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Si ,según Wikipedia : Fitna (فتنة) es una palabra árabe que puede traducirse como división y guerra civil en el seno del Islam.
 
Capítulo 2: Fitna (2da parte)

Después de un breve descanso, para recuperar su aliento, Sa’d Mardanasid reemprendió su discurso. Sabedor de la importancia que tenía, pues determinaría la historia futura de la ciudad, decidió usar todas sus habilidades oratorias para hacer que el público vibrara.

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Les contó, con un tono melodramático digno de los antiguos actores griegos, como el taimado Abd Alláh, en ver que el trono había sido ocupado por Yahya I, juró solemnemente lealtad al nuevo califa. No obstante, como muchos sospecharon, sus palabras no tenían valor pues su ambición seguía siendo la misma. Y quien ha matado un hermano bien poco amor puede tener para un sobrino.
Por esto la corte se tranquilizó cuando sorpresivamente Abd Alláh se retiró a los grandes latifundios que poseía por los alrededores de Fez. Pues pensó que, en ver sus ambiciones políticas truncadas, allí se abandonaría a la lujuria y el hedonismo. Lástima que Abd Alláh no era de este tipo de hombres.

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Fez

Durante el agosto en el califato reinó una tensa paz. Una paz preñada de odio, de rabia y de rumores. Pues mientras los cortesanos, aprovechando la minoría de Yahya I al – Mu’tasim billáh, impusieron su tiranía sobre la población; Abd Alláh, en el más estricto de los secretos, se preparó para su conjura más audaz. Y entretanto, ante semejante espectáculo, se extendía entre todo el mundo la sensación de que pronto los perros de Marte se cebarían con los restos del antaño poderoso imperio almohade.
Después de una breve pausa, con voz trágica, el gobernador informó a su audiencia que lo que tanto temían por fin había sucedido. Pues hacia escasos días le llegó un mensajero proveniente de Marrakech, la augusta capital califal, informando de unas trágicas nuevas que habían sucedido hacia un par de semanas.
Dijo que por el diez de septiembre Abd Alláh, aduciendo que el gobierno de su sobrino era ilegitimo tanto por su edad como por las exacciones cometidas por sus consejeros, se autoproclamó como el verdadero califa almohade, poniéndose el nombre de Abd Alláh I al – Ádil, e incitó a los fieles que depusieran al advenedizo Yahya I. Pronto esta sediciosa llamada fue escuchada, pues la rica y populosa Tánger y los salvajes bereberes de Tamdoult lo reconocieron como su legítimo señor.

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Una vez hubo explicado lo sucedido, el mensajero le dijo que los regentes del imperio habían decidido que el único modo de parar a los rebeldes sería crear un gran ejército. Una hueste que superara incluso a la del legendario rey persa Jerjes. Por esto enviaron mensajeros a los cuatro confines del califato, para ordenar el levantamiento de las levas locales y su marcha hacia Marrakech.
Después de decir esto el gobernador calló un momento, para ver cómo la gente reaccionaba ante estas noticias. Vio con disimulada alegría que, como el esperaba, estaba furiosa, pues nadie quería ir a morir en una tierra extranjera por una fútil y lejana disputa. Por lo tanto consideró que había llegado el momento que tanto tiempo había esperado, el de emprender una empresa que marcaría el destino de todo al – Andalus:

- Queridos ciudadanos de la gloriosa Balansiya, ya veis como quienes nos tenían que proteger ahora nos subyugan. Pues quienes nos tenían que proteger de los cristianos (1) ahora tienen tratos con ellos, y quienes tenían que unir la Umma (2) ahora la dividen. Por esto he decidido, conjuntamente con los principales de esta ciudad, no reconocer más a tan abyecta tiranía, e intentar recuperar por las armas la libertad que hace tanto tiempo que perdimos.
Ya sé, amados hermanos, que vuestros corazones deben estar turbados con esta noticia, pues nosotros somos pocos y los almohades son legión. Pero no os preocupéis ya que las Baleares, el Algarve, y las cercanas Borriana y al-Laqant también lucharan con nosotros, ya que su corazón también anhela recuperar lo que una vez perdieron.

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Y si aún dudáis sabed que no serán solo nuestras milicias ciudadanas las que se enfrentara a las hordas de los fanáticos bereberes, pues unos siete mil soldados del ejército almohade se han negado seguir a las incoherentes ordenes de superiores y se han unido a nuestra justa causa.
Por lo tanto, queridos ciudadanos de la gloriosa Balansiya, ahora os hago un par de sencillas preguntas que quiero que contestéis con sinceridad. ¿Os uniréis a esta sagrada lucha para expulsar a los almohades y así recuperar nuestra libertad? ¿O no haréis nada y permitiereis los africanos nos impongan su despótica tiranía? ¿Qué elegís pueblo de Balansiya?

Como si fueran una sola persona todos los presentes en la plaza, incluidos los simples curiosos como Umah, gritaron fervorosas proclamas favorables a la secesión. Iniciándose así una guerra que condenaría al Islam peninsular.
Pues pocas semanas después el rey Pere de Aragón envió mensajeros a todos los nobles eclesiásticos y seculares de sus reinos, para convocarlos a unas Cortes Generales que se celebrarían en Monzón a inicios del mes siguiente. Quería pedirles su ayuda para una próxima campaña militar en las tierras de los infieles, una campaña que daría gloria y riquezas a quien participara en ella.



1: en realidad los almohades no tuvieron una mentalidad tan yihadista como se ha pensado posteriormente. Pues en realidad, cuando llegaron a al – Andalus, ante el expansionismo cristiano tuvieron que adoptar un papel principalmente defensivo. Y las ofensivas que lanzaron, como la que condujo a la batalla de Alarcos, sobretodo eran para frenar las agresiones feudales.
Una muestro de esto es el testamento del califa almohade Ya’qub al – Mansur, donde se menciona al – Andalus como una península huérfana, mostrando su preocupación que podrían correr los musulmanes “huérfanos” y dejando encomendado “fortificar sus murallas, defender sus fronteras, organizar sus tropas y a sus súbditos”.
Esto último está sacado de http://www.goodreads.com/book/show/10489466-historia-de-espa-a-pocas-medievales.

2: la umma es un término que se refiere a la comunidad de creyentes del Islam.
 
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Capítulo 3: Bautismo de fuego (1ra parte)

A pesar de que sus manos temblaban nerviosamente desde que había partido de Barcelona, Guillem de Cardona sabía que no era por miedo a la próxima lucha que se avecinaba. Más bien era porque la ansiaba ardorosamente, pues sabía que por fin había llegado el momento que tanto tiempo había esperado. Un momento que anhelaba desde que era un niño, cuando los sabios tutores que había pagado su padre, el poderoso vizconde de Cardona (1), le introdujeron en el mundo de la caballería. Unos tutores, que a diferencia de otros, no solo le formaron el cuerpo, sino que también convirtieron su mente en una arma más peligrosa que cualquier espada.

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Castillo de Cardona, hogar del linaje homónimo

Por esto, queriendo tanto poner en práctica todo lo que había aprendido como conseguir la gloria y las riquezas dignas de un Cardona, Guillem desde hacía tiempo quería unirse a la guerra contra el infiel.
Inicialmente quiso unirse a la cruzada que proclamó el papa Innocencio III, en el 17 de junio, para recuperar la ciudad santa de Jerusalén. No obstante, a pesar de que pronto se unieron a ella los soberanos de Sicilia, Bretaña y Navarra, y algunos duques alemanes e italianos, Guillem cambió de planes cuando, por noviembre, le llegaron noticias de las recientemente concluidas cortes de Monzón.

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Aunque todo el mundo sabía que habían tratado de una próxima campaña contra el infiel, grande fue la estupefacción cuando supieron cuál sería el objetivo. Pues en vez de elegir territorios cercanos, como Balansiya o Mayurqa, quien sufriría la ira de los aragoneses y catalanes sería la lejana Mursiya.

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Como es lógico los que no habían podido asistir a las Cortes, pues en ella fueron solo los nobles y los eclesiásticos, se preguntaron los motivos de esta curiosa elección. Más tarde supieron que eran dos principalmente: el primero sería dejar actuar libremente a los rebeldes separatistas, para que consiguieran sus objetivos y debilitar así los almohades; mientras que el segundo sería capturar territorio leal a estos últimos con el mismo fin.
A pesar de que de seguida en sus reinos se extendió un fervor cruzado, Pere sabía que tenía que hacer una cosa antes de convocar a las levas. Pues aun estando en Monzón envió varios emisarios a sus aliados para que pedir que cumplieran con sus obligaciones y participaran en la campaña. Aunque de algunos no esperaba gran ayuda, como Hungría que en aquellos momentos estaba luchando contra Venecia por el dominio de Zara, de otros sí que esperaba un vital apoyo, como Portugal y Castilla.
Una vez hecho esto el monarca ordenó el levantamiento de todas las huestes de sus reinos, para que partieran lo más pronto posible a los puertos catalanes de Tarragona, donde se reunirían las tropas aragonesas, y de Barcelona, punto de reunión de las catalanas. Una vez allí se embarcarían hacia su destino, las largas playas murcianas.
Su proclama fue rápidamente obedecida, pues de seguida interminables columnas de infantes y caballeros se dirigieron a sus puertos de destino. Entretanto, como no disponía de una numerosa flota propia, el monarca había enviado sus agentes a las villas marítimas catalanas para que reclutaran todas las naves mercantes disponibles. Y así poder llevar el ejército a las tierras andalusíes.

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Mientras Tarragona y Barcelona se llenaban cada vez más de soldados, el rey tomó una vital disposición sobre la campaña. Aunque él ardía de deseos de partir a la lucha, sus consejeros se lo impidieron argumentando que no sería bueno para la Corona que se muriera sin dejar hijos. Pues los reinos podrían caer en la anarquía por las disputas entre los distintos miembros de la casa de Barcelona. Y esto sin contar el peligro de una más que probable intervención extranjera, pues su hermano pequeño Alfons, duque de Provenza, era vasallo del emperador germánico.
Por esto, y porque pronto llegaría la princesa castellana Blanca para casarse con él, el rey eligió a dos nobles para el comandamiento de sus huestes. Una decisión, como otras tantas suyas, que fue polémica.
Para liderar a los 4954 hombres de la hueste catalana eligió al occitano conde Foix, Raimond Rogier I. A pesar de ser un guerrero veterano, y tener fuertes relaciones con Catalunya, muchos se quejaron pues era un hombre que simpatizaba con los herejes cataros. Y que además había hecho públicas declaraciones de que se quería deshacer del dominio aragonés. Ante estas críticas el monarca se encogió de hombros y solo contestó que por lo que él sabía el conde era un buen católico, y respeto a lo otro puede que se lo repensara viendo la fama y honores que podía obtener sirviéndolo.

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Menos polémica hubo en la elección del comandante de la hueste aragonesa, formada por unas 5659 almas, aunque a algunos les disgustó que el beneficiario fuese el catalán conde de Empúries Hug IV. Lo que no sabían es que el rey no había elegido a ningún noble del reino de Aragón pues no encontró a nadie de confianza.

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Esta fue, durante meses, la última decisión que tomó el rey sobre la guerra. Pues escasos días después, por mediados de diciembre, el ejército catalán se embarcó en el puerto de Barcelona, mientras era fervorosamente despedido tanto por el monarca como por una entusiasmada ciudad, mientras que los aragoneses, por falta de navíos, iniciaron una larga marcha hacía el sud, siendo igualmente laureados a su partida por la población local.

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De repente un grito sacó Guillem de sus pensamientos. Alguien había visto a los lejos la costa murciana. Con cuidado, pues temía caer en el agua, salió a cubierta y se acercó a la proa para contemplarla. Cuando la vio las manos le dejaron de temblar. Pues sabía que por fin había llegado el momento que tanto había esperado. El momento de la fuerza y el honor, y de la ira y fuego.

(continuará)


1. Vizcondado de Cardona: título ostentado desde el siglo X por el linaje de los Cardona. Esta familia desde su aparición jugó un importante papel en la política catalana medieval. En gran parte gracias al control de las minas de sal de Cardona, que les proporcionó unos ingresos elevados, y la buena relación que tenían con los condados pirenaicos (Urgell, Pallars). Pues les convirtió en unos vitales mediadores entre la Corona y los condados catalanes de la Catalunya occidental, evitando muchos conflictos pero también aprovechando las disputas feudales para incrementar su basto poder patrimonial.
Además de su linaje surgieron un gran número de personajes que tuvieron una gran importancia en la historia tanto de la Catalunya como de la Corona de Aragón medieval, como guerreros, almirantes, eruditos, abades, obispos, cardenales, diplomáticos y consejeros regios.
A causa de su influencia política y económica en el siglo XIV pasaron a ser de vizcondes a condes de Cardona, obteniendo el título ducal, gracias a su parentesco con el rey Fernando el Católico, un siglo más tarde.
Por todo esto los Cardona fue durante la Baja Edad Media el único linaje de la antigua alta nobleza catalana que sobrevivió a la crisis que cayó encima esta clase social, siendo los únicos que obtuvieron el título de “Grandes de España”.
No obstante, por falta de hereros masculinos, en el siglo XVI se entroncan primero con los duques de Segorbe, y después con los castellanos duques de Medinaceli.

 
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Hoy he soñado con este AAR, por cierto.
 
Capítulo 3: Bautismo de fuego (2da parte)


- Guillem, Guillem …
Aunque se estaba adormeciendo desde hacía rato, estas palabras de su escudero le despejaron. Con un suave gesto se lo agradeció, pues no quería perderse ni un detalle de la reunión. Aunque la mayoría de los asistentes en ella le parecieran una banda de patanes.
Dios… Le disgustaba mucho que las decisiones importantes de la campaña se tomaran en grandes asambleas donde estaban presentes todos los capitanes y caballeros que había en el ejército catalán. Pues aunque entre ellos había hombres sensatos y con experiencia, mayoritariamente eran unos necios soberbiosos ávidos de conseguir gloria a cualquier precio.

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Aún se acordaba cuando hacía unas cuatro semanas, por el trece de diciembre, desembarcaron en la costa de las ricas huertas murcianas. Antes de avanzar hacia su objetivo Raimond Rogier envió a los exploradores para comprobar el estado de las defensas de la zona. Estos, cuando volvieron al cabo de unos días, le dieron buenas y malas noticias. Respeto a las primeras confirmaron que, como ya se esperaba, la mayoría de las levas locales, excepto unos 1032 hombres que estaban estacionados en Almansa, habían sido enviadas a las lejanas tierras mauritanas. Desgraciadamente también informaron de que las murallas de las ciudades de la región eran poderosas y de excelente factura, principalmente las de Mursiya.

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Murallas árabes de Murcia

Guillem ya había tenido noticias de estas. Sabía que habían sido hechas hacia unos cuarenta años por el Rey Lobo (1), un poderoso señor de la guerra que logró dominar la parte oriental de al-Andalus. Aunque estaban hechas principalmente de tapia, eran un fuerte recinto formado por unas noventa torres. Tan poderoso era que los almohades la tuvieron que asediar dos veces para conseguir su rendición, durando el último sitio un año entero.
Por esto en la asamblea que se celebró para decidir cómo plantear el asedio, frente a otras posturas más beligerantes, Guillem alegó por la prudencia. Sabiendo que un asalto directo estaría condenado al fracaso, propuso que lo mejor sería aislar completamente la ciudad para que el hambre y la miseria la debilitasen. Consiguiendo así su rendición sin perder muchos hombres.
A pesar de algunas críticas al conde occitano le gustó este plan y decidió que se procedería de este modo. De hecho tan impresionado estuvo con los conocimientos bélicos de Guillem, que a partir de entonces le tuvo en alta estima y apreció su consejo por encima del de los demás.
Aunque estaba ensimismada con los recuerdos de lo sucedido últimamente la mente de Guillem paulatinamente volvió a la asamblea. Pues aunque el plan que estaba a punto de proponer Raimond ya lo conocía, de hecho lo habían ideado los dos juntos, quería estar atento para ver como reaccionaban los asistentes.
No obstante, antes de comentarlo, el conde hizo un breve resumen de la situación. Primero dijo que, a pesar de algunas escaramuzas con los defensores, se había logrado aislar completamente la ciudad mediante la construcción de unos fuertes estratégicamente situados. Nadie que quisiera salir o entrar de Mursiya, tanto por tierra como por el rio que la bordeaba, escaparía de la atenta vigilancia de los catalanes.

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Una vez dicho esto el conde explicó las noticias que habían llegado de los aliados de Aragón. Se ve que les entusiasmó la posibilidad de participar en la campaña, pues de seguida miles de soldados empezaron un largo viaje para unirse al sitio de la ciudad infiel. En pocos días hicieron un gran trecho, pues mientras lo último que se sabía del ejército lusitano, formado por unos 4510 hombres, era que ya había llegado por los alrededores de Badajoz, las huestes castellanas, de unos 7000 soldados y lideradas por su propio soberano, estaban por la aragonesa Calatayud.

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Para terminar dijo que la única gran hueste sarracena que había en todo al – Andalus era la de los rebeldes secesionistas, que habían conseguido reunir la impresionante cantidad de unos 10000 hombres. Y a pesar de que desaprobaban la presencia cristiana en territorio andalusí, de hecho patrullas de ambos bandos habían tenido violentos encontronazos, los portugueses informaron que la hueste estaba por los alrededores de Granada dirigiéndose hacia Algeciras, posiblemente para evitar la llegada de refuerzos almohades.
Por todo esto Raimon Rogier expuso a los presentes que el concurso de la hueste aragonesa, que aún estaba en territorio cristiano, no era necesario para el sitio. No obstante si se embarcaba en la flota catalana podría atacar la costa bereber, tanto para intentar dispersar a los regimientos almohades como conseguir información de lo que sucedía en Mauritania. Pues lo único que se sabía era que la región había caído completamente en la anarquía, aunque se ignoraba cual era la situación los distintos bandos.
Aunque el plan propuesto era muy audaz, pues de desde hacía siglos muy pocos ejércitos cristianos habían triunfado en el Norte de África (2), para sorpresa de Guillem y del conde la mayoría de los asistentes aprobaron el plan. De hecho de lo único que se quejaron burlonamente era que mientras los aragoneses se divertirían en sus correrías, a los catalanes les esperaba meses de duro trabajo y tedioso asedio.
El Cardona sonrió cuando oyó esta ocurrencia; pues sabía, muy a su pesar, que era cierta. Pues mientras durante meses lo único que harían seria esperar la caída la fortificada Mursiya, los hijos del reino de Aragón triunfarían en nombre de la Cruz en tierras de infieles.


1: a pesar de sus oscuros orígenes, pues provenía de una familia aristocrática muladi (cristiano convertido al islam) Muhammad ibn Sa’d ibn Mardanish, conocido como Rey Lobo por las fuentes cristianas, entre los años 1147 y 1172 fue capaz de hacerse fuerte en un amplio territorio levantino que comprendía Murcia y Valencia. Al igual que otros cabecillas, como su suegro y aliado Ibn Hamushk, fue lo más parecido a un señor feudal en al – Andalus: un militar que reclutaba mesnadas con soldados y caballeros cristianos. Según sus contemporáneos su dominio fue feroz, con exigencias implacables de rendas e imposiciones de duros servicios de trabajo a la población.
Aunque llegó a amenazar poblaciones como Córdoba, y resistió inicialmente a los almohades, su poder se desmoronó rápidamente ante la fuerte ofensiva lanzada por el califa Abu Ya’qub Yúsuf. Como consecuencia de esta los hijos de ibn Mardanish, después de la muerte de su progenitor en 1172, se rindieron, obteniendo generosas concesiones, a los almohades.

2: una de estas excepciones fue el reino normando de Sicilia, que en 1146 conquistó gran parte de la actual Tunisia y algunas regiones de Libia. Su dominio duró hasta 1160, cuando fue expulsado por los almohades.
 
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Es que los Normandos eran unos cabrones con pintas que usaban la picha por lanza y los huevos por escudo.
 
Capítulo 4: Por las tierras de los infieles (1ra parte)

Cuando los miembros del ejército aragonés supieron cuál sería su destino, quedaron completamente estupefactos. Pues nunca una hueste del Reino de Aragón había navegado el proceloso mar para devastar las tierras de los infieles. De hecho la mayoría de los soldados más jóvenes hasta hacía pocos meses no habían visto nunca el mar.
A pesar de esto cuando embarcaron en la flota catalana, en el 9 de enero de 1205, en el ejército imperaba un ambiente de exaltación religiosa y patriótica. Pues todos sabían que iban a emprender una odisea que los convertiría en héroes inmortales.

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Un mes después de su partida la armada llegó frente a las costas bereberes. Como Hug, conde emporitano y líder del ejército aragonés, vio que sería un desatino desembarcar en la costa sin saber lo que sucedía en Mauretania, pues sus hombres podían ser fácilmente emboscados, ordenó que la flota fondeara en las Islas Chafarinas y se hiciera fuerte allí. Y que una vez hecho esto se enviaran exploradores, disfrazados como sarracenos y conocedores de su lengua para pasar inadvertidos, para obtener información de cómo iba la guerra civil almohade.

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Pasaron semanas de una tensa espera antes de que volvieran. Pero la información que aportaron permitió a los líderes cristianos hacerse una idea exacta de lo sucedía en Mauretania.
Lo primero que descubrieron, causándoles gran alegría, fue que la rebelión anti-almohade se había extendido. Pues Mandil Maghrawavid, el poderoso jeque de las tribus bereberes de Lemdiyya, y las ricas ciudades costaneras argelinas se habían unido hacia unes meses al bando de Abd Alláh. No obstante la provincia de Tremecén, que estaba situada entre Fez y Lemdiyya, se negó a entregarse a los sediciosos, entorpeciendo así las comunicaciones entre las dos regiones.
Viendo que si no conseguía su captura no podía emprender su ansiada ofensiva contra Marrakech, pues dicha provincia estaba entre Fez y Lemdiyya entorpeciendo su comunicación, el califa rebelde ordeno a sus partidarios y aliados su conquista. Estos obedecieron de seguida, y pronto un ejército de unos diez-mil trescientos hombres emprendió el asedio de Oujda, uno de los principales baluartes lealistas en Tremecén.

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Y no solo los partidarios de Abd Alláh habían emprendido la iniciativa contra los almohades, pues hacia escasas semanas los secesionistas baleáricos habían desembarcado en la costa marroquí para devastar las regiones de Massat y el Pequeño Atlas, aledañas a la imperial Marrakech.
A pesar de todos estos reveses la corte almohade había conseguido su objetivo. Pues según los exploradores por mediados de enero salió de las puertas de Marrakech una inmensa hueste de unos once-mil hombres. Y mientras los soldados de Abd Alláh mayoritariamente eran infantes y jinetes ligeros reclutados apresuradamente, el ejército almohade estaba formado por múltiples contingentes de origen y condición diferentes. Pues había desde caballería pesada y ligera veterana de mil campañas, a arqueros e infantes bereberes provenientes del salvaje Atlas pasando por las milicias urbanas andalusíes.

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Desde un principio se vio claramente que el objetivo de esta hueste era liberar Soussa del asedio que sufría, ignorando completamente a las bandas secesionistas que devastaban los alrededores de la capital. De hecho por el camino, cuando estaba por el Rif, se le adjunto un contingente de unos dos-mil hombres, formado principalmente por voluntarios fanáticos pro-almohades, hecho que la enfortaleció aún más.

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Una vez hubo oído todos estos informes, el conde Hug convocó a los barones y capitanes de su ejército y les pidió consejo sobre cómo proceder. Después de una breve deliberación le respondieron que, como según las últimas informaciones pronto las dos huestes sarracenas entrarían en batalla, volviera enviar a los exploradores para averiguar su resultado. Pues solo si el ejército almohade salía muy debilitado de esta la hueste aragonesa tendría alguna posibilidad en cumplir con su misión. Sino lo único que conseguirían sería un martirio inútil.
A diferencia de la vez anterior volvieron pronto, y las noticias que llevaron causaron gran preocupación. Pues a los pies de la fortificada Oujda las dos huestes infieles habían chocado a inicios de abril, siendo las lealistas las vencedoras. Aunque los rebeldes cargaron con furia sus filas fueron diezmadas tanto por la lluvia de flechas lanzada por los arqueros como por la tenaz defensa hecha por los andalusíes. Solo dos-mil hombres pudieron huir con su señor Abd Alláh, reduciéndose las perdidas almohades a unos escasos tres-mil quinientos hombres.

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Y además, según algunos correos que un audaz explorador consiguió de un mensajero almohade que capturó, la armada califal empezaba a concentrarse en los puertos de la región de Massat, con el fin de llevar la hueste califal al al-Ándalus.
No obstante, como dice el viejo refranero, “Dios aprieta pero no ahoga”. Pues otro de los mensajes que llevaba el emisario sarraceno informó a los aragoneses que desde hacía unos meses la ciudad de Mayurqa estaba asediada por un contingente de unos novecientos cuarenta soldados liderados por Ishaq, tío del califa almohade y gobernador de Tremecén.

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Como os podéis imaginar esto animo el corazón de los cristianos, ya que por fin podrían conseguir el honor y la gloria que tanto ansiaban.
Pocos días después, después de enviar una galera a Hispania para informar tanto a su soberano como al ejército catalán de las nuevas, Hug ordenó a las naves que se dirigieran a su nuevo destino. Las islas Baleáricas.

(continuará)
 
No está mal. Así mantienes la costa ocupada y a los piratas sin bases.
 
Primero de todo queria disculparme por no escribir antes, pero he estado atareado durante un tiempo. Y ahora os subo un capítulo nuevo, que espero que no sea muy soporífero. :p

Capítulo 4: Por las tierras de los infieles (2da parte)

Desde una pequeña colina Hug, conde de Empúries, veía como sus hombres se embarcaban en las naves que perezosamente balanceaban con las suaves olas. Pronto el también se uniría a ellos, poniendo así fin a una extraordinaria aventura.
Aún se acordaba cuando, por el 16 de abril, la caballería aragonesa aniquiló completamente a la pequeña hueste almohade, solo pudiendo huir cobardemente Ishaq y su sequito más cercano.
Aunque estaban justo delante de Madina Mayurqa, una de las mayores ciudades del Mediterráneo Occidental, Hug y los comandantes aragoneses no sabían cómo actuar. Pues aunque de su captura obtendrían gran recompensa, como era una de las principales bases de los rebeldes anti-almohades su caída no beneficiaria ni políticamente ni militarmente a la Corona de Aragón.
Por esto se acordó enviar una galera a Barcelona, tanto para pedir consejo al rey Pere como para informarse de cómo iba el conflicto. Una vez hecho esto, y después de construir un campamento fortificado a las afueras de la urbe sarracena, se dedicaron a saquear impunemente toda la isla, arrasando completamente la rica campiña y las numerosas alquerías que había en ella. Tan salvaje fue la furia de los aragoneses que gran número de campesinos aterrorizados se refugiaron en las recónditas cuevas de la sierra de Artà (1).

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No obstante pronto las partidas saqueadoras volvieron con noticias preocupantes. Pues en sus expediciones cada vez más se topaban con gran número de jinetes sarracenos, jinetes que no llevaban ninguna librea ni bandera conocida. Aunque esto inquietó a los aragoneses, pues temían que hubiera un numeroso ejercito desconocido en algún lugar de la isla, pronto este misterio fue resuelto cuando un emisario moro llegó al campamento.

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En una audiencia personal con Hug, mientras jugaban una partida de ajedrez, el heraldo dijo que su señor era el poderoso y venerable Yahya ibn Ghaniya (2), descendiente y sucesor de los poderosos emires almorávides. Le explicó que cuando el imperio de estos últimos fue destruido por los almohades, sus ancestros se refugiaron en las islas baleáricas, el último territorio leal. Durante tiempo esperaron su oportunidad para recuperar lo perdido, hasta que en 1184 Ali ibn Ghaniya, hermano mayor de Yahya, lanzó una audaz expedición a las tierras del Magreb para recuperar su herencia perdida. A pesar de que en un principio la suerte no les fue favorable, como lo demuestra la muerte de Ali en 1187, algunas décadas después Yahya consiguió el dominio de gran parte de Libia y de Ifriquiya (actual Túnez y parte oriental de Argelia). No obstante su victoria no fue completa, pues pocos años antes de su triunfo los almohades capturaron las Baleares.

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Por este motivo Yahya, en cuanto supo de la guerra civil almohade, envió a Mayurqa unos nueve-mil soldados. Les dio una orden simple, recuperar su patria natal o no volver.
Cuando hubo terminado su explicación el emisario añadió que como su señor no tenía ningún contencioso con los aragoneses, por ahora no los atacarían. No obstante si les impedían cometer con su sagrada misión, no tendrían piedad con ellos.
El conde, después de sospesar un momento su situación, le dijo al emisario que por él no habría ningún problema, pues solo los almohades sacarían provecho de un conflicto entre ellos dos. Y para demostrar su buena voluntad añadió que su hueste se retiraría a los alrededores de la playa de Santa Ponça, un magnifico embarcadero natural situado al oeste de Madina Mayurqa, donde partirían cuando recibieran órdenes de su señor Pere.
Estas llegaron escasas semanas después de este encuentro, cuando los cristianos ya se habían instalado en su nueva ubicación. El emisario enviado por el monarca primero transmitió al conde emporitano y los principales comandantes del ejército las últimas nuevas que habían llegado a Barcelona:
- Respecto al actual conflicto con los infieles solo se podía decir que iba mejor de lo esperado. No solo hacia unes meses que Alfonso VIII y sus hombres habían llegado a Mursiyya, alcanzando así el ejército sitiador unos doce-mil hombres, sino que por los alrededores de Qurtubah los portugueses habían aniquilado a unos mil almohades que se retiraban de Almansa.

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Situación actual del conflicto

Sobre las huestes secesionistas los exploradores informaron que mientras la más numerosa, formada por unos diez-mil soldados, se dedicaba a asediar Gharnata, otra más pequeña, de unos cuatro-mil hombres, asediaba la ciudad manchega de Tarazona.

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- De las noticias internacionales a la corte catalano-aragonesa le interesó principalmente una crisis que había estallado últimamente en el Sacro Imperio Romano Germánico. Su soberano, Philipp von Hohenstaufen, unos meses atrás atacó Francia para capturar la rica región de Gante. No obstante, a pesar de que las huestes alemanas eran poderosas, los francos les infligieron tan severas derrotas que incluso algunas regiones germánicas, como el condado de Borgoña, cayeron en sus manos.

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Este desastre desacreditó tanto la imagen del emperador, pues muchos lo consideraban culpable de lo sucedido debido a su negligente dirección, que pronto dentro el Imperio estalló una violenta revuelta secesionista. Aunque su principal foco era Italia, siendo principalmente activas las repúblicas de Treviso, Urbino, Florencia, Padua, Boloña y Siena, también se unieron a ella algunos condados suizos, como el de Ginebra y el obispado de Valois, y los poderosos ducados de Brabante y Provenza. De este último cabe destacar que su joven señor era Alfons de Barcelona, el ambicioso hermano del rey de Aragón.

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- Aunque no se les prestó tanta atención como con la noticia anterior, también a Barcelona llegaron nuevas del lejano Oriente.
La más destacable era que aprovechando que el recientemente fundado Imperio Latino de Oriente estaba en guerra con el Reino de Bulgaria, ya que quería apoderarse de las tierras meridionales de este último, Theodoros I Laskaris, soberano del Imperio de Nicea, había emprendido una audaz ofensiva contra los odiados usurpadores latinos en un intento los antiguos dominios bizantinos. Tiempos difíciles se avecinaban para la Verdadera Fe en aquellas tierras.

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Latinos asaltando una fortaleza bizantina

Más positivas para la Cristiandad eran las nuevas provenientes de Tierra Santa, pues indicaban que al-Adil I, el sultán egipcio que dominaba Jerusalén, se enfrentaba a la rebelión del poderoso gobernador de Mosul. Este hecho entusiasmó a los católicos, uniéndose a la sagrada lucha nuevos contingentes germanos e italianos.

Una vez hubo explicado todo esto, el emisario les transmitió a Hug y a sus capitanes las ordenes de su soberano. Estas consistían en que, teniendo en cuenta el curso de la guerra, el ejército aragonés abandonara las Baleares, pues no había mucha a ganar en estas islas, y navegara hacia Mursiyya, donde se uniría al ejército asediador.
Cuando algunos de los nobles presentes le preguntaron el motivo de este movimiento, pues la hueste catalano-castellana ya era numerosa, el heraldo les replicó que la corte temía que el magno ejercito califal, del cual no se sabía nada desde hacía semanas, abandonara la Berbería para ir a levantar el sitio que sufría esta ciudad.
En ver que eran lo mejor que podían hacer, Hug ordenó a sus comandantes que se preparan para partir. Pues pronto dejarían estas islas iniciando así una nueva etapa en este conflicto.


1: más información en: http://translate.google.com/transla...9/guerra-refugiats-i-captius-la-balma-de.html y http://cultura.elpais.com/cultura/2009/12/14/actualidad/1260745202_850215.html

2: más información en: http://translate.google.com/transla...ttp://ca.wikipedia.org/wiki/Yahya_Ibn_Ghaniya
 
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Que serían de los AARs sin Osprey :rofl:

Por cierto: imperialista! :D
 
¡Imperio Catalanoccitano ya!
 
Capítulo 5: Una pica en al-Andalus (1ra parte)

La mayor parte de la primavera y verano del 1205 fue monótona para la hueste catalano-aragonesa. Pues desde la llegada del cuerpo aragonés a Mursiyya, hecho ocurrido a finales de abril, hasta los inicios del mes de agosto no sucedió nada digno de mención. La único excepción fue que por finales de junio el cuerpo portugués tuvo un estúpido encontronazo, cerca del castillo de Almansa, con el ejército rebelde que había asediado Tarazona, pues aunque dispersaron a los infieles solo sobrevivieron mil setecientos soldados de los cuatro-mil quinientos iniciales. Poco después los depauperados supervivientes se unieron al ejército asediador de Mursiyya, que llegó así a la increíble cifra de unos diecinueve mil hombres.
Para sobrellevar este aburrimiento los soldados cristianos comentaban, durante las interminables guardias que hacían en la empalizada que rodeaba la condenada ciudad, las últimas noticias que llegaban con las naves catalanas que los aprovisionaban:

- Aunque en un principio la cruzada cosechó varios éxitos, cuando los egipcios hubieron terminado de reunir todas sus huestes pronto expulsaron a los cristianos de los escasos castillos que habían conquistado inicialmente. Este éxito se completó cuando poco después los infieles aplastaron cerca de Jaffa a un poderoso contrataque liderado por el rey de Navarra.

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A pesar de su fracaso Sancho VII ganó gran fama y gloria durante esta batalla, pues demostró un valor y una fortaleza que escasos caballeros poseían. Por eso, para toda la posteridad, seria conocido como Sancho el Fuerte.

- Aprovechando que su señor, el sultán egipcio al-Adil I, estaba vapuleando a los cristianos una alianza de distintos gobernadores sirios liderados por el emir Az-Zahir I, gobernante de Alep e hijo del legendario Ṣalaḥ ad-Din, atacó el ducado de Antioquia. Sin el apoyo de los demás estados cruzados su señor, Bohemond IV de Poitou, fue expulsado rápidamente de la fortificada Antioquia condenando así a muerte uno de los principales señoríos cristianos de Oriente.

- Y si esto no fuera suficiente por aquellas fechas el reino armenio de Cilicia, también conocido como Pequeña Armenia, estaba siendo completamente derrotado por las hordas turcas, habiendo caído ya a sus manos la mayoría de sus ciudades. Aunque en las regiones más montañosas aún había núcleos de resistencia, era evidente para todos que pronto caerían.

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- Para sorpresa de todo el mundo el Imperio Latino de Oriente, principalmente gracias a la bravura de sus caballeros y a la excelente dirección del emperador Baudouin I, en los últimos meses había conseguido épicas victorias frente a los bizantinos como a los búlgaros. Puede, que después de todo, a pesar de sus peligrosos vecinos, aún tuviera alguna posibilidad en sobrevivir.

- Desde hacía medio año el reino de Hungría estaba en guerra con la Serenísima República de Venecia con el objetivo de recuperar la ciudad de Zara, que tan traicioneramente capturaron los venecianos durante el transcurso de la reciente IV cruzada. Aunque los italianos derrotaron varias veces a los serbios, aliados de los húngaros, no habían podido evitar la caída de Zara en manos de los magiares.

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Iglesia de San Donato de la ciudad de Zara

- Como era fácil de suponer las huestes almorávides se apoderaron rápidamente de gran parte de Mayurqa. Lo que nadie sabía es que dentro de unos meses abandonarían súbitamente todas sus conquistas, pues tendrían que volver a Ifriquiya para hacer frente a una rebelión de algunas tribus libias.

Pero mientras los soldados se contaban estas noticias en la huerta murciana, al rey Pere de pronto le surgió un problema inesperado.
A pesar que desde su boda con la princesa castellana Blanca acometió con fogosidad la tarea de intentar engendrar un heredero, los resultados habían sido infructuosos. Decepcionado el monarca cada vez frecuentó menos su compañía, y se lanzó a los brazos de la bella y joven esposa de un octogenario caballero.

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Un día, después de que ella compartiera con él un divertido chisme sobre un vergonzoso secreto de un alto miembro de la Corte, Pere se dio cuenta de la importancia de los rumores. Pues muchos secretos que teóricamente están bien guardados, en realidad son la comidilla de todo el mundo. Por lo tanto si alguien los escuchara atentamente, podría descubrir información importante que de otro modo hubiera sido imposible.
Por este motivo, para comprobar la veracidad de su teoría, el rey ordenó a sus criados que escuchasen discretamente todo lo que comentaban los cortesanos y los sirvientes, para después decírselo. Aunque en un principio solo se enteró de chismes pueriles, como que la lechera esperaba en secreto un hijo del herrero, al cabo de una semana sí que oyó algo que le dejó preocupado.

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Se decía que Sanç, canciller real y conde rosellonés, desde hace tiempo estaba muy enfadado con el monarca, pues creía que no había recibido la recompensa que se merecía por conseguir la alianza con Castilla. Enfado que aumentó aún más cuando, poco antes de iniciar la campaña murciana, Pere dio la razón al monasterio de Sant Marti del Canigó respecto una disputa que tenía con Sanç sobre unos feudos situados cerca de Perpinyà, capital del condado del Rosselló.

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Sant Martí del Canigó

Sintiéndose menospreciado y ultrajado, su mente envenenada por la amargura concibió una traición execrable: deponer a su soberbioso sobrino y proclamarse él como nuevo rey de Aragón. Con ese fin se unió a la cruzada contra los almohades, para aprovechar la guerra para buscar aliados entre los principales nobles aragoneses y catalanes.
Preocupado Pere envió una carta privada a Raimond Rogier I y a Hug IV, tanto para advertibles de las intenciones de su felón pariente como para ordenarles que le informaran de quien le mostraba abierta amistad.
Pasaron semanas antes de llegar la respuesta, hecho que ocurrió por inicios de agosto. En ella Raimond y Hug le decían que también en el campamento cristiano corría dicho rumor; de hecho algunos caballeros, entre ellos Guillem de Cardona, les habían denunciado airadamente que Sanç los había sondeado sobre si se unirían a una revuelta contra el soberano. Y que aunque ellos se habían negado tenían sospechas de que otros, aunque pocos por suerte, habían accedido a sus peticiones.
Lo que ignoraba Pere es que en aquellos mismos instantes la fortificada Mursiyya, agotada después de un largo sitio, se rendía a las fuerzas cristianos. Poco después la bandera real ondearía por encima de la captiva ciudad, un hecho que durante los siguientes años se repetiría en muchas otras ciudades andalusíes.

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(continuará)