Capítulo 9: Las manos de Alba
Capítulo 9: Las manos de Alba.
Donncuan despertó sudando del sueño. A su lado estaba Ermentrude durmiendo. No solían dormir juntos tan solo cuando necesitaban pasar un tiempo juntos. Había soñado que él era el Rey y la idea le gustaba. El Consejo desde hacía semanas le recomendaba que tomara el trono a la fuerza, puesto que el rey no hacía más que menospreciarle y mandarle agravios, por lo que había que tomar cartas en el asunto. Donncuan en esas semanas se recluía en la biblioteca dándole vueltas a esa idea pero la imagen de las batallas ensombrecía su decisión. Pero en el sueño todo era distinto: unos cuantos años malos de guerra para que luego fueran muchos años de paz y buen reinado. Así que se levantó de la cama y el sueño ya empezaba a hacerse realidad.
Reunió al Consejo enseguida y les indicó que aceptaba la propuesta de tomar el trono de Alba por la fuerza. Los siguientes meses en el castillo fueron caóticos con tantos preparativos y tropas que iban llegando de sus vasallos y las suyas propias que estaban entrenándose.
El rey también se estaba preparando. No le sorprendió la declaración de guerra de Donncuan pues siempre le había tomado como un pelele y por eso de vez en cuando le mandaba títulos honorarios para tenerle tranquilo y poder acercarse más a él... Lo que le incomodaba era, primero, la guerra y segundo, que sus vasallos se contagiaran de la estupidez de retarle.
En medio de los preparativos de la guerra, Ermentrude le dio la magnífica noticia de que esperaba en su vientre a su cuarto hijo. Donncuan quería que fuese niña, puesto que ya con tres varones su legado estaba protegido. En este tiempo, su primogénito Indrechtach cumplió la mayoría de edad y su padre se percató de que era un gran administrador (tocado por Midas).
Antes de irse Donncuan quería dejar todo hilado por lo que se hizo cumplir rápidamente el contrato de matrimonio de Indrechtach con la condesa de Gallaibh.
La boda fue sencilla y austera puesto que el dinero debería gastarse en el cuidado de las tropas. El nuevo miembro de su familia, la condesa de Gallaibh no estuvo de acuerdo con esta decisión pero Donncuan le dejó claro quién mandaba en sus tierras. Así que la noche antes de partir casó a su hijo y le pidió que regentara el castillo en su nombre. Fue una buena noche para ir hacia la guerra.
Después de mes y medio de viajes, la primera batalla fue el asedio en Blàr Athall y salimos victoriosos. El ánimo de las tropas era inmejorable y Donncuan ya olía la madera del trono.
Sin embargo, la segunda batalla que se presentaba era muy importante y se preveía que iba a ser una gran ofensiva. Las tropas de Donncuan estaban seguras de que también saldrían vencedores de esta cruzada.
Pero el ánimo y las ganas de vencer se fueron diluyendo poco a poco ya que las tropas del rey hicieron una gran defensa sangrienta. La derrota tardó en llegar puesto que los soldados de Donncuan luchaban con fuerza y vigor pero las tropas quedaron mermadas y la inferioridad numérica por las bajas se iba notando cada vez más. La victoria del rey quedó impregnada en la bravura de los soldados supervivientes y Donncuan, apesadumbrado pero enojado, no quería rendirse. Esto no iba a quedar así.