Tras la muerte de Martín el Humano se planteó el tema de la sucesión en la Corona de Aragón. En el Compromiso de Caspe, fue elegido Fernando de Trastamara, hermano del rey de Castilla, Enrique III.
Su reinado duró poco, y le sucedió uno de sus hijos, Alfonso V de Aragón, el Magnánimo. A su muerte le sucedió su hermano Juan, Juan II de Aragón, llamado Juan sin Fe o Juan el Grande, padre de Fernando II, el Católico. Su ascenso al trono le llegó a la edad de 60 años y su corto gobierno resultará clave para el devenir de la Corona de Aragón.
Juan II recibió todos los estados de la Corona de Aragón, a excepción del reino de Nápoles, que fue heredado por su sobrino e hijo de Alfonso V el Magnánimo, Ferrante. El lejano gobierno de Alfonso V de Aragón, quien había fijado su corte en Nápoles, había provocado el deterioro de la situación en los estados Peninsulares de la Corona de Argón.
En Barcelona se estaba librando un grave conflicto entre las oligarquías urbanas, la Biga, y los menestrales, la Busca. En Cataluña, el enfrentamiento se reproducía entre los señores feudales y la “pagesos de remença”, los agricultores de sometidos a un régimen de servitud brutal. Todos estos conflictos se habían ido larvando desde el reinado de Pedro IV de Aragón, y estallarían durante el reinado de Juan II, provocando la Guerra Civil Catalana.
Al subir al trono, la primera medida de Juan II fue consolidar la Paz con Castilla. Mientras conseguía este objetivo, Juan II de Aragón maquinaba para levantar una alianza para contrarrestar el bloque Castilla-Francia-Papado-Génova. El frente diplomático pretendía una gran coalición entre Aragón-Portugal-Borgoña.-Inglaterra.
Pero la iniciativa la tomó Francia, de la mano del Papado. Calixto III (el primer Papa Borja) alentó a la nobleza Napolitana contra Ferrante de Aragón, rey de Nápoles y sobrino de Juan II. Juan II, preocupado por la situación, empezó a preparar la contraofensiva Mediterránea y en 1461 convocó Cortes de Valencia (en el siglo XV el reino más rico de la Corona de Aragón, y auténtico granero de la Corona).
A la par, empezó a tejer su gran alianza pactando el matrimonio de su hijo Carlos de Viana con Catalina de Portugal. Juan II mostraba su predilección por su otro hijo, en infante Fernando (el futuro Fernando el Católico), como heredero de la Corona de Argón. Pero Carlos no se resignaba, y empezó a jugar sus cartas para optar a la sucesión. Sabedor del destino que le preparaba su padre, entabló contactos con Enrique IV, rey de Castilla, para casarse con Isabel.
Cuando el padre de Carlos, Juan II, se enteró de la noticia, empezó a temer un complot contra su persona encabezado por Carlos con el apoyo de Castilla. Ante tales temores, ordenó a Carlos que viniera ante su persona a Lleida, donde el rey había convocado Cortes de Cataluña, y una vez allí, el 2 de diciembre de 1460, le hizo encarcelar. Ante una situación que cada vez más complicada para el rey, con frentes abiertos en Nápoles en el exterior, y en el seno de la familia en el interior, la oligarquía urbana de Barcelona, la Biga, y los feudales de Cataluña pasaron al ataque. Las fuerzas vivas de Cataluña estaban articuladas a través de la Generalitat de Cataluña. Su objetivo era el de debilitar a una monarquía cada vez mas autoritaria, y reforzar los principios de la monarquía pactista.
Una gran coalición entre los señores feudales, laicos y religiosos, y la oligarquía comercial de Barcelona, formó en “Consell de Catalunya”, y exigió a Juan II a declarar a Carlos heredero. Juan II se negó, y el “Consell”, a través de la Generalitat, le declaró la guerra y proclamó a Carlos heredero. Estallaba la Guerra Civil Catalana. Juan II acorralado, buscó ayuda en el reino de Aragón, pero al no obtenerla, optó por capitular, y el 25 de febrero liberaba a su hijo Carlos. Inmediatamente se iniciaron las conversaciones de paz, que dieron lugar a la capitulación de Vilafranca: la Generalitat pasaba a ser el órgano de Gobierno fundamental, con potestad para fiscalizar a los funcionarios reales, organizar un sistema judicial independiente, obligación del rey de pedir permiso a la Generalitat para entrar en Cataluña, y nombramiento del Príncipe Carlos como “Lloctinent de Catalunya”, con la atribución de ser la cabeza del poder ejecutivo y de la administración. Para algunos, la primera revolución “democrática”; para otros, la primera revolución “fascista”.
Alentados por el triunfo conseguido, la Generalitat se encaminó a aplastar al sindicato de remensa y sus 20.000 afiliados, que ya no contaban con la protección de la Corona. Las posiciones radicalizadas de algunos de sus dirigentes impidieron cualquier posibilidad de entendimiento con la Generalitat. Por otra parte, el 11 de Abril de 1462 se desató en Barcelona una “noche de cuchillos largos”, el Complot de San Matias finalizó con el asesinato de todos los líderes buscaires, (menestrales), y el poder absoluto de la Biga, la oligarquía urbana. Juan II, maquiavélico casi sin igual, mientras fingía resignarse ante la nueva situación, pactó con Francia, su eterna enemiga, la entrega del Rosselló y la Cerdaña a cambio de ayuda militar.
El tratado de Bayona, firmado el 9 de mayo de 1462, causó consternación en Cataluña. Un pacto con la mismísima bestia negra, Francia, era inimaginable. Pero más repulsivo era aún, era entregar Rosselló y Cerdanya. Tras unas cuantas batallas entre las fuerzas realistas y las de la Generalitat, ésta empezó a darse cuenta de que no podría ganar la guerra. El pueblo llano y los menestrales, aliados de la monarquía contra la Generalitat, imposibilitaban cualquier posible avance de las fuerzas oligárquicas y feudales. Ante la casi segura derrota de las fuerzas de la reacción, la Generalitat proclamó conde de Barcelona al Rey de Castilla, Enrique IV. (Nota:

)
Por su parte, Luís XI de Francia procedía a ocupar los condados de Rosselló y Cerdaña. Juan II acorralado nuevamente y enterado de los planes de Castilla y Francia para repartirse los territorios de la Corona de Aragón, actuó de manera diligente. En una jugada maestra, se encargó de desbancar a Castilla y romper la estrategia de la Generalitat, estimulando la rebelión de la nobleza castellana y provocando la guerra civil en Castilla. Ante tal situación, se llegó al arbritage de Baiona (1463), mediante el cual, Enrique IV renunciaba a ser Conde de Barcelona, si Juan le cedía Estella. Los hechos se aceleraron cuando finalmente la nobleza castellana depuso a Enrique IV, y coronó a Alfonso, hermano de Isabel. Castilla había sido apartada del tablero de juego.
La Generalitat acorralada, nombró Pedro de Portugal como conde de Barcelona, pero su muerte no hizo más que agravar la situación. Finalmente, desesperadas las fuerzas feudales y oligárquicas, optaron por nombrar conde al candidato más impensable de todos, Renato de Anjou, un francés. El rey impuesto por la nobleza castellana, Alfonso, murió el 5 de julio de 1468 y el desbancado Enrique IV volvía a escena. Isabel intentó proclamarse reina en Ávila, pero tuvo que doblegarse ante su hermano Enrique IV. Para suturar las heridas de la guerra civil castellana, la nombró heredera en detrimento de su hija Juana la Beltraneja. A la par, pactaba el matrimonio de Isabel, heredera de Castilla, con Alfonso V de Portugal.
Juan II, una maquina incansable de la conspiración, temiendo que nuevamente Francia y Castilla se aliaran para trocear la Corona, se decidió por una jugada arriesgada para romper el eje Castilla-Francia que atenazaba a la Corona de Aragón. Decidió casar a su hijo Fernando con Isabel. Enrique IV, sin recursos con los que jugar, optó finalmente por nombrar como legítima heredera a su hija Juana. Juan II de Aragón, en una jugada magistral, había roto el eje Castilla-Francia, a la par que negoció una gran alianza con la casa de York en Inglaterra, con Carlos de Borgoña.
Francia había quedado aislada y rodeada por una gran coalición liderada por la Corona de Aragón. Una Corona de Aragón que tan solo unos pocos años atrás, parecía estar a punto de ser despezada por Castilla y Francia -2-. Además, las opciones geoestratégicas de la Generalitat habían sido anuladas. El 16 de octubre de 1472, se firmaba la capitulación de Pedralbes. Una paz en la que Juan II no quiso que hubiera vencedores ni vencidos. El 23 de Octubre, Juan II de Aragón, Juan sin Fe, Juan el Grande, juraba las Constituciones de Cataluña.
Juan II había triunfado. Una anciano de más de 70 años y medio ciego. Un genio de la política, un príncipe maquiavélico, había conseguido evitar la destrucción de la Corona de Aragón y aislado a sus enemigos. Su hijo Fernando tomaría nota.