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Sí, los italianos son incapaces de mantener sus territorios y si los aliados los echan de África, esas tropas pueden: o bien ir a Europa; o golpear el protectorado español del norte de África y hacerme perder el control del estrecho, con lo que ahora que he conseguido asegurar el Mediterráneo occidental, me las volvería a ver con la Royal Navy...
 
Bueno señores, antes del capítulo de mañana, me gustaría añadir un breve prólogo que quiero les ayude a entender un poco más la situación que se debería estar viviendo en Francia y anticipa el resultado de la operación.


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17 de mayo de 1940

Sede de gobierno, Madrid

Los funcionarios del estado iban y venían mientras se intentaba cumplir con el trabajo que no cesaba de acumularse. Para Dionisio Ridruejo aquello era abrumador, al ya de por si ingente trabajo que tenía en lo referente a la colaboración para reconstruir Portugal, se le añadía las obras y trabajos que llegaban allende los Pirineos, en donde el ejército y la unidades de retaguardia intentaban mantener unas infraestructuras que eran presa fácil de los ataques de la resistencia. Estos se habían podido controlar desde que descubrieron los talleres de imprenta donde se hacían las octavillas y boletines de noticias ensalzando las victorias aliadas y llamando a los franceses a resistir.

Era una realidad que tras el triunfo de la Operación Apagón la guerra en Francia tocaba a su final, las fuerzas españolas se hallaban en el sur a las puertas de París y en el norte, las divisiones panzer habían arrollado al ejército aliado, el cual había quedado cercado en Calais. Ahora sin un enemigo de consideración enfrente los alemanes avanzaban decididos hacia el sur encontrándose a menos de sesenta kilómetros de la ciudad de la Luz.

Era aquí donde tenía que entrar a trabajar la maquinaria propagandística española. Muñoz le había dado instrucciones precisas de trabajar para ganarse a la población francesa en los territorios ocupados por las fuerzas españolas.

Llevaban una larga hora reunidos cuando llegó José Antonio Giménez-Arnau, jefe del Servicio Nacional de Prensa y responsable de la ley de prensa del 35, que había dado cierta libertad de publicación a algunos diarios españoles.

- José, pasa.- Dijo Dionisio- Estamos liados con el marrón que nos ha dejado Muñoz.

- De eso venía a hablarte precisamente Dionisio, ¿podemos hablar a solas?

Dionisio despidió a los presentes quedándose a solas en la habitación.

- ¿Ha pasado algo en el frente?- Inquirió el ministro, conocedor de que gracias a la posición de José Antonio este podría enterarse el primero de cualquier noticia relacionada con la guerra llegada a través de la prensa internacional.

- Sí y no, aparte de que los italianos siguen retirándose en las colonias ante los ingleses y son incapaces de terminar de romper el frente francés al sur de Maginot, poco más hay de nuevo. Pero venía a hablar de una noticia que va a publicar el diario ABC mañana, de hecho –dijo mientras rebuscaba en su cartera- aquí tienes, la edición de mañana.

Dionisio se acercó y recogió el diario que le tendía, leyendo el titular.

- ¿Has retenido la publicación?- Inquirió levantando la vista.

- Sabes que con la nueva ley no es tan fácil, sin la orden de un juez es difícil poder silenciar aquellas publicaciones a las que les dimos libertad siempre y cuando no incumplan la normativa de Correcta expresión. Por eso quería que tú tuvieras constancia antes de que hiciera nada.

Dionisio leyó con atención la noticia:

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EL PUEBLO FRANCÉS SUPLICA LA PAZ.

Nuestro diario ha tenido acceso, gracias a un militar anónimo, a una noticia que se ha hecho eco en Francia y que los periódicos del país se niegan a publicar. En ella, una madre culpa al gobierno francés de los descalabros y pide el fin de la guerra, ésta dice así:

A atención del presidente Reynaud y todo el estado mayor francés, soy, o mejor dicho, era madre de tres preciosos muchachos que esta guerra me ha arrebatado junto a mi marido, y me gustaría, como otras tantas madres y esposas preguntarles hasta cuándo van a prolongar este absurdo conflicto.

Durante la Gran Guerra mi padre y mi marido combatieron por la República, dejando la vida mi padre en el milagro del Marne y quedando herido mi marido en Verdún, pero entonces había esperanza, tenía sentido resistir. Sin embargo, ¿ahora? ¿Qué sentido tiene prolongar lo inevitable? Hemos perdido, y hemos de aceptarlo, los españoles han derrotado a nuestros hombres en el sur, los italianos en el este y los alemanes en el norte, la prensa quiere ocultarnos la realidad dando bombo a victorias en lejanos lugares de los cuales no he oído hablar en mi vida.

Cuando se inició esta guerra, mi familia respondió a la llamada de la República. Pronto me llegó la noticia de que mi hijo mayor había muerto resistiendo en Bélgica a los alemanes; poco después sería mi marido, asesinado por los españoles durante la batalla de Montpellier, mientras Mola nos había apuñalado por la espalda avanzando a lo largo del sur de nuestro país.

Pero la desgracia no se quedaría ahí, mi segundo hijo caería cuando los italianos se aprovecharon de nuestra debilidad y atacaron a través de los Alpes. Para ese momento ya se sabía que la derrota era segura, pero seguíamos resistiendo, no queriendo creer lo evidente. Hitler dominaba Europa, y sus lacayos españoles e italianos no querían perderse un trozo del pastel, pero seguimos resistiendo, porque era nuestro deber, ¿Nuestro deber?

No era el deber de mi hijo pequeño morir lanzándose contra los tanques españoles para conseguir tiempo a su gobierno a evacuar París, ni el de los cinco mil jóvenes muertos en la resistencia de La Fleche…

Mientras que los franceses sufrimos, los ingleses se esconden en su isla, nuestros aliados nos han abandonado y Francia está perdida, se dice que Inglaterra seguirá luchando hasta el último francés, y cada día pienso que esa frase es una realidad.

Acaben con esto de una vez, porque yo ya no tengo nada más que entregarle a la República. Se lo suplico, por las miles de madres y esposas a las que no nos quedan sino lágrimas para llorar a nuestros caídos.”

Dionisio levantó la mirada y miró a José, quién había esperado a que su compañero terminara de leer la noticia completa.

- Y bien, ¿Qué hago?

- ¿Se ha comprobado la veracidad de esta… Carta?- Preguntó Dioniso.

- Es auténtica. De hecho nos han enviado desde el frente numerosas octavillas que han comenzado a encontrar nuestras fuerzas mientras avanzaban, por lo que parece, todo el norte de Francia está empapelado.

Dionisio respiró profundamente mientras pensaba en como emplear a su favor esta noticia, parecía ser que los franceses del norte estaban convencidos de que la guerra estaba perdida y comenzaban a aceptar que resistir solo prolongaría el sufrimiento. Era necesario que esta noticia llegara al sur, pero debía hacerse demostrando que venía en los propios franceses para evitar que se tergiversara como propaganda española.

- Habla con los tribunales, que retengan la publicación, ahora mismo te extenderé una misiva ministerial, y haz llamar a los directores de los principales diarios para paralizar cualquier publicación relacionada con el tema- Dionisio cogió el teléfono y llamó al Palacio de Gobierno- Ponme con Muñoz… Sí, me da igual que este reunido, dígale que es urgente, que le llama el Ministro de Interior… No me importa que haya un procedimiento militar a seguir, yo no estoy sujeto a la jerarquía militar, y soy un ministro del gobierno de España… Sí, presidente, no le llamaría de no ser una urgencia… Necesito concertar una reunión con usted… Sí, entiendo, en una hora allí… inmediatamente.- Tras colgar se dirigió a su acompañante- José, llama al director del ABC, dile que en una hora tenemos una reunión con el Presidente Muñoz.
 
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22 de mayo de 1940


Lyon

Desde que se había recibido la orden de avanzar, el Grupo de ejércitos Este logró sus objetivos acabando con la resistencia que oponían las fuerzas al sur del país. Finalmente, junto al émbite alemán, el ejército aliado se había derrumbado y el frente francés comenzaba a venirse abajo por todo el sur del país. Pero el mayor logro de las fuerzas españolas se consiguió cuando estos entraron en Lyon diez días antes.

El Teniente General Alfonso Torres se había trasladado desde el cuartel general una vez estabilizado el frente. Tras llegar, entró en la habitación del ayuntamiento donde mantenían retenido al mariscal Weygand, el alto jefe del Estado Mayor aliado había sido atrapado con la caída de la ciudad mientras organizaba la evacuación de los heridos desde la estación de ferrocarriles de la ciudad, en donde había sido herido durante un bombardeo de la aviación y abandonado por creérsele muerto.

- Mariscal, es un honor- dijo el general español mientras despedía a los centinelas que hacían guardia, quedándose sólo el intérprete.

- General Torres- dijo el mariscal francés, aquel hombre que en otra época habría sido un hombre orgullo, ahora se mostraba decaído y desanimado mientras se recuperaba de sus heridas.

- Quiero que sepa que estamos dando el trato a sus hombres que se merecen. Sus heridos más graves tienen prioridad a la hora de ser trasladados a la península para ser tratados en los hospitales de allí, sin embargo aún quedan bolsas de resistencia que se niegan a rendirse si no reciben una orden directa, me gustaría que si vuecencia tuviera bien el intervenir, pudieran evitarse más muertes innecesarias.

- Gracias General, y no se preocupe, permítame acudir a los lugares y hablare para acabar con la resistencia. Puedo hacerle una pregunta- el general Torres asintió- ¿Cuál es la situación en el frente?

Alfonso Torres suspiró, a continuación se limitó a entregarle los mensajes que habían interceptado a los franceses.

- Como puede ver, su sustituto es el Mariscal Philippe Petain, a quién han nombrado vicepresidente del gobierno, igualmente celebran que no haya muerto vuecencia. El ejército español ha asegurado la cuenca del Loira mientras que aquí como puede ver seguimos avanzando hacia el norte.

La expresión de Weygand era de preocupación, sin embargo era consciente de la realidad, los españoles habían barrido a sus ejércitos en el sur y la guerra no duraría mucho más.

- General, sea completamente sincero, ¿la ofensiva alemana ha sido detenida?

Torres había ocultado intencionadamente los informes en referencia al avance alemán, sin embargo aquel hombre ya no era ningún peligro, y probablemente su colaboración fuera necesaria para poder negociar la paz con el gobierno francés. Torres suspiró antes de tomar asiento frente al mariscal.

- Creo que ya le informaron del inicio de las operaciones el día 10, ¿cierto?- Weygand asintió- la noche del 14 Rotterdam fue sometida a un terrible bombardeo que hizo dimitir al gobierno belga, lo que obligó a sus compatriotas a desviar las escasas reservas que debían detener nuestro avance aquí a apoyar Maginot, y a sus fuerzas allí a apoyar a los belgas. Las divisiones panzer alemanas sorprendieron a la retaguardia del ejército aliado cruzando a través de las Ardenas en dirección al Canal, alcanzando la costa hace unos días y dividiendo por la mitad las columnas de refuerzo, sin contar los atrapados al norte.

Weygand se derrumbó ante aquella noticia, el mariscal miró al general español.

- ¿Cuántos? ¿Cuántos hombres hemos perdido?- dijo entre lágrimas.

- No estamos seguros, ya que nuestra información llega a través de la prensa y de lo que los alemanes facilitan a los italianos; pero creemos que cerca del millón, además, los británicos bajo el mando de Lord Gort han comenzado a abandonar las costas de regreso a Gran Bretaña desde Calais. No se preocupe, también se llevan a aquellos soldados franceses que quieren continuar la lucha, y los que se rinden son tratados con respeto.

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Weygand se limitó a negar con la cabeza mientras iba tomando conciencia de la gravedad de aquella noticia. Torres se mantuvo en silencio, siendo testigo de un hombre superado por los acontecimientos. En el fuero interno del general español se producía un debate, por una parte era su enemigo, pero tampoco era menos cierto que los franceses se habían visto en aquella tesitura debido a los británicos que habían arrastrado a su país a la guerra contra España.

- General Torres, ¿se sabe algo de mi gobierno?

- No más allá de los informes que le he facilitado a vuecencia.

- General, le tengo que hacer una petición.- dijo recuperando la autoridad en su voz- Solicito que se me permita contactar con mi gobierno para transmitirle la necesidad de firmar la paz, la guerra se ha acabado y prolongarla solamente supondrá más sufrimiento a mi pueblo.

Torres asintió. Sin embargo le dijo a Weygand que antes de nada, debía informar al General Rada inmediatamente, en su fuero interno fue consciente por primera vez de que lo habían logrado, habían vencido a Francia y la guerra pronto llegaría a su final. No obstante Weygand le sacó de sus ensoñaciones.

- Puedo imaginar lo que piensa, y sea consciente de que la guerra no ha acabado aún, Gran Bretaña no se doblegará a las voluntades expansionistas de Hitler. Olvídese de la Gran Guerra, pues no puede tomar aquella como ejemplo, los ingleses les resistirán hasta el último hombre, pero a partir de ahora serán sus ciudadanos los que sangren, no los franceses.

Alfonso Torres saludó antes de abandonar la habitación, en su fuero interno toda la alegría que se había permitido sentir por un momento se convirtió en pesadumbre, Weygand tenía razón, las acciones de Hitler no traerían la paz, y sin quererlo España había ligado su destino a Alemania, todavía se derramaría más sangre antes de que el fin llegase.
 
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1 de Junio de 1940


Misurata, Libia Italiana

Para Infantes las noticias que llegaban desde Europa no podían ser mejores, la guerra se acercaba a su final con la cada vez más cercana caída de Francia. Esta derrotas habían obligado a retirar a las fuerzas coloniales francesas lo que permitió a los italianos importantes éxitos en el Túnez francés, en donde avanzaban casi sin oposición hacía la capital dando al pueblo unas buenas noticias demasiado necesarias, lo que supuso un refuerzo social y político para Italia.

Sin embargo en el este las cosas no pintaban nada bien, la situación pendía de un hilo y solamente la llegada de las fuerzas de los cuerpos expedicionarios alemán y español había permitido estabilizar el frente.

Durante los dos últimos meses se había trabajado acondicionando el puerto y estableciendo una cadena de mando eficaz entre los tres ejércitos, de forma que se coordinasen las operaciones sin supeditarse la voluntad de ninguno a la de los demás. Por ello se había constituido lo que entre las tropas españolas se había llamado de forma jocosa, el consejo de los “tres reyes magos”.

Los tres oficiales se enfrentaban a un serio problema, los británicos se habían vuelto conscientes de la derrota francesa, por lo que habían decidido ordenar a las fuerzas del Imperio y de sus países afines que en vez de dirigirse al frente europeo, se dirigieran a África, en donde Wiston Churchill había decidido se comenzaría a definir el nuevo sentido de la guerra.

Por su parte, las fuerzas del eje y España sabían que el control del canal de Suez era fundamental, al igual que la base naval de Malta. Mientras que los aliados dispusieran de estos, el Mediterráneo no sería un mar seguro, tal y como demostraban los recientes hundimientos de parte de los suministros que debían alimentar al ejército de África.

Rommel, el oficial del cuerpo alemán, demostró ser un hombre alejado de la idea que tenía Infantes de los teutones, siendo un hombre perspicaz que abogaba por integrar el ejército bajo un mando unificado integrado por oficiales de los tres países. De esta forma, llevaban el último mes ideando como revertir la situación en África.

El mayor problema era la superioridad naval británica, que dificultaba cualquier intento de operación anfibia a la retaguardia de las líneas aliadas, quedando las operaciones obligadas a convertirse en un choque terrestre en donde los carros británicos Matilda, y los recién llegados Matilda Mk2 se mostraban superiores a cualquier cosa que pudiesen aportar ellos.

Pareciendo una encrucijada sin salida, la respuesta a su problema llegó de Francia. Con la ofensiva alemana en pleno apogeo los aliados habían comenzado a retraer fuerzas navales para cubrir la retirada de los ejércitos aliados de Europa, de forma que por una ventana de tiempo que aproximadamente duraría un mes las fuerzas navales británicas se verían disminuidas en el Mediterráneo.

La operación necesitaría una implicación de los tres ejércitos, mientras la Regia Marina bloqueaba a la armada del Mediterráneo en Malta, la Escuadra de Instrucción y una fuerza anfibio italo-española asaltarían las costas de Libia entre Mersa El Brega y Derna. El objetivo sería la ocupación del puerto de Bengasi y sus valiosas infraestructuras. Tras esto, Rommel debería presionar a los británicos desde el oeste mientras las fuerzas desembarcas lo hacían desde el este.

La costa oriental de Libia quedó dividida en tres sectores; Oro, donde se encontraba el objetivo más valioso, el puerto de Bengasi, el peso de esta operación recaería sobre el sexto ejército italiano; Mirra, el objetivo serían atravesar las montañas verdes, cortando las posibles rutas de aprovisionamiento del ejército británico desde Egipto así como hacerse con el oasis de El Haseia, de esta operación se encargaría el Tercio Norte y el Tercio Levante de la Armada; Incienso, está era la parte de la operación más dura, su objetivo no sería sino consumir las reservas que pudieran enviar los británicos para intentar romper el cerco, la misión recaería sobre las tropas del Tercio Sur, siendo la unidad más experimentada del Tercio de Armada.

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Una vez se hubieran logrado estos objetivos y mientras el recién constituido décimo ejército lanzaba una operación dilatoria sobre Malta con apoyo de la Regia Marina, Rommel debería golpear desde el sur con la vigésimo primera división de panzer rompiendo las líneas defensivas aliadas y empujando a los aliados hacía la bolsa que se estaría formando en torno Ajedabia.

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Si todo salía bien, el consejo de los “tres reyes magos” esperaba poder devolver la frontera a su estado inicial antes del fin del verano.
 
Un adelanto antes de mañana. Quedan dos capítulos más antes de terminar este arco argumental, a continuación el jueves que viene subiré un resumen de los diferentes frentes por todo el mundo y el acontecimiento que marcará el inició de una segunda etapa. Hasta ahora la fortuna ha sido española, a ver que nos depara el futuro.

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11 de Junio de 1940


Bosque de Compiègne, Rethondes

Mientras el tren iba perdiendo velocidad conforme entraba en la estación, Muñoz no pudo sino pensar lo extraña que era aquella situación. Si alguien le hubiera dicho cuando accedieron al gobierno que estaría presente como uno de los principales signatarios en un tratado de paz con Francia, probablemente le hubiera respondido que no le hiciera perder el tiempo y sin embargo la verdad era que allí estaba él, como la cabeza de la delegación española. La delegación enviada en representación de España la formaban él mismo, el Coronel Rueda, responsable del SIM y Dionisio Ridruejo, ministro del interior, se había prescindido de los servicios de Súñer, ministro de exterior, debido a su declarada germanofilia y ante la necesidad de una postura dura frente a los alemanes. Los intereses italianos estaban representados como parte de la delegación española por el general Pietro Pinto.

Desde que le notificaron que el Mariscal Weygand quería ponerse en contacto con su gobierno para exponerle la necesidad de la firma de una paz, los acontecimientos se habían acelerado. El gobierno de Reynaud, que había abandonado París ante el peligro del avance español, se puso en contacto con el gobierno de Mola para negociar un armisticio entre ambas naciones. Pocos días después Hitler en persona llamó a Mola, presionando a los españoles a demorar la firma del armisticio todo lo posible ante los resultados que estaban obteniendo las armas alemanas. Mola accedió, pero dejo claro al führer que los españoles se sentarían en la mesa en igualdad de condiciones que los alemanes, al ocupar estos algo más de la mitad del país Galo, ante lo que Hitler no puso ningún impedimento, incluso ofreciendo al jefe de estado español entablar futuras negociaciones para una alianza Madrid-Berlín.

Tras aquello, los alemanes establecieron contacto con las líneas españolas cuatro días después cerca de Versalles, aislando la Bretaña francesa en donde el gobierno de Reynaud se había situado. Sitiada, la capital francesa sería declarada ciudad abierta el 1 de junio, siendo tomada inmediatamente por los alemanes.

Tras la caída de Paris y al divulgarse la noticia, diversos líderes políticos franceses abogaron para pedir el armisticio inmediatamente y romper la alianza con Gran Bretaña. Aunque Paul Reynaud y muchos de sus ministros se oponían a esta idea, los partidarios del cese de hostilidades impusieron su decisión en el Consejo de Ministros y consiguieron forzar la renuncia de Reynaud, sustituyéndolo por el hasta entonces Ministro de Estado Philippe Pétain, veterano mariscal de la Primera Guerra Mundial y jefe del esfuerzo aliado tras la captura de Weygand.

Wiston Churchill, primer ministro británico desde la renuncia de Chamberlain debido a los fracasos de las armas británicas, intentó convencer, en vano, al gobierno francés de continuar la lucha, sin embargo ya era tarde. El nuevo gobierno, presidido ahora por Pétain, pidió a Hitler un armisticio. El III Reich aceptó y estableció en su respuesta las condiciones oficiales, las cuales llegaron acompañadas de la repuesta española, siendo esta similar a la alemana.

Y así habían llegado a ese punto, una de las condiciones que había impuesto Hitler y que no permitió replica alguna, era el lugar donde se tenía que firmar el armisticio, para Muñoz aquello no era más que una bobada, pero Mola había insistido en que debían contentar a los alemanes ya que sería necesario contar con la ayuda de estos para poder doblegar a los ingleses.

La delegación española quedó impresionada por el lugar, frente al monumento erigido en honor al mariscal de Campo Ferdinand Foch, héroe de la primera guerra mundial, se hallaba el vagón de tren donde dos décadas antes se firmó la paz que había traído esta guerra. Muñoz comprendió los motivos, ya no sólo propagandísticos, sino para la moral y el propio orgullo del pueblo alemán.

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La delegación alemana no tardó en llegar, mientras la francesa ya esperaba dentro del vagón, tras un saludo, ambas delegaciones subieron al tren en donde comenzaron las negociaciones. Los alemanes presentaron su propio programa de armisticio, mientras que el general italiano presentó el suyo propio en representación de los intereses de Mussolini, Muñoz se limitó a esperar la reacción francesa. Los alemanes querían dividir el país en cuatro porciones, una parte administrada por cada una de las potencias victoriosas y una cuarta que quedaría bajo la administración francesa hasta la firma de la paz definitiva en donde se devolvería el control de las zonas ocupadas a Francia. En cuanto al imperio colonial, los alemanes hacían importantes concesiones coloniales a los españoles, a quienes entregaban prácticamente el norte de África, mientras tanto, los italianos reclamaban la entrega de Córcega, Niza y Saboya, gran parte de las posesiones coloniales circundantes a Libia y compensaciones monetarias.

El general Charles Hutzinger, y el embajador Léon Noël, palidecieron ante aquellas exigencias que básicamente desmembrarían Francia. Los dirigentes franceses expusieron que aquello sólo alargaría la guerra, pues ya se sabía de generales como Charles de Gaulle que habían declarado sus intenciones de continuar la lucha sin importarles lo que hiciese el gobierno de Petain.

Viendo que las negociaciones estaban al borde del fracaso, fue Muñoz el que habló. La idea de dividir la Francia metropolitana no le disgustaba, pero presentó un plan diferente que no disgusto a la delegación alemana y que los franceses vieron como una salida honorable sin demasiadas pérdidas.

El norte de Francia, ocupado por las fuerzas alemanas, quedaría bajo administración de esta hasta la firma de la paz definitiva en Europa, los alemanes reclamaban la devolución territorial de Alsacia y Lorena, y por otra parte se comprometieron a la reconstrucción de las zonas dañadas, siempre y cuando fuese con capital francés. De las posesiones coloniales se desentendían, tal y como en el documento original.

Los españoles por su parte reclamaban una franja territorial mínima, que llegaría hasta Carcasona y se extendería a lo largo del norte de los Pirineos, aquello no era más que una vieja reivindicación del Reino de Aragón. A estas peticiones se le añadían las ciudades de Montpellier y Toulouse, las cuales serían devueltas a Francia tras su reconstrucción corriendo la mitad del gasto a cuenta de las arcas españolas. En cuanto a la costa oeste, esta quedaría bajo administración militar española, pero sólo como una medida de seguridad hasta la llegada del fin de la guerra. Igualmente se reconstruiría la zona en igualdad de condiciones que las ciudades del sur del país. En cuanto a las posesiones coloniales, los españoles rechazaban las peticiones desproporcionadas, solamente pusieron dos condiciones sobre la mesa; la primera era una franja de territorio que comunicaba Sidi Ifni con el Sáhara, aquello resultó comprensible a los franceses; sin embargo, la segunda extrañó a todos los presentes, los españoles solicitaban los derechos de administración y explotación de la Guayana francesa por quince años, estableciendo un programa de desarrollo quinquenal a cuenta exclusiva de las arcas del estado español.

Por su parte, Italia obtendría la concesión de Córcega y una estrecha franja territorial del este francés, históricamente italiano. En cuanto a las posesiones coloniales, el gobierno francés vio a bien entregarle la administración de Túnez, donde los malos resultados de la guerra y las milicias locales habían iniciado levantamientos en contra del gobierno de París, pasando de esta forma a ser un problema italiano.

Finalmente, el territorio al sur del Loira, excepto una estrecha franja territorial de la cuenca del mismo administrada por los españoles, pasaría a quedar bajo control francés, manteniéndose su gobierno de facto, el cual controlaría la totalidad del resto del territorio colonial.

Las delegaciones verían a bien la modificación española al programa alemán, el cual incluía además el desarme francés durante un periodo de tiempo aceptable, parte del gasto del mantenimiento de las fuerzas de ocupación, política de prisioneros, etcétera…

Con la firma de los diferentes representantes de las naciones la paz llegaba a Francia, o al menos eso se creía.

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No DiTo, y por dos razones:

1. He intentado ser realista, una de las razones de que en nuestra línea temporal no entrara España en la guerra fueron las exigencias desproporcionadas de Franco, así que vamos a intentar tener contentos a los franceses y que no nos la líen en el patio trasero.

2. en esa captura no sale, pero todo el Sáhara sigue bajo control de la Francia Libre y de los británicos, si ocupo toda la costa atlántica me puedo ver con desembarcos británicos a lo largo de toda la costa, y no dispongo de fuerzas como para asegurar la costa. Esa Francia de Vichy ahí me sirve de tapón de seguridad y además, al tener tratado de paso puedo circular libremente sin necesidad de exponerme a la Royal Navy.

Además esa zona no es rica en casi nada, salvo un par de industrias en Casablanca y el puerto, poco más de interés tiene, y ese puerto es fácilmente sustituible por las Canarias o por Cádiz.
 
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2 de julio de 1940


Ra’s at Tin, Libia italiana.

Al oeste, la operación de los tres reyes magos había salido casi a la perfección, tras un desembarco inicial que pilló por sorpresa a los aliados, las fuerzas ítalo-españolas alcanzaron rápidamente sus objetivos. Los británicos no tardaron en responder, desviando el general inglés parte de sus fuerzas para lidiar con esta nueva amenaza. Fue ese momento el que aprovecho Rommel para atacar contra las líneas del enemigo, arrollando a los defensores y cerrando un cerco en el que habían quedado atrapados casi ochenta mil soldados aliados.

Sin embargo no todo eran buenas noticias, el asalto a Malta se había saldado con la pérdida de numerosas vidas italianas y su escuadra fue rápidamente sorprendida por una formación de la Marina Nationale leal al gobierno de De Gaulle, que no tardó en unirse a los británicos produciéndose un enfrentamiento naval que se saldó con la derrota italiana aunque con importantes pérdidas para ambos bandos.

Alertado de esta situación, Nuñez de Onaleta, jefe de la escuadra de Instrucción española dio orden de hacer proa hacía la base naval de Tarento, los británicos habían previsto esta acción y se desplazaron hacía la zona donde esperaban encontrar a la flota ítalo-española. Cuando la Escuadra de Instrucción se acercó a punta Stilo con la intención de navegar al paraguas de la costa italiana, hizo contacto con la formación británica.

Rápidamente Nuñez ordenó a sus hombres ocupar puestos de combate, el combate se inició al límite de las piezas mientras ambos contendientes intercambiaban disparos sin conseguir resultados, en ese momento desde el sur hicieron aparición las columnas de humo de la flota italiana que se retiraba desde Malta, sumándose al combate naval. Durante dos horas más las fuerzas de ambos bandos intercambiaron un duelo de artillería que numerosos curiosos se acercaron a presenciar desde las costas italianas.

La aparición de bombarderos de la Regia aeronáutica, y el cansancio al que había sometido a su tripulación dieron al oficial británico la razón para romper contacto y retirarse. Tras cinco horas de combates la flota ítalo-española ponía rumbo al puerto de Tarento con un agridulce sabor. Aunque las pérdidas por parte de la escuadra combinada habían sido mínimas, un destructor italiano únicamente, la flota se retiraba con daños de diversa consideración, siendo el más grave el crucero pesado Canarias, el cual había sido objeto del ataque de los buques de línea británicos, que necesitaría de trabajos en dique, quedando fuera de combate durante al menos cinco meses.

Perdido el apoyo naval por parte del Eje y España, los mandos aliados reunieron todas las reservas que tenían y la lanzaron con la intención de romper la bolsa y liberar a las fuerzas atrapadas en Ajedabia. Tal misión se le encomendó a la sexta división Australiana y a la cuarta de la India, apoyadas por una unidad de montaña francesa.



Las explosiones y los disparos ocurrían en rápida sucesión, mientras las fuerzas aliadas no cesaban de castigar las improvisadas trincheras españolas. El Teniente Gabriel Estrada corría dirigiendo a los hombres de su sección mientras intentaba reforzar a las fuerzas de la tercera compañía antes de que fuesen copadas.

- ¡Prieto, González, la ametralladora en esa cota, ya!- gritó a los operarios de la máquina mientras se colocaban en posición y comenzaban a disparar contra un grupo de australianos que habían quedado al descubierto.

Los soldados aliados comenzaron a caer como bolos mientras la ametralladora no dejaba de escupir muerte, pronto los fúsiles de la sección de Estrada se sumaron a la escena causando decenas de bajas entre los enemigos, que viéndose atacados desde un flanco no tuvieron más remedio que retirarse.

Era el quinto intento de los aliados de romper el frente, habiendo golpeado durante los últimos dos días a lo largo de los quince kilómetros que debía cubrir el Tercio de Armada Sur, y las bajas en el bando español no habían hecho sino acumularse, obligando al general Martín Álvarez a lanzar todo lo que tenía al ruedo.

Estrada salió a correr seguido de sus hombres intentando alcanzar las trincheras de la tercera compañía mientras la ametralladora a las manos de Prieto no dejaba de hacer fuego. Tras introducirse en las trincheras de un salto el olor a podredumbre le asaltó, los cuerpos de los hombres de la tercera compañía yacían ahí donde habían resistido hasta el último hombre, quedando pocos que pudieran empuñar un arma, mientras repartía a sus hombres los gritos de Prieto y González le hizo mirar en su dirección.

- ¡Tanques!- apenas si tuvieron tiempo de gritar aquellos hombres antes de que una explosión los volatilizase.

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Frente a Estrada dos gigantescas moles de acero avanzaban directamente hacía ellos disparando con todo lo que tenían mientras los soldados australianos que hasta hacía un momento huían se daban la vuelta y avanzaban a cubierto del blindaje de los Matilda.

Estrada buscó con la mirada la pieza antitanque de 37mm, impartió rápidamente instrucciones a sus hombres que no tardaron en salir corriendo tras él para situar la pieza en posición. Había oído que los proyectiles de sus piezas rebotaban contra la coraza, por lo que ordeno esperar a que los carros estuvieran más cerca mientras sus hombres hacían fuego de supresión contra la infantería.

Pronto los proyectiles de los Matilda comenzaron a caer más cerca conforme las distancias se iban acortando, sabía que tendría una sola oportunidad, por lo que aun contradiciendo su instinto de supervivencia ordenó que se esperase. El primer carro británico estaba a menos de cien metros, los infantes españoles comenzaron a vacilar mientras la línea entera amenazaba con venirse abajo.

Sólo les separaba cincuenta metros de aquella mole de metal cuando dio la orden de disparar, la pieza se sacudió mientras el proyectil salía disparado de la boca del cañón alcanzando al Matilda bajo el montante de la torreta, la cual salió arrancada al explotar la munición del carro. El segundo Matilda se percató del peligro que había acabado con su compañero, centrando el cañón antitanque y disparando contra él, Estrada ordenó abrir fuego.

Sin embargo el carro estaba demasiado lejos, y los proyectiles antitanque rebotaban en el blindaje, desesperado sabía que el Matilda no tardaría en acabar con ellos y sólo el hecho de que el carro no estuviera armada con munición HE les había salvado.

El cañón antitanque acababa de disparar nuevamente cuando el carro saltó por los aires, Estrada no salía de su asombro, no podían haber sido ellos, fue en ese momento que vio el cuerpo del soldado Nieves a escasos metros de la estructura llameante. Aquel valiente se había lanzado al carro portando minas y granadas y las había lanzado contra el Matilda aprovechando que estaba concentrado en el cañón.

Tras rechazar a los pocos soldados que no habían huido cuando explotó el segundo carro, dio órdenes de que se evacuaran a los heridos y se enterrase a los muertos. Propondría a Nieves para que se le otorgará la Laureada por su sacrificio.

Aquel fue el último intento de los aliados de intentar romper el cerco. La batalla de Ra’s at Tin terminaría con casi quince mil bajas británicas por casi cinco mil españolas, la bolsa de Ajedabia pudo ser sometida gracias al tiempo que compró el Tercio Sur de Armada, siendo sus mandos y hombres felicitados por el propio Rommel, quien no dudaría en condecorar a aquellos héroes españoles.

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Septiembre de 1940


Retazos de guerra I

La guerra lo devora todo, o al menos eso parecía suceder en aquel loco mundo aquella calurosa mañana de julio mientras el gobierno español se reunía para evaluar la situación del país tras más de un año de guerra continuada, en aquellos precisos momentos la guerra se había extendido a los cuatro continentes.

Había pasado un año desde el inicio de las hostilidades, desde que el gobierno español se viera empujado a tomar las armas contra unas potencias que cada vez amenazaban más los intereses del país ibérico. Con las victorias en Portugal y Gibraltar, siguieron los triunfos a lo largo de la línea Garona-Midi en Francia, hasta aquel momento las armas españolas parecían imparables, fue entonces cuando comenzaron las derrotas, a la pérdida del Sáhara, le siguió la de Guinea, los aliados lograron desembarcar en el norte de la península y casi desbordan el frente en Francia. Pero las maniobras políticas y las brillantes actuaciones militares alejaron el desastre, y no sólo eso, sino que lograron la victoria, tras casi nueves meses de batalla continuada, Francia capitulaba aplastada por el rodillo hispano-germano.

Y entonces, llegó la paz, una paz extraña, pero paz. España seguía en guerra, ¿pero contra quién? Las fronteras de la nación estaban aseguradas, y sólo se combatía en el aire, en el mar o en teatros alejados de la península, aquello hizo que los españoles comenzarán a hablar de la guerra de bolsillos, donde sus impuestos iban a parar a pagar armas para combatir un enemigo imaginario.

Con la caída de Francia, Gran Bretaña había quedado aislada en su isla, sometida según la prensa internacional a la mayor campaña de bombardeos de la historia por parte de la Luftwaffe. Mientras tanto, en África los aliados retrocedían ante las fuerzas de las armas combinadas de España, Italia y Alemania, era cuestión de tiempo que todo acabase, o eso creían las gentes de a pie. El pueblo inglés no tardaría en perder su espíritu combativo, y entonces rogaría la paz.

No obstante, el gobierno encabezado por Mola se mantenía informado de la actualidad de las noticias que llegaban desde el frente, y la realidad, aunque alejada de la derrota, no indicaba que una paz estuviese próxima.

Las fuerzas alemanas habían sufrido sus primeros reveses y la RAF británica parecía haberse impuesto a la Luftwaffe alemana. Por su parte, la flota francesa, la cual se le permitió seguir bajo mando del gobierno de Pétain, recibió un ultimátum por parte del gobierno británico; los oficiales debían hundir sus naves, unírseles o partir hacía el caribe, lejos de las garras de Hitler. Sin embargo, el mando francés hizo caso omiso de aquel aviso, como resultado la armada leal a Pétain fue atacada y hundida por los británicos en puerto. A estas pérdidas se le sumaban las de las naves italianas y la inutilización de gran parte de la Escuadra de Instrucción durante la campaña de Libia, que todavía precisaba de varios meses de trabajos antes de volver a estar operativa.

De esta forma el Mediterráneo volvía a quedar a merced de los aliados, sólo el hecho de las negociaciones entre la Francia de Vichy y el gobierno español, permitía suministrar a las fuerzas del ejército combinado a través del protectorado norteafricano. Por lo tanto, el alto mando del cuerpo africano llegó a la conclusión de que, al menos en ese año, no se lograría alcanzar Suez, dudándose incluso de poder avanzar más allá de la vieja frontera anterior a la declaración de guerra.

En Europa oriental la situación no era mucho mejor, Yugoslavia se había mostrado cada vez más cercana a los aliados, sobre todo desde la firma del último pacto entre Berlín y Roma. Aunque Hitler no había cesado de ofrecer al monarca yugoslavo adscribirse a la alianza tripartita este no cesaba de rechazarlo ante las presiones del pueblo, que era claramente favorable a los aliados. En Madrid desconocían el por qué, pero Italia declaró la guerra al país balcánico durante los primeros días de agosto al ver que el frente en Libia quedaba estancado. Poco después Grecia, alarmada ante los deseos expansionistas de Mussolini, se sumaba al conflicto de parte de los yugoslavos e invadía completamente los territorios de la Albania ocupada por los italianos mientras los yugoslavos barrían a las fuerzas italianas y se adentraban en Italia, ocupando la ciudad de Trieste y alcanzan las puertas de Venecia.

Mussolini, alarmado, hizo un llamamiento a los españoles, sin embargo Mola declinó la propuesta, alegando que España no disponía de la capacidad de enviar tropas al encontrarse la Escuadra de Instrucción en dique en reparaciones y la Escuadra de Maniobra protegiendo los mares del norte peninsular. Viendo el Duce que tampoco disponía él de barcos para garantizar la protección de las tropas españolas, y que el transporte por tierra de estos se retrasaría en demasía, volvió la cabeza hacía el gigante alemán. Con aquella petición, Italia sellaba su destino, quedando desde ese momento supeditada a la voluntad de Berlín.

Los alemanes no tardaron en empujar a los aliados de vuelta a sus líneas iniciales tras acabar con el ejército de invasión yugoslavo aislándolo en Italia. Tras eso, y con ayuda de los húngaros comenzaron a avanzar terreno adentro del país Balcánico. Ninguno de los presentes en el gobierno dudaba de que la guerra durase más de un mes, quizás dos por la difícil geografía del país heleno. Sin embargo la RAF aprovecho para atacar desde las bases griegas los pozos petrolíferos de Rumania, dañando gravemente la principal fuente de combustible del Reich alemán.

Hacía falta decidir la línea de acción española del siguiente año. Un ala del gobierno abogaba por atacar las Islas británicas en colaboración con los alemanes, sin embargo, era de dominio de todos que ni la flota combinada de todos los países del eje junto a la armada española eran rivales para la Home Fleet británica, por tanto aquel plan quedó descartado mientras no se pudiesen asegurar las operaciones navales, algo improbable a corto plazo.

Así que se decidió actuar utilizando un curso de acción diferente y algo más original. España se había hecho con la Guayana francesa con la idea de poder asegurar las rutas de suministro que proporcionaban el crudo, tan necesario para el país, desde los países iberoamericanos.

Desde Guayana, se había comenzado a hostigar las posesiones de Países Bajos y de los británicos en el continente, aunque se había limitado a unidades de guerrilleros para retrasar lo más posible cualquier posible ofensiva mientras se convertía el puerto de Cayena en una auténtica fortaleza. Sin embargo, aquello no impedía hacer notar a los presentes que no se tardaría en enviar unidades regulares desde el Caribe para acabar con la presencia española.

Y precisamente con aquella idea había sido concebido el nuevo curso de acción. La temporada de huracanes había comenzado el 16 de junio, y esperaban que se prolongase hasta final de año, por lo que se tendría un tiempo valioso que se aprovecharía para terminar de fortalecer las unidades que iban a ser destinadas a una nueva operación que buscaría negar las rutas de comercio británicas. 1941 sería el año de la Operación Colón.
 
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De Septiembre a Diciembre de 1940

Retazos de Guerra II

Las armas habían callado en la Europa occidental, sin embargo no lo hicieron sino para comenzar a sonar en el este del viejo continente. La guerra en los Balcanes se decidió con rapidez una vez entró en liza el ejército alemán, quien apoyado por su aliado húngaro no tardó en aplastar cualquier resistencia que pudiesen demostrar los yugoslavos.

Italia, por su parte y recuperada de la inicial derrota, avanzó bajo el mando de oficiales alemanes tomando toda la línea de costa y recuperando la Albania pérdida ante los griegos.

Era octubre de 1940 y todo parecía indicar que el rodillo alemán no tenía adversarios en Europa. Tras la capitulación de Yugoslavia le llegó el turno a Grecia, desde donde los británicos habían empleado sus aviones para atacar las valiosas reservas de petróleo rumanas que bombeaban tan preciado líquido al corazón del Reich. No tardó demasiado en caer, y apenas un mes de combates se hicieron necesarios antes de que la fuerza ítalo-germana aplastaran al pequeño país heleno, partiendo su gobierno al exilio.

No obstante, no todo sería una victoria aplastante de las fuerzas del eje, la flota británica aprovechó la situación y atacó los convoyes de fuerzas y suministros entre Italia y los Balcanes, atrayendo para sí a parte de la escuadra italiana que fue mandada a dique para su reparación. De esta forma el Mediterráneo oriental quedaba totalmente a merced de los aliados.

En el norte de Europa, Hitler temía que los países escandinavos pudieran ser utilizados como puerta de entrada al viejo continente, por ello y tras atraer a su esfera de influencia a Finlandia, que no tardó en firmar pactos de colaboración con el Reich alemán, esperanzados en poder recuperar lo que el gigante ruso le había arrebatado durante la guerra de invierno.

Suecia, mantuvo una neutralidad favorable para con Alemania, quedando de esta forma la solitaria Noruega. En diciembre del año anterior los alemanes establecieron contactos con Vidkun Quisling, político noruego de tendencias fascistas que defendió ante Hitler que contaba con un gran poder sobre los militares y que había amplios sectores de la población que apoyaban una ocupación alemana; no obstante la Abwehr se encargaría de desmentir estas afirmaciones y la planeada ofensiva sobre el país quedaba aplazada.

En febrero de ese mismo año se había producido el incidente del Altmark, trayendo de nuevo a discusión en el alto mando la necesidad de asegurar el frente del norte. Esta necesidad había quedado plasmada durante el desarrollo de la operación Weserübung, cuando se había ocupado Dinamarca a principios de enero, sin embargo si los aliados podían disponer de Noruega, la ocupación de Dinamarca no habría servido para nada, además de que podría peligrar el suministro de minerales suecos, tan necesarios para alimentar la industria del acero alemana.

Sin embargo, las operaciones en el sur de Francia realizadas por España obligaron a retrasar la planeada operación mientras los alemanes reunían todas sus fuerzas para golpear en el oeste. En una reedición del Plan Schlieffen modificado por von Moltke durante la Gran Guerra Francia se rendiría ante sus agresores. Posteriormente, los preparativos de la invasión de Gran Bretaña volvieron a obligar a retrasar las operaciones en Noruega y, finalmente, la invasión de Yugoslavia por parte de Italia, que obligó a ayudar a los italianos ante su incompetencia, la retrasaron nuevamente, quedando aplazada definitivamente hasta el siguiente año.

Mientras, en la Europa occidental, tras la victoria en Francia se iniciaron los preparativos para asaltar Gran Bretaña, sin embargo la superioridad de la Royal Navy y la imposibilidad de coordinarse con los españoles acabaron aplazando Seelöwe, siendo sustituida por una batalla aérea entre la Luftwaffe y la RAF. Esta campaña de bombardeos masivos dio inicio a la llamada Batalla de Inglaterra, sacando el nombre de un discurso dado por Wiston Churchill ante la cámara de los comunes tras conocerse la noticia de la capitulación de Francia.

Sin embargo, la batalla se fue prolongando sin que los alemanes lograsen doblegar la voluntad combativa británica. No se podía decir lo mismo de su industria, que había sufrido graves daños a manos de la Luftwaffe y había empujado a Gran Bretaña al límite. Sin embargo todo cambió cuando la RAF bombardeó Berlín, no fue un gran ataque en cuanto a daños materiales, pero moralmente fue devastador. Hitler ordenó entonces a la Luftwaffe que arrasase las ciudades británicas, este error permitiría a los británicos rearmarse y finalmente superar a los alemanes. Para finales de octubre ya se daba la batalla por terminada, cuando bombarderos británicos atacaron ciudades alemanas, españolas y hasta italianas.

En el África la guerra se había estabilizado, a las pérdidas españolas de Guinea y las derrotas en el África oriental italiana, se les unían las victorias del cuerpo combinado en Libia, sin embargo, las derrotas de la escuadra ítalo-española habían dejado el Mediterráneo oriental bajo control británico, de forma que sin la debida seguridad en el transporte de suministros desde Europa junto a las posibilidades de la Royal Navy de bombardear las costas estancaron los frentes de forma definitiva.

En Asia, la guerra entre Japón y China continuaba sin novedad, la campaña se había estancado tras unas victorias iniciales de los nipones, llevando las operaciones en punto muerto desde finales del 38. Sin posibilidades de romper el frente en las provincias de Shaanxi y en Henan, el alto mando japonés decidió debilitar las defensas chinas a través de un desembarco en la provincia de Guangdong, cercana a la ciudad británica de Hong Kong.

Con el desarrollo de la guerra en Europa, la rendición de Francia y la debilidad de Gran Bretaña y los países de la Commonwealth, Japón vio la posibilidad de expandirse hacia el oeste, confiando en que la situación impediría a estos enviar tropas para reforzar las escasas guarniciones de las colonias del pacífico.

Fue una campaña rápida, primero cayó la Indochina francesa, imposibilitado el gobierno de Petain de reforzar a la colonia y la poca confianza que este tenía en los oficiales de ultramar, hicieron que la colonia capitulase en poco menos de una semana. Sin una declaración de guerra previa, Japón aprovechó las acciones en Indochina para iniciar la invasión de Birmania y lanzarse a por las islas del Pacífico en manos de las potencias europeas.

Diplomáticamente la situación no hizo sino empeorar cuando Estados Unidos comenzó a presionar a Japón para que cesara en sus deseos expansionistas agravando aún más el embargo comercial al que era sometido el Imperio japonés, exigiéndole que abandonará su campaña de conquistas.

Ante esta perspectiva y tras el fracaso de las negociaciones, el gobierno nipón no dudó en comenzar a planear como conseguir las necesidades de combustible que el imperio necesitaba, recayendo tan difícil tarea en el Almirante de la Flota Combinada, Isoroku Yamamoto, quien expuso sus dudas en la victoria al Estado Mayor de la Armada. Sin embargo, considerando primordial su deber de explotar cualquier posibilidad de victoria por pequeña que esta fuese no dudo en desarrollar un plan con la intención de tumbar al gigante americano de un solo golpe.

Finalmente en el Caribe, los Estados Unidos no vieron con buenos ojos la llegada de los españoles, a los que veían como un peligro para la supervivencia de la Doctrina Monroe y para sus intereses, pues sabían que agentes españoles habían estado en contacto con miembros del gobierno y la oposición cubanos así como de otros países latinoamericanos con la esperanza de entablar relaciones duraderas para poder comerciar con aquellos recursos de los que España era deficitaria ahora que había asegurado una base para asegurar sus rutas marítimas.

Este tipo de acciones fue ampliamente utilizado por el gobierno estadounidense a favor de sus intereses en numerosos países de Centroamérica y del Caribe, de dónde obtuvo respuestas variadas al exponer la amenaza española. La principal ayuda la consiguió en Cuba, República Dominicana y los países del sur de Centroamérica, donde los intereses españoles fueron suprimidos y se logró un pacto de alianza por el que estos países se comprometían a apoyar a los Estados Unidos en cualquier esfuerzo bélico.

No obstante la sociedad estadounidense no estaba a favor de apoyar ninguna aventura militar y ya consideraban que habían cedido suficiente con la aprobación en el Congreso del plan Cash and Carry. Sin embargo, el presidente Roosevelt sabía de la necesidad de convencer a la nación de que la guerra era necesaria, no se podía abandonar a las democracias europeas quedando Estados Unidos convertida en una isla rodeada de potencias hostiles. Este punto ya había sido abordado por Estados Unidos tras la caída de Francia, cuando el almirante Harold R. Stark, jefe de operaciones navales, presentó el “Plan Dog”, en el que decía que en caso de que el país se viese abocado a la guerra en Europa y aunque estallase está también en el Pacifico, el objetivo principal debería ser Alemania, evitando la caída de Gran Bretaña.

Con la batalla de Inglaterra en su máximo apogeo y los ataques al tráfico naval por parte española y alemana en el Atlántico, Gran Bretaña se mostraba incapaz de poder sostener durante mucho más tiempo la guerra sin recibir apoyo, ya no sólo material, sino en hombres y equipos.

El 8 de noviembre se presentaba al Congreso para su aprobación la Ley de Préstamo y Arriendo firmada por Roosevelt al día siguiente. Además, se aprobaba el uso de parte de la Armada de Estados Unidos para cubrir a los convoyes que transportaban tan valiosas cargas a Gran Bretaña. Esta ley fue rápidamente considerada por Alemania como una declaración de guerra, el Almirante de la Kriegsmarine Erich Raeder logró la aprobación de Hitler para lanzar una gran ofensiva submarina sobre el Atlántico occidental que incluía la zona de seguridad norteamericana de las 300 millas, esta decisión se debió a la disponibilidad de recursos y a la falta de operaciones en ciernes.

Los españoles, que veían que el suministro a los británicos podría significar la prolongación del conflicto, y conocedores gracias al SIM de las hostilidades del gobierno estadounidense para las acciones que emprendía su gobierno en Sudamérica no tardaron en sumarse a estas operaciones desde las bases en las Azores y el norte de la Península.

Durante un mes más de doscientas mil toneladas brutas fueron hundidas, aquello hizo que la opinión aislacionista americana perdiera fuerza y apoyos, pero lo peor estaba aún por llegar cuándo el día 11 de diciembre llegaron noticias desde el Pacífico.
 
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12 de diciembre de 1940


Un día para la infamia

Eran las doce y cuarto del mediodía cuando Rossevelt abandonaba la casa blanca rodeado de un impresionante dispositivo, apenas unos minutos después hacía su entrada en el edificio del Congreso, en donde se había dado reunión un importante gentío en espera de la respuesta que tenía que dar su gobierno al brutal ataque llevado a cabo por el ejército imperial japonés.

Eran las doce y media, cuando Rossevelt se encaramó al estrado y se dirigió a la nación, que clamaba por la venganza.

- Señor Vicepresidente, Señor Presidente de la Cámara de Representantes, miembros del Senado y de la Cámara: Ayer, 11 de diciembre de 1940 –una fecha que vivirá en la infamia- los Estados Unidos de América fue atacado repentina y deliberadamente por fuerzas navales y aéreas del Imperio de Japón…

Conforme Rossevelt iba exponiendo la agresión llevada a cabo por Japón contra la base naval de Pearl Harbour, así como la actuación del embajador japonés y el mensaje en el que comunicaba la ruptura de relaciones sin llevar a cabo ningún tipo de amenaza.

Los miembros del Congreso habían conocido del ataque por los periódicos, pero ahora oían de boca de su presidente el verdadero alcance y naturaleza del ataque, así como todas las operaciones que habían emprendido las fuerzas imperiales en contra de intereses estadounidenses y de sus aliados.

- Pero no sólo son las agresiones de Japón las que deben inquietar al pueblo norteamericano. Al mismo tiempo que este ataque tenía lugar, se ha sabido que barcos estadounidenses han sido torpedeados en el Atlántico por submarinos alemanes y españoles.

Estos mismos españoles, cuyos deseos imperialistas fueron derrotados en el 98 han puesto de nuevo su mirada en el Caribe, donde ansían volver a subyugar a aquellos pueblos que fueron liberados de su opresión.

El pueblo de Estados Unidos ya se ha formado sus opiniones y comprendido bien las implicaciones para la vida y seguridad de nuestra nación.

Como comandante en Jefe del Ejército y de la Marina, he decretado que se tomen las medidas para nuestra defensa.

Tal y como se había preparado, Rossevelt iba elevando deliberadamente el tono, cada vez dotando de más energía las palabras que iba pronunciando, viendo como el odio y el ansía de venganza se apoderaba de todos los senadores, si bien eran ciertos los ataques de los países europeos, estos llevaban produciéndose desde hacía un par semanas, aunque habían sido ocultados de la opinión pública para evitar el voto de censura a las ayudas enviadas a Gran Bretaña.

- Con confianza en nuestras fuerzas armadas –con la ilimitada determinación de nuestro pueblo- obtendremos el inevitable triunfo, con la ayuda de Dios.

Tragó saliva, era el momento definitivo, se había ganado el apoyo del pueblo y del Congreso y ahora debía dar el estoque final, era la hora de que los Estados Unidos marcharan a la guerra.

- Pido que el Congreso declare que desde el ataque no provocado y vil de Japón, España y Alemania el miércoles 11 de diciembre de 1940 existe el estado de guerra entre los Estados Unidos y estas naciones.

La votación fue mayoritariamente respaldada, con un único voto en contra, mientras toda la cámara se deshacía en aplausos. Por todo el país las cajas de recluta se llenaban de voluntarios esperando enrolarse en las fuerzas armadas americanas y la industria comenzaba a iniciar su conversión a una producción militarizada. El gigante americano había despertado.

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viene america a darle democracia en barra a mola
 
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6 de enero de 1941


Sala de Guerra, Palacio del Pardo

Había pasado un mes desde que la noticia de la declaración de guerra por parte de Estados Unidos y una serie de países de centro américa y del Caribe hubiera sorprendido al mundo. Aquel acto por parte del gobierno norteamericano no había sido algo inesperado, desde el mes anterior a la declaración de guerra los Estados Unidos llevaban empleando una política cada vez más hostil contra el gobierno español y las potencias del Eje, llegando a darse combates entre los submarinos de estos últimos y las patrullas de superficie americanas. Esto, unido a las últimas leyes del gobierno de Rossevelt daba una imagen cada vez más alejada del aislacionismo, que no hacía sino presagiar que el país se estaba preparando para entrar en la guerra.

La declaración de guerra de Estados Unidos era cuestión de tiempo según el SIM, sin embargo, estos habían hablado de una sociedad aletargada que no apoyaría ninguna aventura militar, y aunque cada vez había más movimientos probélicos, se calculaba que no pasaría menos de un par de años antes de que lograsen el peso suficiente. El ataque japonés del 11 de diciembre fue el último empujón que necesito la sociedad estadounidense para apoyar en conjunto a su gobierno y marchar a la guerra.

Salvando la ausencia de Mola, todo el equipo de gobierno español se habían estado reuniendo durante las últimas semanas estudiando los posibles escenarios que podrían darse ahora que había entrado en liza un nuevo jugador, aquella era la primera reunión desde la llegada del nuevo año.

Ahora, con el gigante americano en el escenario hacía falta saber donde se producirían los primeros movimientos estadounidenses, la misma sorpresa que había sorprendido a los contendientes, sorprendió a los americanos, cuya industria no estaba lista para apoyar el desarrollo militar. El SIM y los técnicos españoles consultados daban un plazo de entre tres y seis meses para la conversión parcial de la industria americana, y de seis a quince para la total. A partir de ese momento los estadounidenses funcionarían al cien por cien de su capacidad, sin embargo, y según los generales españoles el hecho de enfrentarse a dos escenarios completamente diferente, dispersaría esta capacidad, y en caso de que decidieran concentrarla en un único escenario, el deber de recuperar el prestigio perdido así como vengar Pearl Harbour hacía pensar que el teatro del Pacífico tendría prioridad.

Muñoz estudiaba los mapas facilitados por el SIM donde fichas de madera con un número indicaban la disposición de las fuerzas enemigas conocidas en el Caribe. Durante los últimos tres meses los aliados habían trasladado todas las fuerzas disponibles hacía las colonias de Sudamérica en dónde se había conseguido reunir un ejército internacional bajo mando británico. Por su parte, y tras la declaración de guerra por los Estados Unidos, estos habían comenzado a reunir un cuerpo de ejército para expulsar a los españoles, el SIM daba menos de nueve meses antes de que este cuerpo de ejército hubiese recibido todo el material necesario para poder funcionar efectivamente.

- Caballeros, sé que muchos se imaginaban desfilando por Trafalgar Square este año, sin embargo, los recientes acontecimientos hacen que nuestras prioridades en el Caribe sean más acuciantes ahora que nunca, nuestras industrias se nutren principalmente del mercado iberoamericano, por lo que es primordial asegurar la ruta de esta fuente de ingresos.- Dijo Muñoz mientras los presentes asentían- Ante el carácter eminentemente naval de esta operación, me gustaría comenzar por usted señor Ledesma.

- Excelencia, señores ministros y oficiales generales. Actualmente la armada se encuentra en un momento delicado tras las recientes operaciones en el mediterráneo. La escuadra de Instrucción está siendo reparada en los arsenales de Cádiz y Cartagena, donde se espera que las obras terminen a lo largo de este mes. La escuadra de Maniobra, bajo las órdenes del Almirante Cervera está siendo sometida a una revisión a fondo de forma escalonada, completándose estas operaciones para finales de marzo cuando esta quedaría de nuevo completamente operativa y lista para iniciar sus operaciones. El Tercio de Armada acaba de incorporar los dos tercios restantes, comenzando su traslado a través de escala en Las Canarias, esperamos que todas las unidades lleguen allí antes de que la escuadra de maniobra esté completamente lista. En el estrecho el tráfico mercante enemigo ha desaparecido y todas las rutas cercanas a Azores, Canarias y Malta son coto de caza de nuestros submarinos, en donde hemos logrado impresionantes logros.

- Muchas gracias. Señor Primo de Rivera, ¿le gustaría exponer la situación del Ejército de Tierra?

- Señores, actualmente nuestras fuerzas llevan desde el final de la guerra en Francia recuperándose de sus pérdidas. Estamos completando las plantillas de las divisiones de ambos cuerpos de ejército, quedando estos operativos al cien por cien antes de finales de año. En el único escenario activo, la Legión completó el relevo del Tercio de Armada en el cuerpo expedicionario africano a finales de año, mientras que en previsión de las operaciones en el Caribe hemos dado prioridad a la formación de la cuarta y quinta bandera paracaidista, que esperamos puedan llegar a la zona de operaciones antes de abril. Las fuerzas de reserva y seguridad están recibiendo equipo actualizado. La moral y el ánimo del ejército se encuentran en su cénit, y están listos para servir a España.- Terminó Primo de Rivera.

- Buen trabajo, quiero que hagas llegar una felicitación personal a todos los oficiales de las diferentes unidades por su labor, y que estos se aseguren de transmitirlo a la tropa- Dijo Muñoz- Señor Kindelán, ha llegado su turno.

- Mi general, oficiales y excelentísimos señores ministros. Nuestras Fuerzas Aéreas han cumplido con lo esperado desde el inicio de la guerra, hemos operado siempre buscando la superioridad, sino en medios aéreos sí en cobertura desde tierra, esto ha permitido una tasa de supervivencia de nuestros pilotos derribados superior al setenta por ciento. En los últimos tres meses por desgracia hemos detectado un aumento en los intentos por parte de la RAF de atacar las ciudades del norte industriales, aunque hemos llegado a logar tasas de 5 derribos enemigos por 1 propios, los pocos bombarderos que han logrado pasar han causado daños menores en algunas fábricas y ciudades. La Fuerza expedicionaria en África ha permitido combatir la superioridad británica en esos cielos, el Comandante Franco ha transmitido la necesidad de contar al menos con un par de alas de bombarderos para apoyar a las fuerzas del General Infantes, para lo que hemos transmitido los aparatos de ataque a tierra cercano. En cuanto a la operación Colón hemos destinado a Guayana la totalidad de nuestros bombarderos medios y transportes aéreos, esperando su llegada y puesta a punto para antes de finales de marzo.

Durante los siguientes minutos los presentes en la reunión se dedicaron a hacer preguntas precisas a los tres ministros sobre diferentes aspectos del estado de las fuerzas armadas.

- Perfectos señores, todos coinciden en un plazo de tres meses para tener culminados los preparativos aprovechando la situación de preparación estadounidense. Durante ese tiempo nuestros servicios de inteligencia dirigidos por los coroneles Ángel Salas y Antonio Rueda en colaboración con los oficiales de las unidades involucradas terminaran de culminar la operación Colón que deberá presentarse ante esta sala antes de que acabe el primer trimestre. Pueden retirarse, y feliz días de reyes.- Concluyó Muñoz.
 
Y esto de regalo por el retraso de ayer. El lunes empezamos con la operación Colón, es hora de que la rojigualda regresé al Caribe, como podéis ver la llegada de los USAboys acaba de abortar "Toro Marino" por un tiempo.
Rohar me alegro de volver a leerte, ¿ya bien el ordenador?


Enero-Marzo de 1941


Mientras España se preparaba para su operación en el Caribe, el resto de contendientes aprovecharon la llegada del nuevo año para iniciar sus propias operaciones.

Un mundo en guerra, diferentes lugares

Era febrero en Noruega. Un joven soldado Jacob Britt del 3º Regimiento Real de Húsares se apretaba dentro de su abrigo en el refugio al sur de Oslo. Llevaba desde enero en aquel país, había sido enviado por Gran Bretaña como parte de los más de doce mil hombres con la idea de establecer una base desde la que contrarrestar la influencia alemana en el Báltico.

Los alemanes por su parte no habían hecho nada, limitándose durante los últimos meses a someter a su patria a continuos bombardeos y a acosar sus valiosas rutas de suministros mediante el uso de “manadas” de U-boat. Sabiéndose aplazada la invasión de las islas mientras la Royal Navy siguiera existiendo había llegado el momento para pasar al ataque, pronto otros cincuenta mil soldados desembarcarían en Noruega, desde donde lanzarían un ataque contra Dinamarca cerrando el estrecho, para posteriormente atacar la costa francesa y destruir los puertos donde pudieran ocultarse los submarinos alemanes.

El cabo Sanders llegó al refugio para indicarle que había llegado la hora de que hiciera su ronda, apenas si había tenido tiempo de ponerse el casco cuando una explosión los lanzó al suelo, a continuación nuevas detonaciones les obligaron a hacer cuerpo a tierra mientras intentaban salir al exterior.

No se había acostumbrado a la luz solar cuando pudo ver un impresionante despliegue naval ante él, la Kriegsmarine acababa de llegar a las costas noruegas mientras lanzaba fuego y hombres sobre las costas. Alemania había decidido adelantarse a su gobierno y asegurar el estrecho.



El capitán John Brown echaba de menos su Melbourne natal mientras el sol de enero de Libia los quemaba a él y sus compañeros. Sabía por la prensa y por las cartas de su hermano que Japón había entrado en la guerra hacía menos de un mes y había comenzado una campaña contra las posesiones aliadas en el pacífico, ahora tenía miedo por su hermano, por su mujer y por su hijo. Su hermano había sido llamado a la marina de guerra australiana debido a su experiencia como pescador y sabía que patrullaba el norte del país, donde los contactos con submarinos japoneses se habían multiplicado.

Intentó alejar aquellos pensamientos y concentrarse en la situación actual, él y sus hombres tenían la misión de contraatacar hacía Tobruk, recuperando el puerto y consiguiendo un doble objetivo: por un lado cercar a dos unidades de aquellos soldados españoles tan peculiares y a dos divisiones italianas; y por otro lado obligando a sus enemigos a emplear de nuevo una ruta de suministros mucho más larga, al negarles el uso del puerto de la ciudad. A continuación los británicos y canadienses atacarían con todo hacía el oeste expulsando a las fuerzas combinadas de vuelta a las posiciones de mediados del año pasado.

Escribió una carta para su mujer y otra para su hermano y se la entregó al correo del ejército antes de abandonar la tienda con la intención de arengar a sus hombres para la batalla que estaba por venir.

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El teniente Soho saltó de la lancha de desembarco mientras corría con su katana en la mano, a su alrededor miles de soldados imperiales se lanzaban a la carrera contra las posiciones estadounidenses. Enfrente unas pocas ametralladoras que habían sobrevivido al castigo de la artillería de la Armada imperial continuaban haciendo fuego.

Dos soldados que corrían a su izquierda cayeron muertos bajo el fuego de una de aquellas armas dándole tiempo a alcanzar la desenfilada de la casamata que continuaba haciendo fuego, a continuación arrojó un par de granadas por la aspillera y esperó los estampidos sordos que fueron acompañados de los gritos de dolor de sus ocupantes, no dio más tiempo lanzándose inmediatamente por la puerta atravesando con su espada al primero de los soldados que intentaba abandonar la construcción. Una vez dentro aseguro la zona acabando con los restantes enemigos.

Tres horas más tarde, mientas los fuegos aún ardían en la Isla de Midway la bandera del sol Naciente se elevaba orgullosa en el aeródromo.

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El Comisario político Chernov pasaba revista a las tropas mientras las últimas autoridades persas hacían entrega de sus despachos y a la nueva administración soviética. Había sido menos de una semana lo que había durado la resistencia de Reza Pahlaví, quien veía a la Alemania nazi como una clara vencedora sobre los aliados conforme llegaban las noticias de los triunfos de esta y sus aliados en Europa.

Tras la declaración de guerra de Estados Unidos Reza Pahlaví había tomado un cauce de actuación cada vez más hostil, lo que acabó en un pacto entre Reino Unido y la Unión Soviética. Los primeros, superados por la gran cantidad de frentes, aceptaban que los soviéticos se quedaran todo el norte del país a cambio de su ayuda para acabar con el gobierno del país y permitirles ocupar una franja territorial a lo largo de la costa que les permitiera construir una vía de ferrocarril que comunicara las colonias con la península arábica.

Había sido una apuesta arriesgada pensó Chernov, pero la verdad es que con aquello se hacían con otra gran cantidad de yacimientos y además consolidaban su presencia en la zona, además, Stalin tenía un pacto con Hitler así que no había nada que temer de parte de los alemanes, a quien desde el Politburó daban como gran vencedor de la guerra una vez se agotase económicamente a Gran Bretaña.