos y psicópatas ). Que alguién escriba al Ministerio de Educación ...
PD: Juer como desvarío (lo que no quiere decir que no haya bastante de cierto en lo dicho)
Las nuevas tierras de Valencia ofrecían grandes posibilidades a nuestra corona. Sus fértiles tierras, cultivadas desde hacía siglos por los musulmanes, iban a dar buenos frutos y a proporcionar alimentos a nuestra población. Por otra parte, podíamos controlar ya una larga franja de mar, de tal forma que se podía considerar que es extremo occidental del Mediterráneo nos pertenecía. Sin embargo muchos infieles huyeron hacia el sur, dejando campos y ciudades medio abandonados.
Ello nos obligó a ofrecer franquicias y nuevas libertades a todos aquellos colonos que desearan instalarse en las tierras valencianas. Los esfuerzos repobladores que el rey y sus consejeros, entre los que me contaba, iniciaron, provocaron un gran gasto económico, pero era preferible a dejarlo en manos de los nobles, los cuales podían convertirse en verdaderos señores locales si acaparaban demasiadas tierras.
Los siguientes años fueron difíciles, pues nuestras deudas pesaban como una losa en la corona. Mientras tanto, a finales de 1226, el emir de Túnez se declaraba independiente de los almohades y les negaba toda obediencia. Pocos meses después el rey Alfonso IX de León declaraba la guerra al por entonces pequeño reino de Portugal, con la clara intención de anexionar todo su territorio; la guerra era desigual y en pocos meses Lisboa era asediada y capturada: el reino de Postugal pasaba a la historia.
Lisboa a punto de caer en manos leonesas
Cuando nuestras finanzas empezaron a verse más saneadas, aconsejé a mi señor iniciar intensos contactos diplomáticos con el condado de Tolosa. El rey Jaume tendía a mirar más hacia el Sur y el Mediterráneo que hacia el norte d elos Pirineos, sin embargo yo, por obvias razones, aún anhelaba el viejo sueño de mis antiguos señores Raimon V de Tolosa y Pere II de Aragón: la cruzada de los señores del norte no se había producido y la unión de Tolosa y Barcelona aún era posible. La diplomacia tuvo efecto, y el 24 de octubre de 1227 el conde de Tolosa retía homenaje a Jaume, rey de Aragón y de Valencia y conde de Barcelona.
En septiembre de 1228 un grupo de nobles y mercaderes de todo el país se reunió con el rey en Tarragona para intentar convencer al rey de la necesidad de realizar una expedición de castigo a Mallorca y eventualmente su conquista definitiva. Sin embargo, aunque el rey se mostró partidario de emprender de inmediato los preparativos, la nueva situación en el norte y la debilidad de nuestra economía aconsejaba posponer la empresa para un momento mejor.
Efectivamente la situación en el norte era problemática para nuestros intereses: el conde de Tolosa Raimon VII acababa de firmar un tratado con el rey de Francia, por el cual su hija Joana se casaría con el hermano del rey francés, Alphonse, y a la muerte de Joana el condado pasaría directamente a manos de la corona francesa. Esta era una injerencia que no podíamos permitir de ningún modo, y nuestros diplomáticos deberían apresurarse a contrarestar los avances francos.
La política de nuestros vecinos del oeste se volvía cada vez más compleja, complejidad que resultó en la formación de un poderoso reino cuando el rey de Castilla, Fernando III, compró el trono leonés y se convirtió en rey de Castilla y de León, unificando en su persona dos poderosos reinos. Aunque las relaciones con Castilla eran buenas, habría que vigilar muy de cerca la evolución de sus intenciones: sin posibilidad de expansión hacia el oeste, nuestras tierras aragonesas y la amplia frontera valenciana eran un bocado apetecible.
El nuevo reino de Castilla y León
Pero todas estas preocupaciones parecían muy lejanas, pues el imperio almohade pasaba cada vez por mayores problemas internos, y se perfilaba como un objetivo cada vez más asequible. Cuando Murcia y Granada rompieron toda relación con los almohades, en abril de 1231, parecía llegado el momento de asestar un golpe definitivo a los infieles. A principios de mayo el rey convocaba cortes en Valencia para discutir cuál sería el mejor objetivo a conquistar. Sin duda el emirato de Murcia, pequeño y enemistado con los almohades era una presa fácil, por lo que los consejeros sugerimos al rey dejar la conquista de la Baleares, que necesitaba mayores preparativos, para más adelante, e ir lo más pronto posible a por las tierras murcianas, también deseadas por el rey de Castilla. Así decidido, el 12 de mayo el rey Jaume y sus mesnadas cruzaron las fronteras del reino de Valencia.
El rey presidiendo las Cortes
El rey Jaume se dirigió a toda prisa con sus caballeros al encuentro del ejército andalusí, mientras Guillem de Montcada se preparaba para reclutar más caballeros e infantes y construir máquinas de asedio. Mientras tanto, el recién nombrado almirante Carrós aparejaba sus galeras para poder bloquear cualquier ayuda que los infieles pudieran recibir por mar. Una vez vencido fácilmente el débil ejército enemigo, el rey preparó el asedio de la ciudad de Murcia a la espera de las tropas de Guillem de Montcada.
El asedio duró un año entero, mientras el rey y otros caballeros se encargaban de reducir los escasos núcleos de resistencia en las tierras cercanas a Murcia. Así, el 20 de julio de 1232 Murcia pasaba a nuestras manos. En pocos años habíamos conseguido construir un poderoso estado y el siguiente objetivo, largamente deseado por el rey y la nobleza, era Mallorca.
Por fin ha vuelto una de mis AAR's favoritas! bien, muy interesante el relato, casi que ya estoy esperando por ver cuál será tu próximo salto
por cierto, por lo que veo en tu partida, los almohades consiguieron hacerse con los baleares, eso sin duda te facilitará la conquista de Mallorca, poruqe al tener muchas más provincias seguro que no concentran todas sus fuerzas como hacen los del emirato
Después de nuestro éxito en tierras murcianas, debíamos prepararnos para conquistar Mallorca, lo que nos daría un excelente punto de apoyo para lanzar nuestros mercaderes por todo el Mediterraneo, pues lo que es imposible conquistar por las armas es muchas veces más fácil conquistarlo con dinero. Nuestros vecinos castellanos se hacían cada vez más poderosos, ya que en enero de 1234 se anexionaron el reino de Navarra; por otro lado el condado de Provenza se alejaba cada vez más de nuestra tutela, pues Francia lo presionaba fuertemente, como ya había hecho con el condado de Tolosa.
Los siguientes años dedicamos nuestros esfuerzos a construir una verdadera flota de guerra para poder conquistar las Baleares, y en la primavera de 1236 se inició la campaña. Esta vez pedimos ayuda a castellanos, tolosanos y sardos, con los cuales teníamos un acuerdo militar, y así conseguir acabar con el poder almohade. Sin embargo, los castellanos se negaron a declarar la guerra contra los infieles, lo que confirmaba nuestras sospechas que la política de buena vecindad estaba llegando a su fin. Las naves de Pere Martell, escoltadas por varias galeras del almirante Carròs transportaron una parte de nuestros ejércitos hacia Mallorca, mientras el rey Jaume y las milicias de la ciudad de Valencia se dirigían conjuntamente hacia Toledo, para evitar cualquier ataque por las extensas fronteras de las recién conquistadas tierras.
Sorprendentemente apenas si hubo resistencia al desembarco en Mallorca, y muy pronto nuestras tropas establecieron el asedio de Madina Mayurqa. En la península, el 5 de junio Jaume I al frente de nuestros caballeros lograba una gran victoria frente a las tropas almohades ante Toledo, lo que permitió iniciar el asedio de la ciudad y prepararnos para el invierno. Estos acontecimientos acabaron de debilitar a los caudillos almohades, pues el emir de Tlemcen, rompió toda relación con aquéllos en junio de ese mismo año, poco después de la batalla de Toledo.
Ciertamente era extraña la poca resistencia ofrecida por los almohades, lo que me hacía sospechar que estaban preparando alguna gran expedición para la primavera siguiente. Por ello aconsejé al rey Jaume que ordenara al almirante Carròs patrullar todas nuestras costas. Efectivamente, el 26 de mayo de 1237 el almirante Carrós avistó una considerable flota almohade que sin duda intentaba desembarcar tropas en las playas del Rosellón o del Golfo de Rosas. Aunque nuestra flota era inferior en número el almirante Carrós, con su ímpetu habitual, se dirigió a toda velocidad hacia el enemigo y rompió rápidamente sus líneas; nuestros ballesteros causaron el pánico disparando sobre las cubiertas enemigas. La victoria era nuestra y la invasión por el norte había sido frustrada.
Después de estos acontecimientos, el rey decidió dejar el asedio de Toledo en las expertas manos de sus lugartenientes y pasó a Mallorca para dirigir personalmente el asedio. La presencia del rey animó a nuestras tropas, y el 13 de julio de 1237 Madina Mayurqa caía en nuestras manos, alabado sea el Señor!
El rey Jaume dirigiendo el asedio de Madina Mayurqa
La desmoralización se propagó entre los infieles, que sólo un mes después entregaban la ciudad de Toledo. Sin embargo los almohades se negaban a llegar a un acuerdo para que las Baleares pasaran a nuestro poder. Por ello, el rey Jaume decidió realizar una expedición de castigo hacia una de las más ricas ciudades de los andalusíes: Sevilla. En pleno invierno nos dirigimos hacia el valle del Guadalquivir, río que es maravilla de ver, y saqueamos todos los campos y huertas en los alrededores de Sevilla, sin prácticamente oposición. Finalmente en marzo de 1238 los infieles aceptaron lo inevitable: Mallorca sería nuestra de ahora en adelante.
Después de las recientes campañas en Valencia, Murcia y Sevilla, era hora de reorganizar nuestros estados. En primer lugar era necesario repoblar amplias zonas de Mallorca con gente de nuestros territorios, no sólo por estar parcialmente devastados a causa de la guerra, sino también para contrarrestar la fuerza que aún tuvieran los infieles que habían optado por permanecer bajo nuestro gobierno.
Estos esfuerzos resultaban perjudiciales para nuestra economía, pero eran una garantía para nuestra paz y tranquilidad futuras. Las tierras de Murcia, sin embargo seguían estando mayormente pobladas por sarracenos, que aprovechando nuestros esfuerzos en Mallorca se levantaron contra nuestro rey en diciembre de 1238. La revuelta fue aplastada sin problemas en menos de un mes, pero estaba claro que Murcia seguiría dándonos problemas.
La primavera siguiente Castilla, que nos había abandonado en nuestra reciente guerra, declaraba ahora por su cuenta la guerra a los almohades. La situación de los almohades en la península era ya muy débil, tras nuestras últimas conquistas, y para los castellanos no fue difícil ocupar rápidamente Sevilla y Toledo. La guerra fue rápida, y en enero de 1242 Toledo y Sevilla, con todo el fértil valle del Guadalquivir pasaba a formar parte del reino de Castilla y León.
Por nuestra parte, la siruación económica iba mejorando lentamente, y en noviembre de 1243 aconsejé a mi señor iniciar la construcción de unas grandes atarazanas cerca de las playas de Barcelona. Con nuestras últimas conquistas la fachada marítima de nuestros reinos había aumentado considerablemente y con la reciente ocupación de las Baleares era muy necesario disponer de una flota potente y de calidad, y eso sólo se podía conseguir con un gran centro de construcción y reparación de naves. Nuestro poder marítimo empezaba a hacerse notar en el Mediterráneo.
Una construcción de esta magnitud obligó a endeudarnos nuevamente, pero afortunadamente nuestros ingresos empezaban a ser destacables y en pocos años podríamos recuperarnos. Sin embargo en la primavera de 1244 nuevos problemas aparecieron. EN la ciudad de Almirra se reunió nuestro rey con el infante Alfonso de Castilla para establecer las fronteras mútuas en el reino de Murcia. Los castellanos pretendían que todo el reino de Murcia pasara a su soberanía. El rey Jaume se mostró inicialmente de acuerdo para no empeorar las relaciones con Castilla, pero varios de sus ayudantes le aconsejamos que no se doblegara a las ambiciones castellanas y mantuviera Murcia bajo nuestro dominio. La reunión, pues, acabó sin acuerdo alguno: conservamos Murcia, pero las relaciones con Castilla se deterioraron terriblemente. Si la decisión fue acertada o no, sólo el futuro lo diría.
¡ si señor !, fantastico esta AAR. La estamos siguiendo con ganas.
Por cierto, ¡ deleitanos con una imagen de Europa de vez en cuando, please ! Tengo curiosidad por ver cual es la situacion internacional
Huy, pues hasta 1305 no tengo ninguna imagen política de Europa De todas formas hasta 1300 aprox. la situación parece bastante real, luego ya empiezan a divagar demasiado las cosas. Ahora estoy en 1325 y Castilla y León está que se sale (ha conquistado Aragón y Gerona a Aragón y se ha expandido por África a costa de los Almohades), al igual que Hungría, y Francia empieza a tener muchos problemas.
Por cierto, para tu deleite, ya te aviso que de aquí a unos años haré un nuevo salto de país, para irme a... Mallorca !! me voy a montar unas fiestorras en el castillo de Bellver...
Huy, pues hasta 1305 no tengo ninguna imagen política de Europa De todas formas hasta 1300 aprox. la situación parece bastante real, luego ya empiezan a divagar demasiado las cosas.
Hombre , pues me alegra que la "realidad" llegue hasta el siglo XIV (no se si sera cosa de los nuevos patchs Ahora mismo firmaba que en mis partidas parsara lo mismo
Por cierto, para tu deleite, ya te aviso que de aquí a unos años haré un nuevo salto de país, para irme a... Mallorca !! me voy a montar unas fiestorras en el castillo de Bellver...
Eso eso... vente a la isla de la ¿calma?
Por cierto, conquistar provincias desde una isla debe ser chungo ...porque yo no hay manera.
Ah, i fes-li la bona al Papa i no et separis de la "viciosilla" Joana de Nàpols !!!
Si, si, si. Ya era hora. Que los italianos estos que comercian y piratean por el Mediterráneo se enteren de que pronto habrá un nuevo sheriff con galeras patrullando por ahí.
A pesar de la creciente enemistad con Castilla, los años siguientes fueron relativemente tranquilos. A finales de 1245 los musulmanes de Murcia se rebelaban nuevamente, y nos obligó a desplazar mayor número de tropas a la zona. Poco después, en enero de 1246 la condesa Beatriu de Provenza decidió aceptar la propuesta de matrimonio con Charles d'Anjou, y rompía todod vínculo de vasallaje con el rey de Aragón. Nuevamente la diplomacia francesa actuaba contra nuestros intereses en el sur de la Galia. Había que asestar un golpe de efecto para frenar las ambiciones francesas. El rey Jaume, con mi consejo, empezó a preparar los pasos para una anexión definitiva del condado de Tolosa a nuestra corona.
Los castellanos no se quedaban atrás en sus ansias expansionistas, y también decidieron empezar a influir al norte de los Pirineos. En una decisión sorprendente, toda Aquitania era anexionada a la corona castellana gracias al juego diplomático. Estaba claro que cada vez era más necesario fortalecer nuestro estado, que pronto quedaría aprisionado entre los dos grandes poderes castellano y francés. Sólo dos años después, en 1253, los castellanos declararon la guerra al joven reino de Granada, con el resultado inevitable de su completa aniquilación. En Hispania, sólo Gibraltar y el Algarve quedaban en manos sarracenas en 1255.
En 1256 el hijo mayor de nuestro rey, Pere, fue declarado mayor de edad y empezó a participar en hechos de armas. A su lado se encontraba mi nieto, que había sido nombrado por el rey Jaume consejero y preceptor del joven infante. Dos años más tarde, mientras nuestras finanzas y nuestra situación interna mejoraba considerablemente, los embajadores franceses propusieron un tratado para poner fin a las tensiones mútuas en el sur de la Galia; los términos del tratado establecían la renuncia de los reyes franceses a cualquier pretensión sobre el condado de Barcelona, teóricamente su vasallo desde los tiempos del gran Carlomagno, a cambio de que el rey Jaume y sus sucesores renunciaran a cualquier pretensión sobre el condado de Toulouse y sobre Provenza.
Las embajadas se reunieron en la villa de Corbeil en enero de 1258 y finalmente, después de muchas deliberaciones, acordamos no firmar el tratado. Al fin y al cabo los reyes de Francia difícilmente podían ejercer su teórico derecho sobre Barcelona, mientras que nuestra influencia en Tolosa era muy clara; en otras palabras: con la firma del tratado sólo Francia salía ganando, pues le dejaba las manos libres para anexionarse el condado de Tolosa.
Mientras tanto, mi nieto servía con fidelidad al infante Pere, y el rey veía con muy buenos ojos los sabios consejos que le daba; por ello osé recomendar a mi propio nieto para sustituirme en mi puesto de consejero real. El rey Jaume estuvo de acuerdo en la proposición y sabiendo que las negociaciones del tratado de Corbeil me habían dejado exhausto permitió que abandonara su servicio y me retirara a las tierras que él generosamente me había concedido cerca de Gandia. Sin embargo, antes me encargó una última y delicada misión: la anexión del condado de Tolosa.
Mi último gran éxito al servicio de los reyes de Aragón, fue conseguir que la familia condal de Tolosa renunciara a su soberanía y el condado pasara a formar parte de la corona. El rey Jaume podía ahora añadir a sus títulos de rey de Aragón, rey de Valencia y conde de Barcelona, el de conde de Tolosa.
Pero los problemas no tardaron en aparecer. Mientras yo estaba instalándome en mis tierras de Gandia y mi nieto, ya al servicio directo del rey Jaume, se encargaba de organizar los recién adquiridos territorios occitanos, los castellanos, recelosos de nustro creciente poder, nos declararon la guerra en octubre de 1263, alegando el incumplimiento de los tratados de Almirra.
Mi nieto tendría un difícil comienzo como consejero de nuestro rey.