De Septiembre a Diciembre de 1940
Retazos de Guerra II
Las armas habían callado en la Europa occidental, sin embargo no lo hicieron sino para comenzar a sonar en el este del viejo continente. La guerra en los Balcanes se decidió con rapidez una vez entró en liza el ejército alemán, quien apoyado por su aliado húngaro no tardó en aplastar cualquier resistencia que pudiesen demostrar los yugoslavos.
Italia, por su parte y recuperada de la inicial derrota, avanzó bajo el mando de oficiales alemanes tomando toda la línea de costa y recuperando la Albania pérdida ante los griegos.
Era octubre de 1940 y todo parecía indicar que el rodillo alemán no tenía adversarios en Europa. Tras la capitulación de Yugoslavia le llegó el turno a Grecia, desde donde los británicos habían empleado sus aviones para atacar las valiosas reservas de petróleo rumanas que bombeaban tan preciado líquido al corazón del Reich. No tardó demasiado en caer, y apenas un mes de combates se hicieron necesarios antes de que la fuerza ítalo-germana aplastaran al pequeño país heleno, partiendo su gobierno al exilio.
No obstante, no todo sería una victoria aplastante de las fuerzas del eje, la flota británica aprovechó la situación y atacó los convoyes de fuerzas y suministros entre Italia y los Balcanes, atrayendo para sí a parte de la escuadra italiana que fue mandada a dique para su reparación. De esta forma el Mediterráneo oriental quedaba totalmente a merced de los aliados.
En el norte de Europa, Hitler temía que los países escandinavos pudieran ser utilizados como puerta de entrada al viejo continente, por ello y tras atraer a su esfera de influencia a Finlandia, que no tardó en firmar pactos de colaboración con el Reich alemán, esperanzados en poder recuperar lo que el gigante ruso le había arrebatado durante la guerra de invierno.
Suecia, mantuvo una neutralidad favorable para con Alemania, quedando de esta forma la solitaria Noruega. En diciembre del año anterior los alemanes establecieron contactos con Vidkun Quisling, político noruego de tendencias fascistas que defendió ante Hitler que contaba con un gran poder sobre los militares y que había amplios sectores de la población que apoyaban una ocupación alemana; no obstante la Abwehr se encargaría de desmentir estas afirmaciones y la planeada ofensiva sobre el país quedaba aplazada.
En febrero de ese mismo año se había producido el incidente del Altmark, trayendo de nuevo a discusión en el alto mando la necesidad de asegurar el frente del norte. Esta necesidad había quedado plasmada durante el desarrollo de la operación Weserübung, cuando se había ocupado Dinamarca a principios de enero, sin embargo si los aliados podían disponer de Noruega, la ocupación de Dinamarca no habría servido para nada, además de que podría peligrar el suministro de minerales suecos, tan necesarios para alimentar la industria del acero alemana.
Sin embargo, las operaciones en el sur de Francia realizadas por España obligaron a retrasar la planeada operación mientras los alemanes reunían todas sus fuerzas para golpear en el oeste. En una reedición del Plan Schlieffen modificado por von Moltke durante la Gran Guerra Francia se rendiría ante sus agresores. Posteriormente, los preparativos de la invasión de Gran Bretaña volvieron a obligar a retrasar las operaciones en Noruega y, finalmente, la invasión de Yugoslavia por parte de Italia, que obligó a ayudar a los italianos ante su incompetencia, la retrasaron nuevamente, quedando aplazada definitivamente hasta el siguiente año.
Mientras, en la Europa occidental, tras la victoria en Francia se iniciaron los preparativos para asaltar Gran Bretaña, sin embargo la superioridad de la Royal Navy y la imposibilidad de coordinarse con los españoles acabaron aplazando Seelöwe, siendo sustituida por una batalla aérea entre la Luftwaffe y la RAF. Esta campaña de bombardeos masivos dio inicio a la llamada Batalla de Inglaterra, sacando el nombre de un discurso dado por Wiston Churchill ante la cámara de los comunes tras conocerse la noticia de la capitulación de Francia.
Sin embargo, la batalla se fue prolongando sin que los alemanes lograsen doblegar la voluntad combativa británica. No se podía decir lo mismo de su industria, que había sufrido graves daños a manos de la Luftwaffe y había empujado a Gran Bretaña al límite. Sin embargo todo cambió cuando la RAF bombardeó Berlín, no fue un gran ataque en cuanto a daños materiales, pero moralmente fue devastador. Hitler ordenó entonces a la Luftwaffe que arrasase las ciudades británicas, este error permitiría a los británicos rearmarse y finalmente superar a los alemanes. Para finales de octubre ya se daba la batalla por terminada, cuando bombarderos británicos atacaron ciudades alemanas, españolas y hasta italianas.
En el África la guerra se había estabilizado, a las pérdidas españolas de Guinea y las derrotas en el África oriental italiana, se les unían las victorias del cuerpo combinado en Libia, sin embargo, las derrotas de la escuadra ítalo-española habían dejado el Mediterráneo oriental bajo control británico, de forma que sin la debida seguridad en el transporte de suministros desde Europa junto a las posibilidades de la Royal Navy de bombardear las costas estancaron los frentes de forma definitiva.
En Asia, la guerra entre Japón y China continuaba sin novedad, la campaña se había estancado tras unas victorias iniciales de los nipones, llevando las operaciones en punto muerto desde finales del 38. Sin posibilidades de romper el frente en las provincias de Shaanxi y en Henan, el alto mando japonés decidió debilitar las defensas chinas a través de un desembarco en la provincia de Guangdong, cercana a la ciudad británica de Hong Kong.
Con el desarrollo de la guerra en Europa, la rendición de Francia y la debilidad de Gran Bretaña y los países de la Commonwealth, Japón vio la posibilidad de expandirse hacia el oeste, confiando en que la situación impediría a estos enviar tropas para reforzar las escasas guarniciones de las colonias del pacífico.
Fue una campaña rápida, primero cayó la Indochina francesa, imposibilitado el gobierno de Petain de reforzar a la colonia y la poca confianza que este tenía en los oficiales de ultramar, hicieron que la colonia capitulase en poco menos de una semana. Sin una declaración de guerra previa, Japón aprovechó las acciones en Indochina para iniciar la invasión de Birmania y lanzarse a por las islas del Pacífico en manos de las potencias europeas.
Diplomáticamente la situación no hizo sino empeorar cuando Estados Unidos comenzó a presionar a Japón para que cesara en sus deseos expansionistas agravando aún más el embargo comercial al que era sometido el Imperio japonés, exigiéndole que abandonará su campaña de conquistas.
Ante esta perspectiva y tras el fracaso de las negociaciones, el gobierno nipón no dudó en comenzar a planear como conseguir las necesidades de combustible que el imperio necesitaba, recayendo tan difícil tarea en el Almirante de la Flota Combinada, Isoroku Yamamoto, quien expuso sus dudas en la victoria al Estado Mayor de la Armada. Sin embargo, considerando primordial su deber de explotar cualquier posibilidad de victoria por pequeña que esta fuese no dudo en desarrollar un plan con la intención de tumbar al gigante americano de un solo golpe.
Finalmente en el Caribe, los Estados Unidos no vieron con buenos ojos la llegada de los españoles, a los que veían como un peligro para la supervivencia de la Doctrina Monroe y para sus intereses, pues sabían que agentes españoles habían estado en contacto con miembros del gobierno y la oposición cubanos así como de otros países latinoamericanos con la esperanza de entablar relaciones duraderas para poder comerciar con aquellos recursos de los que España era deficitaria ahora que había asegurado una base para asegurar sus rutas marítimas.
Este tipo de acciones fue ampliamente utilizado por el gobierno estadounidense a favor de sus intereses en numerosos países de Centroamérica y del Caribe, de dónde obtuvo respuestas variadas al exponer la amenaza española. La principal ayuda la consiguió en Cuba, República Dominicana y los países del sur de Centroamérica, donde los intereses españoles fueron suprimidos y se logró un pacto de alianza por el que estos países se comprometían a apoyar a los Estados Unidos en cualquier esfuerzo bélico.
No obstante la sociedad estadounidense no estaba a favor de apoyar ninguna aventura militar y ya consideraban que habían cedido suficiente con la aprobación en el Congreso del plan
Cash and Carry. Sin embargo, el presidente Roosevelt sabía de la necesidad de convencer a la nación de que la guerra era necesaria, no se podía abandonar a las democracias europeas quedando Estados Unidos convertida en una isla rodeada de potencias hostiles. Este punto ya había sido abordado por Estados Unidos tras la caída de Francia, cuando el almirante Harold R. Stark, jefe de operaciones navales, presentó el “Plan Dog”, en el que decía que en caso de que el país se viese abocado a la guerra en Europa y aunque estallase está también en el Pacifico, el objetivo principal debería ser Alemania, evitando la caída de Gran Bretaña.
Con la batalla de Inglaterra en su máximo apogeo y los ataques al tráfico naval por parte española y alemana en el Atlántico, Gran Bretaña se mostraba incapaz de poder sostener durante mucho más tiempo la guerra sin recibir apoyo, ya no sólo material, sino en hombres y equipos.
El 8 de noviembre se presentaba al Congreso para su aprobación la Ley de Préstamo y Arriendo firmada por Roosevelt al día siguiente. Además, se aprobaba el uso de parte de la Armada de Estados Unidos para cubrir a los convoyes que transportaban tan valiosas cargas a Gran Bretaña. Esta ley fue rápidamente considerada por Alemania como una declaración de guerra, el Almirante de la Kriegsmarine Erich Raeder logró la aprobación de Hitler para lanzar una gran ofensiva submarina sobre el Atlántico occidental que incluía la zona de seguridad norteamericana de las 300 millas, esta decisión se debió a la disponibilidad de recursos y a la falta de operaciones en ciernes.
Los españoles, que veían que el suministro a los británicos podría significar la prolongación del conflicto, y conocedores gracias al SIM de las hostilidades del gobierno estadounidense para las acciones que emprendía su gobierno en Sudamérica no tardaron en sumarse a estas operaciones desde las bases en las Azores y el norte de la Península.
Durante un mes más de doscientas mil toneladas brutas fueron hundidas, aquello hizo que la opinión aislacionista americana perdiera fuerza y apoyos, pero lo peor estaba aún por llegar cuándo el día 11 de diciembre llegaron noticias desde el Pacífico.