Un breve extracto de "Crônica do Porto e Especiarias", una cronica de la Historia de Portugal desde el Renacimiento a la Ilustracion:
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Capítulo IV: La Mano Roja
Afonso V “el Africano”
Rey de Portugal 1433-1476 (Regencia 1433-1447)
El triste Infante
La segunda mitad del reinado de Afonso V, llamado el africano por sus múltiples expediciones en Marruecos, fue una de crisis en el pujante reino Portugues. El único hijo legítimo del Monarca era Joao de Avis. Un personaje lúgubre y siniestro que fue pronto denominado “el triste infante” en la corte, a raíz de las “tristes” historias que se filtraban de su comportamiento con sus sirvientes. Entre el pueblo de Lisboa, menos cohibido por su necesidad de obtener favores del monarca, su mote fue mucho más explícito “João das mãos vermelhas” o Juan el Manirrojo.
A pesar de la ansiedad que un futuro rey Joao pudiera conllevar, no es menos cierto que el Reino portugues al menos respiraba aliviado por la clara sucesión al trono. Lejos quedaban los inciertos años de la larga regencia de Afonso V, con los frecuentes choques entre la nobleza y el Infante Pedro, su tío y regente. Tanto el rey como su heredero gozaban de buena salud, y aunque su relación se fue empeorando a raíz de la muerte de la Reina, una princesa de Navarra. Pues se dice que Juan el Manirrojo veía con malos ojos los múltiples amoríos de su padre, y sospechaba que algunos habían comenzado con su madre aún en vida.
Infante João de Avis, “el Manirrojo”
Asi fue que pronto, dos facciones empezaron a gestarse en la corte; los hombres del Rey y los hombres del Infante. Los primeros se correspondian principalmente a los miembros de la baja nobleza, hidalgos y caballeros. Pues el rey era un gran favorito entre los nobles de inclinación más marcial, pues veían en él un Rey generoso y visionario, amén de una futura fuente de tierras. Ya fuera tras su conquista de los heréticos mahometanos o su descubrimiento y colonización en las nuevas venturas comerciales del monarca allende los mares. Asimismo, el Rey siempre mantuvo el firme apoyo del clero alto y bajo, pues ambos lo veían como un gran amigo de la iglesia y gran Cristiano, si bien por razones completamente distintas. Los obispos de Portugal y su singular Cardenal, Monseigneur Barrosso, se posicionaron como los principales ganadores de las ventas de reales dominios que el Rey Afonso se vio obligado a hacer para financiar sus expediciones marítimas. Por contra, el bajo clero vivía enamorado del rey cruzado y su fervor por expandir la fe católica a paganos y mahometanos a golpe de acero si hiciese falta.
Contra este bloque se posicionaron los hombres del Infante, o los Manirrojos, como los empezó a denominar la plebe. Hijos de las grandes familias de Portugal y dueños feudales de la inmensa mayoría del reino continental. Resentidos de un rey que les ignoraba y que actuaba contra sus intereses. Nada odiaban más que las aventuras de ultramar del Rey Afonso y su Alianza con Castilla. Lo primero era visto como un malgasto de recursos y, mas importante, un intento de marginarlos del gobierno del reino. Mientras la alianza con los Trastámara era vista como contra natura, y un intento del rey de limitar su poder. Más aún cuando el rey les prohibió intervenir en la turbulencia de la Guerra Civil Castellana, de la que deseaban aprovecharse para su propio lucro. A ellos se sumaron los grandes magnates comerciales, los cuales deseaban retomar las rutas con Oriente a través del mediterraneo que las políticas del rey Afonso habían dinamitado. Deseaban el acercamiento al Sultán de Túnez y el Turco, a fin de recuperar el comercio de Especias por magro que fuese, y no veían ningún futuro a las expediciones del Rey pues estas estaban formadas por “Mercenarios, maleantes y gentes de mal vivir”, es decir, su competencia.
El Degollador de Coimbra
Estas tensiones llegaron a un anticlimático choque un aciago día de invierno, cuando el Infante Joao invitó a su real padre a una cacería en los bosques de Coimbra, invitación que el aguerrido monarca aceptó de buen grado. El Infante, acompañado de su favorito y del Rey se separaron del grueso de la comitiva en un sendero particularmente escabroso; cuando ocurrió la tragedia.
Cuenta la versión oficial que el grupo se encontró con un monstruoso jabalí; grande como un toro, fuerte como un oso y con colmillos como cimitarras morunas. El Degollador de Coimbra, como pasaría dicho cerdo a la leyenda, embistió y los descabalgó. Pues los corceles entraron en pánico y huyeron. Dejando a sus augustos jinetes postrados a merced de la bestia. Ahí fue cuando la bestia, sin duda guiada por malas y heréticas artes, atacó al Infante y lo abrió en canal antes de que su padre, el Rey, pudiera ahuyentarla. Armado solo con su daga, su valor, y su fe cristiana. El favorito del infante, dolido y avergonzado por haberle fallado a su senor, cometio suicidio ahi mismo cortandose su propia garganta. El Rey, por su parte, cargó él mismo el cadáver de su único hijo legítimo hasta alcanzar refugio en un recóndito monasterio cercano, donde el infante fue enterrado. Los monjes entonces tomaron la confesión del Rey, y conmocionados por la pureza y el valor de su monarca, juraron votos de silencio en su honor. Yendo tan lejos hasta de cortarse sus propias lenguas. Pues la voz terrenal nunca podría hacer honor a tamaña gesta.
El Degollador ataca al Infante João el Manirrojo y al Rey Afonso V el Africano
Asi fue el fin de Juan el Manirrojo. Conocido enclenque con una opinión hinchada de si mismo, que murió acompañado de su favorito igualmente falto de ardor guerrero, con solo su padre, conocido caballero y cruzado de grandes gestas y una bestia mitológica como testigos. Nunca mas se encontró rastro del Degollador, más dicen las malas lenguas que un dicho se hizo popular entre cazadores de Coimbra durante los años siguientes al incidente: “Se você está procurando o porco, olhe acima do trono.”
La Corte Inglesa
Sea como fuere, y pasados los tres días de luto oficial que determinó apropiados el monarca. La corte se entregó a su major pasión: Conspirar.
El único hijo varón legítimo del monarca estaba muerto, y aunque el rey todavía podría concebir otro hijo, tampoco era tan joven como para que esto no generara preocupación. Asimismo, la línea de Avis ya se había encontrado con un cuello de botella en el propio Afonso V, cuyo padre murió cuando él tenía solamente seis años. Sin hermanos supervivientes, Fernando habiendo muerto unos años antes, la línea sucesoria quedaba en entredicho. Una de sus hermanas se había casado con la corona de Castilla y la otra con la de Inglaterra, más ambos reinos se hallaban a su vez en situaciones hereditarias complejas, cuando no abiertamente en guerra civil. Por lo que se antojaba que cualquier sucesión no podría terminar de otra forma que las armas. Mas aun cuando los Manirrojos, aun estando decapitados, no estaban muertos ni mucho menos.
Tan decisivo como impulsivo, Afonso V cortó de raíz el problema con una solución tan novedosa como pecaminosa: Se casó con una de sus amantes y legítimo a su hijo bastardo: por aquel entonces un niño pequeño también confusamente llamado João. La iglesia, aún firme valedora del monarca, le permitió seguir adelante con la operación de dudosa legitimidad, pero insistieron que dado que el niño no había nacido dentro de la casa de Avis, no podría reinar con dicho nombre. Así fue que, habiendo nacido en la villa de Crato, João de Crato se convirtió en el heredero de Portugal.
Su madre era la denominada Esteveinha de Lencaster (forma lusoficada de “Elisabeth of Lancaster) una bella e inteligente dama proveniente de una rama menor de la otrora familia real inglesa, la cual había huido de su país a razón de la Guerra de las Rosas. Encontrando refugio y haciendas en los brazos del rey de Portugal, el cual le doblaba la edad. Su carrera fue meteórica y pronto se halló sola ante la corte lusa pues Afonso, habiendo resuelto un desaguisado con otro, se lanzó de lleno a su verdadera pasión: La Cruzada.
Esteveinha de Lencaster
Reina Regente de Portugal 1476-1480
Mientras el rey preparaba sus tropas, la nueva reina se encontró rápidamente abandonada por su otrora amante y presente marido. En una corte extranjera y rodeada de enemigos, pues el rey no hacía sino privarla de sus aliados para llevarlos a África. La joven, mucho más adepta para la corte que el bruto beligerante de su marido, pronto encontró solución; miró a su otrora patria.
La pérdida definitiva de los dominios Angevinos, el fiasco Holandes, y la Guerra de las Rosas habían generado gran descontento entre parte de su nobleza, que pronto se encontró sin tierras ni haciendas y debiendo lealtad a una dinastía a la que odiaban. Esteveinha los trajo a Portugal, les dio tierras y siervos (a cambio del preciado oro del que Afonso siempre estaba tan necesitado) y llenó con ellos su corte, expulsando a los Manirrojos de la misma. Así fue que Esteveinha comenzó una revolución sin precedentes en la historia del joven reino. Se ganó la enemistad de las Grandes familias de Portugal, que desde entonces siempre la denominaron “La Ramera de Lancaster”. Cambió por completo la política exterior de la corona portuguesa, enemistándose con su tierra natal de Inglaterra. Crió al alabado e infame futuro rey de Portugal João de Crato, el denominado “Filho do Porto”. Sobrevivió a una cruzada, una conspiración y tomo las riendas del reino a la muerte del Rey. Dando comienzo ese tan peculiar periodo de historia Portuguesa que pasaría a denominarse “la Corte Inglesa”.
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